San Juan de Luz, 4 de Julio de 1947
Sr. Dn. Fernando de Careaga
Biarritz
Mi querido amigo Careaga:
También yo he sentido no haber podido hablar con Vd. al recibir su carta del día 23 a mi regreso de París.
Efectivamente, los momentos son muy importantes, como Vd. y otros amigos suyos aprecian, y cuanto se haga por encontrar un camino eficaz basado en una estrecha solidaridad democrática, será poco.
El plan Marshall es importante y coincido con Vd. que es vital para nosotros aprovechar su aplicación en Europa. Queda la incógnita soviética, pero con Rusia o sin Rusia, este plan está llamado a seguir adelante. Así parece por lo menos que es la intención franco-británica.
La exclusión de la España franquista de sus beneficios nos coloca, por otra parte, ante una situación favorable pero de grave responsabilidad, porque pone otra vez a prueba nuestro sentido político y práctico.
Habla Vd. de solidaridad y se refiere concretamente a esa solidaridad que Prieto invoca en su discurso del 1 de Mayo último.
Aquí es donde comienzan mis discrepancias con algunas de las ideas de su carta, porque, después de todo lo pasado, ¿cree Vd. que Prieto puede provocar esta solidaridad, o, por el contrario, por cuanto ha dicho y ha escrito, no es más bien uno de sus obstáculos? Yo lo lamento como el primero por el afecto que siento por él y por su excepcional valía. Lamentablemente, contra lo que todos podíamos esperar, Prieto está malgastando sus últimos años de vida política, en una lucha estéril, en la que se mezclan ideas muy sanas y propósitos nobles con actitudes contradictorias y sobre todo con demasiados ataques contra todo y contra todos.
Este era, en términos generales, el pensamiento íntimo de los jefes republicanos, creo que sin excepción. El camino seguido por Prieto fue el contrario, lanzándose inmediatamente a un ataque contra el Gobierno, sin que por su parte pudiera ofrecer ninguna solución que tuviera visibilidad.
Hombres como Miguel Maura que pudieran también haber dado prestigio a la coalición gubernamental democrática, se apartaron de ella y la combatieron. A mi juicio, faltó el sentido práctico tan corriente en la vida política española, porque dejando de lado legitimidades o legalidades, el procedimiento que la Ley constitucional brindaba, permitía reconstituir órganos de unión y de lucha que dotados de un nuevo espíritu, y hasta de un nuevo programa si se estimara así, servían útilmente de lazo de unión de todos los grupos democráticos, condición indispensable sin la cual las Cancillerías se negaban al diálogo. ¿Qué se ofrecía en cambio?
Comenzó Prieto hace tiempo exponiendo una opinión, por la que patrocinaba la celebración de un plebiscito libre que fuera inspeccionado por los países sudamericanos. La idea era excelente, como yo mismo dije a Prieto en más de una ocasión, pero me permití preguntarle si esta idea contaba con el apoyo de Washington y de Londres.
Prieto se enfadaba cuando se le dirigía esta pregunta, pero era evidente que si no existía aquella condición estábamos enfrente de una clara y bella idea falsa. Así lo demostró la propia organización internacional al elevar en Diciembre último a doctrina internacional el contenido del pacto tripartito de 1946.
A partir de entonces nos encontramos ante un camino indicado por las propias Naciones Unidas y suscrito especialmente por las tres potencias occidentales que más directamente pueden interesarnos.
En resumen, la UNO propició la constitución de un gobierno provisional que formado por “patriotas y liberales” conduzca el pueblo a unas elecciones libres que le permitan determinar el régimen futuro del estado español, previo el retorno de los exilados y del restablecimiento de las libertades públicas indispensables en toda vida democrática.
Pero ¿Quién había conseguido que este pronunciamiento internacional fuera letra escrita? El Gobierno republicano, se olvida con frecuencia que fueron los esfuerzos del Dr. Giral quienes le consiguieron, secundado es verdad por muchos que no veíamos por el momento otro camino a seguir. La decisión conseguida en Diciembre último ante las Naciones Unidas fue de singular importancia y así lo reconoció el mundo entero. Pero singular contradicción, es precisamente cuando el Dr. Giral vuelve de New York portador de unas conclusiones internacionales que abrían nuevos caminos, cuando se provoca la dimisión de su Gabinete y la crisis del Gobierno Republicano.
