El 25 de octubre de 1979, los vascos aprobaron en referéndum su Estatuto de Autonomía. El de Gernika. El Lehendakari Leizaola, desde el exilio de París, siguió con atención la jornada rodeado de sus colaboradores. Pocos ya. D. Manuel de Irujo, había regresado en marzo de 1977 para estar presente en la Asamblea Nacional que el PNV organizó en Iruña. Sus palabras, "Cuarenta años de exilio os contemplan" fueron un grito, contra aquella vida, representada por unos hombres que con una total precariedad de medios, habían sido por espacio de ese tiempo, lo vasco en el exterior.
Dn. Manuel de Irujo, en el mitin de cierre de la Asamblea, en el Pabellón de Deportes "Anaitasuna" recordó al Lehendakari Leizaola. El recinto, cayó en aplausos. Y es que Leizaola, a pesar de que la transición política había comenzado, continuaba en el exilio como un símbolo que solo volvería, cuando lo que él representaba, el estatuto de 1936, tuviera un nuevo texto plebiscitado por el pueblo vasco, igual o superior al aprobado en aquellas dramáticas circunstancias.
Pero fueron muchas las presiones que se recibieron, para que Leizaola hiciera lo mismo que el Honorable Tarradellas que se presentó en Madrid e instauró una "sui generis" Generalitá. Pero Leizaola no era Tarradellas, ni por personalidad, ni por trayectoria histórica. Leizaola era el símbolo de un Gobierno Vasco en el exilio, de un Gobierno de concentración compuesto en su día por el PNV, ANV, PSOE-PSE, PCE y dos partidos republicanos. Tarradellas era él. Solo él.
En enero de 1979, y como consecuencia de la aprobación de la Constitución española de 1978, el PSOE-PSE, decidió retirar a su Consejero Iglesias del Gobierno con la argumentación de que si el Gobierno Vasco en el exilio había surgido de la Constitución republicana de 1931, aprobada una nueva, ya no tenía razón de ser la presencia de un Gobierno Vasco en el exilio. Con este gesto, poco elegante y consecuente, liquidaron una presencia que había durado desde el 7 de octubre de 1936 cuando en Gernika tres socialista, Aznar, Toyos y Gracia, formaron parte del Gobierno Vasco, presidido por Aguirre.
Otra presión adicional fue la composición del Consejo General Vasco tras la reñida votación, que dio su presidencia al socialista Ramón Rubial. Si bien, estos pretendieron que lo presidiera Leizaola, para lograr que el Lehendakari abandonase París, el PNV, al presentar la candidatura de D. Juan de Ajuriaguerra, hizo que, con el apoyo de UCD, los socialistas presidieran este embrión de autonomía. Más tarde, lamentaron este error públicamente.
Pero Leizaola seguía tercamente en el exilio, como una especie de bandera estatutaria. El PNV se reunía con él en Villa Izarra, sede de este partido cerca de Bayona, en Beyris. También los parlamentarios vascos se reunieron con el Lendakari en Askain y hasta el propio Consejo General Vasco fue a visitarle a Donibane Lohitzun.
La carga simbólica de Leizaola era pues, muy fuerte. Representaba mucho: la guerra, el exilio, la lucha indoblegable del pueblo vasco, las relaciones con los vascos del exterior, la herencia de Aguirre, la esperanza...
Él, con su viejo sombrero, cogía diariamente el metro y se presentaba en la Delegación, el 48-50 de la Rue Singer, en el distrito XVI de Passy en París. Era lo último que quedaba, pero su placa en la puerta "Delegation Basque" seguía teniendo una fuerza poderosa. Cada vez más, la prensa del estado, la vasca y la extranjera, se interesaba más sobre la vida de aquellos hombres, cubiertos durante cuarenta años por una espesa capa de silencio. Hasta que un día, en el EBB, tras la aprobación por referéndum del estatuto se consideró oportuno comunicarle al Lehendakari Leizaola que ya podría regresar a casa.
Recuerdo el día y la reunión. Fue el 31 de Octubre. El 25 había sido el referéndum estatutario. Nos reunimos con él en Villa Izarra. El Partido le transmitió el interés por su vuelta en aquella nueva etapa política. Leizaola, sencillamente, manifestó que él no merecía ningún homenaje. "La legalidad no viene de la ley, sino del pueblo. El pueblo, en 1936 estaba organizado como República, y ahora no. Yo me atengo a la opinión del pueblo expresada hoy".
Pusimos fecha. El 15 de diciembre.
Y le organizamos el recibimiento que merecía. Previamente fletamos un avión. Cargado de periodistas el "Francisco de Orellana", de Aviaco, hizo el vuelo en el día.
Apunté en grandes trazos lo ocurrido aquel sábado 15 de diciembre de 1979:
“Hoy es el día esperado. Por Euzkadi y por todos aquellos que durante 42 años han creído en la Institución. Por los hombres que han vivido y trabajado en las Delegaciones de la Av. Marceau y Rué Singer. Por los que durante 43 años han mantenido la llama de la representación de Euzkadi en el exterior. Todo un exilio que ha acabado el sábado 15, con una Delegación llena de periodistas y de cajas de documentos.
El lehendakari, estrena sombrero. Llega a su hora habitual. En su metro habitual. Sigue dándole, imperturbable, los últimos toques a su discurso a pronunciar en Gernika. El de San Mamés, no ha habido forma de que lo preparara por esto. Quería improvisarlo, y lo hizo.
A las 11,30 llegó el autobús que habíamos alquilado. Después de despedirse de Antoñica y de Basurde, que quedaban en la Delegación como guardianes de tanta historia acumulada, cerró simbólicamente la puerta de cristal rodeado de una nube de periodistas y fotógrafos. Sube al autobús para llegar con toda la caravana, al aeropuerto de Orly. Nunca el Lehendakari habíase visto fotografiado en tantos años de exilio rodeado de tanta prensa y tanta expectación. Cada gesto era fotografiado. Cada palabra suya, era grabada. La prensa era tanta que se turnaba a la hora de trabajar. En 1974, cuando su viaje clandestino a Gernika en el Aberri Eguna, lo que hacía el Gobierno Vasco no era noticia y costaba gran esfuerzo conseguir media línea en cualquier periódico del mundo. Ahora, el avión iba a llenarse de prensa vasca, estatal y extranjera para cubrir un hecho singular. El cierre de la Delegación, y el regreso del presidente del Gobierno en el exilio, más antiguo del mundo.
En el aeropuerto esperan sus tres hijas, que le acompañarán en el viaje. También le esperan sus nietos y yernos. Asimismo representantes de la colectividad en París que despiden a su Lehendakari. El servicio de seguridad vigila discretamente. Llega el avión de Aviaco, procedente de Madrid con periodistas. Revisión a la salida, y revisión dentro del avión. Tanto trámite francés atrasa en una hora la salida del vuelo. La Compañía aérea tiene atenciones con el Presidente. Por el intercomunicador le saludan en euskera, ofrecen champagne y canapés, y notifican la entrada del vuelo sobre Euzkadi. Despiden cariñosamente al Lehendakari a la llegada a Sondica y atienden cualquier deseo.
El recibimiento en Sondica, es, indescriptible. Se da tiempo a la prensa para que abandone el aparato por la parte posterior del avión, para poder tomar nota del histórico momento. Todo preparado, el Lehendakari saluda desde la portezuela, entre los aplausos, las lágrimas y la emoción sin par de un pueblo que se ve representado por aquel hombre que es toda una página en la vida e historia de Euzkadi.
El resto es conocido.
En París, quedaba la Delegación. Anteriormente había estado en el número 11 de la Av. Marceau.
Fue comprado aquel elegante edificio, antes de la constitución del Gobierno Vasco en Gernika. Sufrió, en 1940 la ocupación alemana de París que lo entregó al Teniente Coronel Barroso y al policía Urraca, quienes desde allí, se encargaron, durante la ocupación nazi de "la devolución de los bienes incautados por los rojos". En 1944, los vascos recuperaron el edificio y pusieron allí sus banderas. Hasta 1952 en que el Gobierno francés se lo vuelve a entregar a Franco. El Lehendakari Aguirre no acepta la requisa, ni el edificio, que el gobierno francés le ofrece al presidente vasco en trueque. Un rápido llamamiento de éste, a los vascos de Venezuela hace que se compre una propiedad en la Rue Singer, mientras se reclama el palacete. Pero el tiempo pasa. Se demuele la casita, construyen un moderno edificio y la Delegación Vasca se queda con uno de los bajos. Allí tenía su despacho Leizaola, cuando volvió del exilio.
