Por: Xabier Arzalluz
Unos con estupefacción, otros con temor o con ira, y algunos, más avisados, con regocijo, hemos podido contemplar el fuego de matorral bajo que se ha extendido como en noche de huracán por la mayoría de los medios de comunicación españoles. La “España eterna” se ha alzado a linchar al vasco que dicen que ha osado proclamar la singularidad de su pueblo con referencias genéticas. La “España eterna” y algún que otro oportunista de cercanías.
Como no podía faltar, los enterados han sacado a colación a Sabino Arana, su presunto racismo, su exigencia de apellidos euskéricos y toda la letanía de descalificaciones de los de la “España eterna” contra aquel vasco valiente y testarudo que la fustigó sin piedad.
Sabino Arana no hizo sino aplicar el “principio de las nacionalidades”, en boga entonces por Europa, al caso vasco.
Desde Mancini a Herder, además de la tesis revolucionaria liberal de arrebatar el poder al Monarca y entregarlo al pueblo, se extendió por Europa el principio de la personalidad política de los pueblos: “todo grupo humano de idéntico origen racial, que posee una lengua y cultura propias es una Nación, y como personalidad colectiva homogéneo y diferente a otros grupos, tiene derecho a constituirse en Estado”.
La raza, la lengua, la cultura, eran factores de homogeneidad propia y de diferencia, no de superioridad, frente a otros pueblos o naciones.
Su exigencia de apellidos euskéricos, su purismo, su radicalidad, podrán ser, vistos desde la óptica actual, exagerados. Pero no menor abuso cometen quienes cayendo en un intolerable anacronismo, aplican a Arana calificativos, como el de racista, que todavía no se habían expresado del modo doctrinal en que lo harían decenios más tarde.
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Lo que no cuentan los de la “España eterna” es que el 16 de mayo de 1865, tres meses y 22 días después del nacimiento de Sabino Arana, se suprimen por Ley en España las llamadas “informaciones sobre limpieza de sangre”, necesarias tanto para contraer matrimonio como para ingresar en cualquier carrera de funcionario y, hasta muy pocos años antes, para ingresar en cualquier corporación, colegio, universidad o para ejercer profesión u oficio. No digamos para aspirar a ser miembro de una Orden Militar, en el propio Ejército, en la Armada o en los puestos de responsabilidad del Estado.
Es decir que en la “España eterna”, durante siglos y hasta las últimas Constituciones del XIX (la última abolitoria la de 1876, cuando Arana tiene ya 11 años), había que acreditar mediante expediente judicial el no tener “mezcla ni raza de moros, judíos, herejes ni penitenciados”.
La supresión legal de la exigencia de limpieza de sangre no quiere decir que no siguiera existiendo como requisito “de facto” en la vida social española, especialmente a efectos matrimoniales.
Los vascos hacía siglos que habían aprendido el truco. Declararon que todo vasco era noble de origen y no de favor real. Que nunca hubo en la tierra romanos, godos, moros ni judíos. Y nadie pedía quitarles lo que nadie les había dado. Como dice el Fuero de Bizkaia: “que todos los naturales, vecinos y moradores de este dicho Señorío de Bizkaia, tierra llana, villas, ciudad, encartaciones y durangueses, eran notorios hijosdalgos y gozaban de todos los privilegios de hombres hijosdalgos”.
Por entonces, el ser “hijodalgo” o noble no era una mera cuestión honorífica. Suponía un rango jurídico privilegiado para el acceso a puestos públicos o eclesiásticos, una situación fiscal y hasta penal muy diferente.
Y el vasco, que no necesitaba nada de eso para la vida pública o privada en su tierra, tenía que probar judicialmente su limpieza de sangre si salía a Castilla o a América o accedía a algún servicio o dignidad real o eclesiástico.
Pero para esa acreditación le bastaba al vasco demostrar, por testigos fehacientes, que era natural del país por los cuatro costados, es decir, por sus cuatro u ocho apellidos.
De ahí que lo de los apellidos es, en origen, una exigencia “española” de limpieza de sangre, y no una arrogancia vasca. Y para mantener el “status” exigido por la Ley de Castilla, el Fuero prohibía la vecindad de moros, judíos, negros y gente de sangre no limpia. Aunque no debían ser demasiado estrictos, porque allá por el 1590 hay una queja en las Juntas de Gernika exigiendo que se expulsara a un turco que con mujer e hijos, y adoptando el nombre de Francisco de Múgica, se había instalado en la Anteiglesia de Begoña. Dice Sagarminaga que por fin los echaron, aunque la exigencia se va repitiendo en varias sesiones de Juntas, con lo que se demuestra que la expulsión, al menos, no fue fulminante.
Si se juzgara todo esto como se juzga a Sabino Arana, está clara la conclusión: la “España eterna” era de un racismo subido.
Cabría deducir de lo dicho que la “España eterna” gozaba de una raza pura y sin mácula. Pues no.
