«Al querido amigo Miguel Pelay Orozco, con el cariño y gratitud de sus amigos. Donostia, 18-111-1983», rezaba la placa de plata de la peana del velero, también de plata, que reproduciendo la nao del escudo de San Sebastián, le fue regalado ayer al escritor guipuzcoano, en el acto de homenaje que se le tributó en la Cofradía Vasca de Gastronomía, con motivo de cumplir sus setenta años de edad.
El acto surgió por la iniciativa de otro gran escritor, Elías Amézaga, que con la colaboración de Juan Antonio Garmendia hizo todos los preparativos, casi a la «chita callando», sin previa publicidad, porque de otra forma habría que haber habilitado local mucho mayor, pues tal es la popularidad y el número de amigos de Pelay Orozco.
En el acto, que por calificarlo de alguna forma lo llamamos «restringido», estaban presentes justamente sesenta y siete personas a las que hay que añadir una decena de quienes enviaron telegramas avisando a última hora su imposibilidad de asistir.
Un almuerzo en la Gastronómica de San Sebastián, donde el mundo de las letras y de las artes estaban presentes; y no solamente a título personal, sino también en nombre de las instituciones de la cultura y la investigación del País Vasco.
En la mesa presidencial, rodeando a Pelay, el diputado general de Guipúzcoa, Xabier Aizarna; el alcalde donostiarra, Jesús María Alkain; Elias Amézaga; el escritor, Emilio Nava, acompañado de su hija, que a sus noventa y tres años no quiso faltar; el alcalde de Tolosa, Iñaki Linazasoro; el de Bergara, José Antonio Zabala; el delegado territorial de Cultura, Imanol Olaizola y el senador Joseba Elósegui.
A, los postres la palabra adecuada y elegante de Elías Amézaga ofreciendo el homenaje y subrayando el placer unido de que en este país de gentes solitarias pueda darse el hecho de una reunión como la que se disfrutó ayer. Calificó a Pelay de escritor comprometido con su pueblo, tanto en su quehacer novelístico como en el ensayo, en los que ha mantenido el ritmo mismo de la vida. «Si solos no podemos dar la vuelta a la esquina, juntos podemos estremecer el mundo».
«Intentando dar con algún motivo que justifique un poco esta celebración y mirando hacia atrás con la serenidad que confieren los años —dijo Pelay en sus palabras de respuesta al ofrecimiento de homenaje—, yo invocaría quizás como único mérito, dentro de mi modesto quehacer literario, el de mi servicio, el de mi plena dedicación al país. En esta hora de inventarios y recuerdos, constato, casi con sorpresa, que toda mi obra, iniciada en Venezuela hace más de cuarenta años, está consagrada a Euskalerria, a nuestra Euzkadi. Prácticamente todos mis libros, que se acercan a la treintena, entre novelas, ensayos, biografías, etc.; todos los artículos que he escrito, todas las conferencias que he pronunciado a lo largo de mi carrera, han versado acerca de nuestra tierra, de sus temas, de sus posibilidades, de sus problemas».
Refiriéndose al problema cultural del país afirmó: «Nosotros sabemos que veinte años atrás se leía en Euzkadi mucho más de lo que se lee hoy. Y hace cuarenta años se leía mucho más que hace veinte. Y todo esto, queridos amigos, en un país en que siempre se ha leído poco».
Recordó el trabajo realizado por los vascos en Venezuela, tras su emigración y añadió: «Lo que quiero señalar es que, en mi opinión, con gente como aquélla, con vascos como aquéllos, a nada que la situación mejore un poco, la economía de Euzkadi volverá a alcanzar elevadas cotas de prosperidad».
Todos los asistentes, uno a uno, departieron y felicitaron a Miguel Pelay. Todos firmaron en unos pliegos de papel de barba que como recuerdo los guardó uno de los escritores de más fina pluma y de más certera garra con que cuenta el País Vasco.
Por: Javier de Aramburu
(Deia, 19 de Marzo, 1983)
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