Carlos de Legazpi, cuarenta años después, sigue siendo un gudari. Hoy piensa en un Movimiento de liberación nacional y tercermundista para Euskadi, un movimiento cuya viabilidad está por demostrar. Carlos de Legazpi pertenece a la remesa de exiliados «no recuperados» oficialmente —Madariaga, Sánchez Albornoz— y por esto utiliza seudónimo. El exilio puede adormecer, pero no vuelve a los hombres del revés.
P. y H. — ¿Podría sintetizar el planteamiento de la cuestión nacional antes de la guerra y al mismo tiempo dar una visión general de la actuación del P.N.V., máximo exponente del nacionalismo, durante la guerra?
C. L. — En primer lugar debo de decir que desde mi punto de vista, aún no se ha dado un planteamiento completo de la cuestión nacional. El planteamiento de Sabino Arana, aún con muchas fallas, tuvo la virtud de crear un ambiente vasco, lo que en su momento fue importante.
Durante la guerra, la posición del P.N.V. creo que fue oportunista. Para empezar, al principio de la contienda se pidieron armas para los mendigoizales, ya que en Navarra se estaban armando los requetés. El partido decía que no, que era un partido de paz. Para mí fue también oportunismo no levantar la bandera de independencia.
El P.N.V., por boca de Irujo, declaraba que estaba con la República. Yo pienso que, como no podía salir en defensa de la rebelión como lo hicieron en Vitoria, se mantuvieron al margen en Vizcaya y Guipúzcoa, con la esperanza de que Mola ocupase Guipúzcoa. Cuando falló el plan de Mola, no tuvieron más remedio que formar las milicias vascas en Azpeitia. Pero la dirección fue siempre muy ambigua.
El Gobierno Vasco estuvo, a mi juicio, muy influenciado por los ingleses. Por ejemplo, cuando se bombardeó Bilbao, no se bombardeó la industria. A mí me parece, por lo tanto, que había un acuerdo tácito entre unos y otros. Luego, cuando ya existió una organización en Euskadi, fue para controlar los movimientos en el interior. Esto también es oportunismo.
ARMAS PARA MADRID
P. y H. — ¿Cuál es el papel de los comunistas?
—Los comunistas siguieron llevando la política de Madrid. La guerra para ellos era una lucha antifascista, según el slogan de la Internacional Comunista. Dentro de Euskadi, su actuación fue correcta, aunque desde el punto de vista centralista. Con el Gobierno Vasco había ciertas fricciones, que no se exteriorizaron mucho.
El partido comunista criticó mucho al partido nacionalista por la cuestión de las armas y por no militarizar la industria vasca. Sin embargo, todas las armas que llegaban para los comunistas eran para el Gobierno Central.
P. y H. — ¿Desconfiada el P.N.V. del Frente Popular?
—La desconfianza era mutua. E! F.P. pensaba que el P.N.V., con su política autonomista, proyectaba luego dar el salto hacia la independencia, sin darse cuenta de que éste defendía los intereses de la burguesía vasca.
P. y H. — ¿Cómo explica usted la política del Gobierno Vasco en el exilio?
—En la primera fase estaba muy vinculado a la política inglesa. La Resistencia Vasca se formó en 1940 con un objetivo: en el caso de que los alemanes entrasen en España, se volarían todos los pasos para dar tiempo a un desembarco inglés en Asturias o Galicia. En ese caso, los ingleses armarían a la Resistencia vasca; mientras tanto no. Cuando cayó la Resistencia Vasca, entonces Irujo estaba en Londres formando el Consejo Nacional Vasco, por si fuera necesario pasar a la acción contra los alemanes. Después hubo vinculaciones con los servicios secretos americanos.
LOS NEUTRALIZADORES_
P. y H. — ¿Pecaron de ingenuidad los dirigentes vascos al pensar que las democracias occidentales intervendrían en España?
—Esto es lo que escriben todos ellos, lo que ninguno dice es que cuando se hace política, cada cual persigue sus propios intereses. Digamos que fueron manipulados o que se dejaron manipular. El hecho es que el Gobierno de Washington neutralizó a los republicanos y nacionalistas en el exilio, lo mismo que la URSS neutralizó al P.C. Al llegar la guerra fría, los republicanos siguieron la posición del mundo occidental y los comunistas la del partido comunista soviético. No se dieron cuenta que mientras estos gobiernos les neutralizaban, empezaban a apoyar a Franco. Del 45 al 53 no lo hicieron abiertamente. Por ejemplo, la retirada de los embajadores fue un gesto que en realidad no tuvo consecuencias, ya que poco a poco fueron volviendo.
P. y H. — En los años cincuenta, surge ET.A. una organización que influye decisivamente en Euskadi en los años siguientes.
—Debido a la pasividad del gobierno en el exilio, hay una conciencia entre los abertzales del interior, de que hay que hacer algo. E.T.A. surge sin un planteamiento político, es ante todo una política de acción. Después de las escisiones de todos conocidas, E.T.A., desde un planteamiento únicamente abertzale, va evolucionando hacia una línea socialista. Poco a poco van elaborando una teoría, que aún no está completa.
Mi crítica hacia ellos es que no han hecho un planteamiento histórico del movimiento vasco, y del movimiento socialista internacional, ya que el socialismo ha ¡do evolucionando a lo largo de la historia y dentro del socialismo hay unas características para cada país.
