En junio de 2000 aparecía una esquela en este periódico. Estaba dedicada a Juantxo Aguirre y quizás a muchos les pasó desapercibida. Pero no a mí, ni a quienes le conocimos y quisimos, porque todo en él era oro molido.
Conocí a Juan Aguirre por el año 37. Tenía 13 años, como yo, y vivía en la panadería de Leturia, parientes de su madre. Seguramente en Bergara se acordarán de estos datos Patxi Azkargorta, Antonio Iñarra, Unamuno el pelotaria, apodado «Pitoito».
En 1947 tuvimos el triste privilegio de inaugurar la cárcel de Martutene. Antes habíamos estado en la de Ondarreta y allí nos hicimos buenos amigos. Recuerdo que cuando Juantxu fue detenido en Elizondo pesaba 70 kilos y cuando le trajeron a Ondarreta pesaba 48. Había pasado por la checa franquista de Irún, que era la más dura. Había otras dos en éste estilo: la de Oviedo, la de Seguridad Nacional de Madrid y la de Irún.
También hay que recordar que a Juantxo lo detuvieron en el año 46 porque estando cumpliendo el servicio militar, le hicieron una ficha en la que se decía que era espía.
En la cárcel de Martutene se produjo una fuga sonada. La promovió Juantxo Aguirre y se iba a fugar pero se enteró su novia Gregori a través de su madre y le dijo que si se iba se olvidara de ella. Y no lo hizo. Sí lo hicieron varios comunistas como Celestino Uriarte al que le acusaban del asesinato de Marcelino Oreja el año 34 en Mondragón, siendo por aquel entonces socialista, aunque, quizás porque éstos le abandonaron se hizo en la guerra comunista, lo mismo que Arinas y Urrutia, también fugados.
Cuando Juantxo salió de la cárcel se comprometió intensamente con la Resistencia de manera total. Llegó a ser ayudante y hombre de extrema confianza de Luki Artetxe, el Burukide del BBB y mano derecha de Juan Ajuriaguerra, asistiendo a reuniones con estos y Pablo Beldarrain y otros dirigentes. Fue él quien llevó las hojas del Árbol de Gernika y la tierra que se arrojó en la tumba del primer Lehendakari, José Antonio de Aguirre, cuando éste murió en 1960.
Cuando llegué a San Juan de Luz me puse a las órdenes de Joseba Rezola y a las mías, cuando se enteró que volvía de Venezuela, se puso Juantxo Aguirre. Aseguró que hizo trabajos que si le hubiera atrapado la policía española hubiera perdido la hacienda y quizás la vida. Se podría escribir una novela con la vida de Juantxo. Cándido me dijo que me encargara de decir que cuando falleciese se dijera de Juantxo que fue uno de los mejores hombres de la Resistencia Vasca. A mí se me ha muerto un amigo del alma y a Euzkadi el mejor de sus servidores. Ha muerto un patriota de verdad: Juantxo Aguirre G.B.
JOKIN INZA
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