Hará ya veinte años que Pantaleón Ramírez de Olano me decía un día en Biarritz: "la boina nos ha hecho más daño que todos los maquetos juntos". Nunca dudé de que Pantaleón, ejemplar patriota y hombre de honestidad intelectual rígida, tenía sus razones para decirme aquello, pero nunca las supe. No hizo falta. Levanté la cabeza, miré la de mi paisano y vi que se ponía la boina muy mal. Ya era una explicación.
Traigo esto a cuento porque acabo de leer en un periódico de París que se va a formar consejo de disciplina a unos maestros suecos porque llevan boina. El ministerio de la Educación nacional de Suecia y los suecos tienen fama de ser de los mejores educados de este mundo— estima que el uso de la boina es una falta de respeto hacia los alumnos. No es eso todo: hace unas semanas se ha suscitado un pleito vestimentario en el ejército inglés a propósito de la supresión del "kilt" escocés. Coincidiendo con ese pleito ha surgido una protesta de alguien a quien no le gusta que los paracaidistas británicos, como los franceses y otros, usen boina. Un jefe militar, que debe de ser muy entendido, ha dicho que el gorro de esos bizarros guerreros nada tiene que ver con la boina vasca. Mala noticia para los que se vanagloriaban de que el Mariscal Montgomerv pasease la boina cubriendo su prestigio por el mundo. No tan mala para los que modestamente rehusamos la confusión con los "duros" de cualquier ejército. Aún hay más en tiempo de !a guerra mundial, un "gauleiter" de Alsacia prohibió el uso de la boina a la que definía como "gorro que ensombrece las ideas", lo cual se traduce en alemán en una sola palabrota que tengo copiada por algún lado yque creo comentó Manuel de Irujo en alguna ocasión. Irujo lo hacía por germanofobia, pero sus amigos los ingleses no nos han resultado mejores en este y en otros temas.
La boina se lleva mucho en Francia. Obreros, menestrales, antiguos combatientes y curas la usan diariamente. La teja eclesiástica va desapareciendo a beneficio de la txapela. Lo mismo debía ocurrir al otro lado del Bidasoa ya que hace unos meses los obispos españoles prohibieron el uso de la boina a los sacerdotes. También les prohibieron al mismo tiempo andar en motocicleta acompañados, pero esta es otra cuestión. Yo, en general, prefiero al cura francés con boina que al español con teja y manteo y estimo que en la corriente de identificación del clero con el pueblo sería más natural que el cura vasco usase nuestra prenda "nacional" que no ese sombrero inverosímil y anacrónico que en España evita a los sacerdotes el sol y la lluvia y que siendo negro de nuevo tira hacia el verde al cabo del tiempo. También soldados franceses, además de los paracaidistas, llevan boina. Los cazadores, por ejemplo, pero es una boina de vuelos enormes que se deslizan por el cogote hasta los hombros. La del ex-combatiente, en cambio, es pequeña y casi ceñida al cráneo. También era así la que sirvió de símbolo a los "croix de feu" y a otras organizaciones de tinte fascista.
En Vitoria, de chicos, a los que no sabían llevar bien la boina, les decimos que se la ponían como los burgaleses. En cambio, los mocitos de las dos Riojas se la colocaban con gracia un poco gitana haciendo asomar por delante los pelos del flequillo, los suletinos, que tienen mucho de riojanos en el atuendo, también la usan así. Los caseros quipuzcoanos suelen llevarla haciendo con ella una especie de pico por delante. Jesús de Leizaola, que es guipuzcoano auténtico, se la pone tan mal como el riojano-alavés Ramírez de Olano. Por eso no la lleva casi nunca. El llorado Doroteo Ziaurritz se la plantaba de un manotazo y siempre le caía bien. En Gazteiz teníamos un compatriota que fué autoridad en el P.N.V. que se ponía la txapela con el mismo exquisito cuidado con que llevaba el libro contable del banco donde trabajaba. Y no tenía ningún apellido vasco. Hay que ver a Manuel Irujo cuando va con aire jaque y la txapela bien puesta, desafiando al mundo, por estos bulevares. Por ellos mismos la llevo yo con modestia alavesa, entre Felipe Urcola y Agustín Alberro, que son de los que se la colocan bien, con coquetería donostiarra.
El mejor elogio de la boina que he oído fué el que hizo Jose María Pemán en unos Juegos florales celebrados en mi pueblo. Un canto de andaluz poeta, saludando con elegancia y el sombrero ancho en la mano al "sombrero sin alas" que es nuestra txapela vasca. Lo hubiera querido tener ahora a mano para copiarlo porque estoy seguro de que lo hubieran aplaudido los bizkaitarras más estrictos y mejor tocados con la prenda en cuestión.
Podría seguir escribiendo sobre la boina. Tengo otros datos y otros recuerdos. Tal vez sirvan algún día para hacer un ensayo en serio y en broma sobre una característica nuestra extendida y adoptada por los demás.
Por: F. Javier de Landaburu
Eusko Gaztedi, Enero-Febrero de 1958
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