Estamos en 1988. Han pasado casi nueve años de aquello. Y sobre todo, muchas cosas. Es verano. Sé que Basurde está delicado de salud. Y le llamo a Peru Ajuria "Oye Peru, ¿por qué no nos damos una vuelta por París, visitamos a Basurde y vemos como está la Delegación?. De acuerdo. Decirle a Peru: París, Delegación y Basurde es conseguir de antemano el sí.
Con Peru Ajuria, la relación es antigua. Me solía escribir y enviar cientos de recortes a Caracas, en sobres perfectamente hechos, bajo mi nombre de "guerra" Ignacio Romero. En Orly, ya se sabía. Cualquier viaje que tocara Paris, allí estaba Peru, con su Peugeot, haciendo el recibimiento y facilitando las cosas.
Aquello que le proponía no era un viaje. Era un reencuentro.
Salimos el domingo 14 de agosto. Pusimos a cero el marcador desde la Pza. del Sagrado Corazón de Bilbao. Al llegar a Paris, marcaba 930 kms. Habíamos salido a las siete de la mañana. Llegábamos a París, tras algunas paradas, a las cuatro y media de la tarde. Una matada.
Era domingo. Hacía calor. No había apenas parisinos, pero la ciudad estaba llena de turistas. Esos días, una extraña avioneta, quitaba el sueño de las autoridades que no podían averiguar quién sobrevolaba su ciudad en vuelo casi rasante. En Euzkadi, la guerra de las banderas había bajado en su virulencia y en Donosti se recrudecía la de las casetas. El empresario Revilla seguía secuestrado y los periódicos apenas tenían noticias.
Por la noche llamamos a Basurde. "Basurde" que en castellano significa jabalí, está “fastidiado”, como dice. Quedamos en vernos al día siguiente en la Delegación.
El lunes 15 de agosto, es fiesta. También en Francia. No hay nadie en las calles. En coche, llegamos a la Rue Singer. Nos parecía mentira que pudiéramos estar por las calles de Passy, en un coche matrícula de Bilbao cuando nuestras llegadas a la Delegación eran siempre ante la representación de una Euzkadi aherrojada y ante unos locales, llenos de gente.
Aparcamos el coche. Ante nosotros un vehículo aparcado. Su dueño, probablemente, habría salido aquel largo fin de semana y lo había dejado bajo un árbol, el único árbol elegido por los pájaros para concentrarse. De toda la calle, aquel árbol-pajarería, había dejado al nuevo vehículo, en condiciones deplorables. Peru y yo nos reímos por la coincidencia y pensamos en la cara del dueño del coche cuando el martes fuera en su búsqueda.
Bajamos las escaleritas que dan a la Delegación con las persianas bajadas. No había estado allí desde 1981. Esa visita, y otra con un periodista, eran las dos únicas veces que había vuelto desde diciembre de 1979. Dentro, nos esperaba la esposa de Basurde, Lucía Eguiguren, quien nos dice que su marido no sale de casa, nos deja la llave y quedamos en irle a visitar a la tarde. Le entregamos una botella de Rioja que le hemos traído, de marca "Faustino V". Cosecha 1982. Se llama como él. Faustino, aunque todos le conocen por Basurde y hasta su mujer le llama así, se llama Faustino Pastor. Ya una vez, en tiempos de la ocupación alemana, y cuando hacía de enlace, llegaban a las oficinas del partido, paquetes enviados por su madre, lógicamente, con su nombre. Y allí se acumulaban, porque nadie sabía quién era ese tal Faustino Pastor hasta que un día le preguntaron -Oye Basurde, ¿tú conoces a algún Faustino Pastor?. Estas hablando con él contestó ante la sorpresa de Ulesi.
Pero en realidad, ¿quién era este Basurde?.
Este es el Basurde que queríamos visitar.
Previamente, nos dimos una vuelta por Versailles. El Palacio estaba cerrado. Vimos sus jardines. Vivaldi hacía bailar el agua de las fuentes. Tamaña magnificencia estaba amasada en el sudor y la sangre de miles de hombres y mujeres a los que no se les consideró nunca ciudadanos y que un 14 de julio de 1789, tomaron La Bastilla. Pero su obra quedó para beneficio de turistas y para “glorias" de Francia, que en su fuero interno, desearían tener otro Luis XIV. Y pensar, le decía a Peru, que esta rama dinástica viene de Enrique IV de Francia que fue Enrique III de Nabarra, el último monarca independiente de lo que restaba del Reino Vasco tras su conquista por Fernando VII. Desde que este monarca dijo que "París bien valía una Misa" se consumó la división en las dos ramas que hoy se mencionan sobre todo por TVE cuando dice que han sido capturados vasco-españoles o vasco-franceses. En Enrique III comienza la dinastía de los Borbones, llamada a dominar Europa en los dos siglos siguientes.
Pero había que dejarse de divagaciones históricas. Pasamos por Chatou, el lugar donde Peru Ajuria, vivió más de diez años en París y llegamos nuevamente a la Delegación.
Nos dio tristeza. Era como entrar en el Palacio de Invierno tras el saqueo. Allí estaba el cuarto donde se hacía OPE, el boletín diario de la Oficina de Prensa Euzkadi. Máquinas de escribir antiguas hablaban de lo que había sido. Pasamos y fotografiamos el despacho de Itarko, el lugar donde había estado instalado un consultorio atendido por el doctor Lasa. Todavía quedaba una copia en yeso del busto del Lehendakari Aguirre. El original habíamos logrado, que lo trasladaran a Ajuria Enea.
Todavía quedaba el despacho de Irujo, hablando de él en cada recuerdo. Su mesa, el lugar donde tenía su máquina de escribir y desde donde mantenía correspondencia con todo el mundo. Sus libros. Su vieja lámpara que había estado en el despacho de Aguirre.....
Y el despacho de Leizaola. Con los muebles intactos. Con su presencia ambiental. Dos jarrones chinos, el documento del Pacto de Bayona y su mesa desde donde aquel mes de diciembre tantas declaraciones había realizado. Y su silla. La misma silla que utilizó el Lehendakari Aguirre. El cuero, se resentía por la humedad. Peru y yo, nos miramos. Quitamos los cojines y la metimos en el coche.
“Esta silla se va a terminar de pudrir aquí”. Y esta silla es parte de la historia de Euzkadi. Nos la llevamos. Algún día tiene que estar en un Museo. Y al día siguiente, con la silla presidencial a cuestas, volvimos a Euzkadi un poco entristecidos al ver nuestra querida Delegación, tan abandonada. E hicimos un informe para que se resolviera su situación.
Pero no éramos nosotros los únicos preocupados por la situación de las oficinas vacías. Íbamos a hablar con quien se despierta de noche soñando con la puerta de cristal que la separa del exterior. Es decir, con Basurde.
Estando haciendo la labor, casi litúrgica, de trasladar la silla al coche, sonó el teléfono. Era Basurde que le decía a Peru que cogiera su ampliadora y se la llevara a su casa. Se la regalaba. También que cogiera sus viejas fotos, puestas en la pared del despacho que había sido del secretario del presidente. Allí se podían ver fotos de Basurde con una ametralladora, en el frente, fotos de la Delegación de la Avenue Marceau, fotos de los lehendakaris Aguirre y Leizaola, fotos del entierro del Lehendakari con Juan Ajuriaguerra tocado de un sombrero de ala ancha y sobre todo, muchas fotografías de Donosti y Bilbao; porque Basurde compra en el Mercado de Las Pulgas, viejas tarjetas postales que luego fotografía.
Dejamos la Delegación con un nudo en la garganta. Y nos fuimos a casa de Basurde. Cerca de la Delegación.
Subimos los cinco pisos de un apartamento amplio, que en su entrada tiene una pequeña reproducción del famoso Gernika, que no es lo que más le gusta a Basurde, pero "hay que tenerla porque yo estuve allí el 26 de abril de 1937".
