La actitud pasiva a la que habían sido relegados debió resultar frustrante. Lo de Boadilla les debía saber a poco y estaban decididos a mostrar su valía. De esta mentalidad surge un plan que el 17 de noviembre el delegado político, Alfonso Peña, envía al Estado Mayor de las Fuerzas de Defensa de Madrid. Hablando en nombre de las Milicias Vascas, proponía operar ofensivamente sobre Humera o Alcorcen para encerrar en la Casa de Campo al enemigo, es decir, lograr lo que no pudieron hacer los de Galán y Kléber el 13. Para ello, habría que crear una "columna de choque" de tres o cuatro mil hombres, en la que estarían incluidas, entre otras, las fuerzas que guarnecían Boadilla y todos los vascos que estaban dispersos por Madrid: ciento veinticinco que permanecían el cuartel de San Jerónimo sin armar, cincuenta que se encontraban en el Puente de Toledo (probablemente formaban parte de una reserva a disposición de Alzugaray), y veinte que estaban en la Casa de Campo (entre ellos debía encontrarse el capitán Frutos, que murió allí). Los números se completarían con "fuerzas disciplinadas" (las gestiones de Irujo a finales de noviembre para traer desde Valencia una centuria de la CNT, «veteranos prácticos en el manejo de la artillería y ametralladoras» (13) para que se incorporase a las Milicias Vascas pueden estar relacionadas con esto), y se completarían los mandos subalternos con «treinta o cuarenta carabineros veteranos cuyos nombres daríamos» (lo que sugiere la implicación de Ortega, carabinero, en el plan). Además, harían falta seis tanques y dos baterías de artillería.
Ese mismo día, bien por haber sido rechazado el plan o por no tener esperanzas de que fuese aceptado en un primer lugar, Peña envía una segunda proposición menos ambiciosa: reunir a las fuerzas vascas antes enumeradas en Boadilla, armando a las que no lo están. Quizás como acicate para lograr el transporte necesario para ello, menciona la presencia de valiosas obras de arte en la población que corrían riesgo por la cercanía del frente y que podrían ser transportadas a la capital en el viaje de vuelta de los camiones que trajesen a los milicianos (14).
No se ha conservado la respuesta a ninguna de las propuestas, si es que existió; pero sin duda fueron rechazadas o ignoradas, puesto que no se llevaron a cabo. Quedó patente, sin embargo, la voluntad ofensiva y la ambición de los vascos.
Mientras, la moral de los vascos de la López Tienda estaba decayendo seriamente: se habían visto relegados a una tarea secundaria, y su deseo era combatir. Sin embargo, el camino de estos vascos se iba a separar definitivamente del de la columna catalana.
El testimonio de Euzkadi Roja al que nos hemos referido ya varias veces relata cómo los milicianos regresaron al Cuartel de la Montaña, y que, al haber quedado destruido, fueron trasladados a Atocha y de allí al frontón Jai-Alai, donde les dieron la opción de permanecer en la columna López Tienda o darse de baja. Se decantaron por esto último, presentándose inmediatamente en el Hogar Vasco, sede de las MVA, para ingresar en ella, formándose así su 5ª Compañía.
La fusión seguramente se hizo efectiva el 12 de noviembre, fecha hasta la cual ERC reclamó los gastos correspondientes al componente vasco de la columna vasco-catalana. Quedaron acantonados en el frontón Jai-Alai hasta ser destinados a Aravaca, donde pasaron a formar parte de la Columna Enciso. Con ella participaron en un contraataque en la Casa de Campo, el día 21 (el testimonio habla de un ataque anterior a la unificación, pero no he podido encontrar ninguna otra referencia a él, que además es muy similar en características al del 21, por lo que puede tratarse de una confusión en el orden de los eventos). El objetivo, el cerro de Casa Quemada, no pudo ser tomado por el deficiente apoyo artillero, y los atacantes tuvieron que regresar a sus posiciones de partida.
