La juventud no es una época de la vida, sino más bien un estado de espíritu, un efecto de la voluntad, una cualidad de la imaginación, una intensidad emotiva, una victoria del valor sobre la timidez, del deseo de aventura sobre el amor a la comodidad.
Uno no se hace viejo por haber vivido un cierto número de años; se vuelve viejo porque se ha desertado del ideal. Los años arrugan la piel; renunciar al ideal arruga el alma. Las preocupaciones, las dudas, los temores y las angustias son los enemigos que lentamente nos hacen inclinar hacia la tierra y volvernos polvo antes de morir.
Joven es el que es capaz de asombrarse y maravillarse, el que como el niño insaciable pregunta siempre: ¿y después . . . ?; el que desafía los acontecimientos y encuentra alegría en el juego de la vida.
Serás tan joven como tu fe, serás tan viejo como tu duda. Tan joven como tu confianza en ti mismo. Tan joven como tu esperanza. Tan viejo como tu abatimiento.
Permanecerás joven mientras permanezcas sensible. Sensible a lo que es bello, bueno y grande. Sensible a los mensajes de la naturaleza, del hombre y del infinito.
Si un día tu corazón llegare a ser mordido por el pesimismo y roído por el cinismo, que Dios tenga piedad de tu alma de anciano.
Por: Samuel Ulmann
(Euzko Gaztedi, 28 Aniversario 1948-1976)
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