Jaime García Añoveros (ExMinistro de Hacienda)
En el encuentro empresarial organizado por Elkargi con motivo de su Junta General de Socios, el pasado miércoles en Donostia, había cuatro invitados muy importantes para hablar del nuevo escenario europeo con la puesta en marcha de la moneda única: Juan Antonio García Diez, Jaime García Añoveros, Pedro Luis Uriarte y Miguel Boyer. Pero cuando Jesús Alberdi, consejero delegado de Elkargi, me preguntó a cuál de los cuatro quería entrevistar para DEIA, opté por Jaime Añoveros por su protagonismo en la negociación para el restablecimiento del Concierto Económico durante su etapa de ministro de Hacienda (1979-82) junto a Pedro Luis Uriarte, entonces consejero de Economía y Hacienda del Gobierno vasco, al que habíamos entrevistado en diciembre del año pasado.
A Jaime García Añoveros, en la actualidad catedrático de Derecho Financiero de la Universidad de Sevilla y presidente de EPTISA (Estudios y Proyectos Técnicos e Industriales S. A.), le correspondió hablar en este encuentro empresarial de los impuestos. Ya nuestra primera pregunta, la de si se confirmaba la tendencia hacia un sistema tributario europeo y homogéneo, respondió así: «Un sistema tributario europeo propiamente hablando, no, pero sistemas tributarios bastante homogéneos, sí. En cuanto que los sistemas tributarios de los distintos países miembros se van acomodando a unos esquemas que, por su estructura, el contenido de las normas y también por la presión fiscal, van a conducir a situaciones de bastante similitud. No de identidad, pero sí de bastante similitud. Pienso además que la aparición de la moneda única acelerará ese proceso que ya se está produciendo».
DEIA: ¿Qué recuerdos tiene de aquella negociación para el restablecimiento de la Ley del Concierto Económico, en la que también participaron los diputados generales de Araba, Bizkaia y Gipuzkoa, y cuál es su opinión respecto a la que se está llevando a cabo ahora para la actualización quinquenal del Cupo?
JAIME GARCIA AÑOVEROS: Aquella negociación fue muy intensa. Realmente, la negociación de la Ley del Concierto y del Cupo fue ahí. Previamente había sido muy importante la negociación del Estatuto en la parte referente a la Hacienda. Y ahí es donde se aceptó el principio del restablecimiento del sistema de Concierto para Gipuzkoa y Bizkaia donde había sido eliminado el año 1938. Fue una negociación intensa, dura, cordial y muy leal, yo creo, por ambas partes. Todos quedamos muy contentos con el resultado del trabajo. Yo no sé si eso es prueba de que estaba bien o estaba mal, pero así fue, ambas partes negociadoras quedaron satisfechas. En aquella negociación fijamos el método, el procedimiento, para establecer el Cupo, y sigue en vigor el mismo procedimiento, el mismo método. Yo no he intervenido en las tres negociaciones posteriores, incluida ésta, así que no puedo hablar de ella. No sé. Supongo que estará bien. Desconozco los entresijos de la negociación actual, pero aunque siempre es una negociación importante, la de ahora es mucho menor. Se trata de discutir algunas magnitudes, algunos datos... Entonces se creó un procedimiento de la determinación del Cupo completamente nuevo. Ni era el procedimiento histórico, digamos anterior a la Guerra Civil, ni era en sentido estricto el sistema alavés, el único que quedaba vigente de los territorios históricos del País Vasco. Era un sistema nuevo que, de acuerdo con el concepto de lo que es el Cupo —porque, eso sí, este es el mismo concepto de siempre— se creó adecuado a las circunstancias de una economía moderna y un sistema tributario distinto del tradicional.
D.: ¿Cuando usted viene al País Vasco y le reconocen como el hombre que negoció el Concierto Económico por parte del Estado, le miran con simpatía?
J. G. A.: Es que los que me reconocen son amigos y los amigos siempre me miran con simpatía.
D.: ¿El Concierto Económico podría ser un modelo válido para la Unión Europea (UE)?
