Después de «recibir un coche en cuesta y marcha atrás» (en expresión que algunos quieren grata para sí) y de no sólo «intentar frenarlo», sino lanzarlo hacia adelante a buena marcha, el actual alcalde de Bilbao regresará a su vida profesional y cotidiana tras las próximas elecciones, con el honor de haber cumplido con creces. Una vez recibida la noticia («por la prensa») del nuevo candidato de su partido, Jon Castañares se desahoga, siempre prudente y fiel a su compromiso político, del peso que se ha quitado.
—DEIA: ...Huelga comenzar a preguntarle sus razones personales para dejar el cargo.
- JON CASTAÑARES: ¡Gracias a Dios voy a descansar! Yo no quiero pensar que los demás crean ese epitafio famoso de un marido a su esposa difunta: «Tú descansas y yo también».
—D.: Habrá más de uno que lo diga en la calle: «¡Y nosotros también!». ¿No lo cree?
—J. C: Eso lo dirán toda esa cuadrilla de entidades y grupillos semifantasmas, coordinadoras de diverso pelaje, etc., que pretenden pasar por «apolíticas»... (risas) cuando todos saben cuál es su entramado.
- : ¿Qué recuerdos guarda como más gratos?
—J. C: Gratos, ninguno.
—D.: ¿De verdad?... Alguno sí que le quedará.
—J. C.: ¡De verdad! (risas). Esta ha sido una posición erizo, de vanguardia, asediada por todas partes, incluso por la retaguardia.
—D.: La gente sí opina, a nivel de la calle, que usted ha tenido que afrontar muchos vendavales... ¿Cómo se sentía?
—J. C: Yo lo que puedo decir es que me he sentido siempre solo. Yo y mis concejales.
—D.: ¿Le duele mucho?
- C: ¡Hombre...! ¡Psé!... Yo soy tan humano como .los demás, y no cabe duda que me hubiera gustado tener apoyos, aunque sea morales, sobre todo de quienes están más obligados a ello.
«Robles, el mejor de los que conozco»
—D.: Pese a sus razones personales, la identidad del candidato de su partido, de su virtual sucesor, se guardaba en bastante secreto y ha causado sorpresa al hacerse repentinamente pública. ¿Era ése el efecto que se buscaba?
—J. C.: El procedimiento es algo que compete a las autoridades del partido. Mi tránsito por la vida política está marcado por dos hechos curiosos: Me enteré hace cuatro años de que era cabecera de lista por la prensa, y también me he enterado ahora de que no lo soy, igualmente por la prensa.
—D.: ¿Qué opinión le merece el candidato?
—J. C: Me parece muy bueno. José Luis Robles es el mejor de los que conozco. Tomando un símil de Aristóteles, los que ganan las Olimpíadas no son los mejores, sino los mejores de los que se presentan.
Volver a la vida privada
—D.: En las votaciones en las asambleas de las organizaciones municipales de su partido en Bilbao, en la consulta a la base para la elección de corporativos, usted sin embargo obtuvo amplio mayoría...
—J. C: Pues yo no sé que había obtenido esa mayoría. Me lo acaban de decir por primera vez hace unos minutos. A mí no me gusta hurgar en esas noticias, no soy intrigante. Si el periodista me lo dice, bajo su palabra le creo. Pero supongo que se habrán tenido en cuenta otras valoraciones sobre cómo se plantea la lucha política en el futuro. Mi despego hacia los cargos públicos se demuestra por esta opinión mía sobre cómo se ha producido mi relevo.
—D.: Pero ¿Es que usted tenía interés en seguir?
—J. C: Estaba deseando el relevo hace tiempo en lo más profundo de mí. Hay numerosos testigos de mi deseo de volver a la vida privada una vez pasado este período de cuatro años, que yo consideraba debía a mi pueblo. Era un período muy difícil, y creo que me he prestado a un servicio desinteresado y verdaderamente sacrificado. Mi conciencia está tranquila.
—D.: ¿Qué tal ha pasado este fin de semana?
— J. C: ¡Ah, yo bien! Normal. Por mi edad estoy acostumbrado a toda clase de mutaciones de fortuna, máxime cuando el puesto de alcalde en estos momentos no es muy envidiable. Buen peso me he quitado.
Con esfuerzo evidente
—D.: Después de una dura experiencia, en la que entró como militante y en defensa de un proyecto político, ¿sigue fiel a sus ideas, piensa que la práctica ha sido adversa?
—J. C: Yo soy nacionalista vasco por convicción, no por circunstancias biográficas. Ya sé que entre los políticos puede ocurrir que accedan al poder con una ideología y salgan con otra en su intimidad, lo estamos viendo en Madrid, por ejemplo. Pero yo estoy confirmado en mis ideas, de que el nacionalismo vasco es necesario para la supervivencia de nuestro pueblo. Y que es necesario su ejercicio en las instituciones, sobre todo en un Gobierno propio, al que es preciso apoyar.
—D.: ¿Cree y está dispuesto a defender que bajo su mandato se han hecho cosas buenas para Bilbao?
—J. C.: Para mí está claro, otra cosa es que no lo quiera reconocer la oposición. Recuerdo lo que dije en mi campaña: No prometimos nada, sino simplemente restaurar el funcionamiento de este Ayuntamiento y contener su decadencia evidente. Y si además resolvíamos algunas cosas, miel sobre hojuelas. Lo que se haya conseguido, ha sido con el esfuerzo evidente de los concejales del PNV, porque de los demás partidos poca ayuda hemos recibido, salvo críticas y actitudes bastantes pasivas, en espera de ver pasar por delante de su puerta el fracaso de su adversario.
Ataques personales
—D.: ¿Piensa que la actitud de los opositores en el Ayuntamiento en estos cuatro años, y que ahora vuelven a presentarse, va a cambiar?
—J. C: Yo no veo ningún signo de que tal actitud vaya a cambiar, si es que siguen en la oposición. Ni. por sus características personales, ni por la política de los partidos a los que representan, parece probable que lo hagan.
—D.: Sin embargo, José Luis Ibáñez, del PSE, ha declarado hace días, al conocer que usted no se presenta a la reelección, que sus ataques se basaban en actitudes políticas y no personales.
—J. C: Ha hecho de todas, entre ellas la de no entrar nunca en el despacho del alcalde, ni siquiera a saludarle. En alguna ocasión, incluso, ha intentado iniciar conversaciones literalmente en los pasillos. Debo reconocer, no obstante, que esta actitud es casi única.
—D.: ¿Y la de otro concejal que le insultó en un Pleno? ¿Qué opina?
—J. C: La de ese concejal... ¡qué sé yo! No sé ni cómo decirlo... es intempestiva, colérica, poco apta para la convivencia. Todos los adjetivos que se deseen. El se justifica diciendo que es por su temperamento.
—D.: ¿De aquí hasta el fin de su mandato, qué le gustaría hacer?
—J. C: Terminar cuanto esté en avanzado estado de ejecución. Por ejemplo, el funicular de Artxanda, arreglo de calles, planes urbanísticos, etc. Y desde luego, intentar mantener contra viento y marea el prestigio y la dignidad de la Alcaldía. Quizá exija también grandes sacrificios de índole personal, de imagen... Pero a este puesto no se viene pensando en las comodidades ni en las ventajas.
Por: J. A. Mendizabal
(Deia, 22 de Marzo de 1983)
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