El informe posterior redactado por el propio Enciso, que fue herido al frente de sus tropas, no especifica cuál es el papel de los vascos en el ataque; pero ofrece una descripción relevante de las milicias: «Si por tal puede considerarse una agrupación de hombres con fusiles de cinco calibres distintos, muchos inservibles y todos aquellos con una moral muy rebajada». Esto último lo vuelve a expresar cuando hace hincapié en el buen espíritu del Batallón Presidencial, añadiendo que «del resto de fuerzas no se puede decir lo mismo» (15). Por último, el informe especifica que la unidad se componía de ciento cuarenta y cinco hombres, lo que sugiere que a los ciento veinte hombres de la antigua vasco-catalana se unieron los veinte de las Milicias Vascas que ya se encontraban en la Casa de Campo.
El relato del testigo de la vasco-catalana presenta una imagen muy distinta de la operación (que sitúa antes de la unificación, pero que sin duda se trata del ataque del 21): «Una noche piden voluntarios para la Casa de Campo. Nuestra moral, que debía estar quebrantada por lo hasta entonces ocurrido, se repuso instantáneamente. Nos presentamos todos y fuimos allá. Servimos de acicate a los que estaban en las posiciones. Se contuvo el ataque enemigo».
Parece seguro pensar que el contacto con el combate supuso un influjo de moral para estos vascos que no habían visto acción desde hacía casi un mes, aunque su acelerado rearme y envío al frente impidió que pudiesen actuar como una fuerza cohesionada, lo que pudo ser la causa de los comentarios de Enciso.
El día 29 los sublevados atacaron en este último sector, en el contexto de la batalla de la Carretera de La Coruña, lanzándose contra Pozuelo ayudados por la caballería mora y dos compañías de carros de combate. Hasta el 2 de diciembre se dan fuertes combates por el control del cementerio y los sectores contiguos, en los que interviene el Batallón Garibaldi, que combate en la zona del vértice Valle Rubios (16). Nuestro testigo sitúa a las Milicias Vascas en estos combates, en los que participó codo con codo con los italianos, ganándose los elogios del comandante "Pachiardi" (refiriéndose a Randolfo Pacciardi). «¡Oh, los vascos! ¡Mucho bueno, mucho bueno!», habría llegado a decirles.
No es la única referencia a estos combates. Otro miliciano vasco se refirió, en unas declaraciones de prensa, a una operación junto a la 3.a BM (que llevó el peso de los combates durante estas jornadas), aunque la situó el 25 de noviembre, sin duda un fallo de memoria o de redacción. Además, la letra del himno hecha para la unidad por el capitán Sansinenea en abril de 1937 hacía referencia a una iglesia que debía ser la iglesia de la Asunción de Nuestra Señora, indicando el sector en el que combatieron los vascos; lo cual concordaría con la presencia de los italianos, desplegados en el cercano vértice Valle Rubios.
Tras la reconquista del cementerio de Pozuelo el 2 de diciembre, se dio comienzo a una reorganización de las fuerzas del sector, aprovechando el agotamiento del enemigo para mejorar el dispositivo y relevar a las unidades. Entre ellas estaban las MVA, que, desde la retirada de primeros de mes hasta este momento, tuvieron al menos cinco muertos y dos desaparecidos.
Su siguiente destino sería el frente de Moncloa, donde se integraron en la Brigada Y mandada por Ortega, oficialmente conocida como 40.a Brigada Mixta a partir de enero, y en la cual quedaron encuadrados durante el resto de la guerra. Para comprender el cambio de unidad, hay que dar marcha atrás en el tiempo y seguir los pasos de la creación de la brigada.
Hay que remontarse a la trayectoria del comandante Alzugaray, del que hay indicios de que mantuvo su cargo formal en las MVA al menos hasta diciembre. El 8 de noviembre se le asignó el mando conjunto de las columnas Mena, Prada y Escobar, que guarnecían el frente del Manzanares hasta la carretera de Extremadura, y con las cuales participó en la defensa de la capital. El día 16 se le asignó el mando del sector de la Ciudad Universitaria, que controlaba desde su puesto en el Grupo Escolar Pérez Galdós, junto a la plaza de la Moncloa.
