Frases cortas, sencillas, sin ostentación, tratando de pasar desapercibido; como si estuviera en esa clandestinidad permanente. Con respuestas escuetas sin ahondar en los hechos, dando curiosas pinceladas con parmoniosa tranquilidad. Frío, calculador, con pose fotogénica de hombre político por naturaleza, por unos ideales.
Sonríe a menudo, sin relajarse en ningún momento, atento a las preguntas para matizar cada palabra y no dejar entrever cualquier otro significado. Lanza un «¿Eh?» hondo, profundo o rompe, a veces, la frase contestando con rapidez. En otras hay que repetir la pregunta, dar un tiempo prudencial para plantear la respuesta con un matiz propio.
PARTE DE UNA HISTORIA
«Entré en política en el 29, nada más caer la dictadura de Primo de Rivera y de tolerarse los partidos. Antes de pertenecer al partido estaba en la Juventud Vasca de Bilbao, que era una sociedad recreativa. Mi familia no había intervenido en política de una forma plena. Mi padre era carlista y mi madre liberal. Estuve en el partido como simple afiliado hasta que me hicieron presidente del Batzoki de Deusto. Así hasta el año 35. Luego me hicieron Lendakari del Biskai Buru Batzar de Vizcaya. Y llegó el 18 de julio, con una responsabilidad bastante importante, puesto que posteriormente casi todo el pueblo vasco estaba dentro de Vizcaya»
P. y H. —Su primera actuación de verdadera importancia histórica antes de la rendición de Santoña fue colocar a Irujo como ministro del gobierno de Largo Caballero.
J. A. —Fue el partido quien tomó esa decisión. Antes se había mostrado reticente con el gobierno español, pero el precio que nos ofrecía Largo Caballero era muy elevado. Era el Estatuto, que en tiempo de guerra podía significar independencia. Volamos desde Santander a Madrid José Antonio de Aguirre, Ander Arzelus, Francisco Bastenerrechea y yo. Largo Caballero nos lo pidió porque necesitaban un ministro del PNV por razones de prestigio internacional, para que no fuera un gobierno de los mata-curas y mata-monjas. Es decir, una figura con cierta honorabilidad.
P. y H. —El Estatuto se consiguió, pero no la independencia. Sin embargo, creo que hay un hecho a destacar por lo simbólico, que fue la proclamación de la República Independiente de Euskadi 24 horas antes de la rendición cerca de San-toña. ¿Estaba usted allí?
J. A. —Es la primera noticia que tengo. Jamás lo había oído.
P. y H. —Pero usted había volado en avión desde Biarritz para estar en Santoña en la rendición.
J. A. —Sí, sí, efectivamente así fue, pero no sé nada de ese hecho. Primera noticia.
P. y H. —¿Cómo se gestó la rendición ante los italianos?
J. A. —Bilbao cayó en unas condiciones muy malas. No teníamos aviación y estábamos en una inferioridad grande de armamentos. Después de una reunión en Avellaneda con todos los comandantes del ejército vasco vimos que la moral era muy baja y que la gente iba disolviéndose. Nos interesaba que los batallones se rindieran con condiciones en beneficio de todos. Nos pusimos en contacto con los italianos porque no queríamos tratar con los españoles y acordamos en Biarritz la rendición. Las condiciones eran: evacuar toda la oficialidad del ejército vasco, que no pudieran ser empleados los gudaris por el gobierno de Franco, que se respetase a la población civil y que el pacto se hiciese extensivo a todos los que caían en el área de la firma del acuerdo.
P. y H. —El que estuviese usted en Santoña en el momento de la rendición fue una decisión suya o del partido.
J. A. —Del partido, naturalmente, en conformidad con las milicias del partido.
Tenía que estar un representante suyo para que el pacto tuviera una trascendencia ante el ejército vasco.
NOS LLAMABAN LOS CONGELADOS
P. y H. —Y tras la traición de los italianos llegaron los llamados «nacionales», los juicios y los fusilamientos. ¿Cuáles eran las acusaciones por las que eran condenados?
J. A. —A los que habían sido militares, rebelión militar, y a nosotros, que no éramos militares, nos condenaban a muerte por auxilio a la rebelión. Casi inmediatamente llegaron las ejecuciones. La primera saca fue el 15 de octubre y ejecutaron a 15, entre ellos Ramón Azcue y Marquiegui, que fue alcalde de Deva. Curiosamente el primero en ser ejecutado fue un gallego anarquista que prácticamente se suicidó. Estaba herido, enfermo, bastante mal. De pronto salió gritando Gora Euzkadi Askatuta y le fusilaron al poco.
