Como pocas veces nos ha ocurrido con otros entrevistados, en esta ocasión hemos tenido que elegir uno de los muchos aspectos en los que podíamos conversar con Iñaki Aspiazu. Por ser de permanente actualidad hemos optado por la variante penitenciaria, de la que Iñaki de Aspiazu es un profundo y humano conocedor. Autor de numerosos libros y artículos en defensa de los derechos humanos, Iñaki de Aspiazu ha conocido la cárcel (encarcelado por las «tropas nacionales», evadido más tarde y consagrado de por vida a la asistencia espiritual y social de los refugiados vascos). Su apostolado humano se extendió a la República Argentina y a más lugares del mundo. Pero, dejemos que en el curso de la conversación el propio Iñaki vaya narrando su vida humana y humanista.
Digamos que el próximo día 30 se ha organizado un homenaje en su honor, con motivo de la celebración del 50 aniversario de su Primera Misa. Lugar: en Azpeitia (de donde nació, allá por el año 1910), a las diez de la mañana, en la Iglesia Parroquial. Una gran pina de amigos que tendrán la oportunidad de abrazarlo fraternalmente. Desde aquí nos sumamos a tan merecido honor.
—PREGUNTA: ¿Cómo le llegó ese inicio de peregrinaje continuo en favor del mundo carcelario?
— RESPUESTA: Desde muy joven me atrajo lo que se llama cuestión social. Luego, al estallar la guerra civil, el encarcelamiento de que fui objeto, por parte de las fuerzas llamadas «nacionales», concretó más mi vocación, pues de la cárcel salí decidido a dedicar mi vida sacerdotal al apostolado penitenciario.
—P.: ¿Siempre en favor de los presos vascos, o también en favor de los hombres y mujeres de otros países?
—R.: Mi vocación y mi vida me han llevado a ocuparme de todos los presos, sin ninguna distinción. De hecho, durante mi existencia, ya septuagenaria, he actuado principalmente en los campos de concentración de Francia y en los establecimientos penales de la República Argentina. Esta vida activa dentro de las prisiones me ha exigido una dedicación especial al estudio de los temas penitenciarios, y a establecer relaciones con organismos internacionales especializados en estas materias.
—P.: ¿Dentro de ese campo penitenciario, qué hechos le han llamado particularmente la atención?
—R.: Mi atención penitenciaria particular se ha inclinado hacia los problemas de asistencia post-penitenciaria. De ahí surgió mi idea de crear el Secretariado de Ayuda Cristiana a las cárceles, cuyos fines fundamentales consisten en la asistencia social a los que salen de las cárceles y vuelven a la sociedad, lo que por otra parte, en ocasiones, salen condiciones favorecedoras de la reincidencia. El secretariado sostiene la casa del liberado, le da alojamiento, comida, vestido, documentación y posibilidad de encontrar un trabajo. Esta asistencia se extiende a los familiares de los presos; y, también, a los mismos presos dentro de la cárcel, colaborando con el penitenciario en todo lo que puede incidir para que el sistema de ejecución de las penas sea más humano y educador. El secretariado deriva hacia otro interés, o sea, allí donde aparece el Instituto de Estudios Criminológicos, parte importante y necesaria en la solución de la problemática post-penitenciaria.
Conocí a presos famosos
—P.: ¿Cuáles son las relaciones internacionales que le ha proporcionado su actividad? ¿Se extiende a muchas cárceles?
—R.: Evidentemente. Durante más de treinta años de vida entregada a esta labor, he tenido la oportunidad de conocer y de tratar a presos de muy distintas categorías, y de motivaciones delictivas muy diversas. Por ejemplo, pude conocer en una cárcel mexicana al asesino de Trotsky; en una visita a la cárcel de San Quintín (USA), me fue dado tomar contacto con Chesman. Entre mis recuerdos de visitas a las cárceles, yo destacaría la que realicé a la prisión de Alcatraz (San Francisco), donde pude permanecer y escribir un artículo en la celda que ocupó Al Capone. También diré que pude visita las cárceles de La Habana (Cuba), en el primer año de la Revolución Castrista. Esta clase de actividades me llevó a asistir al juicio contra Eichman, en Jerusalén, donde permanecí los meses que duró. Pasando de lo personal a lo institucional, han sido frecuentes mis relaciones con la Sociedad Internacional de Criminología y el Instituto de ayuda a los presos, a través del cual nuestro secretariado se vincula con la sociedad de las Naciones Unidas.