Allí nos recibió el recio jabalí. Con su aire de Burt-Lancaster, así le llaman también, y su fastidio por no poder salir de casa, él que levantaba sacos de cien kilos.
Basurde recibe el periódico DEIA. Basurde está pendiente de lo que ocurre en Euzkadi. Basurde es miembro de la extraterritorial de París. Basurde está entristecido porque sus amigos donostiarras se han ido a EA, el partido al que siempre ha servido ciegamente porque lo fundó Sabino Arana y porque dividir una organización así "no se hace. No hay derecho", dice con pena. Es más. “Tengo amigos que se han ido a EA, pero no entregan su viejo carnet del Partido, porque es parte de su vida. Y entonces ¿por qué se han ido?”. Pero él, está preocupado por su Euzkadi, su pensión, su viejo partido. Sus cartas postales. Sus fotografías. Su salud. Una vecina pelmaza que no le deja casi ni hablar en casa porque le molesta el ruido y sobre todo por su Delegación. La puerta de cristal de la Delegación, que cualquiera puede empujar, meterse, y. . . luego ¿qué?.
Se levanta. Le lleva a Peru a una habitación. Vuelven con un montón de revista de fotografías encuadernadas. Se las regala. "Tu harás mejor uso de ellas que yo”.
Hablamos de muchas cosas. Tienen una hija que vive en Eibar, con su marido e hijos pequeños. Uno de los chavales, en la ikastola, cuando proyectaron la película y apareció su aitona con la ametralladora en el frente se sintió el héroe del curso. Está orgulloso de su abuelo y el abuelo, piensa que esa foto bien justificaba la alegría del chaval.
Su mujer solícita y pendiente de su marido, nos obsequia con unas palmeras. Él habla de sus luchas con la administración vasca. Le reconocieron una pensión por los servicios prestados pero como cobraba otra francesa y la diferencia eran mil pesetas tenía que elegir. "No se dan cuenta que la pensión francesa es mucho menos, al coste de vida aquí y con la vasca ¿alguien piensa que se puede vivir con 55.000 ptas en Euzkadi?. Su amigo Luis M. Etxebarrieta le ha hecho mil informes y gestiones. En Euzkadi, Iñaki Durañona ha hablado con quien puede tener en cuenta el caso. Este se trata con criterios de administración. Sin tener en cuenta quien es cada uno, el real servicio prestado, y las circunstancias que rodean cada petición. Una administración latina, sin ojos, y sin analizar aquella gran tragedia en su dimensión. Eso es lo que entre todos estamos haciendo.
Trato de tranquilizarle y ofrecerle lo poco que pueda hacer. Y le digo: -“No es tu caso. Es el de muchos. No ha habido sensibilidad suficiente para poner al frente de ese negociado, no un administrativo cualquiera, sino alguien con la experiencia suficiente para saber lo que había que hacerse. Con decirte que cuando se gestionó la pensión para la viuda del Lehendakari Aguirre, ésta recibió una notificación donde le pedían enviara un recaudo según el cual debería acreditar que su marido había sido Consejero. Con eso creo, está dicho todo...”
“Si, si, pero está muy mal”, me dice, con razón. “Tengo otra hija aquí y me gustaría volver, pero con esa pensión no puedo hacer nada, sobre todo, porque nadie cotizó por mí durante trece años y la pensión francesa es bajísima”.
“Oye Basurde, le digo. Mándame tus papeles a ver si podemos hacer algo. Estoy seguro que sí. Habrá que tomar el caso no como funcionario del gobierno, sino como hombre de confianza, porque, también lo fuiste, ¿no?”. “No he sido otra cosa en mi vida. Del partido y ¡¡del gobierno!!. Desde que se fue Leizaola, sin que nadie me lo encomendara, he estado pendiente de esa Delegación. De la puerta de cristal. Sin dejar que nadie metiera nada. Sí, una vez sí. Una sra. vasca que no tenía un lugar para meter los muebles, utilizó el lugar como un trastero, y luego no sabes lo que costó sacarla de allí. Y otra cuando vinieron los familiares de unos de ETA y no tenían dinero para alojarse, y les dejé el local. ¡Que iba a hacer!.“
Pero esa Delegación, me quita el sueño.
“Oye, y lo de confianza es en serio. Hasta el punto de que los norteamericanos me condecoraron. A mí y a otros. Pero Juan de Ajuriaguerra, nos prohibió aceptar las condecoraciones porque nosotros habíamos trabajado para la Patria y no para las condecoraciones. ¿Qué te parece?”.
“Mal -le contesto- Cuando hay tanto mangarrán condecorado, sin haber hecho nada y cuando tendréis ahora una pensión norteamericana y un reconocimiento norteamericano que nos habría servido hasta políticamente. Seguramente ahora, Juan, hubiera actuado de distinta manera. Seguro”.
-Pues a Doroteo Ziaurritz, que era el presidente del EBB del PNV, le hubieran dado en Francia, la Legión de Honor. Y tampoco la tuvo.
A mí me dieron este pergamino, como reconocimiento. Creo que es el que mejor está. Tiene en el lacre la bandera norteamericana y la bandera francesa. ¿Te gusta?. Mira lo que dice: “Testimonio. La Dirección de los Servicios Estratégicos Americanos declara que el Sr. Faustino Pastor Gurrutxaga ha servido con la más gran dedicación y una entrega perfecta, la causa de los Aliados antes de la Liberación de Francia para así contribuir a la Victoria. Firmado: David K.E. Bruce. Coronel de los Servicios Estratégicos Americanos. París, 30 de Octubre de 1944. Y el sello lacrado."
Basurde me entrega una fotografía de su pergamino. Él no sacaba fotocopias. En la Delegación no la había. Él sacaba fotografías de los documentos. Y si no, que se lo pregunten a esos aliados, a los que sirvió durante años. En cargo de confianza.
Vuelve a levantarse. Me saca otro documento. Es la fotografía de una carta en francés. Dice así:
RED VASCA DE INFORMACIÓN "GUERNICA".
La red vasca de Información "Guernica" fue organizada bajo la dirección del Sr. Presidente del Gobierno de Euzkadi, José Antonio de Aguirre, cuando éste se encontraba en Nueva York.
A estos efectos, el Presidente Aguirre envió un emisario a Europa, portador de instrucciones destinadas a constituir redes de información: una en el interior de España, otra, en la Francia ocupada.
Estas dos redes recibieron la misión de dirigir todas las informaciones recibidas a los Servicios Aliados instalados en España.
Para la organización del Servicio en Francia ocupada, el Sr. Doroteo Ciaurritz, Presidente del Partido Nacionalista Vasco (muerto tras la liberación), exilado en Francia, y el Sr. José de Mitxelena, se trasladaron clandestinamente a España. Fue convenido que el Sr. José de Mitxelena sería el encargado de la organización material de la red, aportándole el Sr. Ciaurriz su concurso en cuanto su representación de Presidente del Partido Nacionalista Vasco.
Así, en dos meses, de setiembre a noviembre de 1943, se encontraba organizada una red de cuarenta y seis agentes y tres cadenas para el pase del correo en España.
Las redes organizadas, fueron tan abundantes como interesantes. En once meses-setiembre de 1943 a Agosto de 1944 (Liberación)- más de sesenta correos fueron enviados a España, más de un correo por semana.
Por otra parte, la red "Guernica" tomó contacto con redes francesas, sobre todo con aquella del "Comandante Emilio" (Emilio Meyhan, 20 bis Avenue Mac Mah París XVll) que lee confió algunos envíos. Esta relación llegó a ser, por su continuidad, semanal.
Por otra parte, la red vasca "Guernica" aseguró la expedición de todos los documentos de otra red, cuyo "buzón" se encontraba en DAX (Landas) calle Metz, Librería de Lescourgues.
Tres miembros de la red "Guernica" fueron detenidos por los alemanes el 8 de Junio de 1944 en la frontera: la Sra. Viuda Nicolás. El Sr. Joseph Barrenetchea y la Srta. María Echeverría. Los dos primeros murieron en la Deportación. La Srta. Echeverría fue también deportada, pero pudo regresar tras la Liberación.
La Oficina Central de la red se encontraba instalada en Saint Paul les Dax (Landas) Chateau Fourgs, Route de Mont de Marsan.