P. y H. —Los rebeldes franquistas le reconocieron como un hombre de importancia o...
J. A. —Sí, sí, efectivamente, porque me juzgaron solo y esto significa una cierta categoría. Yo me negué a declarar, estuve 10 días en huelga de hambre hasta que recibí una orden del Euzkadi Buru Batzar para que desistiera, ya que pensaban que podía hacer más falta cumpliendo otras misiones. Con la condena a muerte pendiente estuve 800 días, con más de 600 prisioneros vascos. Por cierto, que nos llamaban los -congelaos», porque la opinión internacional tenía tal fuerza que no se atrevían a ejecutarnos. De vez en cuando hacían unas sacas importantes para recordarnos nuestra situación.
P. y H. —¿Cómo recuerda usted todo esto, con rencor, tristeza?
J. A. —Pues, con cariño. Ni con dolor, ni con pena. Yo lo recuerdo con cariño. Formábamos un grupo tan sensacional que era una auténtica comunidad. Organizados perfectamente en pequeños grupos de 10 ó 12 personas donde todo era común. Una camaradería que ha continuado con una reunión anual que hemos hecho durante todo este tiempo de clandestinidad. Precisamente este año nos hemos reunido por primera vez públicamente.
P. y H. —¿Y nunca tuvieron ningún...?
J. A. —Ningún problema. Se hacía tan rápido que cuando se daban cuenta habíamos desaparecido. Se daba la casualidad que cuando cantábamos, en el bar o restaurante donde teníamos la comida, el Eusko Gudariak al momento se vaciaba el local, solo quedábamos nosotros.
P. y H. —¿En esa camaradería se manifestaba de alguna forma los distintos grupos de partido?
J. A. —No, no, éramos todos vascos, de diferentes partidos —socialistas, republicanos, del PNV—, pero en ningún momento había diferencias entre unos y otros. Estábamos unidos ante una causa común.
P. y H. —Y la religiosidad de los miembros del partido, ¿tenía alguna trascendencia?
J. A. —No, tampoco. Acudíamos a misa en formación sin mayor problema. Por cierto, que en una ocasión hicimos una huelga de comunión que creo ha debido ser única. Ocurrió que en cuaresma nos colocaron en el patio en formación para darnos ejercicios espirituales y esas cosas. Luego, iban a tomar la lista de los que comulgaban y entonces nosotros nos negamos a tomar la comunión si no rompían aquellas listas y lo tuvieron que hacer.
FUNDAMENTALMENTE HE TENIDO PESO
P. y H. —Si le parece podemos saltar un poco en el tiempo. ¿Puede contarnos cuál fue su misión política durante las huelgas del 47 y 51?
J. A. —Fundamentalmente de coordinación. La actividad fue muy intensa con algunos atentados, interviniendo Radio Do-nostia, propaganda, etc. Era todo el resto del ejército vasco quien se encargó de Nevar a cabo la organización de las dos huelgas. En el 47 la represión fue más bien moderada en relación a la represión del 51. Cayó casi todo el partido. En aquel entonces no me cogieron porque había ido al otro lado en uno de mis frecuentes viajes para hacer la crítica de la huelga.
P. y H. —Posteriormente, después de su estancia en Lyon trabajando como peón y su vuelta a Euskadi Sur, ¿cómo empieza a reorganizar el partido?
J. A. —Reorganizar no, en absoluto. Ya estaba organizado. Eso es suponer que la labor era mía y no fue así. Aquí estaba Lucio Arteche trabajando intensamente;
ha sido uno de los hombres más beneméritos que hemos tenido y mucho más. Yo era uno más...
P. y H. —Pero usted ha representado mucho más dentro del partido, ¿en qué momentos ha desempeñado una acción clave?
J. A. —Pues, no sé si he tenido acción clave. En el partido he representado bastante, pero acciones claves... Fundamentalmente he tenido peso.
P. y H. —Entonces, ¿no ha sido usted un líder político?
J. A. —No sé qué es un líder. Es una palabra muy ambigua Yo repito que fundamentalmente he tenido peso He trabajado con gente de categoría sin que haya habido jefes. Luis Arteche, Luís Arredondo eran de la misma categoría que yo, al igual que cantidad de gente. (Ríe, sonríe, relaja todo el cuerpo, se echa hacia atrás y entre risas sentencia), ¡Qué manía de ponerme liderazgos! He tenido peso.
P. y H. —Y este peso tan reiterado, ¿a qué era debido, cómo se manifestaba?
J. A. —A mi actividad y a la influencia que tenía sobre otros: Hay uno que destaca siempre, y aunque no tenga más atribuciones, está un poco por delante. Y manifestarse, creo, a lo largo de todos estos años rehaciendo el partido. Desde los municipios, formando los cuadros, manteniendo vivo. La prueba está en que en el momento preciso de tolerancia política ¡boom!, el partido ha salido. Y eso" no sale como los hongos. Sale porque estaba. La organización era permanente y ahí están los resultados.
