DURANTE siete décadas, el mundo ha estado dominado por un orden liberal occidental. Después de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos y sus socios, fundamentalmente con el objetivo de asegurar el control político y los mercados mundiales para sus empresas, construyeron un orden internacional multifacético y extenso, organizado en torno a la apertura económica, las instituciones multilaterales, la cooperación en asuntos de seguridad y la solidaridad democrática. Estados Unidos se convirtió en el poder hegemónico de este orden, anclando las alianzas, supervisando la economía mundial, fomentando la cooperación y defendiendo de paso sus intereses económicos.
Europa occidental y Japón surgieron como socios clave, vinculando su seguridad y fortunas económicas a este extendido orden liberal. Después del final de la Guerra Fría, este orden internacional se extendió a otros países. Asia oriental, Europa oriental y América Latina hicieron transiciones democráticas y se integraron en la economía mundial. A medida que el orden de posguerra se expandió, también lo hicieron sus instituciones de gobierno. La OTAN se expandió, se lanzó la OMC y el G20 se convirtió en el centro de atención de la política global.
Hoy, este orden internacional liberal está en crisis. Por primera vez desde la década de 1930, Estados Unidos eligió a un presidente activamente hostil al internacionalismo liberal. El comercio, las alianzas, el derecho internacional, el multilateralismo, el medio ambiente, la tortura y los derechos humanos: en todos estos temas, el presidente Trump ha hecho declaraciones que pueden acabar efectivamente con el papel de Estados Unidos como líder del orden mundial liberal.
Simultáneamente, la decisión de Gran Bretaña de abandonar la UE, y una miríada de otros problemas que afectan a Europa, parecen marcar el fin del largo proyecto de posguerra de construir una Unión más grande. Las incertidumbres de Europa, como baluarte tranquilo del orden internacional liberal, tienen una importancia global. Mientras tanto, la democracia liberal parece estar en retroceso, a medida que las variedades del nuevo autoritarismo alcanzan una nueva prominencia en países como Hungría, Polonia, Filipinas y Turquía. En prácticamente todo el mundo democrático liberal han proliferado las tendencias populistas, nacionalistas y xenófobas de reacciones violentas.
Tal vez lo que estamos presenciando es una crisis de transición, por la cual la antigua base política del orden liberal liderada por Estados Unidos cederá el paso a una nueva configuración de poder global, nuevas coaliciones de estados, nuevas instituciones de gobernanza. Esta transición podría estar conduciendo a algún tipo de orden posestadounidense y posoccidental que permanezca relativamente abierto.
Hay quienes ven una crisis más profunda, una crisis del internacionalismo liberal en sí mismo. Desde este punto de vista, habría un cambio en el sistema global que se aleja, al menos por el momento, del comercio abierto, el multilateralismo y la seguridad cooperativa. El orden global estaría dando paso, también desde este prisma, a una multipolaridad inestable, con diversas mezclas de nacionalismo, esferas de influencia y proyectos regionales de poder hegemónico a escala internacional. En efecto, no ha habido internacionalismo liberal sin hegemonía estadounidense y occidental, y esa era parece que está llegando a su fin. El internacionalismo liberal es esencialmente un artefacto de la época angloamericana, que retrocede rápidamente.
Hay quienes van incluso más allá, argumentando que lo que está sucediendo es que la larga era de la modernidad liberal está llegando a su fin. Comenzando con la Ilustración y pasando por la Revolución Industrial y el ascenso de Occidente, el cambio histórico mundial parecía avanzar de acuerdo con una profunda lógica de desarrollo. Fue un movimiento progresivo impulsado por la razón, la ciencia, el descubrimiento, la innovación, la tecnología, el aprendizaje, el constitucionalismo y la adaptación institucional. El mundo como un todo estaba bajo el paraguas de este movimiento de modernización global. Quizás la crisis de hoy marque el final de la trayectoria global de la modernidad liberal. Era un artefacto de un tiempo y lugar específicos, y el mundo es hoy diferente.
El origen del internacionalismo liberal es previo a la hegemonía estadounidense. Construido sobre los cimientos de la Ilustración, surgió en el siglo XIX con el ascenso en occidente del liberalismo, el nacionalismo, la revolución industrial y las épocas de hegemonía británica y estadounidense. En su sentido más amplio, el internacionalismo liberal es una forma de pensar y responder a la modernidad, a sus oportunidades y sus peligros. Lo que ha unido las ideas y las agendas del internacionalismo liberal es una visión de un orden internacional abierto, basado en acuerdos generales y orientado en un sentido progresista de avance histórico.
En el siglo XIX, el internacionalismo liberal se observa en los movimientos hacia el libre comercio, el derecho internacional, la seguridad colectiva y la organización funcional del sistema capitalista occidental. En el camino, el internacionalismo liberal se mezcló con todas las otras fuerzas principales que han dado forma al sistema global moderno: el imperialismo, el nacionalismo, el capitalismo y los movimientos cambiantes de la cultura y la civilización. En el siglo XX y en el XXI, se movió a través de una secuencia de épocas doradas, crisis y puntos de inflexión. El internacionalismo liberal tomó forma como un orden político durante la Guerra Fría, bajo los auspicios de Estados Unidos. La hegemonía liberal estadounidense era esencialmente un orden occidental construido alrededor de los propósitos sociales del llamado mundo libre.
