Un 30 de mayo de 1960, los obispos de Vitoria, San Sebastián, Bilbao y Pamplona, recibían un escrito firmado por trescientos treinta y nueve curas de dichas diócesis vascas. En este documento, que otros muchos quisieron pero no pudieron firmar por falta de tiempo, se recogía la doctrina de la Iglesia respecto a los derechos de la persona humana y de los pueblos, criticándose la injusticia permanente en que vivía el Estado español bajo el régimen de Franco, a la vez que se denunciaba la sistemática persecución de las características étnicas, culturales y sociales del País Vasco. Serafín Esnaola, autor de la serie de artículos que hoy iniciamos, fue uno de esos 339 curas que firmaron el polémico documento.
Fue un acontecimiento que podemos calificarlo de histórico: Trescientos treinta y nueve sacerdotes de las diócesis vascas de Araba, Naparroa, Bizkaia y Gipuzkoa hicieron entrega de un documento escrito a sus respectivos obispos, el día 30 de mayo de 1960.
Es una defensa de los derechos naturales de las personas y de los pueblos y, a la vez, una fuerte denuncia de su sistemática violación por el régimen de Franco.
Es necesario tener en cuenta las singularidades del Estado español y las difíciles circunstancias que atraviesan los ciudadanos, para percatarse de las dificultades que tuvimos que superar los 339 para llevar a buen término la operación.
Un Estado totalitario con todos los recursos del poder en manos del dictador.
Se detiene por la más leve sospecha de haber cometido un delito contra el régimen o por expresar ideas no coincidentes con el pensamiento político impuesto por el Estado.
Una vez detenido, el supuesto trasgresor de la ley es retenido en comisaría o en la cárcel durante meses e incluso años, «sine die» para ser conducido finalmente ante un «Tribunal Especial», que le juzgará sin garantías de juicio imparcial, por no existir un «ordenamiento jurídico», bajo la gravísima acusación de «rebelión contra el Estado”.
Estas dificultades se ven acrecentadas en Euzkadi, porque el delito de que es acusado principalmente el pueblo vasco es el de atentar contra la Unidad Sagrada de España, máximo delito en el Estado español.
Gipuzkoa y Bizkaia viven, por otra parte, en «régimen de castigo, por no haberse adherido, el año 36, al Movimiento Nacional.
En estas circunstancias, que al hombre de hoy le cuesta comprender, ¿cómo llevar a buen término una operación, que exige la coordinación del esfuerzo de 339 personas?
Tenemos, además, la convicción de que la ejecución de nuestra acción nos va a llevar, a los 339, a un enfrentamiento duro con nuestra jerarquía.
La Jerarquía española, adicta al régimen desde la iniciación del movimiento, el año 1936, y los obispos, nombrados por presentación de Franco y fieles servidores del Estado y su jefe, iban a ser instrumento seguro en la represión.
Nada de esto impidió el que tomáramos la decisión de llevar a cabo la operación.
No teníamos opción en la elección del procedimiento. Se nos imponía la clandestinidad como único recurso, y en cuya utilización teníamos, además, suficiente experiencia por nuestra actividad durante muchos años y pusimos en marcha la acción.
Se celebran reuniones; se estudia con minuciosidad cada uno de los puntos del escrito; se informa adecuadamente a cada uno de los posibles firmantes, que a la vez tienen que ser hombres que ofrezcan seguridad para evitar cualquier indiscreción qué ponga en peligro la operación y, por fin, queda concluida la redacción del escrito.
Se procede a la recogida de firmas, en cuartilla individual, y cuando ya al llegar al número 339, consideramos concluida la recogida de firmas, entregamos a cada firmante la copia y una lista de todas las firmas.
Por fin, lo más rápidamente posible se procede a la entrega del escrito a los respectivos obispos, que se realiza a través de personas que, a la vez que por su discreción, se caracterizan por su calidad personal humana, que garantiza ante los obispos la autenticidad de la operación.
Resonancia mundial
Fue tal la resonancia que el conocimiento de la existencia del hecho produjo, que los medios de comunicación del mundo entero se pusieron inmediatamente en marcha para tratar de conseguir copia del escrito y de las firmas, para proceder a su inmediata difusión.
La primera noticia periodística de la existencia y entrega del documento fue dada por la conocida agencia de prensa France-Presse, el día 8 de junio, y de esta agencia se sirvieron las agencias y publicaciones extranjeras para dar el texto y los nombres de los 339. Hubo periódicos y revistas que publicaron íntegros el escrito y las firmas.
Esta resonancia y eco nos hizo comprender la importancia de nuestro testimonio y el acierto de nuestra decisión. Nuestro objetivo no era dar un testimonio ante el mundo; nuestro objetivo era nuestro pueblo; buscábamos un alivio para su angustia y sufrimiento; queríamos hacer ver a nuestro pueblo que éramos solidarios, que éramos de nuestro pueblo.
Nuestro aislamiento del exterior, impuesto por la Dictadura, no nos permitía ver la panorámica mundial y comprobamos con satisfacción, que Europa y América, sobre todo, no eran indiferentes a nuestra problemática, la del pueblo y Clero vascos.
Para que el lector caiga en la cuenta de la resonancia mundial de nuestro escrito, he aquí una somera relación de periódicos y revistas.
«The Times», de Londres; «New York Times»; «The New York Herald»; revistas «Momento» y «Excelsior», de Montevideo; «El Plata» y el «País», de Montevideo también; «The Guardian», de Manchester; «The Catholic Times», «The Tablet», «Herria», de Baiona; «L'Observatore Romano»; «Dagen Nibeter»; «Catholik Herald»; «Le Tribune des Nations»; «Le Monde»; «Paris Presse»; «Signes des Temps», etc., etc., una serie muy amplia de revistas del mundo entero, periódicos y publicaciones de América Latina, cuya prensa fue una auténtica explosión de publicidad. Aparte, la inmensa mayoría de las emisoras de radio.
Eran, en general, amplios reportajes de nuestro escrito, en los que hablaban de «descontento contra el régimen de Franco; los sacerdotes acusan al régimen de Franco; El veredicto del Clero vasco; El régimen de Franco no es cristiano, etc. etc.
Los únicos medios de difusión, que mantuvieron silencio fueron la prensa, revistas y radio españolas. Todos siguieron las consignas del dictador.
La jerarquía española mantuvo un silencio muy significativo. Los obispos españoles colaboraron fielmente en la consigna del silencio.
Nuestro pueblo supo reaccionar. Fue una reacción impresionante, en cuanto conocimiento del hecho. Empezó la ansiosa búsqueda del documento completo y firmas. Recurrieron a aquellos a quienes podía considerar firmantes seguros. Los encontraron y obtuvieron muchas copias. Las máquinas ciclostiles, incluso las imprentas, empezaron a trabajar, aun cuando tuvieran que hacerlo en la clandestinidad, y el escrito y firmas se difundieron ampliamente.
A pesar de la dureza de la represión, que esperábamos, habíamos cumplido ampliamente nuestro objetivo y era grande nuestra satisfacción.
Por: Serafín Esnaola
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