Por: Pedro Barroeta
La floreciente situación económica de Venezuela, el impresionante fortalecimiento de su clase media, el desarrollo del país impulsado tanto por la acción gubernamental como por el esfuerzo de los industriales, agricultores y obreros venezolanos; la correlación de fuerzas en el campo internacional y la creciente presión de los pueblos sometidos a ideologías unitarias, hacia una recuperación de su libertad, son factores de garantía de la estabilidad democrática en nuestro país.
Por ello, el miedo que se ha tratado de despertar últimamente ante el resultado — ¿en qué medida cierto?— de algunas encuestas, me parece obedecer más a maniobras políticas pree-lectorales que a una realidad amenazante.
Los venezolanos tenemos que acostumbrarnos al choque de las ideas, a las fluctuaciones de la opinión pública y a la progresiva orientación de las sociedades modernas hacia una mayor participación de todos en las riquezas engendradas por el esfuerzo de todos.
Es necesario que tengamos siempre presente que ningún régimen de libertad, medianamente solvente y medianamente eficaz, ha sido jamás destruido por la subversión interna. Esto es una verdad histórica. Las revoluciones, como las enfermedades, sólo prosperan en los organismos debilitados y éstas, como aquéllas, son resultantes no causas.
Por otra parte, tampoco debemos olvidar que la democracia, como las mesas, necesita un mínimo de tres patas para mantenerse sólidamente sobre el suelo. En consecuencia, la existencia de fuertes grupos de izquierda lejos de debilitar el sistema de libertad en que vivimos, contribuyen al contrario, a mantener un sano juego y proveen de válvula de escape positivo a las energías renovadoras que se van acumulando en el subsuelo social, y que de ser yuguladas o anquilosarían el funcionamiento del país o estallarían destruyendo su equilibrio.
La libertad es una conquista cotidiana que solamente puede ser alcanzada por los pueblos sin miedo. Es un bienestar incómodo, un hermoso equilibrio inestable que presupone, como fundamento, el aceptar serenamente el riesgo, la crítica y hasta el enceguecido apasionamiento de los otros.
La libertad se pierde cuando se pierde la conciencia de que ella es logro colectivo y no de un gobierno o de un partido o de un hombre. Vive en la multiplicidad de las convicciones, en las luces y sombras de la existencia humana, en el convencimiento sin reservas de que todo hombre y toda mujer tienen el derecho sagrado de ser lo que son, de pensar como quieran y de expresar ese pensamiento y de tratar de llevarlo a la realidad.
Quienes creemos en la libertad y en la democracia, estamos obligados a jugar limpio aun cuando sospechemos que nos están jugando sucio y debemos hacerlo sin miedo, con orgullo y hasta con desenfado, porque la historia demuestra que el único anhelo permanente de la humanidad, hacia cuya realidad marcha a pesar de todas las caídas, es el anhelo de vivir libremente, en una sociedad de hombres y mujeres libres.
Jamás el cobarde será un hombre libre, ni jamás el valiente dejará de serlo.
(El Nacional, 10 de Febrero, 1977)
Anda Bolsonaro diciendo en Brasil que se debería poder torturar a los políticos corruptos..., lo malo de estas "ocurrensias" es que empiezan a torturar os a todos por no pagar una multa y cuando llega a los de arriba, con miles de millones en Suiza, ya buscan un buen motivo para no aplicarlo.
Publicado por: Sony | 12/14/2019 en 04:15 p.m.