Pudo haber sido una estrella de la música. Sin embargo, el barítono donostiarra Julián Sansinenea vio cómo la Guerra Civil le llevó a otros frentes. Los de la defensa de Madrid, en los que también demostró su valía.
GRUPO DE MILICIANOS VASCOS, EN EL FRENTE DE NAVALCARNEO A FINALES DE OCTUBRE DE 1936
Eran las 10.30 de la noche del viernes 13 de mayo de 1932. El barítono donostiarra Julián Sansinenea salía al escenario del Teatro Rialto, en plena Gran Vía de Madrid, para interpretar el papel protagonista de la opereta Katiuska, del maestro Sorozabal, junto a la soprano Conchita Panadés. Debía sustituir al divo Marcos Redondo y para colmo estaba enfermo de apendicitis, pero de su actuación dependía su salto a la escena de la capital. Era, nada menos que, el momento clave de su carrera. Sansinenea demostró lo que valía, y sobreponiéndose al dolor dio una actuación espectacular que se ganó el aprecio de la crítica. Frases como "de espléndidas cuerdas vocales y de una depuradísima escuela de canto", "artista de cualidades magníficas" o "de bella y extensa voz, manejada con singular soltura" acompañaron su nombre en los periódicos.