La campaña de Prieto había conseguido que el Partido Socialista la precipitara.
Por aquellos días, precisamente al día siguiente de la llegada de Giral de New York, fui yo testigo presencial de la conversación quizá más importante mantenida entre británicos y republicanos desde que estamos en el exilio. El Subsecretario del F.O. Davies, que vino de Londres a ver a Giral, preguntaba a éste si estaba dispuesto a admitir en su Gobierno a personalidades neutras, a monárquicos y a militares. Giral respondió que sí, a condición de que la dirección fuera republicana. Davies entendía que el Dr. Giral había obtenido un triunfo en New York y que la nueva situación abría nuevas posibilidades, ya que la propia organización internacional indicaba el camino a seguir. Fue invitado Giral a ir a Londres para entrevistarse con Mc Neil “and eventually” con Mr. Bevin. Se fijó la fecha del 11 de Enero. Marchó Davies, pero el viaje no pudo realizarlo Giral porque le obligaron a dimitir quince días más tarde.
Prieto desconocedor de estos pormenores, seguía atacando al Gobierno de la República y proponiendo pura y simplemente su desaparición. Justamente en el momento en que las Naciones Unidas proclamaban la existencia de dos Gobiernos –el de Franco y el del exilio- como reza en las conclusiones del Consejo de Seguridad aprobadas por la Asamblea en Diciembre. No podía darse coincidencia más desalentadora.
Los socialistas no siguieron el camino de Prieto, ni su idea, pero creyeron que un Gobierno presidido por ellos pudiera ser mejor visto en Londres y tendría más apoyos en el interior, siendo además apto para llegar a un compromiso, o por lo menos facilitarlo, con los grupos antifranquistas, principalmente monárquicos. Así ocupó Llopis la jefatura del Gobierno y ha contado con todos los apoyos que Giral tuvo. Pero también cuenta con los mismos enemigos, entre ellos Prieto, aun cuando las repetidas recomendaciones de sus correligionarios ponen alguna suerte de sordina a sus palabras. Lo que todavía yo no sé es lo que quieren los contradictores del Gobierno republicano. ¿El compromiso con los monárquicos? Lo está buscando Llopis, no se oponía a él Giral. ¿Pero lo quieren los monárquicos? La actitud monárquica es hasta ahora de una intransigencia feroz, en tema tan fundamental cual es que una libre y previa expresión de la voluntad popular preceda el establecimiento del régimen que sea en España.
Creo que se puede llegar a toda clase de concesiones salvado el principio de la previa y libre expresión de la voluntad popular, pero el tono seguido por Prieto y quienes le han secundado hasta hoy, se ha distinguido más por el ataque a los propios que por sus esfuerzos en pro de una solidaridad democrática enderezada a aquel fin. Nadie ha desprestigiado más al Gobierno republicano que Prieto. Mientras hace pocos días Salvador de Madariaga manifestaba a nuestra delegación vasca en Londres que el Gobierno republicano no debe desaparecer por ser elemento útil para el pacto y porque desaparecido este instrumento no le sucedería sino la división y el caos en el campo republicano. Prieto se empeña por motivos que no acierto aún a comprender, en destruir las Instituciones republicanas.
Yo estaría de acuerdo incluso con esta liquidación si Prieto o quien fuera tuviera de Londres y Washington la seguridad de un apoyo a otra solución concreta. Pero no la tiene y he de decir más, he oído ingleses y americanos repetidas veces que no se persigue la desaparición del Gobierno republicano sin que exista otra solución que tenga viabilidad. Claramente lo dijo Davies y con algún conocimiento lo acaba de decir Salvador de Madariaga.
