E1 23 de julio de 1957 un cáncer de pulmón impide al siciliano Giussepe Tomasi (Duque de Palma y Príncipe de Lampedusa), a sus 60 años de edad, ver impreso y publicado el manuscrito que fue gestando toda su vida y escribió entre 1954 y 1956 en el café Mazzara de Palermo; su primera y última novela: «El Gatopardo», título más conocido por el gran público gracias a la película de Visconti protagonizada por Lancaster, Delon y Cardinale.
La prestigiosa editorial milanesa Feltrinelli, aconsejada por el escritor Giorgio Bassani, tuvo más ojo que su paisana Mondadori y que la Einaudi de Elio Vittorini, quien calificó la obra de «ensayística» y «desequilibrada». Al poco de ver la luz pública, el 3 de mayo de 1958, «El Gatopardo» es un bestseller y desata en el ambiente intelectual italiano una tormenta político-literaria sin precedente. ¿Era o no era una novela histórica? Sus detractores la tildaron de anticuada y reaccionaria; novela aristocrática que se empeña en mostrar una Sicilia imperturbable, detenida en el tiempo. Algunos de sus defensores (también miembros de la intelectualidad «zurda»: Eugenio Móntale, Bassani...) la proclaman primera novela auténticamente moderna sobre la Italia contemporánea. Consagrada, tras su publicación en Francia e Inglaterra, como obra de primera magnitud, E. M. Forster dice de ella: «Esta no es una novela histórica, sino una novela que pasará a la Historia».
Desde entonces, «no se ha publicado en Italia, y acaso en Europa, una novela que pueda rivalizar con ella en delicadeza de textura, fuerza descriptiva y poder creador», ha dicho el escritor Mario Vargas Llosa, el cual admite la «congelación»: «Su más explícita convicción ideológica es negar la evolución social, suponer una sustancia histórica que se perpetúa, inmutable, bajo los accidentes de regímenes, revoluciones y gobiernos, en la que el tiempo ha sido adecuadamente suspendido en esos ocho paréntesis, esos ocho murales de una suntuosidad renacentista» que son sus ocho episodios: del desembarco, en mayo de 1860, de Garibaldi en Sicilia, al 1910 contemporáneo de Lampedusa, momento de máximo esplendor exótico de Palermo previo a la decadencia que llevó el fascismo musoliniano; pasando por el plebiscito por la unificación italiana, en el que Sicilia vota a favor de la anexión al Reino de Cerdeña, la constitución del Senado del Reino de Turín, la capitulación de las fuerzas leales a los Borbones, la proclamación de Vittorio Emmanuelle como Rey de Italia...
Y casi todo ello visto por, o a través de, el Príncipe de Salina, Fabrizio, a quien su pesimismo radical le permite asistir con filosofía a los cambios, seguro de que lo esencial es inalterable. «Si queremos que todo siga como está, es preciso que todo cambie», le dice su sobrino Tancredi, a punto de unirse a Garibaldi. Es la frase más celebrada y sustancial de «El Gatopardo», encarnación, según Vargas Llosa, de la teoría que niega la existencia de la Historia:
«No hay Historia porque no hay casualidad ni, por lo tanto, progreso. Suceden cosas, pero en el fondo nada se conecta con nada. Los burgueses empeñosos y ávidos como Don Calogero Sedara se quedarán con las tierras y los palacios de los aristócratas apáticos, y los Borbones clásicos cederán el poder a los garibaldinos románticos. En vez de un lustroso gatopardo, el símbolo del poder será un banderín tricolor. Pero, bajo esos cambios de hombres y rituales, la sociedad se reconstruirá idéntica a sí misma, en su inmemorial división entre ricos y pobres, fuertes y débiles, amos y siervos».
¿Novela histórica?
No es una novela histórica, remarca el escritor Alexis Eudald Sola; sino «una transposición en forma histórica de una confesión autobiográfica, de una amarga y dolorosa visión de la realidad política y social de esa Sicilia que se debate, en una agonía que presagia la próxima e inevitable muerte, entre la más insultante opulencia y la más escuálida miseria»; amén de «la evocación elegiaca de un tiempo pasado, juzgado con amorosa ironía y frío distanciamiento, la decadencia de una casta social, la ascensión de nuevas clases y nuevos mitos, el fatal decaimiento de hombres y cosas ante la indiferencia de la naturaleza, el sentimiento, mitad estoico, mitad cristiano, que no admite la más mínima advertencia al ineluctable y continuo precipitar de la vida hacia la muerte».