La red "Guernica" tuvo agentes en París, Angulema, Burdeos, Dax, Bayona, Pau, Lourdes, Tarbes, Ossun, Saint Jean de Luz y otras localidades de los Bajos Pirineos”.
Terminado de leer el documento, me mira y pregunta: ¿Qué te parece?.
Pues me parece muy bien. Pero es algo tan desconocido para el resto de la población vasca que os vais a llevar el secreto a la tumba y la historia la van a contar otros y mal. Harán las novelas, otros y mal. Harán las películas, otros y mal, mientras vosotros no podéis cobrar una pensión como cargo de confianza después de haberos jugado el tipo ante alemanes; franceses colaboracionistas y franquistas de todo pelo, al servicio de ese Gobierno Vasco que paga casi cien mil funcionarios. Increíble. Pero esto lo hemos hecho, vosotros y nosotros. Vosotros con vuestros lógicos misterios. Nosotros, por no haber sabido valorar lo que hicisteis.
Nos miramos. Me fijo en el matrimonio Basurde. Dos productos típicos de nuestro pueblo. Trabajadores, y leales hasta el fin. Consecuentes. Abertzales.
Le pregunto si tiene un grabador. No. Él solo tiene fotografías. Peru se ofrece. Puede ir al hotel a por el nuestro. Y se va. Basurde se pone nervioso. Él cuenta todo sin grabador. No le gusta hablar. Las cosas que no se sepan...
¡Ni hablar!. Vas a contarme cosas de ti, hasta que se acabe la cinta. Luego en Euzkadi, ojala se reconozca lo que hicisteis y se escriba sobre esto. Si este trabajito, un 15 de agosto en París sirve para algo, eso más que habremos logrado.
Vamos, Basurde. Al ataque. Vamos a empezar,
¿Qué hiciste el 18 de Julio de 1.936?
Bueno, voy a empezar por la víspera, el 17. Yo iba de Barcelona a San Sebastián. En aquellos tiempos no había ni los camiones, ni las carreteras de ahora y se tardó lo suyo. De todas formas se notaba algo raro y aunque estábamos acostumbrados a que nos pararan por una cosa u otra, por una revolucioncilla o una huelga, notamos algo especial. Y no solo te paraban los anarquistas. También la Guardia Civil o los de Asalto, o cualquier fuerza de policía. ¿Llevan algo?. No. Pues pasen.
El 17 salimos de Barcelona. Normalmente llevábamos paquetería procedente de Barcelona para no volver de vacío y aprovechar el viaje. Salíamos a las 5 o 6 de la tarde hacia Donosti. Cenábamos en Igualada y llegábamos al mediodía a San Sebastián. Ese día 17 nos dijeron si queríamos cargar fruta en Lérida. No había paquetería. Dijimos que si y fuimos a Lérida. Salimos a las diez de la mañana de vacío de Barcelona y cargamos la fruta.
En Maller, en la muga entre Navarra y Aragón, esos días había habido una inundación y se había roto el puente.
Había que hacer un desvío por Cortés, para volver a Tudela, en la carretera general. Paramos, unos dos o tres camiones, que iban de vacío, nosotros con la fruta y les decimos: "Vamos a tomar un chiquito en el bar. Cuando íbamos a por la gasolina de nuestro motor particular, vemos a unos chavales que gritaban: "¡Viva la Revolución!. No les hicimos ni caso. Cenamos en Tudela y en las Bárdenas nos detiene la policía para decirnos que bajáramos por Caparroso, por un desvío que habían hecho. Así lo hicimos. En Caparroso, donde llegamos tarde a la noche se veía luz en el Círculo Carlista.
¿Seguisteis?.
Sí claro. Pero en Olite nos paró la Guardia Civil, lo mismo que a la entrada de Pamplona, en todos los sitios nos paraba la Guardia Civil. Al llegar al alto de Azpiroz le dije a mi compañero que cogiera el volante del camión que yo me iba a acostar. Así lo hizo. Al llegar a la muga de Gipuzkoa con Navarra, me despertaron unos gritos. Era mi compañero que llamaba a los miqueletes, la policía foral de Gipuzkoa. Pero allí no había nadie. Había parado, porque, normalmente allí nos preguntaban si llevábamos algo.
Ya era el 18 de julio. Seguimos. En la carretera estaban parados los dos camiones que iban de vacío con los miqueletes. No podían seguir pues estaba la carretera cruzada por unos troncos. Los miqueletes nos dijeron que venía la tropa de Pamplona. "Pues nosotros no hemos visto tropa, ni cosa parecida".
Bien es verdad que en la Plaza del Castillo de Pamplona habíamos visto mucha gente en la calle a las tres de la mañana. Pero nada de tropa.
Después, llegamos a San Sebastián. Descargamos la fruta en el mercado. Ese fue el último trabajo de aquel camión. Luego, cuando empezó el jaleo de verdad, lo utilizamos en los primeros momentos, para traer a Donosti leche, fruta y cosas de los caseríos de los alrededores.
Una cuestión tan inesperada, para algunos, como una sublevación militar, me imagino que os cogería de sorpresa. ¿Qué hicisteis en esos primeros momentos?.
Lógicamente esos fueron días de confusión. Pero lo primero que hice fue ir al Batzoki, que no se llamaba así, sino “Euzko-Etxea”. Estaba en el Boulevard. En la parte de abajo se encontraba el café Oriental, con unos billares, y en el segundo piso estaba la sede del PNV. Allí fue mucha gente. Había un gran barullo. Y se hacía de todo.
Yo concretamente, andaba con un coche pequeño que había conseguido y lo utilizaba para hacer servicios varios. Recuerdo una vez que fui con Monzón a Deba. Allí anduvimos con el alcalde Florencio Markiegui, que luego fusilaron en octubre de 1937. También me enviaban a un caserío y a otro, pues en esos primeros momentos de confusión, los milicianos actuaban por libre. "Vete a ese caserío que a ese lo van a fusilar, avísale para que escape”. Yo anduve en esos dos meses haciendo esos servicios.
¿Recuerdas alguno en concreto?
Sí. Un día estaba por allí, en las oficinas del partido, y me llaman. Cojo el cochecito, que era de un tal Laboa, que era un armador, y me llamó Joseba Rezola: "Ven conmigo a Eibar a buscar una ametralladora. Era un lanzado”. Total que llegamos a Eibar, a la plaza de Unzaga. Había un barullo tremendo. Estando allí, aparecen un tal Chopa y un tal Pastor y fuimos a Villafranca y Beasain a por la ametralladora. Toda la noche. Allí, no sé quien, cogió la ametralladora, no sé si un hermano de Joseba o quién y yo concretamente con un fusil, y desde una loma vimos a los requetés gritando: ¡Viva el coronel Beorlegui!. Claro, no hicimos nada y tuvimos que salir de allí, y, cuando vamos a por el coche, estaba ametrallado. Un chalao le había dado por echarle una ráfaga al radiador. Y con Aurora, la mujer de Joseba Rezola y por el monte, hacia Bidania, llegamos a Azpeitia.
¡Vaya guerra Basurde! –le digo-. Pero me imagino que tras esos primeros momentos de confusión iría poco a poco estabilizándose la situación, se darían armas y se organizaría aquel desbarajuste.
SÍ claro. Recuerdo a los donostiarras. Había otros por otros sitios. Así. Ten en cuenta que todavía no teníamos un Gobierno, el Ejército estaba sublevado, los milicianos en la calle, las envidias, las denuncias, la falta de comunicación, la falta de armamento, en fin, un caos. ¡Que dos meses tan terribles!.
Aparte del Santuario de Loyola, me acuerdo del balneario de Cestona. Pero yo andaba suelto. Con eso de que tenía coche, andaba de un lugar a otro, con un tal San Miguel, que luego le mataron. Me acuerdo de un hecho. Mira, toda una noche la pasamos cargando camiones llenos de mercancías y alimentos que estaban en los Cuarteles de Loyola, una vez que los tuvimos en nuestras manos. Allí había muchos comestibles, señal que pensaban en un largo sitio. Había una pila inmensa de bacalao a los que echamos gasolina encima, para que no los pudieran comer los requetés. Y estando haciendo esta operación de carga, nos fijamos. Había unos chicos, en mangas de camisa, pálidos, rodeados de un grupo de milicianos de las MAOC (Milicias Anarquistas Obreras Campesinas) que los iban a liquidar. A uno de ellos le conocía y como yo era bastante bocazas, le grité: ¿Pero qué vais a hacer? No sabéis que hay que llevarles a Zumaya, al comité.