YO NO EXPULSÉ A BENITO DEL VALLE
P. y H. —Tengo entendido que la salida de Eusko Gaztedi de algunos miembros del originario Ekin. junto a otros de las juventudes del partido fue por motivo de una decisión suya de expulsar a Benito del Valle.
J. A. —Pues no. Da la casualidad que esta decisión la tomó el partido estando yo fuera. No influí para nada, aunque estaba plenamente de acuerdo con tal decisión.
P. y H. —¿Cuáles fueron las razones de la expulsión?
J. A. —Muy sencillo, se le expulsó porque habían tomado una decisión que decía que si alguno de ellos caía, se diera el nombre de los mayores sin dar el nombre de ninguno de los jóvenes. Y como le digo la decisión fue del partido y en mi ausencia.
P. y H. —Este hecho tuvo una trascendencia importante después, ¿en aquel momento los jóvenes no supieron acatar la línea del partido o los mayores no transigieron lo suficiente?
J. A. —Creo que las actuaciones de los jóvenes que se salieron de Eusko Gaztedi era una simple reacción de la juventud, como en otras muchas cosas. La juventud además, no eran solamente ellos, había mucha más gente que continuaron en el partido. Fue una escisión que quizá tuvo necesariamente que producirse. Hoy pienso que aquella actuación, y las posteriores, no son políticamente válidas, existen otros medios que por lo menos tenemos que probar y los cuáles vamos a intentar, si podemos conseguir.
P. y H. —Un militante de ETA decía en una entrevista reciente que el nombre de guerra de Ajuriaguerra era «El Almirante» debido a su personalidad fuerte, intransigente.
J. A. —Debo decir que nunca ha sido mi nombre de guerra «El Almirante». Nunca.
P. y H. —El mismo militante afianzaba este hecho recordando una frase suya que reforzaba ese carácter...
J. A. —Creo que esa frase no es sólo falsa, sino que es además calumniosa. Porque se puede decir algo incorrecto, no exacto, sin embargo esa frase es, repito, una calumnia vergonzosa. Además pienso enviar una carta a la revista donde aclararé este punto y otros, aportando algún dato importante, muy importante.
NO TENGO PSICOLOGÍA BURGESA
P. y H. —Cambiamos de tercio entonces. ¿Es tan importante para el partido distinguir Euzkadi de «Euskadi»?
J. A. —¿Y por qué tiene la misma importancia para los demás?
P. y H. —Bueno, no olvide que la Real Academia..
J. A. —La Real Academia Vasca en este punto concreto ha expuesto una opinión y nosotros tenemos la nuestra y con arreglo a ella actuamos. Nada más.
P. y H. —Otra pregunta aclaratoria. ¿Puede decirnos por qué aparece la denominación «Jertzalea» en las siglas de partido si se declara aconfesional?
J. A. —A esta pregunta no le voy a contestar yo sino el partido. (Lee textualmente en la declaración de principios del partido): «Euzko Alderdi Jeltzadea, Partido Nacionalista Vasco, fundado por Sabino Arana, recibe su nombre del lema «Jaungoikoa Eta lege Zarra», expresión que conjuga una concepción trascendente de la existencia con la afirmación de la Nación Vasca, cuyo ser político ha de expresarse a partir de la recuperación de la soberanía contenida en su régimen Foral».
Dios significa, por tanto, una concepción trascendente de la vida sin que esté sujeta a confesión determinada. O sea, que existe una escala de valores independiente de la voluntad del hombre.
P. y H. —¿Ha habido alguna diferencia entre la oligarquía vasca anterior a la guerra y la posterior?
J. A. —No ninguna. La oligarquía ha jugado durante todos estos años con una gran libertad y con un ensañamiento como no actuaba antes. Ha hecho bastante daño.
P. y H. —A su partido se le califica de burgués...
J. A. —La burguesía ha estado trabajando para ganar dinero y nada más. El generalizar de esa forma a como lo hacen no creo que sea correcto. Además, es muy difícil determinar con exactitud a qué se llama burguesía. Si burguesía es un estado psicológico, yo veo en muchos que presumen de proletarios un carácter psicológico burgués.
P. y H. —¿Y usted, tiene psicología de burgués, proletario...?
J. A. —Yo nunca me he preocupado por estas cosas, ni tampoco me ha preocupado ganar dinero. No tengo psicología burguesa, eso es claro. En el partido existe de todo, creo que nadie se preocupa de saber si uno es una cosa u otra.
