Pero si sabíamos que todos íbamos a morir en esta guerra», respondió Zumalacárregui a Carlos María Isidro de Borbón cuando el rey de los carlistas le recriminaba que se hubiese expuesto tanto en el sitio de Bilbao. La frase resumía el sentido trágico que sellaría el destino histórico del carlismo. Corría junio de 1835. El día 10 Zumalacárregui había recibido una bala en una pierna, cuando desde Begoña analizaba las defensas bilbaínas. La herida no era mortal, pero fue muy mal tratada, tras el empecinamiento del general, que quiso ponerse en manos de un paisano siiyo, un curandero llamado Petriquillo que, decía, «entiende de males de esta clase». Le extrajo la bala, contra el criterio de los médicos del Ejército y de la Corte. De resultas de la operación, Tomás de Zumalacárregui falleció el 24 de junio. Con él, desapareció la posibilidad que tenía el carlismo de conseguir una victoria militar.
Y es que Zumalacárregui fue la personalidad clave en la organización y asentamiento del carlismo en el País Vasco. La sublevación había comenzado en octubre de 1833, pocos días después de la muerte de Fernando VII. La inició en Vizcaya el teniente coronel Felipe de Ibarrola, que proclamó rey a Don Carlos en Orduña. El mismo día 4 de octubre la Diputación llamaba a defender los derechos del Pretendiente. Su proclama identificaba la causa dinástica con la defensa de la tradición y el repudio del liberalismo. Había que luchar, afirmaba, contra quienes «quieren hacer a España cómplice de sus abominables maquinaciones para destruir el orden social» y que eran, en opinión del órgano foral, una «facción antirreligiosa y antimonárquica».
GENIO MILITAR
El carlismo movilizó en el País Vasco a amplios sectores populares, sobre todo en el campo. Pero los levantamientos por la causa de Don Carlos, expresada en el lema «Dios, Patria, Rey» - que se convirtió desde 1836 en el «Dios, Patria, Fueros, Rey» -, fueron dispersos. Se echaron al monte partidas guerrilleras, pero la respuesta militar del Gobierno le permitió recuperar las principales plazas y los enclaves urbanos. Después de que los partidarios de Isabel II ocupasen Vitoria y Bilbao, parecía que la sublevación quedaría pronto sofocada.
Zumalacárregui cambió las tornas. Dotado de un excepcional genio militar, organizó las guerrillas campesinas, dio a las tropas carlistas la consistencia de un ejército regular y dirigió la guerra con espectacular eficacia. Por eso, otorgó su oportunidad política al carlismo, a medida que le proporcionó el control sobre un amplio territorio.
Tradicionalista convencido, al entonces coronel Zumalacárregui le sorprendió la guerra en Pamplona. En noviembre del 33 se incorporó a las fuerzas carlistas navarras, de las que requirió y consiguió el mando. Proclamado comandante de Navarra el 15 de noviembre, concentró tres semanas después la dirección de todas las tropas sublevadas. Desde entonces, dirigió las milicias carlistas en todo el territorio vasco.
En sólo 19 meses consiguió crear de la nada un fuerte ejército, capaz de enfrentarse con éxito a las fuerzas isabelinas y de plantearse el asalto a Madrid. A la escasez de medios se sobrepusieron sus excepcionales capacidades militares y sus virtudes como líder carismático.
En los primeros meses que estuvo al frente del ejército carlista, rehuyó los enfrentamientos directos con el enemigo, recurriendo a las tácticas guerrilleras. Consiguió así disciplinar y entrenar sus tropas. Y desde junio de 1834 se lanzó a operaciones de envergadura, que le permitieron controlar la zona rural y las comunicaciones, además de hacerse con caballería y artillería. En abril del 35, tras ocupar Durango, Eibar, Ochandiano y otros enclaves, sólo las capitales, algunos pueblos de la costa y la franja entre Salvatierra y Vitoria permanecían en manos gubernamentales.
SITIAR BILBAO
Fue el momento crítico para el carlismo. Zumalacárregui pretendía una rápida conclusión de la guerra. Estimaba que las fuerzas isabelinas estaban desorganizadas y que, como siguiente paso, los sublevados tenían que ocupar Vitoria, para marchar después inmediatamente a Madrid, con sus 30.000 hombres. Posiblemente, tal estrategia era la única oportunidad de triunfo carlista: atacar antes de que se recuperase el enemigo, sucesivas veces derrotado.
Pero se impuso la línea que dictó la Corte de Don Carlos contra los criterios de Zumalacárregui, que amenazó con dimitir: no ocupar Vitoria, sino Bilbao. Entendían que, así, el carlismo ganaría en reconocimiento internacional al hacerse con una ciudad importante, y que, además, obtendría recursos económicos, los de una villa comercial rica y próspera. Es probable que los antiguos recelos rurales contra la ciudad de los mercaderes pesasen en esta idea: el sitio de Bilbao resumía violentamente los antagonismos de muchas décadas.
La decisión resultó fatal para el carlismo. Concedió a los isabelinos tiempo para reorganizarse y, además, pocos días de comenzado el sitio, Zumalacárregui cayó herido y murió. El carlismo perdió así sus posibilidades militares. Todavía resistiría varios años, pero sin los grandes triunfos que jalonaron el liderazgo de Tomás de Zumalacárregui.
Por: Manuel Montero
(9 Noviembre, de 1997)
La "democracia actual" es la herencia del franquismo que recoge lo que ya venía del imperio y la reconquista, España no es un régimen "meritocrático" como quieren vender, sino aristocrático cerrado, que tiene su origen en el franquismo, imperio y reconquista (épocas por cierto, nada democráticas).
Publicado por: Sony | 10/23/2019 en 10:53 a.m.
Con una calle en Bilbao mientras murió bombardeándola. Muy bueno.
Publicado por: Jaime | 10/23/2019 en 10:47 p.m.
El carlismo ha sido lo más parecido al integrismo islámico que ha habido en la Península Ibérica. Por su fanatismo, reaccionarismo y brutalidad medieval deberíamos comparar a los carlistas con Al Qaeda o con el califato del Daesh. Pero por alguna razón aún quedan algunos admiradores del carlismo, especialmente entre la extrema derecha española. En realidad está claro que el carlismo era una reacción contra la Ilustración y sus ideas de libertad e igualdad. No había admiradores de Voltaire o de Montesquieu entre los carlistas...
Vivir bajo las hordas de Zumalacárregui tenía que ser parecido a vivir bajo los talibanes o bajo Al-Baghdadi.
Publicado por: Señor Negro | 10/24/2019 en 11:38 a.m.
El Carlismo o se puede entender como un pensamiento radical (como pueda ser las ideas que provienen del islam xtremo) de hecho su idea fundamental es “No Revolución. Si evolucion”
El resto es liberalismo radical y marxismo revolucionario
Si quieres moderación y evolución en el pensamiento el camino es el carlismo
Publicado por: Nacho | 02/28/2020 en 11:26 a.m.