Bien sea porque había mucha plebe o por el hecho de que la introducción, sobre todo, de ideas marxistas o libertarias, había estropeado demasiados cromosomas, resulta que llegamos a los tiempos en los que la auténtica raza hispana renace de entre tanta hez social en forma de Cruzada.
Las cosas iban tan mal que un notable español de la época escribe: “la triste realidad se que incrementándose más cada día el cretinismo racial... hallándonos al borde de la desaparición de la raza a partir del último heroico esfuerzo de la guerra napoleónica”. “Parece como sise hubieran agotado los manantiales de energía y vitalidad de la raza”. “Del grado degenerativo de la antaño viril raza hispánica sabemos tanto los médicos como los moralistas, sociólogos y políticos...”. “O la degradación haya llegado a tal grado que sea imposible galvanizar un cadáver”.
Pero no, la auténtica raza hispana sigue viva bajo tanto cieno. Con el Movimiento “ha cambiado el panorama nacional y renacen potentes las virtudes de la raza, después de verterse a torrentes sangre juvenil en los campos de batalla”. “Ni se han agotado los manantiales de energía y de vitalidad de la raza, ni tampoco su virilidad”. Hay que canalizar el generoso caudal «para que no se pierda en las ruidereñas lagunas de la intriga y del arribismo”. “A fin de evitarlo, deben reunirse los jóvenes, formando grupos de selectos, precisamente de caballeros de la Hispanidad”.
Todo esto son citas tan sólo del prólogo de un libro de los años triunfales del nuevo orden español. De cuando se instaura el “Día de la Raza”, que luego, y no sin cierto sentimiento de vergüenza, se transformará en el “Día de la Hispanidad” que todavía se celebra oficialmente.
El libro en cuestión se titula nada menos que “Eugenesia de la Hispanidad y Regeneración de la Raza”. Y está escrito por el prestigioso (prestigioso en el Régimen de Franco) Dr. A Vallejo Nájera, padre del acreditado psiquiatra recién fallecido.
El libro, leído hoy, es alucinante. Capítulos como “Eugenesia e higiene racial”, “Concepto de la Raza”, “Concepto de la hispanidad”, “Esencia de la raza”, “Regeneración de la raza”, “Autoperfeccionamiento de los preselectos”, “Orgullo del selecto”... y así hasta 45 capítulos.
Claro que Vallejo Nájera reconoce con cierto dolor que “no podemos los españoles hablar de pureza del genotipo racial, menos quizás que otros pueblos, pues las respectivas invasiones que ha experimentado la península han dejado sedimentos de variadísimos genotipos”.
¡Y que no me echen a mí nuevamente la culpa! ¡Porque Vallejo Nájera habla también de un biotipo vasco diferente de los demás, miren por dónde!
“En la raza ibérica -continúa- no existe unidad en el biotipo, y así, el vasco (sic!) nos ofrece una figura corporal, un temperamento y un carácter que le hacen muy distinto del andaluz, del catalán, del gallego y del castellano”.
¡Ahí queda eso! Como puede ver el lector, por menos han masacrado a Sabino Arana.
Lo curioso es que, según Vallejo Nájera, “consúmase la decadencia con la guerra de sucesión, comenzando con la dinastía borbónica, una invasión de aventureros, cortesanos y lacayos franceses, irlandeses y saboyanos, carcoma de España, culpables de la ruina de la filosofía hispana, baluarte de la raza”.
Está claro que los culpables son siempre “los de fuera”. Incluidas las dinastías...
No es extraño que, según Vallejo Nájera, “La política racial tiene que actuar en nuestra nación sobre un pueblo de acarreo, aplebeyado cada vez más...” y que “Necesitemos emprender denodada lucha higiénica contra los gérmenes morbosos que carcomen la raza hispana para conducirla a la más abyecta de las degeneraciones”.
¿Puede alguien extrañarse que ante este panorama los vascos se hicieran separatistas?
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Humor aparte, Vallejo Nájera no es una excepción en medio del delirio de la “Hispanidad” y del período azul. Ni en los noticiarios, editoriales y comentarios de esos mismos medios que anatematizan a Sabino Arana o a cualquiera de sus seguidores, por presuntos excesos racistas.
Algunos de sus autores y de su epígonos políticos están aún vivos. Y son cachorros del nacionalismo radical español quienes, mientras se exalta al portorriqueño, matan al dominicano, o acuchillan al árabe o al africano. Y nada de esto está sucediendo en Euzkadi sino en el corazón de la Hispanidad.
Cabe concluir con justicia que nunca el nacionalismo aranista ha llegado ni en la teoría ni en la práctica a los excesos xenófobos y racistas a los que ha llegado el nacionalismo español.
(Deia, 7 Febrero, 1993)
Los grandes líderes no deberían desaparecer nunca. Y pongo por ejemplo a Francisco Franco Bahamonde Caudillo de España por la Gracia de Dios a quien la muerteimpidió finalizar su labor genética.
