Muchas veces hemos dicho que Iparralde es la parte más olvidada de Euskal Herria. La vinculación cultural, histórica, sociológica e incluso política es evidente, con los matices que le da la organización económica y su pertenencia al Estado francés. Pero, en definitiva, parte indivisible de la Comunidad vasca. En 1960, se comienza a publicar la revista «Enbata» (El viento que sigue a la tempestad) por un grupo de jóvenes abertzales de distinta procedencia, pero con una tradición de lucha que viene desde los años anteriores a la II guerra mundial. El precedente de «Enbata» es, sin lugar a dudas, «Aintzina». Tiempos difíciles (XIV).
La génesis, el desarrollo e incluso las contradicciones de «Aintzina» siguen siendo una casi-incógnita, sobre lo que se precisa un estudio serio y profundo. A nosotros, nos da la impresión que los estudiosos de Iparralde no tienen demasiado interés o demasiada prisa en entrar en el tema Desde nuestro punto de vista, «Aintzina» reúne todas las contradicciones de la sociedad vasca-continental de su época, estructuras que, incluso, se mantienen —en algunos casos hasta nuestros días—. Sin embargo, «Aintzina» es el precedente inmediato, no sólo de Enbata, sino de todo el movimiento abertzale en Euzkadi continental.
Desde mucho antes del comienzo de la II guerra mundial, las ideas de Sabino Arana habían llegado a Ipar Euskal Herria, pero como se señala en la «Historia de Euskal Herria», «fuera más en el plano filológico que en el político. Evidentemente, la euskerología había puesto en contacto a estudiosos de uno y otro lado de la frontera franco-española y había hecho nacer, entre ellos, sólidas amistades originadas en los congresos de Euskaltzaleen Biltzarra, de modo y manera que una parte importante de la opinión pública del País Vasco del norte tenía ya el germen de su sentido nacionalista, mucho más extendido del que los propios resultados electorales daban a entender en el curso de esta década».
Laffitte, el impulsor
En torno al canónigo Pierre Laffitte «Uricarret», nace la revista «Aintzina». En un período relativamente corto en el tiempo, Laffitte será director de «Herria», codirector de «Gure Herria», miembro de Euskal-tzaindia (Academia de la Lengua Vasca), autor en colaboración con Aranat del «Diccionario Vasco-Francés», de Lhande y con Tournier del «Léxico Vasco-Francés», así como una «Gramática Vasca». Para aquel joven Laffitte, la dedicación a la vascología era estéril si no iba seguida de una toma de conciencia política.
En 1933, Laffitte publica un artículo titulado «Eskual Herriaren Alde», breve comentario «sobre el programa eskual-herrista para uso de los militantes», programa que sería impreso por «Aintzina» en octubre de 1934.
Como se dice en la «Historia de Euskal Herria», «Aintzina» fue una publicación puesta en entredicho por nacionalistas de nuevo cuño debido a la mezcolanza ideológica (el subrayado es nuestro) en ella sostenida, en la que —como es en cierto modo lógico, al tener su origen en los medios clericales de aquel entonces— convergían planteamientos de «Action Francaise», de la joven democracia cristiana (que funcionaba aún a nivel de sacristía), de «Ordre Nouveau», o de «Esprit», y también del «Hogar de Estudios Federalistas», y todo ello bajo un recubrimiento amablemente regionalista, pero en el que aparecen ya todas las componentes ideológicas del nacionalismo vasco en Euzkadi Norte.
«Aintzina» había adoptado el lema «Jainko eta Lege Zaharrak», así como la ikurriña, en su programa mínimo, pide la creación de un departamento administrativo vasco. «Aintzina» no estaría bien visto ni por la jerarquía católica ni por Ybarne-garay, que quería el monopolio del derechismo en Iparralde.
Para Eugene Goienetche, «la etiqueta regionalista nos era muy necesaria, ya que había una gran presión legal y moral contra todo nacionalismo en oposición al francés. Éramos un grupito en torno al padre Laffitte y empezamos a repartir periódicos de casa en casa. (...) Aquí, los planteamientos demócrata-cristianos olían a revolución, en un contexto netamente derechista. Jean Ibarnegaray, líder francés de esta línea conservadora, llegó a calificar al padre Laffitte de “pez rojo en la pila del agua bendita'.
Se llamaban 'cristianos perversos' a los refugiados que venían huyendo de la guerra desde Euzkadi Sur. Era una verdadera tiranía moral y tengo que decir que buena parte del clero, no todos evidentemente, recibió mal a los refugiados, por aquello de que eran demócrata-cristianos».
