Embajador de Euzkadi en América
Luis Manuel Mentxaka “le nacieron” en Barcelona hace 49 años, lo cual no obsta para que sea un vasco de los pies a la cabeza; el motivo fue que sus padres, después de la guerra, tuvieron que salir de Bilbao «simplemente por ser nacionalistas». Cuando tenía seis años la familia se traslada a Madrid, ciudad donde vivió desde entonces
Hizo los estudios universitarios de Arquitectura y se dedicó a ella profesionalmente, además es tasador hipotecario de la BBK desde 1993. En relación con Euzkadi, realizó un edificio de la Administración central en Donostia, las Oficinas de Instituto Nacional de Estadística.
Sin embargo, su curriculum está tan plagado de estudios musicales, que no queda más remedio que preguntarse por qué no se dedicó profesionalmente a la música, y él comentaba que comía de la arquitectura pero vivía con la música.
Recordaba que aprendió a tocar el txistu a los diez años, un verano en Bilbao, «con un amigo de ama en las Calzadas de Begoña y luego con los txistularis del Ayuntamiento, Boni y Patxi Ansola, en las escuelas de Santa María». Le parecía que aquello fue una buena forma de conocer Euzkadi, ya que les requerían para las fiestas de muchos pueblos del País Vasco «además nos pagaban el viaje, la comida y 50 pesetas», dice. También participaba en los famosos alardes en el Arenal de Bilbao, con lo cual «acababa el verano habiendo viajado mucho y encima con perras en el bolsillo».
Txistu para los amigos
Comentaba que en Madrid muchas veces, le preguntaban que cuánto cobra por tocar el txistu y que él, invariablemente, respondía que sólo tocaba el txistu a una cuadrilla de amigos «y cuando sé que los que tengo enfrente saben lo que estoy tocando, lo demás ni hablar». Así que lo reservaba para txarri-bodas, celebraciones de bodas de oro de amigos, etc .Sin embargo cuando le llamaban de televisión o del cine, el asunto lo trataba profesionalmente; por ejemplo hace un año fue requerido por el programa «Sorpresa, sorpresa», para tocar el txistu, acompañado de un dantzari, a un señor de Barakaldo que llevaba en Rusia cincuenta años. Rememora que a los pocos días le llamaron de Antena 3 para tocar en otro programa y no quiso «porque cuando toco el txistu lo hago en serio y lo que no estoy dispuesto es a hacer tonterías por la calle», dice.
Luis Manu, como es conocido por sus amigos, desde hace 18 años impartió unos cursillos muy especiales en Estados Unidos. Se llamaban "music camp”, campamentos musicales y están organizados por la North America Basque Organitation, que reúne durante dos semanas a 50 niños, en su mayoría nietos de los primeros vascos que fueron a Estados Unidos. El objetivo es que estos niños comprendan que su origen no es norteamericano sino vasco. Luis Manu impartió allí clases de txistu, canciones en euskera, geografía vasca etc. También aprendían bailes vascos, «y les enseñamos «obligatoriamente» a jugar al mus». Como hecho curioso y destacable comentaba que «para los vascos en América no existe Hegoalde ni Iparralde, ni Navarra como comunidad autónoma.. Ellos defienden un Zazpiak bat».
Estos cursos veraniegos se desarrollaban en los estados de California, Nevada, Idaho y Utah, comenta que en Idaho, donde se celebran los tradicionales "jaialdi" cada cuatro años, se estaba tramitando una ikastola bilingüe de euskera-inglés.
Explicaba también que en San Francisco el potencial económico de la comunidad vasca es muy fuerte, y que tiene amigos allí con ranchos de 5000 vacas y que el 98% de la cabaña de animales estaba en manos del 2%, que es la población vasca.
Actor en Argentina
Además Luis Manu también cultivaó su faceta de actor. En 1981 protagonizó una película en Argentina sobre la vida de los vascos en la Pampa. «Me llamó un director argentino, Carlos Otaduy, que me localizó por el apellido de mi madre, Otaduy, y me marché tres meses a Argentina». Decía divertido que tuvo que aprender «a ordeñar vacas, a montar a caballo, a trasegar con los cacharros de leche y a estar todo el día entre moñigas de vaca». La película se estrenó en el año 82 en el Festival de San Sebastián.
A sus hijos, Aitor y Asier, de 15 y 11 años respectivamente, les ha inculcado también el amor por Euskadi, «yo les digo que Euskadi es más que ese trozo pequeñito que hay allá arriba, que hay algo más y que donde esté un vasco existe también un trocito de Euzkadi», dice.
De momento se conforma con que sean hinchas del Athletic de Bilbao «aunque para ellos la Real es lo mismo y lo primero que les he enseñado es que no vayan a ver perder al equipo contrario, que, porque hay personas que disfrutan más cuando pierde el equipo contrario que cuando gana el propio y eso no es deportivo»., dice.
(Deia, 1 de Noviembre, 1997)
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