El 20 de noviembre, observando un contraataque, Alzugaray fue alcanzado por una ráfaga de ametralladora, que le dejó ocho heridas de bala en las piernas. Fue reemplazado por Ortega en el mando del sector de la Universitaria, que se había trasladado a la capital por la tarde del 19, posiblemente para ocupar el cargo de jefe de Estado Mayor de Alzugaray, devolviendo el mando táctico de las MVA a Lizarraga. Sin embargo, el propio Ortega fue relevado de este puesto por Aureliano Álvarez Coque el día 23, al dividirse la Universitaria en sub-sectores; pasando a mandar el frente entre el final de la calle Isaac Peral hasta la tapia norte de las vías del Ferrocarril del Norte; es decir, la plaza de la Moncloa y el Parque del Oeste. Las fuerzas de esta franja, pertenecientes al 5." Regimiento y al Batallón Comuneros, quedaron organizadas dentro de lo que se llamó Columna Ortega.
A partir del 27 de noviembre se usó la denominación de Brigada Y para referirse al sector-columna de Ortega. No obstante, la estructura de brigada mixta no comenzó a tomar cuerpo hasta primeros de diciembre; cuando se incorporaron al frente de Moncloa los batallones Córdoba, 1 de mayo (previamente pertenecientes a la Columna Arce, que cubría la carretera de Extremadura) y las Milicias Vascas. Junto al Comuneros de Castilla; que se encontraba en el sector desde noviembre, estos batallones formarían la base de la nueva brigada mixta.
El 5 de diciembre el ABC ya se hacía eco de las peripecias de los milicianos vascos en el frente de la Moncloa, por lo que su llegada se debió producir el día anterior por lo menos. El artículo en cuestión, que se titulaba "El "chicote" de un vasco, antes morir que perder un puro", relataba un duro ataque al que se habían tenido que enfrentar los milicianos la noche anterior, v terminaba con la anécdota a la que hacía referencia el título: «Un joven vasco se deleita con el perfume de un habano; un compañero de parapeto, ante el peligro que supone la lumbre, se lo arranca y lo tira fuera del mismo; pero nuestro hombre, sin darle importancia al peligro, salta el muro de terreros, da unas fuertes chupadas al "chicote" y torna al parapeto para hacer ladrar la máquina de la que es servidor. Son estos rasgos de una raza que no puede perder la guerra, ya que sin darle importancia se juega la vida... por un cigarro”.
Las referencias a un valor temerario, a menudo vinculado a una virtud racial, serán numerosas en la extensa cobertura que la prensa dará a la unidad a partir de este momento. De haberse producido el episodio, se podría localizar en el parapeto que unía la Cárcel Modelo con el Grupo Escolar Pérez Galdós, donde se instaló una sección de ametralladoras de las MVA.
La actividad de la brigada durante el resto del mes de diciembre consistió en rechazar los violentos ataques de las fuerzas rebeldes en el Parque del Oeste, que, aprovechando la oscuridad de la noche y la niebla, y con el apoyo de los bombarderos nocturnos Junkers, trataban de asaltar las trincheras iluminándolas con bengalas, dando lugar a escenas que sin duda debían recordar a las de Senderos de Gloria o Sin novedad en el frente. En al menos una ocasión uno de estos ataques llegó a 100 metros de los muros de la Cárcel Modelo, defendida por los milicianos vascos desde el paseo de Ruperto Chapí y el de Moret.
También se intentó completar la reorganización de la brigada de acuerdo al reglamento, transformando las unidades milicianas en verdaderos batallones y completando sus plantillas, que, excepto en el caso del batallón vasco, se encontraban seriamente mermadas desde su incorporación a la unidad. Se empezó a imponer una disciplina más férrea, prohibiendo, por ejemplo, los diálogos con el enemigo, algo típico de esta etapa de la guerra. Sólo se permitieron arengas autorizadas por el mando, entre las que hay que destacar las dadas por un intérprete de árabe, perteneciente a la Agrupación Antifascista Hispano-marroquí, que logró que el 15 de diciembre se pasasen cinco regulares. El día 17 aparece el primer número del boletín de la brigada, La Trinchera, cuyos números contarán con las ilustraciones del capitán tolosarra David Álvarez y en el que los vascos serán muy activos, llegando uno de ellos, Adolfo Bienabe, a dirigirla.
