Lunes 27 de abril de 2020
Don Alberto era un hombre extraordinario. Tuve el honor de conocerle y visitarle en su casa de Donibane en la calle Etchegaray. Había pasado la frontera, tras su laborioso exilio, y lo primero que hizo fue ir al cementerio a poner unas flores en la tumba de su hermano Celestino, sacerdote como él, y fusilado por los militares. En la foto le vemos en la Delegación del Gobierno Vasco en Londres con Irujo, Lizaso, Agirre y unos diplomáticos.
El canónigo de Valladolid, D. Alberto de Onaindia, conocido también como James Masterton y Doctor Olaso fue un notable eclesiástico nacido en Markina el 30 de noviembre de 1902. Efectúa sus primeros estudios en los Jesuitas de Durango y los eclesiásticos en el Seminario de Vitoria. Se doctora y ordena en Roma donde cultiva el trato de diversas personalidades de la Curia vaticana. Durante tres años ejerce la enseñanza en el Seminario de Saturrarán obteniendo en 1929 una canongía en Valladolid. Es destinado por su obispado a Las Arenas (Getxo) donde se dedica a las actividades de doctrinamiento social y a la creación de centros como las escuelas nocturnas de Romo.
Su amistad con José Antonio Aguirre y otros futuros prohombres del nacionalismo data de este período, y también su participación en la fundación de AVASC (Asociación Vasca de Acción Social Cristiana) y en el impulso decisivo del sindicalismo de ELA en los años 30. Llega a ser, junto con Aitzol y Policarpo Larrañaga, el ideólogo mayor de esta organización y uno de sus «sacerdotes propagandistas» más puestos al día.
Al constituirse el Gobierno Vasco fue adscrito al servicio de Presidencia y desde esa posición fue el encargado de defender la postura prorrepublicana del PNV ante el Vaticano.
Su actividad, que ocasionó la reacción opuesta de los obispos de Vitoria y Pamplona, se concretó en un Informe a la Santa Sede del 23 de octubre de 1936, preparado con los datos que le proporcionaron Ajuriaguerra, Aguirre, J. Jauregui, D. Ciáurriz y Robles Aránguiz.
Meses más tarde fue testigo presencial de la destrucción de Gernika (26 de abril de 1937) encargándosele la difusión de la noticia desde los foros internacionales. También corrió a su cargo la negociación de canjes de prisioneros lo cual sirvió para que fuera considerado por los insurrectos el hombre indicado para contactos y posibles negociaciones.
Los últimos años de la guerra reside en París, que abandona, ante el avance alemán, la noche del 10 de junio de 1940 pasando a Inglaterra. Allí iniciará sus alocuciones radiofónicas en la BBC como J. Masterton, alocuciones que proseguirá al acabar la contienda en Radio París bajo el que será popular pseudónimo de Padre Olaso. Publica una revista denominada «Anaiak» donde reproduce documentación de interés concerniente a la causa nacionalista. Es el artífice de la célebre carta-retractación “Imperativos de mi conciencia “redactada por el exiliado obispo Múgica en 1946, carta que produciría un gran impacto en la opinión pública consagrando la nefasta fama que le dedica la prensa y la propaganda franquista.
Como cabeza de fila de lo que se ha venido en denominar «clero vasco», en 1954 acompañó a Francisco Xabier de Landaburu en su gira por Sudamérica. En la universidad de Montevideo pronunció una conferencia sobre «La Universidad y el Pueblo», siendo presentado por el senador Dardo Regules, fundador del Partido Demócrata Cristiano en el Uruguay. Ambos viajeros visitaron al presidente de la República Julio Battle Berres. Tanto en Argentina como en Venezuela pronunció varias conferencias. Retirado en San Juan de Luz, que no abandonó pese al restablecimiento del régimen parlamentario en España y de un Gobierno Vasco de mayoría nacionalista en Euzkadi continental, muere en esta villa laburdina el 18 de julio de 1988.
Recuerdo el impacto que nos causó su libro “Hombre de Paz en la Guerra” y “Jóvenes del Mañana”. Era un intelectual, un hombre de acción, un erudito y el posible Cardenal vasco que no fue por ser abertzale.
La muerte de Agirre le impactó, habida cuenta de su amistad con el Lehendakari y cuando le pidieron en Radio Paris una semblanza del presidente no dudó en hacerla de forma breve y sentida. Fue ésta:
“Con gentileza, que agradezco vivamente, la Radiodifusión Francesa me ha invitado a hablar hoy ante su micrófono para rendir un homenaje a la memoria de José Antonio de Aguirre y Lekube, antiguo presidente del Gobierno Autónomo Vasco en exilio, que falleció a consecuencia de una crisis cardiaca en París el pasado martes, día 22 de marzo.
El gran diario parisino Le Monde le dedicaba ayer un amplio suelto informativo con sentidas frases de respeto y elogio. Los periódicos de Bilbao comunicaban también a sus lectores la triste noticia con serena objetividad.
José Antonio de Aguirre fue para mí, desde hace ya treinta años, el amigo entrañable, leal e íntimo, en los días de alegría y en los momentos de prueba. Casi me consideraba como un allegado suyo.
Nunca olvidaré los ratos vividos en su compañía en las innumerables ocasiones de fechas, recuerdos y acontecimientos familiares. Mi última cena con él y los suyos fue el pasado sábado, festividad de San José, por haberme invitado a conmemorar con ellos el aniversario de mi ordenación sacerdotal.
Así, comprenderán mis oyentes la emoción que me embarga en estos momentos y mi temor de no ser capaz de ordenar mis ideas, ni expresar debidamente ante este micrófono mis sentimientos.