«El Gatopardo» es, sobre todo, el testamento-desesperado de un hombre cuya vida ha de entenderse como una larga preparación para, en un esfuerzo sublime, escribir al final un libro en que volcar su concepción del mundo y un ideario lenta pero concienzudamente elaborado. «Un clásico ya de la lengua italiana y de la historia de Sicilia», escribe Eudald Sola. «Una obra que, se comparta o no su particular visión del problema meridional y del sentimiento insular -aquello que Leonardo Sciascia llamaba sicilitudine- se coloca al lado de textos tan fundamentales y definitivos como los "Malavoglia" de Verga, los "Visceré" de De Roberto, las novelas y relatos de Pirandello, de Vitaliano Brancati o de Sciascia; aquellos escritores que, más allá y al margen de la literatura, han intentado que el motor y el eje de su creación fuese una reflexión seria y rigurosa, un intento entre patético y desesperado para llegar a comprender la esencia del país que les ha dado vida y que de una manera obsesiva, vivan en él o no, determina totalmente su modo de obrar y les atormenta y persigue sin descanso durante toda su vida».
La extinción de un linaje
Y es que Lampedusa «es» el príncipe Fabrizio, o viceversa. Giussepe Tomasi di Lampedusa, último descendiente directo de una familia aristocrática siciliana en decadencia, tenía clara conciencia de que en su persona culminaba la extinción física y económica de su antiquísimo linaje. Hijo único de Giulio, Duque de Palma, y Beatrice Mastrogiovanni Tasca e Filangeri di Cuto, Giussepe nació en Palermo el 23 de diciembre de 1896. Transcurrió su infancia entre libros y adultos, en el Palacio Lampedusa de Palermo; los veranos, en el palacio de Santa Marguerita, casa que en «El Gatopardo» es «Donnafugata». Ambas residencias desaparecieron: la primera, bajo las bombas aliadas, en 1943; la segunda, en el terremoto de 1968.
Lector empedernido (además, por supuesto, de en italiano, en francés, alemán, inglés y, ya de viejo, en español), joven retraído y «ausente», le atropello la I Guerra Mundial a punto de comenzar Derecho. Tras cinco años en campaña, regresó, en 1920, enfermo, desilusionado y profundamente escéptico. Vivió años en el norte de Italia y de viaje por los países bálticos e Inglaterra, donde, en 1925, conoció a la que en 1932 se convertiría en su esposa: la psicoanalista letona Alesandra Wolff-Stormersee, que ejercía en Londres y Riga. Al término de la II Guerra Mundial, perdido el palacio familiar, el matrimonio se instaló en una vieja casa de Via Butera, uno de los barrios populares de Palermo. Allí pasó Giussepe sus últimos años; como siempre, escuchando más que hablando, observando a la gente, visitando librerías, leyendo y.,, escribiendo, entre algún que otro cuento, «El Gatopardo».
«¿Cómo fue posible?», se pregunta, admirado aún, Vargas Llosa, «liste perseverante lector no había escrito sino cartas hasta que, a los cincuenta y ocho años de edad, cogió de pronto la pluma para garabatear en pocos meses una obra maestra”.
(27 Julio, 1997)
En la película se cita la frase y se ve el espíritu de, "Hay que cambiarlo todo, para que nada cambie", exactamente igual que la política en España, por ejemplo en la TRANSICIÓN (en vez de haber hecho RUPTURA como se pedía y ahora no tendríamos los problemas que tenemos).
Hay una frase que dice: "España e Italia son iguales, solo que Italia es una comedia y España una tragedia".
Y por que son iguales se aplican en ambos lo que se llaman métodos de gatopardismo (cambios aparente que no son reales)
Publicado por: Sony | 10/31/2019 en 09:59 a.m.
https://www.elmundo.es/tecnologia/2019/10/30/5db987bbfdddff45b88b45ae.html
Microsoft pasa de España y seguirá dando cobertura a los de Tsunami Democràtic, desde luego que la ofensiva de Pedro Sánchez tanto internacionalmente como en el mundo digital, no empieza muy bien.
Publicado por: Sony | 10/31/2019 en 12:05 p.m.