En Trucíos todos conocen ese señorial rincón como «la Casa Grande», un viejo palacio donde el tiempo parece haberse detenido. Hoy prácticamente todo permanece igual con respecto a las fotografías obtenidas en el ya lejano verano de 1937, cuando aquí tuvo su sede provisional el ejecutivo presidido por José Antonio de Agirre. Curiosamente, los coches son los que mejor quedan reflejados en las pocas imágenes que conservamos en el Archivo del Nacionalismo de la estancia del primer Gobierno de Euzkadi en esta localidad encartada. Y es que estos automóviles simbolizan un largo exilio que estaba a punto de comenzar.
Sesenta años después se volvió a celebrar en Trucíos un consejo del Gobierno Vasco. La misma vetusta mesa de madera donde Agirre y sus consejeros se reunieron por última vez en Hegoalde ha servido para actualizar un histórico compromiso con el autogobierno vasco.
Una placa recuerda cómo en junio de 1937 el Gabinete Agirre, ante el avance de las tropas franquistas en Bizkaia y su cerco hacia Bilbao, trasladó su cuartel general a Trucíos. El constante acoso del enemigo les obligó, al mes siguiente, a instalarse en Santander.
Durante su estancia en la localidad encartada, José Antonio Agirre elaboró un manifiesto en el que denunciaba al fascismo español y destacaba el heroísmo que los vascos habían demostrado en una guerra que ya concluía en su territorio.
«He llegado con las tropas vascas hasta el límite de Euzkadi. He permanecido entre ellas admirando el temple de nuestro pueblo cuyo espíritu no será jamás vencido».
En el Archivo del Nacionalismo, en Artea, se conservan los borradores originales de aquel texto manuscrito por Agirre -el último documento que firmó en Euzkadi peninsular- antes de iniciar el forzoso exilio que durará el resto de su vida. Además de las seis cuartillas con dos versiones del manifiesto, existe también una serie de fotografías sobre la breve estancia del ejecutivo vasco en Trucíos. En las instantáneas se puede reconocer, entre otros, a Telesforo Monzón, Gonzalo Nardiz, Doroteo de Ziaurritz o Balbino Barriola. En el reverso de una de las cuartillas, el propio Agirre escribió, pero después tachó, la palabra «telegramas» y dos frases: «Saludos al Gobernador de Santander, a Cónsules y al propietario o administrador» - «Gobierno Vasco. Gobierno legal moral de todos los vascos».
Al igual que muchos otros escritos, cartas o informes de aquellos años, estos documentos sufrieron un largo exilio y por ello tienen su propia historia. TVas la muerte del Lendakari Agirre, gracias a Juan Ajuriaguerra, los distintos fondos documentales almacenados o generados durante décadas en los locales de la Delegación Vasca de París se trasladaron a «Villa Izarra». La rápida actuación de Ajuriaguerra con Agustín Albero impidió que el Manifiesto de Trucíos y otros miles de documentos fueran destruidos. Durante décadas centenares de paquetes, que en París embaló con mimo Perú Ajuria, permanecieron en el sótano de la sede del EBB en el exilio. Durante casi treinta años fueron guardados cuidadosamente cerrados. En realidad, nadie conocía su real contenido. En el viejo caserón de Beyres fueron Ander y Mari Barrutia quienes se ocuparon de que estos vestigios de nuestra historia no desaparecieran. La sensibilidad de Ajuriaguerra, los Barrutia y Perú Ajuria logró que, a pesar de las dificultades y penurias del largo exilio, no se perdieran «viejos papeles» sin aparente utilidad en aquellos años.
Esta documentación histórica, junto con otros fondos, reunida y conservada en Villa Izarra hasta 1992, ha sido el germen y origen del actual Archivo del Nacionalismo, que la Fundación Sabino Arana gestiona en Artea.
Conforme con nuestro lema «Atzoko-an finkatuz gaur biharkoa bultzatu», desde nuestra fundación intentamos que la memoria histórica contenida en los documentos conservados en el Archivo del Nacionalismo de Artea pueda servir de referente a las actuales y futuras generaciones de vascos para conocer nuestro pasado. Un archivo al servicio de toda la sociedad vasca y, especialmente, de la investigación.
Una forma de cumplir este objetivo se ha materializado al hacer entrega de una reproducción facsímil de los borradores manuscritos del manifiesto de Trucíos al Lehendakari José Antonio Ardanza y al Ayuntamiento de la localidad encartada. Estos actos han pretendido rendir un homenaje a aquella generación de vascos, a aquellos gudaris con su Lendakari al frente, que, en medio de la derrota, daban al mundo un ejemplo de sacrificio y civilidad insólito en medio de una de las guerras más crueles que ha conocido la humanidad. Muy pronto, el próximo 21 de setiembre, serán los gudaris encartados de los batallones «Abellaneda» y «Muñatones» quienes reciban un caluroso reconocimiento en Güeñes.
«El pueblo vasco puede mirar el futuro con ilusión, su alma nos pertenece, nuestra conducta es la suya. Volveremos a recobrar el suelo de nuestros padres para restaurar el idioma escarnecido, la ley ultrajada, la libertad arrebatada».
Reflexionando sobre aquellos difíciles momentos queda claro que no se equivocó Sabino de Arana al afirmar que no se puede ser patriota sin amar a la patria, que no se puede amar a algo que se desconoce y que para conocer a Euzkadi hay que conocer su Historia.
Antón Aurre, Presidente entonces de la Fundación Sabino Arana.
(Deia, 19 Setiembre 1997)
Hay que ponerse en el pellejo de Agirre, rodeado por tropas fascistas con sed de sangre y que su única salida era el eterno destierro de su única patria.
Dignidad frente al miedo y la infinita tristeza.
Publicado por: CAUSTICO | 09/08/2019 en 01:25 p.m.
El Lehendakari Urkullu ha dicho hoy con motivo de la Diáspora que a los vascos nos acogieron y tenemos que acoger.
¿Quién puede decir lo contrario y con qué autoridad moral?
Ahora bien, entiendo que se simplifican un poquito las cosas al menos en el enunciado.
No basta con que no cerremos las puertas a los que lo necesitan, sino que debe hacerse con racionalidad y con control.
No basta con dejarles entrar, hay que ver lo que les podemos proporcionar para que convivan con dignidad.
Es cínico abrirles las puertas para tenerles en las calles o en infraviviendas, frustrados, alterados,sin trabajo y sin posibilidades.
Puertas amplias para quienes aporten o para quienes con una ayuda temporal puedan integrarse como ciudadanos de pleno derecho.
Ni más ni menos que lo que hicieron con los vascos al acogerles. Un voto de confianza y un impulso para arrancar.
Nadie les regaló nada con carácter vitalicio. Manteniendo sus tradiciones y cultura se integraron en el pais de acogida,lo respetaron como cualquier nativo y trabajaron fuerte.
Esas son las claves de la acogida.
No vale con soltar frases de manual para agradar a todos.
Publicado por: CAUSTICO | 09/08/2019 en 05:03 p.m.