Es importante recordar que el orden liberal de posguerra originalmente no era un orden global. Fue construido dentro de la mitad del sistema bipolar de la Guerra Fría. Era parte de un proyecto geopolítico más grande de librar una Guerra Fría global. Fue construido en torno a intereses, instituciones y fines sociales que estaban vinculados a Occidente, el liderazgo estadounidense y la lucha global contra el comunismo soviético. Cuando terminó la Guerra Fría, este orden interior se convirtió en un orden exterior. A medida que la Unión Soviética colapsó, el gran rival del internacionalismo liberal se desmoronó y el orden liberal dirigido por los estadounidenses se expandió. Con el final de la Guerra Fría, el internacionalismo liberal se hizo global en la última década del siglo XX. Inicialmente, esto fue visto como un momento de triunfo para las democracias liberales occidentales.
Pero la globalización del orden liberal puso en marcha dos cambios que luego se convirtieron en las fuentes de la crisis. Primero, trastocó los fundamentos políticos de ese orden liberal. Con los nuevos estados ingresando en el sistema, las viejas instituciones que proporcionaron los mecanismos de estabilidad y gobernabilidad fueron invadidas. Una gama más amplia de estados, con un conjunto más diverso de ideologías y agendas, formaba ahora parte del orden. Esto desencadenó lo que podría llamarse una crisis de autoridad, en la que ahora se requieren nuevas negociaciones, roles y responsabilidades. En segundo lugar, la globalización del orden liberal también condujo a una pérdida de capacidad para funcionar como una comunidad de seguridad. A medida que el internacionalismo liberal se convirtió en la plataforma para un orden global más amplio, se erosionó el sentido del propósito social compartido y la convergencia de intereses.
Crear un espacio internacional para la democracia liberal, conciliar los dilemas de la soberanía y la interdependencia, buscar protecciones y preservar los derechos dentro y entre los Estados son los objetivos subyacentes que han impulsado el internacionalismo liberal a través de las eras de oro y catástrofes globales durante los últimos dos siglos. A pesar de los trastornos y la destrucción de la guerra mundial, la depresión económica y el auge y la caída del fascismo y el totalitarismo comunista, el proyecto internacional liberal sobrevivió. Quizá sobreviva también a las crisis de hoy. Pero para sobrevivir esta vez, como lo ha hecho en el pasado, el internacionalismo liberal tendrá que ser repensado y reinventado.
POR: GERARDO DEL CERRO*
*Doctor por la New School for Social Research de Nueva York
Qué suerte tener dudas sobre lo que se es porque eso significa que eres algo.
Yo no sé lo que soy, si liberal o conservador,de derechas o de izquierdas o tal vez de centro.
Desde un punto de vista identitario llevan muchos años machacando mis meninges conque debo ser español aunque yo no quiera.
Por ello, voto vasco a pesar de que el gobierno que salga terminará siendo vasco y español o español y vasco según mayorías.
También me dicen que no puedo ser nacionalista vasco porque me crecerá una boina y se me caerá la babilla de pura ignorancia.
Pero resulta que los que me lo dicen ya tienen la boina puesta y babean.Y no sé si son o no más tontos que yo.
Y además ellos son más nacionalistas que yo. Qué lío mariloli!
Para evitar esos problemas, lo mejor es ser un poco de todo en función del momento,no molestar a nadie, empatizar tanto que uno acaba fusionándose con el otro, con lo cual ya no hay ni unos ni otros.
Aunque corres el riesgo de terminar sin acordarte de lo que eras.
Tampoco estoy ya seguro de que sea importante ser uno mismo.
Y aunque nunca tengo razón, me da que ese camino llevamos.
¿Qué opinarán los que sí saben lo que son?
Publicado por: CAUSTICO | 07/30/2019 en 01:03 p.m.
Todo este "orden internacional liberal" se sustentaba en el control que ejercían las potencias anglosajonas sobre los combustibles fósiles, primero el carbón y luego el petróleo. Sin esta realidad no se entiende el imperialismo salvaje de ingleses y yanquis en Oriente Medio, puesto que los campos de petróleo los habían descubierto sus compañías y se los consideraban suyos. Ahora con la época del petróleo llegando a su fin las potencias que carecen de este recurso entrarán en una decadencia terminal. Por eso el futuro de Rusia es más brillante que el de EUA o el de Gran Bretaña puesto que los rusos con su forma de vida austera han ahorrado más petróleo para el futuro que los derrochadores yanquis. Los EUA son una potencia tan decadente que su imperio hubiera caído aunque hubieran elegido a un buen presidente. Pero Trump probablemente acelerará la decadencia del imperio yanqui.
La época de hegemonía del dólar llega a su fin y el poder se desplaza hacia Asia. ¿Deberíamos haber estudiado ruso? ¿O quizás chino?
Publicado por: Señor Negro | 07/30/2019 en 02:55 p.m.