Más humano
—P.: ¿Ese mundo carcelario le humaniza más a uno, le hace vivir más de cerca los problemas que en ese submundo habitan?
—R.: En ese mundo se dan cita y actúan numerosos problemas sociales. Porque el delito no es solamente de origen personal, sino también es en parte producto de causas sociales. Por tanto, al estudiar el delito y al delincuente, Uno se introduce necesariamente en temas cuyo conocimiento y comprensión lo hacen más humano.
—P.: ¿Cree usted que los sistemas carcelarios actuales son adecuados y sirven para una eficaz reinserción de los reclusos en la vida social?
—R.: Para que una cárcel cumpla con el fin que se le asigna, necesita que esté instalada en un edificio adecuado, estar dirigida por un personal preparado y regida por una reglamentación humanista y humanizante. Creo que muy pocos establecimientos penales reúnen estas tres condiciones. Por eso, se habla hoy de la crisis del sistema carcelario.
—P.: Hablamos del sistema carcelario, pero no podemos olvidarnos de lo que antecede, cuál es lo policial y lo judicial. ¿Qué nos dice?
—R.: La policía tiene como fin la prevención del delito, y cuando se enfrentan con el presunto delincuente no puede ni debe considerarse como dueña y señora de todos los derechos, sino como agente de la sociedad, obligado a respetar los derechos fundamentales del detenido, contra el que no pueden ni deben usar los tratamientos inhumanos y, en particular, la tortura, ya que de estos medios no sale frecuentemente la verdad, sino la deformación de los hechos violados por el dolor. Este sistema es viejo; y ya en el año mil doscientos de nuestra era hubo un Papa que lo condenó vigorosamente. Por lo que hace a los jueces, éstos deben ser imparciales, competentes, justos, y nunca deben someter su veredicto exclusivamente mirando a los dictados del Código Penal, sino que deben apelar al recurso de ciencias interdisciplinares, que les permitan conocer todo el delito, y las causas endógenas y exógenas provocadoras del hecho delictivo y, consiguientemente, de la conducta del delincuente.
Presos sociales, presos políticos
—P.: ¿Cómo es la distinción entre presos sociales y presos políticos?
—R.: La distinción, son las motivaciones de los delictuosos. Se puede matar por distintas causas por necesidad económica, por taras personales, o por conseguir transformar lo político-socio-económico. Evidentemente, las motivaciones influyen en la valoración jurídica de los hechos; pero esto no obsta para que el delito sea condenable y el delincuente sea sometido a un régimen limitativo de su libertad cuando su responsabilidad sea definida y probada.
Presos vascos
— P.: Hablemos de los presos vascos.
—R.: En total, los presos que hay en Vizcaya, Guipúzcoa, Álava y Navarra, alcanzan una cifra de mil ochocientos, que está distribuidos en más de una docena de establecimientos penales dentro de Estado español. Los hay en Burgos y en Algeciras, en Barcelona y en La Coruña, en Soria, Madrid, Ocaña y Puerto de Santa María. La delegación diocesana de Guipúzcoa, que dirijo, ha realizado a este respecto un trabajo de información casi completo.
Aleja a los presos del pueblo y familia
—P.: ¿No se hace necesario el que los presos vascos estén todos en el País Vasco, por razones múltiples?
—R.: Por supuesto. Sobre todo porque en los casos que decimos produce un alejamiento del preso respecto a su pueblo y a su familia. El alejamiento de su pueblo le obliga a aceptar un tratamiento penitenciario desligado del ambiente cultural propio, indispensable para una permanencia educadora en la cárcel. Por lo que hace a la familia, en alejamiento del recluso de su lugar de origen le obliga, dura y perniciosamente, a limitar su presencia allí donde está encarcelado uno de sus miembros familiares, obligándose a gastos frecuentemente superiores a sus posibilidades, lo que priva al preso de los beneficios espirituales y materiales que su familia le otorga.
Un sistema penitenciario vasco
—P.: Tengo que insistir. Además de conseguir el que los presos vascos estén en su lugar de origen, ¿por qué no podemos conseguir que esos presos vascos sean juzgados por leyes y jueces que emanen del Gobierno vasco?
