Miércoles 25 de diciembre de 2019
Está terminando 1939. Conviene recordar que se han cumplido 80 años de la llegada de las primeras expediciones de refugiados vascos a Venezuela. Iban con el cielo arriba y la tierra abajo. Conviene hacerlo para recordar que los vascos fuimos refugiados y que Venezuela fue el país que les acogió. Ahora es Venezuela la que se vacía y emigra. Y aquí no les prestamos el menor caso.
Y, señalar, que siendo una fecha importante y que marca un hito no se ha hecho nada serio para recordar la efemérides. Un país normal hubiera hecho exposiciones, teatros, editado libros, creado premios, programas especiales, homenaje a los que quedan, marcar en lápiz rojo lo que fue aquello. Y fue algo importante. La guerra mundial había dado comienzo y la guerra en el mar entre los submarinos aliados y los alemanes destruyendo convoyes estaban a la orden del día.
Pero no interesa. No se ha hecho nada. Este es un país de adanes e importa más la Liga de Fútbol y la gastronomía que hechos referenciales. Por eso traigo aquí el recuerdo que el Sr. Desmaret escribió en Euzko Deya de Paris el 9 de julio de 1939. Es una jugosa crónica con muchos datos. Dice así:
“El primer contingente de inmigrantes vascos en Venezuela ya está en Caracas, decía el Euzko Deya de París en 1939, y del que damos cuenta con esta reseña.
“Acabamos de recibir la prensa de ese país que da cuenta de su llegada. La información específica confirma la excelente acogida que los vascos han logrado en Venezuela, donde fueron recibidos con toda clase de atenciones por parte de la esfera oficial.
Durante el viaje, los vascos fueron la admiración de todos por su religiosidad y la alegría que mostraron como auténticos representantes de sus pueblos. La simpatía general que acompañó a los vascos durante el viaje se multiplicó cuando llegaron a Venezuela, incluida la prensa dedicada a la información quien les dio una cordial bienvenida.
El diario "Ahora" (16 de julio) publica una página de información gráfica sobre la llegada del primer contingente de los vascos, como sigue:
"La gente fuerte, optimista y dispuesta a incorporarse y formar parte del ambiente y la sociedad venezolana mediante el trabajo honesto y creativo, disponiendo para ello de su temperamento laborioso y perseverante y la experiencia en las diversas ramas a las que se dedican.
Entre los emigrantes figuran médicos, ingenieros, peritos, contadores, agricultores, obreros especializados, etc. Las actividades, las más diversas, como corresponde a la dislocación sufrida por el pueblo vasco, bajo los efectos de la guerra.
Recién llegados, los vascos se dirigieron al Panteón Nacional, donde se conservan los restos de Bolívar, el Libertador, caudillo de origen vasco, al que deben su independencia una gran parte de las repúblicas de América del Sur, donde una le recuerda en su nombre nacional : Bolivia.
Los vascos depositaron una ofrenda floral en la tumba de Bolívar y un coro de vascos ejecutó el saludo ritual con el "Agur Jaunak", el himno nacional de Venezuela y el himno vasco nacional.
El pueblo venezolano ha apreciado la extraordinaria amabilidad de los vascos que por su parte están encantados con la atención que han recibido desde el día en que llegaron a Venezuela.
Un segundo contingente de vascos ha embarcado recientemente en El Havre para Venezuela.
Son igualmente vascos que la guerra y la persecución les obligaron a huir de Euzkadi. Ahora, después de haber vivido exiliados en Francia, emigran a América. Tres años de adversidades no han opacado el humor de estas personas valientes que se disponen a rehacer sus vidas en el otro lado del Atlántico. Fueron despedidos a su salida de El Havre, por amigos y compatriotas así como por delegados de la Organización Vasca.
Nuestra solidaridad y nuestros mejores deseos acompañan a estas personas honestas que la guerra ha expulsado de su patria.