¿Sabes lo que les había pasado?.
Pues nada. Los pobres guisajos eran carlistas, pero vascos, y habían estado presos en Azkoitia, y al ver que entraban los requetés, los de allí, los dejaros libres. Pero en vez de esperar estos a que entraran en Azkoitia, salieron al encuentro con tan mala fortuna, que los milicianos que iban de retirada, los cogieron nuevamente.
Pero yo seguí levantando la voz. Me dirigí a uno de la calle Esterlines y le dije. ¿Pero qué vais a hacer?. Parece que se achantaron un poco. Entre los capturados, había un señor mayor, vestido como de domingo, que también les dijo:
-Yo soy de Solidaridad, soy de los Nekazaris.
¿Os fijáis?. Este no es de los requetés. Y le dejaron. Salió corriendo. Mira a ese le salvé allí la vida.
Ni corto ni perezoso cogí hacia Azkoitia y me traje una camioneta, y les dije a los milicianos que se los llevaran a Zumaya, al comité aquel. Respiramos. ¡Menos mal!.
Cogimos, un par de coches y nos fuimos a Cestona. Allí estaban los que iban a ser posteriormente los integrantes del Batallón Saseta. Al llegar nos dijeron:
-Allí han liquidado a diez.
¿Qué había pasado?. Los habían bajado y los liquidaron. Ahora debe haber un monumento.
De forma Basurde, que tu gestión humanitaria no sirvió para nada.
Así es. Fue trágico. Eso es la guerra.
A quien también vi fue a Andrés Irujo, que hizo una gran labor humanitaria junto a un tal Kareaga que había sido diputado del PNV. Salvaron muchas vidas en aquellos momentos. Lo de San Sebastián, en aquellos dos meses, fue terrible.
Ah ¡Pero yo andaba de un sitio a otro!. Me conocía medio San Sebastián. Que si era boxeador, que si era nadador,... yo tenía bastante cara, y era un salao. Les gritaba a los milicianos, y me dejaban. ¿Eres tú?. Bueno, bueno, y pasaba el control.
Eso sería hasta que se formó el Gobierno Vasco, en octubre de 1936. ¿Te enteraste del hecho?.
Claro. Estuve allí. Por casualidad. Ya sabes que yo andaba suelto. Y estuve en el Juramento de José Antonio de Aguirre como Lehendakari. San Miguel y yo. Mi compañero de fatigas, que como te he dicho antes, lo mataron tras la caída de BiIbao. Estábamos en una loma y al bajar, por las Encartaciones, lo mataron.
Pero en la jura, estuve de curioso, entre el público.
Aquello fue muy emocionante y cuando el batallón Saseta, volvió a Bermeo, decidimos quedarnos con el batallón.
En Gernika hubo una vez un pequeño jaleo. Los del Jagi-Jagi organizaron alguna trifulca en el cuartel de Gernika, en los P. Agustinos, pero luego se calmaron. Ya ves que los líos no son solo de ahora. Pero ya se calmaron.
De Bermeo salimos con pena hacia Gernika. Las mujeres de Bermeo se portaron de maravilla con nosotros. Nos limpiaban la ropa, comida, atenciones. Formidable. Y lo mismo con la gente refugiada. Se portaron da maravilla. Todo el pueblo se portó muy bien Y de allí a Gernika. Elgueta, Gaztelugaitz. El frente. El batallón Saseta cogía el frente desde la costa hasta Kampanzar. Lo que era el batallón de ametralladoras.
¿Y tú sabías manejar una ametralladora?.
Estuvimos haciendo maniobras en Gernika. Allí aprendimos. En Gaztelugaitz estuvimos tres meses. Abajo estaba el batallón Otxandiano.
Gritábamos desde las trincheras:
"Los requetés que vengan, que vengan, que les daremos café con leche!!.
Trabajé allí como un negro para hacer las trincheras. Todo ese parapeto que está en la foto, lo hice yo. Subiendo sacos, cortando madera, cavando zanjas...
Mira todas esas burradas he hecho yo. Y ahora no te quiere pagar el Gobierno.
Por cierto Basurde. ¿Dónde estuviste tú, durante el bombardeo de Gernika?.
Estaba en Gernika. Mira, ya lo he contado más de cien veces. Estábamos por casualidad por cuatro días de descanso.
La víspera, el domingo, estuvimos bailando en la plaza de Gernika. Cuatro cabos. El “sindicato” de cabos.
¿De forma que se hacía vida normal?.
Si. La vida seguía. La gente quería vivir tranquila. ¿Tú crees que aquellos requetés no eran vascos?. La mayoría lo eran. Y hablaban euskera, y querían a su pueblo, pero estaban enredados y pagamos todos el pato.
Gernika, pues, hacía vida normal. Recuerdo que hasta me hice una camisa de cuadros.
El lunes 26 de abril, día de mercado, Roque Amunarriz, que había sido capitán de nuestra sección y que era amigo mío desde la época de dantzari, nos dice que tenía la impresión de que iban a bombardear Gernika. Total, que hicieron un agujero detrás del cuartel y colocaron una ametralladora, con un trípode y con una especie de nuez para poderla poner en todas las direcciones, y me dije "Tú te vas a poner aquí si pasa algo".
Y así como el día anterior había hecho sol, aquel lunes era uno de nube baja.
Me acuerdo que vino un avión. Dio una vuelta y echó una bomba. Dio otra y echó otra bomba. Tres vueltas me parece que dio, y se fue. Pensamos que ya había pasado todo y nos fuimos corriendo al pueblo por ver si había heridos y vimos uno en el suelo. Joseba Elosegui se detiene para verle y allí que vemos que vienen otra vez los aviones, pero esta vez de nueve en nueve. Salimos corriendo hasta el cuartel, que estaba bastante lejos, y allí nos cascamos cuatro horas, y yo venga a tirar desde el agujero detrás del cuartel. Joseba venía de vez en cuando, marchaba, y volvía. Terrible.
¿Que hicisteis luego?.
Salimos de allí. Fuimos a la ladera del Bizkargi.
¿Conociste a Lauxeta?.
¡Qué le vamos a conocer!. Nosotros éramos unos jóvenes que andaban por allí. Vascos. Pero unos pinchaúvas. Unos afiliados del montón.
Después del bombardeo vino el final ¿no?.
Sí, pero estuvimos cubriendo desde el Bizkargi tratando de recuperar el terreno perdido. Y estuvimos allí, bastante tiempo. En eso llegaron los del "Euzko Indarra" que era un buen batallón, y casi todos eran donostiarras, que habían estado antes en Asturias y fueron los primeros que contraatacaron. Pero fracasó aquel ataque. El comandante, era un tal Azurmendi, que había estado conmigo en la escuela y luego fusilaron. Luego vinieron otros batallones a atacar. Nosotros les apoyábamos con las ametralladoras.
Mira. Una vez, a mi hermano mayor que había estado con tifus en Bilbao, le estuve cuidando un par de días, y gracias a Rezola logramos lo atendieran porque estaba en un batallón comunista y cuando cayó enfermo, en la central comunista no querían saber nada de él. No sabía qué hacer y me acordé de Rezola y lo que habíamos hecho en Villafranca. Él también se acordaba de mí. Se había hecho muy amigo tras aquella experiencia y logré que le ingresaran en una especie de convento donde las monjas, le cuidaron y salió bien.
Pero murió. Estando yo en uno de los ataques con la ametralladora, me viene y le digo:
Vamos a atacar, y mira, me he comprado un reloj, un omega y les vamos a dar duro etc. ¿Pero, sabes lo que me dijo?.
-Me bajarán fiambre. ¡Qué va, hombre, que va!.
Y se marchó. Y le bajaron herido y murió a los días en el hospital.
Basurde. ¡Qué cantidad de experiencias para un chaval como tú, que no había buscado la guerra y a la que ésta arrastraba de un sitio a otro y de un hecho a otro. ¡Vaya diferencia con la juventud actual!.