J. G. A.: Pienso que ni es un modelo válido ni es un modelo inválido para la UE. El Concierto Económico es un sistema que procede de circunstancias históricas peculiares y que se acomoda a esas circunstancias. Pero, bueno, desde el punto de vista de la relación entre la Hacienda europea y las Haciendas de los Estados miembros en el futuro, podría tener algún tipo de equivalencia. Porque responde a una concepción del poder político, digamos, muy fragmentada o muy dividida en el punto concreto del poder tributario. Y eso, claro, no es normalmente un modelo. Ahora bien, en un proyecto como el europeo, que puede ser menos que una confederación —no se sabe exactamente lo que puede ser políticamente en el futuro—, al final hay que considerar siempre lo que la parte supone sobre el todo, quién va a seguir cobrando los impuestos y lo que hay que pagar en ese todo. Ahora mismo, el 2% del 16% que pagamos del IVA es para la Unión Europea (UE). Y hay otros ingresos que también son de la Comunidad. Pero en el futuro podrá ser de otra manera. Es más probable una adaptación del sistema actual (la UE se atribuye una parte de la tarifa de uno o varios impuestos) que un sistema equivalente al del Cupo, tal como lo conocemos actualmente.
D.: ¿Está convencido de que el Estado español entrará en el grupo de cabeza de la Unión Económica y Monetaria (UEM) o cree que la zona de la moneda única no pasará al principio de ser una zona del marco disfrazada?
J. G. A.: La moneda única, una vez alcanzada, no será una zona del marco disfrazada, pero será una zona en la que el peso de Alemania será fenomenal, como lo es en la actualidad. De manera que ahora, sin haber moneda única, todos estamos condicionados por el marco. Tanto en los tipos de cambio como en los tipos de interés. Lo que le ocurre al marco nos pasa a todos, y en el futuro, dentro de ese euro, el peso de Alemania, no ya del marco, será muy fuerte. En cuanto a la primera parte de su pregunta, le diré que estoy convencido de que creo que sí, que España entrará en el grupo de cabeza de la UEM, pero no es seguro. Hay incertidumbres todavía...
D.: ¿Un ex ministro de Hacienda ve los datos de la buena marcha de la economía, igual que un ciudadano de a pie o, por haber conocido la función, los mira con recelo?
J. G. A.: Siempre hay recelos y siempre se pueden hacer objeciones. Lo que pasa que en esto hay que mirar... bueno, cada cual mira lo que le parece. Pero esa es la evolución. Si estamos bajando la inflación, la estamos bajando; si el déficit se está reduciendo con dificultades, hay riesgos... Lo que ocurre es que en esto no hay situaciones ganadas para siempre. Están ganadas hasta el día de hoy. Mañana se pueden perder. Según lo que se haga, aunque, la verdad, un ministro de Hacienda y Economía de un Gobierno no puede hacer muchas cosas. Bueno, hace bastantes, pero no puede hacer milagros. Lo que sí puede hacerlo es fatal. Y si lo hace mal, su poder de perturbación es muy superior a su poder de arreglar las cosas si lo hace bien.
D.: ¿Una subida del precio del petróleo podría dificultar de forma significativa el cumplimiento de los criterios de convergencia?
J. G. A.: La subida del petróleo en España siempre ha significado mucho en nuestra economía. Bueno, antes más. A mí me tocó una tremenda, de 12 a 28 dólares el barril. La subida del petróleo crea unos problemas graves porque es un componente muy importante de nuestras importaciones y determina una elevación de precios. Y todo eso puede tener una incidencia muy fuerte en el intento de cumplir los objetivos de convergencia.
D.: ¿Qué repercusiones va a tener la UEM en la liberalización de los distintos sectores, en el ámbito empresarial y en el de los consumidores?
