Tellagorri, un clásico de la prensa vasca, está de nuevo en la órbita de la actualidad, gracias a la reproducción de sus artículos de «Euzko Deya» por parte de la revista «Euzkadi». El articulista que fue colaborador de «Tierra Vasca», revista dirigida por Tellagorri, recuerda a esta figura del periodismo vasco.
La revista «Euzkadi» está publicando últimamente algunos artículos de los que Tellagorri escribió en su día para «Euzko Deya», de Buenos Aires, para «Tierra Vasca», o para «Euzko Deya», de México. Buena idea. Cada día que pasa uno encuentra un nuevo encanto en los artículos de Tellagorri.
Hace años, al dar cuenta de su muerte decía «La Nación» de Buenos Aires que la adopción de un pseudónimo significa casi siempre un acto de identificación espiritual. El pseudónimo es el nombre que se elige para contener la naturaleza profunda que define una vida interior.
«Por ello —decía «La Nación»— no fue obra de una ocurrencia fortuita que José Olivares Larrondo tomara el nombre de un personaje de Baroja para proyectar con él su quehacer de periodista ingenioso y sus páginas de escritor ameno».
Hay que decir una cosa. Tellagorri —el personaje de Baroja— era un hombre de mala fama y buen corazón. Como nuestro Tellagorri. Había en él lo mejor de cada uno de los personajes de Don Pío Baroja. En cada ser descrito por el Señor de Itzea hay un impulso de solidaridad, una disposición natural a la lucha, gran capacidad sensitiva, y sobre todo el señorío viril de la independencia. Nuestro Tellagorri fue además un Zalakain lanzado a las aventuras de un dramático exilio, una especie de compendio de Zalakain, Lekotxandegi, Patxi Yarza, Elizabide, Tximista, Shanti Andia...
TELLAGORRI salió a la aventura del exilio sin otro equipaje que el de su propia dignidad, y un lápiz. En París, donde vio la cara al hambre, concibió su novela «París abandonada» que más tarde se la imprimió en La Habana el poeta Manuel Altolagirre.
Y a saltos y a bandazos, Tellagorri llegó a la Argentina. Se quedó en Buenos Aires. Y allí murió, impregnada su alma de nostalgia. «A pesar de que estamos a mucha distancia —decía en una ocasión— a veinte años y a diez mil kilómetros de nuestra patria, se conserva en nuestra alma tan vivo como el primer día del destierro el recuerdo de todo lo que allí dejamos».
Los artículos de Tellagorri eran la expresión de su ternura, como aquél de «música de calesita». Iba las tardes de domingo hacia el centro de Buenos Aires y le salía al paso la música eléctrica de la calesita —el «tiovivo»— una música sentimental y resobada. «La misma música —decía Tellagorri— que tenían los 'tiovivos' de hace cuarenta años en mi pueblo, como en todo el mundo y qué tristes —añadía— las tardes de domingo a esta edad nuestra...».
Tellagorri quería llegar a la vejez, y que llegara también a vieja su mujer, para vivir los dos, modesta y silenciosamente en una casita silenciosa y modesta, sin dinero y sin pobreza... «y que mis hijos me den unos nietos para llevarlos al 'tiovivo' las tardes de domingo, no tanto para divertirlos como para recrearme en su alegría, para volver a la niñez, a los únicos años limpios y triunfales de la vida. Y luego, cuando los nietos empiecen a crecer, morir plácidamente una tarde de domingo, oyendo música de calesita».
Yo no conocí personalmente al hombre jovial y generoso que fue Tellagorri. Pero me carteé bastante con él. Y es que durante algunos años colaboré mensualmente en el periódico «Tierra Vasca» del cual fue director primero en Bilbao y después en Buenos Aires. Lo hice casi siempre en euzkera a petición de Pello Mari Irujo. Por cierto que me costó algún disgustillo que otro. «¿Cómo puedes colaborar en 'Tierra Vasca' siendo jelkide' como eres?», me dijeron más de una vez. Muy sencillo: para que hubiera colaboración en euzkera en el órgano oficial de Acción Nacionalista Vasca.
Desde Bruselas le envié a Tellagorri una magnífica boina negra de mi pueblo. Una boina de Tolosa. Se la envié con el azpeitiarra Ildefonso Gurrutxaga. Cuando llegó la txapela a Buenos Aires Tellagorri había ya muerto...
¡Qué buena idea la de «Euzkadi» de publicar los artículos del periodista ingenioso y escritor ameno que fue Tellagorri! Artículos impregnados de la nostalgia y de la ternura de un exilado…
Por: Uzturre
(DEIA – Mayo de 1987)
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