Pues sí. Y eso marca una vida, pero teníamos un deber y lo cumplíamos. Sin dar muchas vueltas. Éramos abertzales, del partido y punto.
¿Y el cinturón de Hierro?.
Estoy viendo como lo vuelan. Como en televisión. Cuando lo atacaron, con bombas y una humareda infernal. Me enteré que allí le mataron a nuestro comandante Roque Amunarriz.
Estando en la posición, un buen día viene Joseba Elosegui y nos dice que teníamos que retirarnos. Fuimos a Zarátamo, -me acuerdo como si fuera hoy- y como comían las cebollas de las huertas porque no nos venía el intendente. Estando allí, los requetés entraron en Galdácano. Con su bandera. Nosotros desde la trinchera les disparamos. Salieron corriendo de la plaza, con su bandera y su música, pero no pasaron dos minutos sin que empezaran a dispararnos. Con aviación y todo. Y los que salimos corriendo, fuimos nosotros. En una de estas le veo a un chaval nuestro herido, un tal Garaia, de Mondragón, y le agarré en hombros y salí corriendo. Pero lo tuve que dejar allí. Los requetés estaban ya encima.
De allí bajamos a Arrigorriaga. Las balas eran explosivas. Las hojas de los árboles saltaban.
En retirada nos llevaron a una tejería en Santurce y luego a Balmaseda. Unos días de descanso y por las Encartaciones, sin frente hecho, anduvimos dando vueltas. Recuerdo que de una pequeña loma dispararon y nosotros replicamos. Creo que les dimos por churro y dejaron de actuar. Bajamos al pueblo y me enteré como habían matado a mi compañero San Miguel.
¿Llegasteis a Santoña?.
No. Antes estuvimos en Laredo unos días. Nos bañábamos y los chavales nos seguían cuando nos tirábamos al agua en el muelle. De allí nos fuimos a Jigaje que está en Santander. Ya se había deshecho el batallón Saseta y a mí me habían enviado al Batallón Sukarrieta, cuyo capitán era Vicente Eguia, que después estuvo en Barcelona y cuyo entierro religioso, organizado por Irujo, quería mostrar a Europa, que en zona republicana había libertad de cultos y se respetaba la religión.
Pero no acabó todo allí. Nos llevaron a unas minas que hay arriba de Somorrostro, creo que se llama Setares, y estuvimos allí unos días. Una noche estábamos en la chabola y la gente oyó unos ruidos. Yo era para entonces sargento...
Oye, Basurde, eso no lo habías dicho.
Si, si. También estoy haciendo los papeles para que me paguen. Todavía estoy esperando. Yo creo que están esperando que nos muramos todos. Desde hace tres años. Al final tendré que darles dinero...
De allí en retirada, nos fuimos al alto de Guriezo. Nos pegamos una pechada. También estuvimos en Villaverde de Trucíos. Estando en Guriezo nos dijeron que teníamos que cubrir a los que embarcaban en Santoña. Y una noche, nos dicen: retirada. Ahí también les tiramos a los requetés que venían con su bandera y salieron corriendo. Bajamos a Ampuero. Luego a Limpias. Allí estaban los italianos ya. La rendición. Y ante ellos nos rendimos.
Entregamos las armas y andando fuimos a Castro Urdiales. Los italianos nos trataron muy bien. A los oficiales les trataban como oficiales. Nos llevaban a bañar a la playa de Castro Urdiales, por txandas. Los veteranos cogíamos la txanda de la vuelta también. Nos llevaban un camión con pan. Cogíamos los chuscos.
Y después vinieron los españoles.
"Van a andar uds. mal " nos dijeron los italianos.
Los españoles cogieron a nuestros oficiales y se los llevaron a Santoña.
Y cambió todo. Cuando estaban los italianos venían las familias a visitarnos. Habíamos escrito a casa y venían. Estábamos un grupo de donostiarras y las familias venían a visitarnos. Los italianos les dejaban entrar en el cuartel. Y se les caían a algunos las lágrimas al ver los abrazos y las escenas. Pero al llegar los españoles, se acabó el cuento.
A tí Basurde ¿te fueron a visitar?
Sí. Un día vino mi madre, acompañada de mi tía. Con su bandera española puesta en el moño. Era obligación llevarla. Yo le di unos papeles, unos billetes de Euzkadi. Mi madre se acercó a mí y un alférez le mandó hacia atrás.
Se me revuelve la sangre y me dirigí al oficial:
"Oiga usted. Que hace un año que no veo a mi madre y quisiera hablar con ella Al verme, mi madre empezó a decirme unas palabras en euskera, separada por unos diez metros de distancia.
El oficial le gritó
"Oiga usted señora. Haga el favor de hablar en castellano. Ya tiene edad para haberlo aprendido.
Y a callar.
Oye. Te estoy contando una batalla. Y estoy nervioso. Esa Delegación me ha irritado los nervios. De pensar en esa puerta. Estoy aquí y estoy pensando en esa puerta.
Déjate de pensar en eso. Ya se arreglará. Importa tu testimonio. ¿Os quedasteis allí?.
No. Nos separan y cogen a nueve y en tren, en un vagón separados e incomunicados nos llevan a San Pedro de Cardeña. Allí también nos pusieron en un lugar aparte. A la noche había que ir a hacer el saludo a la bandera. Había que salir y estirar el brazo y tenerlo muy tieso y en alto. Una vez, un guardia civil, al que llamábamos Bergarche, porque tenía la berga, siempre lista, le dio a uno una tunda de palos, por no cumplir este requisito. También me acuerdo que una noche nos metieron en una capilla y un oficial nos separó. Luego, otro día, sin más ni más, nos dicen que nos juntemos y a pie fuimos hasta Burgos. De allí a Zaragoza a un pueblo que se llamaba San Juan de Mazarriba donde decían que se imprimían aquellos famosos cuentos Calleja. Y solíamos estar en grupo y como había una piscina de agua sucia, allí nos metíamos. En aquellos tiempos no se hablaba del Sida, ni de esas cosas, ni de otras enfermedades. Y me hicieron jefe de sección. Se formaron los batallones y en camiones nos volvieron a llevar, y en tren a Calatayud. Bajar, comer, y por unos pueblos que ahora no recuerdo llegamos a Molina de Aragón, para estar unos días.
Un día nos sacan y nos llevan a unos pueblos de la provincia de Teruel. Y allí estuvimos. Mira, a mí me quería mucho el capitán.
¿Por qué?.
Hombre, porque era alegre y bromista a pesar de que estábamos haciendo la carretera.
LA FUGA
Recuerdo también que entre los presos había un tal Etxaburu y uno de Sestao que se apellidaba San José. Estos me dicen que teníamos que escaparnos. Porque había también una serie de soldados bilbaínos, que les habían cogido y los habían enrolado y a quienes preguntábamos cosas. Y sobre todo, qué les parecía nuestra posible fuga. Uno de ellos me decía que para qué, si iban a ganar los franquistas. Y no era de ellos, pero veía que Franco iba para adelante.
Pero nosotros seguimos en lo nuestro. Quedé con Etxaburu y, con otro. Etxaburu tenía que ir a por aprovisionamiento a un pueblo y concretamos: a las cinco y media aquí. Era el 23 de noviembre. Y Etxaburu que no llegaba. Era de noche. Estaba yo con otro y otros tres más. Fuimos al río, como si fuéramos a lavar el plato. Echamos el plato y lo que había dentro y a cruzar.
Y mira por donde, las historias quedan. Una vez, pasados los años, el hermano de Balbino Barriola me dijo: "Oye Basurde. Tú pusiste en el plato, antes de echarlo al río: Por aquí pasó Basurde". ¡Para eso estaba yo entonces!.
Bueno, pues nos juntamos ocho. Hasta el cocinero, que se quería dar el bote. Y además iba cargado de chocolate que había sacado. Era un cocinero de la CNT. De Motriko. Y había dos gallegos, marinos, cuyo sentido de la orientación nos salvó.