HIPOCRESÍA O CAMBIO DE CARTAS
P. y H. —¿Qué opina acerca del acuerdo de la Diputación Foral sobre la reintegración Foral?
J. A. —¿Qué diputación?
P. y H. —La de Navarra, claro.
J. A. —El acuerdo de la reintegración foral se parece mucho a la postura carlista anterior a la guerra, que para evitar el estatuto decían: «Fueros, sí, estatuto, no». Una Diputación que hace un año lo rechazaba ahora lo plantea como medida de urgencia. O es una hipocresía o una táctica bien formada.
P. y H. —En último extremo una Navarra con poder foral puede cambiar la dialéctica Navarra-Euskadi y entonces la táctica...
J. A. —Evidentemente, puede ser así. Claro hay que matizar qué entiende la Diputación por reintegración foral. Los mismos que defienden el pacto del 41, comiéndose con ese pacto a Vizcaya, Guipúzcoa, Álava, han planteado algo que significa ruptura del pacto, porque si hablan de reintegración supone lo anterior al 39. Y luego estos mismos hablan de una reintegración foral que es parcial porque empiezan a tratar el problema, no a partir de 1839, sino de 1515. El problema se plantea desde 1515 que también se considera pacto, y uno de los puntos importantes es que en aquel año se desmembró. De modo que andan en unos equilibrios que no sé que quieren ser, o unos hipócritas o es que quieren cambiar las cartas.
P. y H. —¿O las dos cosas?
J. A. —Efectivamente, o las dos cosas.
P. y H. —¿Cómo ha influido en usted, en su vida personal, el pasar de la clandestinidad permanente a una vida pública?
J. A. —No sé, no sé. Es una pregunta que no... A mí me pasa una cosa que no les pasa a otros y es que soy soltero. He estado detenido 3 veces, confinado, etc., para otro hubiera sido mucho más grave en su relación con la familia. Yo, sin embargo, he tenido una independencia absoluta en este aspecto.
UNA VIDA DEDICADA AL PNV
P. y H. —Entonces, incluso su vida personal ha estado dedicada plenamente al partido?
J. A. —Pues sí, así es
P. y H. —Vamos, que no hay, ni por pequeña que sea, una breve historia donde no aparezca el partido...
J. A. —Siempre he estado relacionado con el partido y nunca lo he dejado lo más mínimo.
P. y H. —O sea, que tampoco podrá hacerse una historia del PNV sin mencionar constantemente a Ajuriaguerra.
J. A. —Quizá no efectivamente. Pero esto no quiere decir que yo he sido el único ni mucho menos. En el partido no ha habido nunca jefes, ni los hay. Niego, por tanto, que en ningún momento haya sido el jefe o algo parecido. He tenido lo repito peso, pero nada más.
P. y H. —Ya! ¿Y qué otras personas han tenido peso?
(Contesta tranquilamente, recostándose sobre el sillón, con un tono suave de voz).
J. A. —Lucio Arteche muy importante en Vizcaya, luego hay bastante gente. Leizaola en conjunto, mucha gente.
P. y H. —¿No ha habido grandes divergencias entre tantas personas?
J. A. —Pues no. Claro que nunca hemos coincidido en las cuestiones planteadas. Pero siempre los debates han sido de amistad, camaradería, discutiendo las diferencias y arreglándonos.
P. y H. —¿Y esas diferencias, cuáles han sido?
J. A. —No, eran más bien pequeñeces. Las diferencias podían ser pequeñeces.
P. y H. —¿Sólo pequeñeces?
J. A. —Sí, así es.
Py H. —O sea, que no vale la pena
J. A. —Pues, no.
P. y H. —Tengo entendido que no piensa escribir sus memorias, ¿por qué?
J. A. —Muy sencillo. En primer lugar pienso que es una petulancia. Es decir a todo el mundo, «ahí tenéis las memorias de un hombre importante». Y esto no soy yo quién deba decirlo. En segundo lugar, en el partido no estamos acostumbrados a exteriorizar nuestras cosas. Aunque haya sido un defecto del partido al no dar a conocer muchas cosas, mientras era tachado de inmovilismo, lo que era un movimiento bastante fuerte. Además, no me fío de mí memoria, a parte que me molesta ese exhibicionismo, como molesta al partido el exhibicionismo de sus gentes.
P. y H. —Si ninguna de las personas importantes peca de este exhibicionismo, ¿quién hará la historia del partido?
J. A. —Se puede hacer Existen datos en los archivos del partido. Si alguien, de verdad, con fíabilidad quiere hacerlo, tendrá abierto el archivo del partido y mi archivo personal para completar los datos del archivo del partido. Así sería mucho más fácil.
Bien, parece claro que tendremos que esperar a una persona con competencia y fiabilidad para conocer la historia de un partido, PNV, y de un hombre, Juan Ajuriaguerra. Hasta entonces, paciencia.
(Punto y Hora – Septiembre 1977)
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