Naturalmente, no voy a hablar de Aguirre como político, como hombre de estado o como escritor. Mis relaciones con él se situaban en otro plano más enjundioso, más profundo, más humano. Quiero rendir mi modesto homenaje al hombre, al caballero honrado, al ejemplar cristiano, pues todo eso fue José Antonio.
Ha fallecido cuando menos lo esperábamos. Presentaba un aspecto de salud y de energía que evocaba al joven futbolista del Athletic de Bilbao. Cuando me llamaron urgentemente en el momento del síncope y le di la absolución sacramental, no podía creer lo que estaban viendo mis ojos. Dos días antes había estado en misa recibiendo, como de costumbre, la sagrada Comunión. Pero los secretos designios de Dios nos arrebataban al hombre bueno, querido y admirado de los suyos y respetado hasta de sus adversarios.
José Antonio de Aguirre no tuvo jamás enemigos. Era cordial, sencillo, inclinado siempre a ver el lado de luz, las buenas cualidades del prójimo. Estaba hecho para una labor de concordia y de unión. Su simpatía personal era contagiosa, y quizá ello contribuyó a despertar en las gentes una adhesión de profundo sentimiento y viva amistad, y hasta incluso a crear un mito alrededor de su persona.
No tuvo muchos éxitos en su vida pública. Así me lo decía él en más de una ocasión. Siendo un espíritu de paz, se vio envuelto en una guerra atroz. Y a pesar de sus fracasos y derrotas, estaba convencido de que su pueblo le rodeaba de afecto y cariño. "Para que el pueblo respete y quiera a un jefe –me decía él– es indispensable que este sea honrado, leal y desinteresado".
Aguirre vivió, desde su juventud, entregado totalmente a un ideal, casi obsesionado por él. Nunca le observé la menor preocupación de ganancias, ventajas materiales o riquezas. Mucho podría hablar yo de su generosidad en este terreno. A veces nos daba la impresión de un despreocupado, hasta de los suyos, en materia de dinero.
Espiritualmente era un auténtico ignaciano. Formado en toda su carrera por los padres jesuitas, estudioso constante del pensamiento de San Ignacio, su vida íntima llevaba el sello inconfundible de los ejercicios espirituales del fundador de la Compañía de Jesús. No fue un hombre de beaterías sensibleras, sino de fe sincera y robusta, de sólida práctica religiosa. Su devocionario, quizá único, era el misal.
Y con ser tan profundamente creyente, fue un alma inquieta ante la justicia y la libertad, característica esta que no siempre suele ser la señal distintiva de muchos católicos.
Su vocación más íntima fue la del hombre consagrado al bien del pueblo. Encarnaba al gobernante según Santo Tomás, que ejerce la alta misión de la política en defensa de objetivos noblemente sentidos y en beneficio de la comunidad. Se sentía al servicio de los demás.
José Antonio poseía una cualidad que quizá caracterizaba su personalidad: su calma y serenidad espiritual y su optimismo contagioso. Pero era un optimismo que a veces disimulaba serias preocupaciones interiores, que solo las confiaba en la intimidad al amigo. Era difícil percibir sus congojas, que las tuvo en más de una ocasión, porque estimaba que no se deben sembrar la inquietud y el desasosiego entre gentes buenas y sencillas que viven la lucha diaria de la vida.
Por eso le vimos siempre rodeado de respeto, de admiración y afecto de parte de personalidades nacionales y extranjeras que llegaron a tratarle y a conocerle. Buena prueba son los innumerables telegramas y mensajes de condolencia que llegan estos días a sus familiares, sobre todo de los países de América Latina.
Hombres de estado y altas personalidades eclesiásticas le distinguían con su amistad. Todavía viven dos o tres obispos por quienes él sentía una cierta debilidad. "La sombra de esos hombres –decía él – hace más bien que muchos actos de aparato y ostentación ".
Tenía una gran veneración por su santidad el papa Juan XXIII, a quien conoció y trató en Paris. Y ahora seguía con el mayor interés las múltiples manifestaciones del romano pontífice.
Le atraía todo lo que fuera grandeza de alma, amplitud de miras, en los nuevos movimientos del catolicismo social y de la unión de las iglesias.
¿Y no tenía faltas? Naturalmente que las tenía. Pero prefiero llamarles limitaciones.
José Antonio de Aguirre fue en verdad todo un hombre, en el más amplio sentido de esta palabra. Por eso le comprendían hasta los que no participaban de sus ideas políticas o religiosas. Su sinceridad, su lealtad, su honradez pública, las proclaman cuantos le conocieron, hasta sus adversarios.
Reciba nuestras condolencias más sentidas su atribulada familia, su querida esposa y sus hijos. Y siéntanse ellos y todos sus familiares orgullosos del recuerdo que deja tras de sí el hombre que acaba de irse a Dios.
Una oración por su alma.
Que el Señor le tenga en su gloria.
Sea ese el recuerdo que le dediquen los hombres de buena voluntad”
Al parecer Julia Otero, ha debido hacer en radio algún comentario desfavorable a España y todos esos ciudadanos españoles oficialmente no nacionalistas, han salido en tropel a machacarla (cómo de costumbre), en Holanda haces un comentario así del país y nada ocurre.
Publicado por: Sony | 04/28/2020 en 08:31 a.m.
Manual de la ultraderecha para desinformar | Blog Hechos | EL PAÍS
https://elpais.com/elpais/2020/04/27/hechos/1587976083_338830.html
Publicado por: Sony | 04/28/2020 en 10:10 a.m.
Viene de lejos.
https://www.eldiario.es/contracorriente/viene-lejos_6_1020907911.html
Aznar concurrió por primera vez como candidato a la presidencia en 1989. Desde entonces, la derecha española no ha aceptado el triunfo electoral de la izquierda.
Publicado por: Sony | 04/29/2020 en 09:49 a.m.