Y allí fuimos. Con dos cuchillos grandes. El primero y el que cerraba la fila. Y cerraba, con el cuchillo en la mano y callando, callando, pasamos al lado de la chabola de nuestros guardianes. Afortunadamente había un continuo movimiento de malezas, producido por el viento, que apagaba otros ruidos y silenciosamente bajamos hasta un pueblo que estaba entre los dos frentes y del que se decía que iban los de un lado y los de otro: LOS SUBLEVADOS Y LOS REPUBLICANOS. Total, que nos metimos en un agujero. Dentro, nos dijimos: Y ahora ¿qué hacemos?. Porque en una circunstancia como esa, el peligro está en no acertar con el lugar adecuado y vuelves al lugar de donde has escapado. Además si gritas: ¡Viva la República!, te contestan ellos mismos también lo de ¡Viva la República! y te agarran y al paredón.
El caso es que, primero salieron dos, y no supieron decirnos si era correcta la dirección. Salieron otros dos, y lo mismo. Al final nos arriesgamos, salimos y nos fuimos adelantando y ya casi veíamos el frente republicano. Al poco nos rodearon, gritamos de nuevo, las manos en alto y nos salvamos. ¿Tú sabes el descanso que es eso?.
Nos comimos todo el chocolate y fuimos a Montalbán y luego a Belchite a hacer la declaración, de allí a Lérida y luego a Barcelona. Como no tenía la edad de quintas, me dejaron libre, pero había que comer.
EN EL FRENTE DE CATALU N Y A
Fui a la Delegación Vasca a por los tres meses que no había cobrado, me pagaron diez pesetas al día, creo, y con eso anduve, pero había que ir al frente. Había mucho refugiado. Asturias se había perdido y había mucho grupo de un lado a otro. Yo andaba con los donostiarras, con un tal Salvador, en las tascas. Unos me decían que fuera con ellos a Madrid, otros al Alpino, y unos donostiarras me dijeron que fuera a los antiaéreos. Y me fui con ellos, a la defensa antiaérea.
Allí me teníais que ver en la defensa de Barcelona. Alguna vez hasta di la orden, cuando el bombardeo de la ciudad. Había una batería en Montjuich y tiraba. Pero también cayó Barcelona y salimos de retirada. En un aeródromo de Gerona, nos dieron un buen palo y de allí de retirada en retirada, a Francia. El 13 de febrero. Casi los últimos días…
FRANCIA: COMIENZA EL EXILIO
Nos metieron en el campo de Barcarés. Y mira. También en la vida hay que ser vasco. Tuve suerte, porque en la lista después de dormir en la playa, un gendarme, que era vasco, al pasar mi compañero, que se apellidaba Azkue, dentista, preguntó si era vasco. Al decirle que sí, y decir que yo también lo era, nos dio un enchufe para poder dormir en una caseta donde estaba el grupo electrógeno del campamento donde estaban los gendarmes. Comíamos con los gendarmes, traíamos leña, íbamos a la playa.
¿Cómo salisteis?
Yo había escrito a Jesús Luisa, diciéndole como estaba allí y vino a buscarme Bereciartua y me llevaron a Capbreton.
Oye Basurde. Volvamos a Barcelona. ¿Tú ibas a la Delegación Vasca?.
Íbamos mucho a la Delegación Vasca. Allí estaba Juanjo Basterra. También a un hospital vasco, pequeño, donde estaba la hermana de Rezola.
Y ¿una vez en Capbreton?.
En Capbreton bien. Eran del partido. Gente maja. Pero no había un solo refugio en Capbreton. Había varios. Con grupos de dantzaris. Muy bien. Y yo como era irritzilari iba a ir al “Eresoinka”. Pero vino el armisticio, y se acabó. Total, que estando en esta localidad, nos pilló la guerra mundial y pidieron gente para ir de chófer a Pau. Nos presentamos unos cuatro. Uno de ellos mecánico electricista. Y estuve de octubre a agosto. Hasta el armisticio. Y como me dieron un certificado, eso me vale hoy.
Allí me querían mucho. Era alegre, y cantaba y cargaba sacos. Fíjate. En hora y media, sacos de cien kilos te los apilaba. Yo solito. Así estoy, como estoy. Me ponían con una carretilla antigua los sacos en la espalda y corriendo, corriendo, 150 sacos. Pero vino el armisticio y se acabó. No había gasolina, ni nada. Todos a la calle.
Y no sabía qué hacer. Un mes, sin trabajo y sin nada.
Entonces me dijeron que en Toulouse había un campo de trabajadores extranjeros. Cogí mi maleta y me presenté. Fíjate como actuábamos en aquella época. Hacía cosas que hoy costaría hacer. Y nos pusimos a trabajar en lo que llamábamos la pudrería de Toulouse. Era un mal bicho, el jefe, el capitán Tupicnamú como le llamábamos. Es una especie de patata dulzona. Estabas con la atxurra (azada) y allí venía con un silbo a reclamar. A los cinco minutos volvía otra vez. Por eso cuando pidieron voluntarios para hacer con leña, carbón para los gasógenos, para los coches y camiones, allí me presenté.
¿En qué consistía ese trabajo?
Trabajábamos en un pueblo de arriba, donde hacía tal frío que se te helaba el vino en la cantimplora. Vivíamos en una chabola, hacíamos con fuego el carbón, apilando la leña, trabajando en un caserío, donde te daban la comida y alojamiento. Pero también se acabó este trabajo pues vinieron los de un grupo que había formado Petain que se llamaba "Les Chantiers de la Jeuneuse" y nos remplazaron. De nuevo al campo de Mossac, donde solían llegar los alemanes para llevar gente, no a las vendimias, si no a trabajar en lo que se llamó el "Muro del Atlántico", bases submarinas, bunkers etc. Y escribíamos cartas donde decíamos que estábamos bien. Pero no era así. Estábamos mal.
Los alemanes seguían viniendo y llevando gente. Dejaban unos cuantos, entre los que estaba yo, que no quería quedarme con el Tupicnamur, hasta que nos cansamos de la situación y temprano nos fuimos a Toulouse. Nos presentamos a los alemanes. Protestamos del trato de los franceses y les dijimos cómo no nos habían pagado en dos meses. Total, que viene el pagador y dos gendarmes franceses y nos dice: Ah ¿Vais a trabajar con los boches?. ¿Pues qué creéis -les decimos- que vamos a trabajar con vosotros que nos explotáis?.
Y así nos llevaron a La Pallice, a la base submarina. Trabajábamos por turnos. Doce horas. Seguidas. O de día o de noche. Cuando había el turno de la noche tenías un día de descanso. Cada quince días. Pero con los alemanes podías trabajar. En poner el encofrado y limpiar maderas, pasabas el día. Traían marmitas con té, y con el pan de la cantina tomabas el amaiketako. Y los alemanes no te decían nada. Ahora bien, si te veía sin hacer nada, te pegaba una patada en el ipurdi. ¡Qué batallas!. Como cuando íbamos al retrete. Eso también es para contar. Era una chabola, con un tablón redondo, y allí la gente sentada durmiendo. Entró un alemán y los sacó a patadas. Fui yo y me preguntó: ¿Vienes de verdad?.
Pero no nos podemos quejar del trato alemán de los primeros momentos. Incluso obreros alemanes nos decían que durmiéramos y cuando venía algún jefe, nos despertaba.
Y ¿cómo os entendíais?.
Medio francés, medio castellano. Siempre hay cuatro palabras con las que te entiendes y te haces entender.
Después de allí, con Joseba Elosegui que estaba en Tarbes trabajando en el Arsenal y que una vez vino a visitarme cuando estaba en Pau, fuimos a la abadía benedictina de Belloc. Por allí habían pasado muchos jóvenes nacionalistas. Allí estaban varios. Uno de ellos Jokin Zubiria, Joseba Elosegui, Korta, León Barrenetxea (Leobar) que era periodista y varios más. Pero llegar hasta allí, fue toda una aventura. Date cuenta que estábamos en plena guerra mundial y Francia estaba ocupada y dividida.
