Por: Xabier Arzalluz
La comedia no es mi género preferido, sobre todo si se conoce por anticipado el desenlace. Por eso no acudí a la constitución del Consejo General Vasco y a la elección de su presidente el pasado viernes en Vitoria.
Uno de los aspectos más sangrantes del "show" de Vitoria está en que del Ebro para abajo la elección del "Presidente Vasco" ha aparecido ante la opinión como una larga y reñida batalla entre vascos con ocho votaciones que empezaron dando la victoria a Ajuriaguerra para, tras reiterados y reñidos empates, otorgar el triunfo final a Rubial.
Pero en realidad el resultado estaba previsto desde hacia tiempo, y el tanteo no fue decidido entre vascos sino desde Madrid.
Cuando en la Asamblea de Parlamentarios Vascos del pasado lunes afirmé públicamente la existencia del pacto, lo desmintieron reiteradamente tanto los de UCD como los del PSOE y se me exigió la presentación de pruebas. Pero no basta con decir que UCD o PSOE no han hecho pacto alguno. Puede que ello sea formalmente cierto. Pero todos los que desmintieron mis palabras sabían perfectamente que el compromiso existía y los hechos lo han demostrado sobradamente.
Si el PNV recabó para sí la presidencia no fue porque se sentía predestinado para dicho cargo por razones mitológicas, como decía Múgica. sino simplemente por entender que en un consejo de representación proporcional a la fuera de los respectivos partidos, la Presidencia corresponde, sin más, al mayor de ellos. PSOE y UCD han roto esta regla universal y han creado un consejo de "coalición", lo que consideramos un grave error en este momento en el que la unidad de acción debía anteponerse a cualquier otro objetivo. Las coaliciones entrarán en la lógica política en el periodo autonómico, cuando se constituya un auténtico Gobierno a partir de la voluntad popular expresada al efecto y conforme al estatuto que se dé a sí mismo el país.
En ese momento si PSOE y UCD, o cualesquier otro partido, quieren gobernar juntos por carecer de la mayoría absoluta cada uno de ellos, estarán en su derecho, y al PNV o al PSOE o a UCD les tocará el papel de oposición aún cuando sea el mayor partido Papel al que el PNV no hará ascos si la correlación de fuerzas políticas se lo impone.
Ni vale aducir el formalismo de que el Decreto Preautonómico señala que el presidente será elegido por los consejeros. Esa es la forma de elección, porque estos pertenecen y representan también a partidos políticos y en número proporcional a la fuerza de los mismos.
Queda por averiguar cuál ha sido el precio de un concierto tan contra natura. Posiblemente el pacto UCD-PSOE de reducción de autonomías a dos o tres y el equilibrio Tarradellas en Catalunya frente a mayoría PSOE y PSOE en Euzkadi frente a mayoría no socialista, dejando Galicia para UCD. Puede que sea una mera especulación, aunque no inventada por mí. Pero de todos modos un arreglo de espaldas al interés específico de Euzkadi y elaborado fuera de Euzkadi.
En cuanto a la explicación de voto de UCD, salta a la vista la de Juan Echevarría, más clara y más lógica, de la de Viana, temeroso por lo visto del nombramiento para la Presidencia de Ajuriaguerra iba a suponer poco menos que la secesión de Euzkadi. Pero las diatribas del señor Viana no constituyen sino cortinas de humo para ocultar las auténticas motivaciones de su voto que son simplemente "la voz de su amo" de Madrid acompañada de su "platito de lentejas" de la Cartera de Obras Públicas que la tiene segura.
No le será fácil al ciudadano corriente comprender que mientras en los Plenos del Congreso, PSOE y UCD se arrancan, aparentemente, la piel a tiras, se sienten juntos y tan en armonía en otros ámbitos y temas. Pero para nadie medianamente informado constituye secreto el acuerdo constante de ambos partidos en los lemas fundamentales. Salta en las páginas de los periódicos la gran tentación del bipartidismo, por la que los dos grandes quieren eliminar a cualquier otro, instaurando un ciclo poder-oposición sin competencias ni arbitrajes molestos. Los intentos del PSOE de forzar la unidad socialista por la fuerza o por la negociación y el contencioso centro-derecha civilizada.
Y en ese esquema, también estorbamos y por partida doble los grupos nacionalistas, tanto vascos como catalanes.
Hace ya tiempo que Benegas anunció en Guernica que el PSOE asumía la "iniciativa" en la defensa de las autonomías, arrebatándola de los partidos interclasistas y pequeño-burgueses que la habían ostentado hasta ahora. El PSOE se proclama ahora autonomista “de siempre", federalista y "garante" de las autonomías. Pero garante, ante quien? ¿Ante el Ejército tal vez? ¿O ante aquellos que ven en las autonomías veleidades desintegradoras y separatistas? ¿Presentando el aval de su vocación al poder central?
Las garantías han de darse a quienes exigen la autonomía, no a quienes las rechazan. Y el borrador constitucional del PSOE no es precisamente tranquilizador para quienes aspiran a una auténtica autonomía política. Donde quedan tales garantías lo va a demostrar el hecho de que sólo van a tener autonomías los pueblos con fuertes y arraigados movimientos nacionalistas. Y no habrá autonomías auténticas sin partidos autóctonos cuyo interés político primordial empiece y termine en el propio ámbito territorial aunque pacten y acuerden todo lo necesario y conveniente con los poderes centrales y colaboren intensamente con los demás territorios autónomos. Porque cuando el interés por el poder mayor entra en colisión con el menor, la cuerda se rompe siempre por la parte más débil. Esta es la eterna lección de la Historia.
No es necesario ponderar nuestro respeto y aprecio por la persona de Ramón Rubial. Ni nuestro convencimiento de que él, hombre inmune a ambiciones personales, es paciente y no agente en todo este tema. Toda su vida ha militado en un partido a cuya disciplina se debe. Pero es triste que en este primer pasito de la nueva andadura autonómica vasca hayamos tenido este tropiezo. No estorba Rubial a Leizaola, ni Leizaola a Rubial. Leizaola está donde está como exponente de un Gobierno legitimo que los vascos se dieron a sí mismos en trágicas circunstancias. Y debe seguir, a mi entender, en su puesto hasta que los vascos vuelvan a darse a sí mismos un Gobierno. Confundir Gobierno con un Consejo General provisional y sin fuerza ejecutiva, más otorgado que negociado, sería una falacia en la que, al menos nosotros, no vamos a caer. No hemos estado manteniendo durante cuarenta años un Gobierno en el exilio para liquidarlo al primer guiño benevolente del poder central. Si del proceso constitucional en marcha surge una situación autonómica equiparable por lo menos a la de la República. Leizaola habrá cumplido su misión histórica, y su legitimidad se fundirá con la nueva legitimidad popular que brote de una Euzkadi reconstituida.
Mientras tanto es nuestro deber apoyar a este embrión de representación vasca, a este Consejo General de cuya eficacia y capacidad de gestión dependerá la aceleración del proceso autonómico que con él se pretende iniciar.
(DEIA, 22 de febrero de 1978)
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