El próximo 21 de junio se cumplirán 175 años de la batalla de Vitoria. Este hecho de armas, saldado con una grave derrota de los franceses, comprometió de forma definitiva la presencia del ejército napoleónico en España. A partir de entonces los franceses no harán sino defenderse de un continuo hostigamiento, hasta su retirada coincidente prácticamente con el fin del citado año.
La batalla de Vitoria cuenta, como se sabe, con un inmejorable reflejo literario: «El equipaje del rey José», de Benito Pérez Galdós, terminada en 1875, dentro de su serie «Episodios nacionales». El título que Galdós dio a su novela es la expresión popularizada después del desastre de Vitoria, donde se capturó un enorme botín, fruto del saqueo y depredación de los ocupantes imperiales.
Gracias a nuestro buen amigo Vicente Martínez Tejero, del Departamento de Cultura de la Diputación General de Aragón, ha llegado a nuestras manos una curiosa obrita de teatro sobre la batalla de Vitoria. Se trata de una modesta pieza en dos actos titulada «El mayor triunfo de España por el gran lord Wellington», publicada en Valencia el mismo año 1813. No figura nombre de autor y las pesquisas que hemos hecho para saberlo han resultado infructuosas. Tampoco hemos encontrado mención de esta pieza en la bibliografía sobre la batalla.
El anónimo autor está, sin duda, a distancia de Galdós, habiendo compuesto una obra de circunstancias. Pero seríamos injustos si despreciáramos esta «comedia nueva patriótica», como se la denomina en la portada. Resulta un texto de una gran viveza, con la intervención del rey José, sus generales y varios afrancesados, de un lado, y Wellington y los suyos, con gente del pueblo, por otro.
Llama la atención que el autor estuviera bien informado sobre los detalles de la batalla (número de combatientes, lugares de los combates, dirección que toman los franceses tras la derrota, etc.). Naturalmente aparecen ciertos tópicos de aquel tiempo, como la lucha de los leones (es decir, las tropas aliadas) contra las águilas (o sea, el ejército francés).
No hace falta decirlo, se cargan las tintas contra el ejército napoleónico y sus servidores españoles, mientras que desde el lado francés hay invectivas contra los guerrilleros, como en una arenga del propio rey José. Hasta cierta disquisición filosófica se pone en boca del general Morillo, quien dice en otra arenga que las tres razones del legítimo uso de las armas están con las tropas aliadas: autoridad legítima, causa justa y recta intención.
Es también digno de mención que el desconocido autor hace aparecer en escena a Cristóbal Cladera (aquí llamado «Claderas»), el sacerdote y escritor mallorquín, ministro de gobernación de José Bonaparte. Cladera, a quien otro personaje se refiere como «literato» y es tratado con generosidad tras la batalla, huyó a Francia y pidió después a Fernando VII poder volver, falleciendo en 1816.
Con mayor rigor es tratado otro personaje, que probablemente también es real. Se llama Juan Quevedo y se dice en la obrita que fue comandante de las tropas españolas al servicio de los franceses en Madrid. ¿Podremos salir de dudas sobre la naturaleza de este Juan Quevedo?
Antes de entrar en el Ayuntamiento de Vitoria a celebrar la victoria, Wellington deposita 2.000 pesos para Narcisa, «joven muy instruida», como dote para el estado que elija. También accede Wellington a la petición de un tamborilero, quien enseña su tambor rasgado y le dice que no tiene otra piel que la que le dio la naturaleza.
Vaya esta (creemos) primera noticia sobre la obra de teatro, que merece ser publicada de nuevo con ocasión del 175 aniversario de la batalla, y acaso ser representada. ¿Por qué no?
Enrique Knörr
(El Correo – 11 de Mayo, 1988)
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