Entre las familias de emigrantes figura una que no pudo recuperarse hasta la fecha. Los dos niños pertenecían a los contingentes que el bloqueo y la aviación obligaron a evacuar de Bilbao y vivían hasta la fecha en Bélgica, adoptados por una generosa familia belga Pav. Cuando decidieron emigrar a Venezuela, los padres que estaban refugiados en los Bajos Pirineos y que no habían podido cuidar de los niños, les preguntó a los que habían sido para ellos durante dos años un verdadero padre. El protector llevó personalmente las criaturas a Bayona, donde una vez más recibió el reconocimiento de los padres. La familia ya completa, se embarcó en El Havre, donde se presentó el padre adoptivo, proveniente de Bélgica, para despedir a los que había considerado como sus hijos.
La escena de El Havre es la mejor respuesta al abad Guinchard y sus críticas sobre la evacuación de los niños de Euzkadi. He aquí por qué muchos niños no pueden ser repatriados porque no pueden hacerlo sus padres, porque están en las cárceles de Franco o están muertos. Y he aquí igualmente a aquellas personas honorables a quien se había dado la custodia de estos niños. El protector de los emigrantes que acaba de saludar por última vez en el muelle de Le Havre es un ejemplo.
Un centenar de vascos en Venezuela (1939)
El 25 de junio de 1939 un contingente de vascos se embarcó en El Havre con destino a Venezuela en el vapor Cuba de la Compañía General Transatlántica. Eran casi un centenar que se fueron a Estados Unidos para reconstruir sus vidas destrozadas por la invasión de su tierra natal. Fueron expulsados de su patria, y no pueden regresar sin poner en riesgo sus vidas, o al menos su libertad durante años. Además, incluso con la seguridad física de su pueblo, sienten poco entusiasmo para su regreso; el sistema político establecido por los gobernantes en su país repugna a su conciencia de hombres libres y demócratas.
Es por eso que se van a América a iniciar una nueva vida siempre digna, vida de trabajo, conducta propia y libertad.
En su mayoría provenientes del departamento de Bajos Pirineos, el 24 estaban ya todos reunidos en El Havre. Son casi todos hombres; no hay entre ellos sino algunas mujeres y niños; todos llenos de coraje y con confianza en el futuro.
Limpios, bien vestidos, se comportaron en todo momento de tal manera que se hicieron notar por aquellos que están acostumbrados a ver la salida de los refugiados.
Todos estaban profundamente apenados por salir de su tierra, pero ninguno dio paso al desaliento. Tenían plena confianza en su capacidad para ganarse la vida en cualquier parte, y la certeza de ser amados allá a donde fueran.
La revisión de sus pasaportes y las remesas que debían llevar a Venezuela se hizo en el mayor orden, sin provocar el menor incidente. Además, tanto los obreros como los médicos e ingenieros que se iban no dejaron de tener el comportamiento más correcto. En la educación, si no en el conocimiento, todo el mundo era igual.
Se ordenó que al día siguiente a las 8:30 horas, todos estuvieran listos para ser llevados al puerto en el autobús de la empresa Transatlantique. A la hora señalada, no faltaba nadie.
Embarcaron a las 9 y media de la mañana, después de haber ubicado su equipaje en las cabinas, subieron todos a cubierta, agrupándose en un hermoso ambiente de hermandad que nunca les faltaría. Y ahí, ante la curiosidad amistosa y respetuosa de los demás pasajeros, del fondo de sus corazones lanzaron al viento libre de Francia, las canciones de su país, las canciones vascas, por las cuales ellos daban su adiós al país que tan amablemente los había acogido.
El "Agur Jaunak", el himno y algunas canciones populares vascas llenaron de emoción este momento de la despedida. Las notas de "txistu" y el tamboril de lo que estaban cantando eran un pedacito del alma vasca, simbolizada por la bandera bajo cuyos pliegues se agruparon.
Al mediodía, el vapor Cuba abandonaba los muelles de El Havre.
Y mientras el barco llegaba al mar, se veía todavía sobre el puente un grupo de personas que continuaban agitando la bandera y cantando sus canciones.
En este momento, nosotros, franceses que habíamos ido a acompañar a nuestros amigos vascos sentimos un gran dolor, pero teníamos una certeza absoluta: los hombres sabrían ganarse la vida honradamente allá donde fueran, al igual que serían queridos por todos los que les conocieran.
Tenemos también en el fondo de nosotros otra certeza: cuando vuelvan mejores tiempos a su patria, regresarán ellos también para seguir trabajando para ella.
Sr. Desmarest.
Euzko Deya, 09 de julio de 1939
Comentarios