—R.: Sí, cómo no. Está ya pensado, en lo que respecta a la ejecución de la pena. Está concretado en el Estatuto, uno de cuyos artículos afirma que lo propiamente carcelario entrará en las competencias del Gobierno Vasco. Nuestras cárceles de San Sebastián, Bilbao, Nanclares y Pamplona difícilmente podrían bastar a la creación de un sistema penitenciario vasco, suficiente para la población reclusa, y con funcionariado adecuado, principalmente si se trata de la posesión de una cultura educadora aclimatada a nuestro pueblo. Los aspectos policiales y jurídicos ofrecen mayores dificultades de adaptación a la legislación del Estado, y no están considerados en el Estatuto, lo cual no hace viable a corto plazo la transformación que usted apunta.
La confianza de los no creyentes
—P.: ¿Su acción sacerdotal encuentra resistencia en aquellos reclusos que podíamos llamar no creyentes?
—R.: Si el sacerdote actúa evangélicamente, con sentido humanista por encima de toda discriminación, con espíritu de comprensión y labor eficiente, no sólo no encontrará dificultades en los presos, sino que se verá rodeado de afecto y de confianza.
—P.: ¿Por qué los reclusos y reclusas están considerados por la sociedad como ciudadanos y ciudadanas de cuarta y quinta clase?
—R.: En gran parte, porque la sociedad, en actitud farisaica, ignora su propia responsabilidad en la comisión de los delitos y culpa exclusivamente al delincuente. Mejor haría la sociedad en dirigir su índice acusador sobre sí misma, siendo más comprensiva con el que cayó y dando a éste mejores medios de resocialización, que los que le brinda en una justicia inhumana.
(Deia, 24 Enero, 1983)
INTERMEDIARIO CON EL PAPA. EN CONTRA DE TODAS LAS VIOLENCIAS
Iñaki de Aspiazu conserva una nota que entregó personalmente en la Secretaría de S.S. Paulo VI, en el Palacio de Castel Gandolfo, el 31 de agosto de 1975. Al pedirle un escrito que el aguardará con especial interés, nos facilitó esta nota dirigida a S.S. Paulo VI:
«Cumplo con el deber filial de dirigirle esta nota para pedirle respetuosamente y fervorosamente, que interceda ante el Jefe del Estado español en favor de los jóvenes vascos —Garmendia y Otaegui— a fin de que no les sea aplicada la pena de muerte que pesa sobre ellos.
El hecho de que se les acusa, tuvo lugar en Azpeitia, donde nació San Ignacio de Loyola y de donde yo mismo soy oriundo: por otra parte los dos jóvenes son también de Guipúzcoa. Estas circunstancias hacen más apremiante mi ruego de intervención pontificia.
Pertenezco al clero vasco, que condenó siempre la violencia, desde la que fue desencadenada por el general Franco en 1936 hasta la que perdura en la forma gubernativa actual del Estado español, pasando por la que produjo –durante la guerra- horrendas matanzas en ambas partes beligerantes; por eso mismo, estamos hoy contra todas las violencias.
Sin embargo –no con ánimo de justificar, pero sí de explicar la violencia armada en una parte de la resistencia vasca- considero un deber hacer notar que tal violencia nace, como indica el Papa Bueno Juan XXIII en «Pacem in terris», en la conducta antiética vasca del Estado español y en el convencimiento de que es aplicable al pueblo vasco lo que Su Santidad dice en «Progressio populorum» sobre la legalidad de la violencia, allá donde la tiranía es larga y evidente.
Dicho esto último con el único propósito de hacer comprensible la existencia de la violencia armada en mi pueblo, vuelo a insistir en el objeto principal de esta presentación, es decir, en el ruego de que interceda en favor de los dos jóvenes vascos, condenados a muerte en el Estado español.
Con este motivo, reitera el testimonio de su adhesión al Vicario de Cristo y de su más sincero afecto sacerdotal en nuestro Señor Jesucristo”.
Por: Jose Luís Merino
Cuando uno critica a la iglesia católica y luego ve que dentro de ella ha habido y habrá personas como este hombre, pues te lo piensas un poco.
Publicado por: CAUSTICO | 11/27/2019 en 04:37 p.m.