APERTURISMO PRESIONADO
P. y H. — ¿Cree que la lucha armada tiene validez hoy?
—La lucha armada siempre tiene validez. El aperturismo que hoy vivimos viene motivado por una presión exterior, pero tiene unos límites muy marcados de los que no se puede salir. Existe una situación de crisis económica internacional, agudizada en España por la carencia de una infraestructura fuerte. Pero además a España le interesa entrar en la C.E.E. y a U.S.A. le interesa que España entre en la NATO para tener aquí un centro militar y no sólo unas bases. Hay también presiones de U.S.A. a través de Alemania, que presiona sobre el partido socialista, porque les conviene un partido socialista reformista. Pero todo depende de la situación económica: si empeora se irá a gobiernos fuertes, si por el contrario mejora se irá a gobiernos más democráticos. Ante esta situación, la lucha armada tiene un papel a jugar.
JUEGO FUERISTA
P. y H. — Concrete la alternativa que usted propondría para Euskadi.
—Yo la veo en un contexto muy parecido al del Tercer Mundo, una lucha de liberación nacional.
P. y H.— Pero las estructuras económicas y sociales se asemejan más a las de un país desarrollado.
—Sí, pero la dirección política es muy parecida. El Tercer Mundo no se libera con aperturismos, sino con un movimiento integrado en una nacionalidad.
Las estructuras económicas de Vietnam no eran las mismas, pero también allí había una burguesía constituida por oficiales del sistema colonial francés. Aquí tenemos una burguesía que tiene que ir con España. Si nosotros entramos en el juego fuerista o autonomista, la burguesía entra, pero donde no entra es en el juego independentista.
P. y H. — ¿Es real una postura independentista?
—La postura es real. Hoy en Europa hay .dos alternativas, la federación europea de estados y la federación europea de pueblos y nacionalidades. En este contexto no lo veo tan descabellado.
P. y H. — Sin embargo, en Euskadi Norte, la conciencia nacional es mucho menor.
—Tampoco aquí existía conciencia nacional. Yo no hablo de plazos. Todo depende de las bases organizativas y de la unidad de lucha que Euskadi pueda presentar.
ASFIXIA Y CONQUISTA
P. y H. — ¿Cómo se articularían las relaciones con los partidos que operan en todo el Estado español?
—Habría que hacer alianzas coyunturales hasta que reconozcan una situación clara en Euskadi. Efectivamente aquí el partido comunista es una sección del partido comunista español. Si aquí hubiese un partido comunista vasco habría, de participar.
P. y H. — Hoy el nacionalismo lo reivindican tanto fuerzas de derechas como de izquierdas. A la hora de plantear un Estado vasco, probablemente tendría poco que ver el que propusiera una corriente ideológica de derecha con el que propusiera una de izquierda.
—Esto no tiene ninguna importancia. Todas las fuerzas políticas dentro de Euskadi pueden integrarse dentro de un Gobierno vasco. Todas las fuerzas políticas que se sientan abertzales pueden hacerlo. Hay que darse cuenta del significado de la palabra abertzale, patriota, persona que ve en él la opresión de tipo nacional; aquí además de ser socialista hay que ser abertzale, porque se vive la opresión nacional. Con una independencia dejaría de existir ese concepto.
La cuestión de Euskadi tiene dos vertientes: el problema nacional y el problema social, ambas muy importantes. Se concreta en un autogobierno independiente y unificado, para las siete provincias vascas.
Nuestro problema es que no hemos podido desarrollarnos, que nos han asfixiado. Ahora hay que tratar de conquistar todo lo que se ha perdido.
*** Carlos de Legazpi perteneció durante la guerra civil al batallón Eusko Indarra, segundo de Acción Nacionalista Vasca. Hizo toda la campaña del Norte hasta Urquiola donde fue herido. Posteriormente estuvo trabajando con el Gobierno Vasco, yendo con él a Trucios y luego a Santander. De allí fue a Santoña, donde le cogió la rendición en 1937. Embarcó en el Dueso e ingresó en el batallón de trabajadores número 12, donde perteneció hasta mayo de 1940. En ese año fue puesto en libertad, regresando a San Sebastián donde colaboró en la Resistencia Vasca. Cuando cayó la Resistencia, huyó a Cádiz y volvió a embarcar esta vez rumbo a Nueva York. Una vez en U.S.A. se enroló en la Marina de Guerra Americana, siendo destinado al Pacífico con la VII Flota. Al ser licenciado regresó a Euskadi para ingresar en la Brigada vasca. Tras diversos avatares, volvió a Nueva York; ejerció el periodismo en Méjico y Buenos Aires, estableciéndose finalmente en Nueva York.
Carlos de Legazpi es autor de una trilogía titulada «Los vascos durante la República y la Guerra Civil. Memorias de un gudari». Según dice «es un libro crítico de la lucha en Euskadi durante la guerra y la postguerra, cuya intención es dejar claro el papel que jugaron los vascos en esos dos períodos».
Ha visitado España con cierta frecuencia durante los últimos años con nacionalidad estadounidense, pero por el momento no piensa regresar.
(Punto y Hora – Octubre 1976)
Comentarios