J. G. A.: Pienso que, lentamente, producirá efectos liberalizadores. Porque la UE, ahora llamamos así al Mercado Común, tiene un principio básico que es el que determina la evolución de todo el sistema económico. Me refiero al principio de la libre competencia con igualdad de oportunidades. Y claro, eso tiene un efecto liberalizador tremendo. A veces, como se sabe, eso se hace por lentos acuerdos, y otras veces se adelanta mucho en estos temas a través del tribunal de las comunidades, que es el que saca las consecuencias de este principio de la libertad de competencia con igualdad de oportunidades. Ciertamente, eso conduce a la modificación de muchísimas normas y rigideces internas que existen en todo. Bueno, en todo no. La industria está, prácticamente, liberalizada, pero no ocurre igual con todos los servicios.
D.: ¿Eliminará el euro todo margen de maniobra monetaria?
J. G. A.: ¿En el sentido de que el Gobierno puede hacer alguna cosa? Nada, nada. Ya no le queda margen alguno. El ministro de Hacienda sigue siendo una persona muy importante por sus funciones, pero lo que puede hacer ahora ya no es ni la mitad de lo que podía hacer hace quince años. Y menos de lo que podía hacer hace siete. El Gobierno ya no puede devaluar la moneda. No se puede jugar con el tipo de cambio, ni con el tipo de interés. No se puede hacer política de rentas desde el Gobierno más que insinuada. Bueno, y la política fiscal está muy limitada. Porque ahora hay que cumplir unos requisitos —y luego habrá que cumplirlos también— de límites en el endeudamiento y límites en el déficit. Dígame usted lo que tiene que hacer ahora un Ministro de Hacienda. Recaudarle bien a la gente y organizar bien los impuestos, cosa que no es fácil, pero, indudablemente, su capacidad de acción es menor.
D.: Tras la transición del Instituto Monetario Europeo al Banco Central Europeo, ¿cree usted que éste debería ser controlado de alguna forma por un organismo político?
J. A. G.: Esa es una gran cuestión que siempre está ahí. Al final, esta tendencia — que no es de ahora, que es de hace muchísimos años, de hace casi cien años— a que los bancos centrales tengan la competencia de la política monetaria, por lo menos la del tipo de interés, no es más que un refugio de los países democráticos frente a la demagogia. Se razona de la siguiente manera. Puesto que nosotros no nos vamos a poder resistir si viene una ola demagógica de lo que sea, bueno pues que lo haga alguien que está al margen de toda sospecha y de toda presión. Si no de toda, al margen de una presión demagógica fuerte, lo que en un gobierno vinculado con elecciones no es tan fácil. En el fondo es decir que, puesto que la política adecuada es esta, vamos a ponerla en un órgano donde jamás pueda ser afectada por una decisión política. Ahora bien, también implica una división de la soberanía. La política monetaria es una parte importante de la soberanía. En el momento que se deja en un órgano, bien interno, bien europeo, los gobernantes han dividido más el poder. Además del poder legislativo, del ejecutivo y del judicial, surge el monetario
D.: ¿Era más fácil ser ministro de Hacienda en su época? ¿Hasta qué punto la globalización de los mercados ha limitado la capacidad de los gobernantes para llevar a cabo una buena política económica?
J. G. A.: Los gobernantes siempre tienen muchas dificultades. No creo que fuese más fácil en mi tiempo. Quizás más complicado. Los problemas eran distintos. Ahora es más fácil saber lo que hay que hacer. Lo que pasa es que es difícil hacerlo. Pero hay un problema que los ministros de Hacienda han tenido siempre y lo van a seguir teniendo. Me refiero a la tremenda presión de las sociedades europeas, y de la española muy en particular, para el aumento del gasto público. Consciente o inconscientemente, todo el mundo conspira de manera permanente para el aumento del gasto público. Y el ministro de Hacienda, ¿qué va a hacer? ¿Poner así la mano en el muro para que no se le venga abajo? Siempre la política más difícil que tiene que hacer un ministro de Hacienda s no es la de los impuestos sino la de contención del gasto.
Antón Egia
(Deia, 20 de Abril de 1997)
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