Si en lugar de rendir morboso culto a la destrucción, nos hubiéramos dedicado todos a la integración solidaria, el Gobierno actual estaría compuesto de personalidades las más distinguidas del campo republicano, hubiera ido obteniendo adhesiones en otros sectores neutros, extendiendo su base y su prestigio, sobre todo exterior. La posición ante el interior para desarrollar conversaciones con sectores hasta ayer hostiles sería infinitamente más fuerte. Y de estas conversaciones podría surgir una solución honorable que pudiera apoyar las potencias democráticas.
Yo defiendo la solidaridad democrática enfrente de la tiranía, sin excluir a nadie, pero creo que, hoy por hoy, hay que fundarla a través de las Instituciones republicanas única manera de agrupar lo específicamente democrático de nuestros pueblos en un haz compacto y fuerte con autoridades suficiente para convencer a los sectores neutros o monárquicos, que por lo menos ha de salvarse un principio fundamental, cual es, el de la previa expresión de la libre voluntad popular. Aceptado este principio creo que podría llegarse a útiles compromisos, incluso quedando en reserva las banderas e instituciones respectivas hasta que el pueblo exprese su voluntad. ¿Por qué destruirles?
¿Exige alguien a Don Juan que renuncie previamente al trono? Pues, ¿por qué han de renunciar las Instituciones de la República a serlo un día con el apoyo popular? ¿Por qué hemos de renunciar los vascos a nuestro Gobierno propio si nacimos del pueblo y no hemos sido rectificados sino al contrario ratificados públicamente como los episodios de Mayo lo demostraron después de 10 años de exilio? ¿Quién nos puede obligar a que rindamos nuestras banderas sin que previamente exprese su voluntad la libre opinión de nuestro pueblo? ¿El contenido de estas banderas? Será el que el pueblo determine.
Esto lo ven con claridad los mejores, dentro y fuera.
La República no es el pasado sino el futuro. Y este, República o Monarquía, será al fin el que el pueblo quiera. No vivimos en 1931 o en 1936, sino en 1947. Esta definición neta y valiente que significa la muerte del pasado para abrir nuevas vías al futuro no ha sido hecha debidamente. Yo se lo he recomendado muchas veces a Giral y a Llopis, añadiéndoles que sería muy oportuna una invitación análoga dirigida a los grupos adversarios principalmente monárquicos, que no quieren abandonar las glorias del alzamiento.
Ahora bien, ¿significa obstáculo para que pueda llegarse a compromisos honorables el que queden alzadas en lo fundamental nuestras anderas? Es lo que no veo. Más aún, no veo contradicción entre este hecho con posibles soluciones intermedias que abran el camino del objetivo supremo, cual es, la libre decisión popular. Nuestra conducta dependería de las garantías que ofreciera esta situación transitoria.
No sé porque se empeñan muchos en creer que una vez disuelto el Gobierno republicano, el camino se mostrará lleno de rosas. Yo creo todo lo contrario, porque si disueltas las Instituciones republicanas los elementos democráticos desligados de viejos compromisos, no aciertan con el camino que les conduzca al acuerdo con los monárquicos o disputen creando una Junta contra otra –que el Gobierno acabó- a esta situación sucedería otra de desesperación y desengaño llena de inculpaciones mutuas, cuyo resultado final no sería sino la muerte de la democracia y el fortalecimiento definitivo de Franco.
Deben meditar mucho en estas consecuencias quienes quieren derribar lo presente sin contar con una solución que la sustituya con ventaja.
Mi criterio y conducta se ha basado en consideraciones prácticas. Opinan unánimemente los vascos que salvado y consagrado de mutuo acuerdo el principio de la libre decisión popular, la solución y el compromiso son fáciles. La experiencia nos ha demostrado hasta ahora que nada práctico se puede realizar en orden a la unión de los demócratas y republicanos si no es invocando los compromisos que entraña la subsistencia de las Instituciones. Alguna fuerza tiene esta apreciación y este hecho cuando ningún partido responsable se decide a adoptar otro camino y las Juntas antes existentes desaparecieron después de hacer mucho mal.
Por esta razón nosotros nos hemos inclinado por la subsistencia de las instituciones como una medida de orden, como un instrumento útil de representación y acción, aunque los programas no colmen, ni mucho menos, nuestras aspiraciones, ni nuestros deseos, como Vd. bien sabe.
