Tener que recordar en 1976 aquel nacimiento de Euzko Gaztedi de Caracas en 1948 es para mí como un llamado a fiesta de pueblo con sonar de campanas, con disparos de cohetes, pero también con la consiguiente pena de la celebración que muere en el atardecer y nos lleva a la noche del rememorar triste mezclado con la dulce esperanza del amanecer venidero.
Yo me veo subiendo de la calle donde vivía, Ibarras a Maturín, hacia Altagracia, dejando atrás el entonces hermoso Club Venezuela y, luego, el más modesto Club Central, es la esquina de Salas, hasta llegar al viejo Centro de Truco a Balconcito, en una casa colonial, modesta aunque espaciosa. En la misma calle, frente al portal, se aparcaban media docena de carros que frecuentaban el Centro. El noventa por ciento de los socios andábamos a pie, en tranvía o en autobús. Los jóvenes de la época no pasábamos de una cuarentena, siendo mayor el número de varones que de hembras. Los varones trabajábamos todos para ayudar económicamente a nuestras familias. En la barra del Centro un cuba libre costaba real y medio y un sandwichito medio. El pasaje de autobús una locha, pero era más difícil que hoy el logro de resultados económicos brillantes.
Los jóvenes frecuentábamos mucho el Centro aun cuando no reunía grandes comodidades el edificio. Tampoco facilitaban los mayores un proceso de integración y de diversión de la juventud de Centro. A pesar de las fuertes discusiones y presiones se creó Euzko Gaztedi de Caracas, organización mixta que tuvo un duro nacimiento, pero un porvenir brillante. Excursiones, deportes, fiestas folklóricas y amenas, actos culturales, publicaciones, son la tónica constante de Euzko Gaztedi de Caracas en este cuarto de siglo largo. Hace unos días un joven dirigente político vasco, recién llegado de Euzkadi, declaraba conocer desde sus años de niño al Centro Vasco de Caracas por su fama de Centro Vasco activista por excelencia. Cuanta participación no ha tenido Euzko Gaztedi en esta fama del Centro Vasco.
Hace veinte años el entusiasmo de pertenecer a Euzko Gaztedi era tal que se discutía en Asamblea la edad límite de pertenencia a la entidad y se lograba un tope de cuarenta años. Hoy suena raro pretender ser de Euzko Gaztedi con casi cuarenta años. Sin embargo, yo recuerdo haber votado en Euzko Gaztedi con casi cuarenta años. Fue una época de interesante e interna controversia política.
A los veintiocho años de la fundación de Euzko Gaztedi, miembros de su Junta Directiva elegidos en la última Asamblea me han pedido varias colaboraciones de carácter informativo, cultural y político. Me place y saboreo el dulce recordar al ver que casi un tercio de siglo no ha sido capaz de matar una semilla que los vascos debemos hacer germinar una y otra vez hasta que Euzkadi sea libre: la semilla de la esperanza obstinada. El siglo pasado el bardo Iparragirre regresó desde la Argentina a Euskalerria tras largos años de exilio. En su tierra madre cantó sus hermosas canciones, hoy todavía inolvidables, pero no lo dejaron vivir en paz porque representaba el espíritu nacional, la rebeldía por la libertad y regresó triste, sin duda, a la Argentina, donde lo acogieron los que mantienen su juventud vasca a pesar del tiempo y de los años. Hoy todavía Euzko Gaztedi de Caracas sigue brillando como un faro, envía a sus hijos hacia Euzkadi para el relevo. Seguimos como hace un siglo con Iparragirre y como hace cinco siglos con Francisco Xabier, que tuvo que exilarse a París, mientras sus hermanos sucumbían defendiendo a Nabarra en Amayur y en Ondarrabia (Fuenterrabia) frente al imperialismo español.
XABIER LEIZAOLA
(Euzko Gaztedi, 28 Aniversario 1948-1976)
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