La ultra-derecha en Iparralde
La crisis económica de 1931 coincide, poco más o menos, con la llegada de Hitler al poder en Alemania. Este último hecho divide a los franceses en dos vascos irreconciliables: la izquierda, radicalmente opuesta a cualquier fórmula de nazi-fascismo; mientras que la derecha, apoyada por los grandes industriales, buscaba un remedio francés a Hitler o Mussolini.
Entre los grupos ultraderechistas destacan «L'Action Française» o la «Croix-de-Feu», formados por ex combatientes. Este último estaba dirigido por el coronel De la Rocque, quien decidió la creación de sus propias «escuadras» de «Volontaires Nationaux», al modo de las «SS» nazis. La «Croix-de-Feu» tendría gran cantidad de adeptos en Iparralde gracias a la influencia ejercida por Ybarnegaray «quien hacía siempre en su actividad política una extraña mezcolanza de fanatismo francés y nacionalismo vasco de difícil comprensión en apariencia, si no conociéramos ya el extraño proceso seguido en su devenir por este sentimiento subjetivo de propia identidad que ha mantenido en el pueblo vasco conciencia de sí mismo».
En plena crisis económica, a finales de 1933, estalla el «affaire» Stavisky que se descubre en Baiona y en el que está implicado el alcalde Garat, diputado radical-socialista, de los pocos que la izquierda pudo conseguir en Ipar Euzkadi.
Ante las elecciones francesas de abril y mayo de 1936, la derecha en Iparralde se moviliza ante la previsible victoria del Frente Popular. «Antes Hitler que Blun», decían algunas consignas. «Aintzina» también comparte ese temor al Frente Popular, a juzgar por el contenido de algunos artículos aparecidos en su revista en 1936. Se propone votar a Jean Ybarnegaray en Naffarro Behera y Zuberoa. En las dos circunscripciones de Laburdi proponen a los también derechistas Rene Delzangles y Bernard de Coral. Para «Aintzina», «el Frente Popular sería una catástrofe para Francia y también para el país vasco. Hay que cerrarle el camino a cualquier precio, haciendo callar por el momento preferencias tal vez muy legítimas pero inoportunas».
El comienzo de la guerra civil en la Península supone un revulsivo, una crisis de identidad y una sorpresa en Iparralde. Los derechistas vasco-continentales de alguna forma «vasquistas», caso de Ibarnegaray, no entenderían la fidelidad guardada por el PNV al Gobierno legítimo efe la República española. Los seguidores de «Ybar» no dudarían en calificar a los vascos del sur como «cristianos pervertidos».
En 1937 «Aintzina» publica una carta abierta al gobernador de Guipúzcoa, Alfonso Valverde, ante las disposiciones tomadas por los franquistas sobre el uso del euskera: «En todo caso, los vascos de Francia, que no escatiman sus simpatías (y más que sus simpatías) al régimen de Franco, no pueden admitir de ninguna forma que se decrete en ninguna sitio la muerte de la lengua vasca».
El programa político
«Aintzina» está lleno de contradicciones. Tras unas elecciones, publicaba un artículo en el que, entre otras cosas, decía: «San Juan de Luz acaba de elegir un nuevo diputado, De Coral, alcalde de Urruña; a pesar de ser francés, en la reunión de Baiona le dimos nuestro acuerdo pues hará guardar la unidad de las fuerzas de derecha. Pero es terrible que siempre tengamos que estar bajo la denominación extranjera. ¿Es que no hay nadie en Hasparren o en la costa vasca que pueda ser diputado?»
Prácticamente con «Aintzina» nace su programa político, que, como hemos señalado, sería ampliado por un comentario de Laffitte «para militantes», «Eskual Herriaren alde», publicado en euskera y en francés, más tarde en forma de folleto. El papel del partido eskualerrista «debe hacer tomar al pueblo conciencia de sí mismo; organizar una acción regionalista, despertar las energías y agruparlas para defensa de nuestro país; restaurar la lengua y las tradiciones en un sentido regionalista». Fundamentalmente, el programa tiene los siguientes contenidos: descentralización, libertad religiosa, restauración de las Lege zaharrak, feminismo, antiestatalismo... y, sobre todo, la descentralización administrativa.
Sin embargo, como señala Jokin Apalategi, «es bastante difícil de saber hasta qué punto la organización 'Aintzina' era una organización política, pues se limitaba a la publicación de una revista. Es cierto que muchos militantes de 'Aintzina' han llegado a jugar un papel político (este es el caso de Michel Inchauspe, que en su época era considerado como nacionalista), pero jamás se presentaban, en tanto que 'Aintzina', y si analizamos su programa, podemos constatar que, sobre todo, era una organización cultural”.
Por: Koldo San Sebastián
(Suplemento Deia, 13 de Febrero de 1983)
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