Se ha dicho muchas veces de los vascos que nos une a las Instituciones republicanas el afán de preservar nuestra Autonomía. Poco nos conocen los que estos dicen. Porque la libertad la ganamos con sangre y en el proceso actual no creo que la hayamos desacreditado por falta de eficacia, ni por falta de lealtad. Pero instaurada la democracia en la tierra ibérica es infantil pensar que las autonomías vascas y catalana puedan ser desconocidas. Habría una solución seria, firme, de naturaleza democrática, aceptada por republicanos y monárquicos apoyada por Londres y Washington y Vd. vería a los vascos inclinarse decididamente hacia ella, sin que por eso rindiéramos ni un hilo de nuestras banderas y programas, por la razón sencilla de que al abrirse la puerta de la consulta popular tendríamos la ocasión de ver una vez más ratificados nuestros viejos ideales de democracia y libertad y nuestra institución gubernamental.
Pero mientras no existe la elemental seguridad que pedimos –y en ello tienen la palabra los monárquicos-, diremos como pueblo viejo receloso de alegres novedades, que es mejor seguir el camino trazado que por lo menos contribuye a que se mantengan unidos el mayor número de demócratas y hasta ahora ha sido el único procedimiento con el cual ha sido posible presentarse ante la primera Asamblea del mundo.
¿Es que no significa nada que once pueblos hayan reconocido al gobierno republicano? Don Juan desearía en estos momentos contar con tales reconocimientos que darían a su movimiento una fuerza incontrastable. Nosotros en lugar de aprovecha esas ventajas y ampliarlas nos hemos empeñado en la lucha de tribus. El espíritu de “compromiso”, anglo-saxón, es incompatible con la turbulencia latina. ¿Se extrañará Vd. por qué muchos vascos añoren por los Dominios británicos?
El Gobierno Llopis persigue en estos momentos ponerse a tono con los pronunciamientos internacionales y lleva a cabo desde hace tiempo una serie de contactos con los monárquicos con el fin de llegar a una conclusión aceptable. Las dificultades no nacen del campo republicano sino del monárquico. Y he aquí otra nueva contradicción, mientras Llopis quiere agotar esta vía, Prieto en México ha lanzado un furibundo ataque contra los monárquicos que ha sido vivamente resentido en Lisboa. También Vd. lo reputa torpe y no me extraña.
El Plan Marshall nos ofrece en efecto una oportunidad magnífica de actuación, pero para esto es menester primero que todos los demócratas nos unamos firmemente. Tenga Vd. en cuenta que solo los fuertes pactan y sólo a quienes tienen fe en la causa que representan se oye. Si Prieto, Sánchez Román, Maura y otras distinguidas personalidades republicanas hubieran apoyado con fe desde el primer momento al Gobierno, contándolo según sus ideas hacia un compromiso honorable con otras fuerzas opuestas a Franco, creo que se hubiera ganado mucho terreno.
Destruir lo existente sin contar con una solución futura y empeñarse en seguir actitud tan destructiva sin contar con el apoyo de las fuerzas populares y sin contar con la conformidad adversaria, me parece que es poco eficaz y al fin condenado al fracaso.
No me parece mal que personas como Vd., Montilla y otros, situados en una línea que pudiéramos llamar moderada y neutra, pero siempre democrática, dirijan escritos llamando la atención sobre los graves momentos que vivimos, llamando a la solidaridad.
Me parece excelente que insistan en la idea de que hay que olvidar el pasado y mirar sólo el futuro. Me parece bien también que persigan la formación de un gobierno de transición que reúna toda clase de elementos opuestos al franquismo. Lo que no me parece bien es que se culpe de todos los males al Gobierno existente o que se pretenda su destrucción, sin haber llegado antes a compromisos serios y definitivos y aun en este caso, no veo por qué deben rendir las Instituciones sus banderas, como no veo por qué habría que exigir a Don Juan la renuncia del trono. Creo más bien que la prueba popular serviría para conocer por cuál de las dos formas políticas, o por otra nueva, se inclinaba el pueblo. La democracia española de acuerdo con los vascos y catalanes encontraría su programa y su camino.