El proceso de reorganización quedó completado el 7 de enero, quedando constituida definitivamente como 40.a Brigada Mixta. El Batallón Milicias Vascas (número 2 de la brigada) contaba en este momento con seiscientos treinta y seis hombres, aunque había problemas con el armamento y tan solo la mitad del batallón se encontraba en la línea de combate. Sin embargo, la moral debía ser buena, como expresa el diario de operaciones; y cuatro vascos llegaron a protagonizar la recuperación de un camión que se encontraba en una zona batida durante estos días. La labor del comisario político del batallón era vital para ello, y el puesto pertenecía al veterano de los combates de Irún, Dionisio Pomar Requejo, militante de la JSU de 26 años.
En esta complicada situación se lanzó la primera ofensiva de la unidad, que respondía a un plan del coronel Prada para envolver la cabeza de puente enemiga, atacando simultáneamente por el Palacete de la Moncloa (con la 6.a BM) y el Parque del Oeste (40.a BM), mientras que la brigada de Martínez de Aragón fijaba a las unidades del Hospital Clínico.
El plan se llevó a cabo el día 13, y comenzó con la voladura de dos minas bajo el Clínico, que sepultaron a cuarenta legionarios. El ataque al Palacete fracasó, pero en el Parque del Oeste el Batallón Comuneros logró tomar la cascada y el templete en lo alto del lado opuesto de la vaguada a última hora del día, sufriendo duros contraataques durante la noche, que no lograron recuperar la posición. Las bajas fueron tales que, por la tarde del día siguiente, los castellanos tuvieron que ser relevados por una compañía de vascos, que se dedicó a fortificar el terreno, y que también sufrió los embates del enemigo durante los días siguientes, costándole varios muertos.
Mientras tanto, un grupo de voluntarios del batallón vasco logró tomar el edificio de la Junta Constructora de la Ciudad Universitaria. Así lo relataba, con orgullo, el mismo miliciano de Rentería al que citábamos antes: «Fueron diez los muchachos, Zorrilla el mayor, Pepito, Calvez, "Txingurri" {"Hormiga" en euskera], Hoja, y otros cuatro, cuyos nombres están escritos en la pared del edificio conquistado». Se infiltraron por la noche, cargados de bombas de mano, y entraron por una de las ventanas del edificio, que se encontraron vacío (17). Pasaron la noche allí y retornaron al día siguiente con un importante botín: varios fusiles y un mortero ligero, a cambio de dos heridos (18). En comparación, los del Batallón Comuneros sufrieron ciento diecisiete bajas, incluyendo seis muertos.
Observando el desarrollo del ataque, cayó mor-talmente herido Luis Azcoaga, capitán ayudante de Ortega, que le dedicó unas emotivas palabras en La Trinchera. Sería sustituido por el capitán David, el dibujante, cuyo hermano también cayó por estos días.
A pesar del alto precio pagado, las conquistas habían sido limitadas. Una parte importante del parque estaba aún en manos del enemigo, y la posición de la cascada tenía los flancos descubiertos. Durante las semanas siguientes se sucederían varios asaltos a los lados de la cascada para rectificar esta situación. Sin mucho margen para la sorpresa, la mayoría resultaron inefectivos y caros en vidas.
Es el caso de la acción del día 17 de enero, en la que dos compañías del batallón vasco trataron de avanzar hacia el Instituto del Cáncer con la colaboración de varios carros Renault; que resultó poco efectiva, y obligó a los vascos a replegarse a sus líneas tras una hora de duros combates, en las que tres de ellos murieron y treinta resultaron heridos, incluyendo el capitán Sansinenea.
Aprovechando el mal tiempo y con el barro hasta las rodillas, el Batallón 1 de mayo logró conquistar la parte derecha del parque el 29 de enero (19); aunque quedó un pequeño saliente de los rebeldes, del que nunca fueron expulsados a pesar de los numerosos intentos. Finalmente, el 4 de febrero el Batallón Córdoba logró conquistar la posición conocida como "la escalerilla", y obligó a retirarse al enemigo de las trincheras, que quedaron batidas, a pesar de los duros contraataques que organizó. Así, los milicianos castellanos que la ocuparon durante buena parte del mes pudieron decir que “La Cascada Roja”, que así la llaman los Comuneros, ya no “casca”… (29).
Por: Carlos Iriarte Aguirrezabala
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