Me habían dicho que de La Pallice encontraría trabajo en Burdeos, porque había un capellán del “Hogar de los Marineros” iba mucho a Belloc a hacer sus ejercicios espirituales y llegó a conocer a estos. Y ahí me ves. Cojo la maleta y le digo a un amigo, dos o tres días antes, que me la facturara a Urc, cerca de Belloc; y, un día salgo de allí sin nada, con las manos en los bolsillos, cojo el tren en La Rochelle, pero la estación estaba llena de guardias. Y le veo a una mujer cargada. Le cuido la maleta tranquilamente y entro con ella como si fuera de su familia. La buena señora estaba encantada de mi cortesía y yo, pincho, pincho, en el tren a Burdeos. Los guardias no me dijeron nada; me metí en una tasca, comí el bocadillo que llevaba y a la tarde cogí el tren hasta Bayona. Voy a bajar del tren y la estación estaba llena de guardias. Y los peores eran los gendarmes franceses. Total que seguí hasta Biarritz. Fin del trayecto. Llego y veo dos gendarmes franceses en la puerta. Voy al retrete, salto la tapia, y me voy a pie hasta Biarritz, detrás de la Negresse. Pero ahí no para todo. Cojo el tranvía a Bayona y llegué a eso de las nueve de la noche, me meto en una tasca llena de alemanes, todos mirándome, porque debía tener una cara terrible, y allí recurro a la dirección de una prima de mi madre en la rue des Toneliers. Me presenté a esas horas en su casa, me identifiqué y me dejó pasar allí la noche. Buena gente, menos mal.
Oye. Contándote, esto me doy cuenta que esas cosas no haría yo ahora. Y entonces las hacía con naturalidad y salían bien.
Total que en un autobús, de esos que tenían escaleras detrás y que estaba lleno de gente, arranca, echo a correr y me subo por las escaleras y me pongo encima. De esa forma llegué a Belloc. Me bajé allí, me estaban esperando y estuve unos tres meses.
Hacíamos de todo. Recuerdo que sulfataba las viñas y con Joseba Elosegui robaba las guindas y el cura en la Misa, cuando predicaba, aludía al hecho, y nosotros mirando al techo. Pero a pesar de todo, querían que me quedara, porque trabajaba como un negro. ¡Algunas viñas he sulfatado!. Y con la azada...
Basurde ¿cómo conectas con la resistencia?.
Yo creo que esto era hacia finales de 1941. De Belloc fui a Burdeos nuevamente, fíjate como nos movíamos, sueltos, desperdigados, pero en Burdeos estaba en el “Hogar del Marinero”, como un hombre de mantenimiento. Poner un estante, arreglar una puerta, limpiar los platos. Yo estaba bien. La gente me quería y un día, al salir del portal se me acerca un tal Jokin Pujana, bilbaíno, cojo, y me dice que pedían voluntarios para el trabajo de información. Se conoce que Joseba había dado mi nombre, y me pusieron en contacto con Julián Mateos. Me dijo a grandes rasgos cómo había que trabajar por la causa y esas cuestiones; le dije que sí y con él fuimos a Dax. En Dax estaba Pepe Mitxelena, que era el jefe. Y nos lo dijo muy claro. Era entrega, riesgo y no echarse para atrás. Dijimos que sí y de esta forma hicimos nuestra red en Burdeos.
¿Conocías a Pepe Mitxelena?.
No. Luego supe que había estado en Villa Endara, la sede del PNV y que estaba en relación con los servicios franceses. Él en ese momento vivía en Dax, con toda su familia, en un caserío donde se llevaban todos los papeles que se preparaban en Burdeos. Los de otras partes no sé dónde irían, pero nosotros reportábamos a Dax. Y además nos gustaba ir a aquel caserío, porque en Burdeos comíamos mal y cuando nos tocaba el turno e íbamos, nos daban una buena alubiada.
Y ese trabajo de información hasta que acaba la guerra ¿estaba relacionado el pase de frontera?.
No. Esa era otra red. La nuestra era información. Todo lo que veíamos que podía ser de interés. Cualquier sospecha. Mira, me felicitaron por aquel trabajo. Era un trabajo interesante. Yo tenía una bicicleta que me la robaron en una tasca. Me agencié otra que luego, con la liberación, me la quitaron los alemanes que iban de retirada. Pasé un puente, y al final me esperaban una serie de alemanes desesperados. Pensé, a medida que atravesaba el puente de piedra, tirarla al río, pero igual allí mismo me hubieran liquidado. De forma que quité las bolsas que llevaba y se la entregué. Ya sabes. Cualquier medio de locomoción en aquellas circunstancias, valía oro. Hasta en cochecitos de niños llevaban cosas.
¿No tuviste problemas con los alemanes?.
Menores. Una vez estábamos esperando el tranvía en la plaza de la Victoria, y siempre se llenaba. En una de estas, arranca el tranvía y me agarro a él y siento por detrás que me agarran del cuello y me echan fuera. Era un soldado alemán de la parada.
Volvamos a la información. ¿Como la recogíais?.
Anotábamos si había movimiento de tropas, de pertrechos; y yo como trabajaba en la base de submarinos, allí tomaba hasta medidas del techo, cuando estaban haciendo una especie de túnel; las medidas, todos los datos, tropas.
Una vez me dijeron que había una base de tanques en tal sitio. Y allí me fui con la bicicleta. Le quité la cadena a la bici, como si se me hubiera salido y allí los vi. Y de pronto: Pfuafff!. Eran dos alemanes que me salen como de debajo de tierra, de mis pies. Estaban escondidos entre ramajes.
Cuando les veo, pienso: Me he caído con todo el equipo. Yo iba en plan de trabajo, pantalón azul, para disimular que estaba trabajando. Se me acercan y ¿sabes lo que me piden?. Pues fuego para el cigarrillo. Les di, y salí disparado hacia Burdeos. Pero pasé la información de que allí había tanques.
¿Y tú sabías que era la red "Guernica" para quien trabajabas?.
Sí, claro. Teníamos hasta nuestro nombre de guerra. El mío era "Txindoki", porque yo era montañero y este fue el último monte al que subí antes de la guerra.
PUDO ENTRAR EL PRIMERO EN BURDEOS.
Cuando los aliados desembarcaron en Normandía, el 21 de junio, el llamado "el día más largo", avanzaron rápidamente. Bajaron hasta Nantes y en uno de sus proyectos tenían la intención de bajar hasta Burdeos directamente. Ya sabes que barajaron muchas posibilidades, y ésta era una de ellas. Si la hubieran llevado a cabo, siguiendo hasta Hendaya, yo estaba de acuerdo con ellos y otros para parar a un jeep con un agente de información, y darle una contraseña y entrar en Burdeos. Pero en lugar de ir hacia el sur, fueron al este.
¿Y donde se encuadra el batallón "Gernika" de la Brigada Vasca que luchó en Burdeos?.
Eso fue al final de la guerra combatiendo una bolsa de alemanes que había quedado en el Point de Grave. Ese batallón se formó tras un llamamiento de Leizaola y lo organizó Eliodoro de La Torre. Y mira, en ese batallón había de todo: nacionalistas, socialistas, republicanos. Yo me encargaba de coger a chicos jóvenes que escapaban de la Euzkadi ocupada y les llevaba a Burdeos a enrolarse.
¿Qué papel jugó Pepe Mitxelena en todo esto?.
Total. Trabajaba directamente con Eliodoro de la Torre. Yo me enrolé también en Brigada, de los primeros, y además con el cargo de teniente porque hacía el servicio de la valija París-Endaia y Endaia-París, viaje que realizaba todas las semanas y que comprendía documentación estrictamente confidencial.
El viaje lo hacía vía Toulouse y Orleans y con el papel del cargo, las autoridades me dejaban pasar sin impedimentos.
Pero en esta época, los vascos estábamos muy organizados y funcionaban muchas cosas. Concretamente cerca de París, los norteamericanos e ingleses formaban otras brigadas vascas que luego desgraciadamente no actuaron. Pero allí estuvieron desde D. Iñaki Azpiazu, Primi Abad, Beldarrain, Zubi, etc
¿Cómo era Pepe Mitxelena?. ¿Tenía un carácter duro?.
No. Era muy callado, muy serio, muy reservado. Siempre concentrado.
Ten en cuenta que tenía que aguantar mucho, disgustos, comentarios de uno y otro.
Y al final de la guerra, los norteamericanos os condecoran.
Sí, pero Juan de Ajuriaguerra nos dijo que no aceptáramos. Bueno Basurde, se acabó la cinta. Tienes todavía mucho que contarnos. Volveremos
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