Estimo que con buena voluntad, dejando de lado apasionamientos o ambiciones, se puede llegar a un frente democrático compacto y extenso.
Creo finalmente, querido Careaga, que hoy por hoy sólo los demócratas y republicanos están en línea con los pronunciamientos internacionales. El día en que los monárquicos acepten la previa expresión de la voluntad popular, como principio común, habremos entrado en buena vía y todo lo demás se nos dará por añadidura.
Querer imponer en el trono a Don Juan enfrente de la voluntad popular, me parece infinitamente más insensato que el pretender imponer de bruces la República del 31, pues al fin ésta última, tiene la enorme ventaja de haber sido la última expresión libre del pueblo y también que los pueblos pueden en determinados momentos salir de su letargo y derribar los tronos.
A mi juicio, son los monárquicos quienes tienen la palabra y con ellos los militares. Si rechazaran sistemáticamente la conciliación, quedarían abiertos otros caminos, que por duros que parezcan, le aseguro que no hemos renunciado a ellos los vascos.
Se observa en estos días un cambio de actitud en los medios británicos que no deja de tener interés. Si se aprueba el Plan Marshall, y a ellos se va aun sin Rusia, es evidente que Inglaterra recobrará mucha más libertad en el campo económico y entonces podrá adoptar una posición más firme respecto a Franco. Algo de esto quieren indicar las manifestaciones de algunos de sus hombres representativos y la orientación que toma la propaganda de la BBC.
Por otra parte, sabemos ya el efecto que está produciendo en el régimen de Franco el sistema de asfixia paulatina aplicada por América y sabemos también autorizadamente que es criterio americano que el Plan Marshall no se aplique a España, Bidault al proponerlo a los tres no obró de memoria.
Creo, como Vd., que los momentos son favorables si sabemos aprovecharlos y en este sentido puede estar Vd. seguro que por nuestra parte no haremos sino apoyar todo aquello que siendo constructivo favorezca la más rápida liberación de nuestros pueblos. Lo hicimos en todo momento apoyando lo que significaba la unidad de esfuerzos y nos opusimos a quien quería dividirlos. Por eso nos opusimos a la Junta de Liberación, como nos opusimos a las otras Juntas o Comités creados contra ella. Por aquella razón apoyamos las Instituciones de la República, a Giral y hoy a Llopis.
Incluso me interesa decirle a Vd. que en su día prometimos a Maura todo nuestro apoyo si, como lo aseguraba, entraba en España al frente de un Gobierno Provisional. Lo hicimos, no con promesas verbales más o menos equívocas como lo hicieron los demás, sino enviando una larga nota escrita a nuestro movimiento de Resistencia, donde condicionábamos en tres etapas nuestro apoyo según se respetara nuestra autonomía, se respetará la unidad de Euzkadi de no ser posible la autonomía eligiendo de acuerdo al Gobernador General, o no se dieran estas circunstancias en cuyo caso nuestra Resistencia no colaboraría pero guardaría el orden. Maura no ha tenido en consideración este pequeño detalle cuando en alguna ocasión ha dicho de nosotros cosas equivocadas. Nos guió entonces como ahora un criterio práctico y sobre todo el deseo de acelerar la liberación del país.
Me agrada en su carta los párrafos que dedica al caso vasco, cuyo derecho a la persistencia y gobierno propio son para Vd. fundamentales.
Nuestra fe reside en el conocimiento de la voluntad de nuestro pueblo y en que establecida la democracia, nadie, sino es por la violencia, podrá torcer el rumbo de los destinos de Euzkadi.
Perdone lo extenso de esta carta, pero me ha parecido conveniente volcar en ella, aunque un poco desordenadamente, opiniones, sentimientos y hechos.
De todas formas, ya sabe Vd. que siempre me será muy grato conversar con Vd. sobre temas tan actuales.
Un fuerte abrazo de
Jose Antonio de Aguirre
ESPAÑA ES UN PAÍS "CARCA" Y CON MUCHOS "CARCAS".
Publicado por: Sony | 01/20/2020 en 05:04 p.m.