Este incomprendido intelectual español comenzó una ingente labor de LIMPIEZA DE SANGRE eliminando a los impuros que no se consideraban elegidos por Dios para ser españoles.
Incluso escribió el guión de una película titulada RAZA en la que se glorificaba la superioridad física y moral del caballero español frente a las especies sub humanas como separatistas,rojos y demás ralea.
Pero antes de ello se puso en contacto con los verdaderos expertos en LIMPIEZA DE SANGRE de la época que eran los nazis.
Recién ganadas las elecciones de 1933 Adolfo, el amigo entrañable del Caudillo, se sentía ya con capacidad para llevar a cabo las teorías de sus intelectuales de cabecera para construir una ALEMANIA ARIA.
Pero para llevar a cabo esa divina misión necesitaba el amigo de España HITLER un campo de pruebas que le permitiera "visibilizar" como se dice ahora la forma más adecuada de eliminar gente de forma rápida, eficaz y barata.
Y el Caudillo de España por la Gracia de Dios vio en esta necesidad la oportunidad de ejecutar su golpe de estado con el apoyo de las armas nazis a cambio de dejarles hacer a su antojo.
El odio visceral de Francisco Franco Bahamonde a la RAZA VASCA le llevó a ofrecer GERNIKA como símbolo del mal y realizar sus experimentos para la regeneración de la RAZA ESPAÑOLA.
Y colorín, colorado este cuento no se ha acabado porque ahí está el Valle de los Caidos, la Fundación Franco y el Trifachito como testigos del trabajo sin terminar.
La cosa de la sangre siempre ha atraido enormemente a Drácula y a los franquistas.
Publicado por: CAUSTICO | 08/31/2019 en 07:31 a.m.
Lo que no ha conseguido el Lehendakari con el TAV lo ha conseguido el exótico santanderino Revilla con unas pocas anchoas y mucha jeta.Su trenecito a Bilbao.
Estos socialistas con tal de fastidiarnos hacen lo que sea menester.
Publicado por: CAUSTICO | 08/31/2019 en 01:11 p.m.
¡Chapó Jauna Arzalluz!
Me vienen a la memoria los que atacan a Shakespeare por ser antisemita. Pues sí, Shakespeare era antisemita, como casi todos sus contemporáneos. ¿Quita esto valor a sus obras? Yo diría que no. Que ya sabemos que esto del antisemitismo tuvo mucho éxito en Europa.
No soy yo muy fan de Arana y creo que el PNV tiene referentes mejores como Agirre o Irujo. Pero atacar a Arana sacando de contexto sus escritos me parece muy mezquino. También Darwin habló de la superioridad de las razas europeas y no por eso nos cargamos el legado del gran científico inglés. Pasó que entre finales del siglo XIX y principios del siglo XX se puso de moda hablar de razas. Seguramente porque los europeos tenían que justificar sus atrocidades en las colonias con la supuesta superioridad racial europea. Los darwinistas sociales, discípulos de Herbert Spencer, llevaron todas estas creencias al extremo y crearon la eugenesia. La eugenesia se suponía que era una ciencia dedicada a la mejora de la raza humana. Hoy en día la eugenesia está considerada una pseudociencia y justamente olvidada. Pero a principios del siglo XX había eugenecistas en casi todo el espectro político. Su lógica era muy simple: si los granjeros mejoran las razas animales cruzando a los mejores ejemplares y matando a los peores se debería hacer lo mismo con los humanos. Por lo tanto se proponía eugenesia positiva, cruzar los mejores hombres con las mejores mujeres, y eugenesia negativa, esterilizar a los peores hombres y a las peores mujeres. Evidentemente no había ningún criterio científico para distinguir entre los mejores y los peores, esto se dejaba a los prejuicios del momento. ¿Eran los hombres altos y rubios mejores que los bajitos y morenos? A juzgar por los nazis sí.
En el fondo todo el darwinismo social y toda la eugenesia era narcisismo de derechas o narcisismo de los ricos, pues se suponía que los pobres eran gente menos dotada que los ricos. Hubo incluso propuestas de subvencionar a las familias ricas para que tuvieran más hijos. Pero claro no hay cosa más tranquilizadora para un rico que le digan que lo es por su brillantez y no por haberse dedicado a robar a espuertas. Por eso el darwinismo social sigue gustando a las derechas.
Después de la 2a Guerra Mundial la eugenesia quedó desacreditada. Los nazis la habían llevado a tal extremo, con sus granjas de cría de niños arios y sus programas de esterilización, que nadie quería relacionarse con ella. Partidos racistas como Vox la podrían intentar desenterrar pero dudo que se quieran enfrentar con el Vaticano pues la eugenesia siempre disgustó a los cristianos. Y de momento Vox parece un partido nacionalcatólico.
En el mundo científico hoy en día las teorías raciales están muy desacreditadas. Es la ventaja de haber investigado los genes humanos.
Publicado por: Señor Negro | 08/31/2019 en 02:41 p.m.