No se podrá, ciertamente, acusar a los vascos que tan satisfechos nos mostramos siempre de nuestra actuación colectiva en todos los órdenes de elogiar exageradamente a nuestras personalidades más relevantes. Al contrario, se puede decir que pecamos del defecto opuesto pues mientras pertenecen al mundo de los vivos parece como que nos sonroja elogiarlos, aunque estamos bien ciertos de sus virtudes y méritos. Si hablamos de ellos es más bien para discutirlos. Esto explica, en parte, el que entre nosotros no se dé el fruto que entre nuestros vecinos se dá en tanta abundancia.
Arana-Goiri fué discutido en vida por sus más ardientes partidarios Elizalde, Arantzadi Bustintza y tantos otros QUE solo han inspirado elogios y loas después de su muerte
No podía escapar a esta regla nuestro llorado amigo, por tantos títulos meritísimo Orador elocuente de palabra fácil y persuasiva, arrastraba con su poder sugestivo a las masas euSkeldunes. Modelo de esposo y de padre, ha dejado una familia numerosa a la que a pesar de las vicisitudes de su vida, ha educado dándoles carreras y preparándoles a la lucha por la existencia.
Conversador ameno y sugestivo, criterio claro, oportuno en las observaciones y sobre todo, patriota de pura ley, dejÓ en los que le conocieron el recuerdo imborrable de su vida y el ejemplo de sus virtudes cristianas.
Bastarán dos anécdotas para retratar su carácter.
Gorgonio, como le llamaban familiarmente todos, dedicó lo mejor de su juventud al ejercicio de su vida de marino. Era capitán de la marina mercante y su actividad la empleó en la navegación entre las Islas Filipinas. Allí, con gran esfuerzo logró formar una fortuna, de alguna consideración.
En sus viajes por las islas se relacionaba, como es natural, con todos los vascos que en ellas habitan y les distribuía libros, folletos y periódicos que les hablaban de la Patria lejana. Entre los vascos había religiosos. Y entre éstos, muchos que no eran abertzales.
Relata “Rabik”, Ramón de en uno de sus Inimitables cuentos, que en una ocasión salió de Euzkadi para Filipinas un grupo de misioneros vascos entre los que había uno, el - R.P. X., navarro, que chocaba con las ideas renacentistas que por entonces comenzaban a propagarse intensamente en Euzkadi. Todo el empeño que sus compañeros pusieron durante la travesía a Filipinas para convencerle fue vano, pues el P. X. no daba su brazo a torcer. Ni siquiera se consideraba como hermano de pueblo de sus compañeros de misión que eran bizkaínos. Él era nabarro y español, decía.
Llegados a Filipinas fueron distribuidos por las distintas Islas y al P. X. le correspondió una muy alejada aldehuela de indios en la que él era el sólo el blanco del pueblo.
Gorgonio le llevó en su buque hasta el puerto de desembarco más próximo y allí lo dejó ofreciéndose para todo como hermano suyo. En viajes posteriores cuidó Gorgonio de enviarle libros, periódicos y folletos por medio de filipinos que le conocían y respetaban; libros y folletos que el P. X. no leía.
Un día el P. X. se sintió enfermo. Aquejado de fiebres que en aquel clima son frecuentes y peligrosas, quedó a expensas de la inexperiencia y falta de medios de los pobres indios, sus feligreses. Escribió a sus superiores exponiéndoles su situación y sea que la carta no llegase o por otro motivo, lo cierto es que los auxilios y medicinas no venían y el pobre P. sentía debilitarse cada vez más. Estaba consternado, pues temía morir y no tenía ni siquiera un confesor.
Pero de pronto, y cuando más gravé era la situación del enfermo, he aquí que un blanco llega a la aldea y se informa de la choza en que residía el misionero. Se acerca al lecho y le suministra los primeros cuidados dando instrucciones a los filipinos que le cuidaban sobre lo que debían hacer : y bromuro y otras medicinas para que se las adjudicaran hasta su regreso.
Desde ese día llegaron de distintos lugares de la isla, aunque alejados a muchas leguas, numerosos visitantes que prodigaban sus cuidados y consuelos al misionero. Por rara coincidencia todos eran vascos.
Extrañado el misionero de tanta asiduidad y de tanto afecto preguntó a que se debía el que se ocuparan de él con tanto amor. Todos le decían lo mismo, aunque con distintas palabras: «No hacemos más que cumplir con nuestro deber. Vd es vasco y, por tanto, un hermano nuestro y estamos obligados a hacer por Vd. lo que querríamos que se hiciera por nosotros“. Tanta abnegación y tanto sacrificio llegó al fondo del alma del pobre misionero y meditando sobre ello pensó que todos aquellos hombres seguían una mismo doctrina y que puesto que les inspiraba estos actos de amor y de misericordia hacia sus hermanos de pueblo, no podía ser una doctrina perniciosa como él hasta entonces había creído.
Decidió, pues, estudiarla sin prejuicio y pronto se convirtió en un patriota más.
Llegó de nuevo el primer blanco y al ver al P. X. ya convaleciente de su enfermedad, después de congratularse de ello y de comentar sus incidencias preguntó al Padre: ¿A qué atribuye V.R. su curación? Y con profunda convicción le respondió emocionado: «Yo he sido curado por un milagro de Sabino. Ha sido su doctrina salvadora la que ha inspirado, a tanto vasco como me ha atendido, el venir aquí a cuidar a un pobre misionero aun sabiendo que yo no participaba de sus ideales. Sabino me ha salvado».
Y desde entonces el P.X. fué un patriota más y patriota benemérito.
El blanco que le visitó la primera vez e hizo que otros blancos le visitasen fué Gorgonio.
La inflación bursátil de Bilbao durante la guerra 1914-1-918 causó numerosas víctimas entre los que se dejaron prender en las redes de la especulación.
Al romperse el encanto del paraíso artificial creado por almas ficticias, se produjeron verdaderas catástrofes. Muchas ruinas, algunos accesos de locura, algún suicidio.
Gorgonio que, como antes decimos, había llegado a formar un capital de alguna consideración quedó también prendido y fué arrastrado en la baja. De pronto se encontró con que todo el esfuerzo de su vida se había perdido y perdido para siempre sin ninguna esperanza de reposición. Retirado de la mar después de muchos años de lucha no podía ya volver a ella. La mar no quiere gente vieja y no se deja vencer sino por la juventud. Y Gorgonio ya no era joven. Además una fuerte sordera le incapacitaba para el ejerció de la profesión. Cargado de hijos, el porvenir se presentaba bien obscuro. ¿Qué hacer ? No se veía posibilidad de salida por parte alguna, pues los negocios, resentidos del crack de la Bolsa, no ofrecían perspectivas de expansión que reclamaran servicios en los que poder trabajar....
Una tarde, al crespúsculo, Gorgonio, con el alma destrozada, viendo que en su casa comenzaba a faltar el pan para sus hijos, entró en la Iglesia.
En la de Santiago, en Bilbao, hay entrando a mano derecha, un lugar de recogimiento muy amado de las almas acongojadas. Obscuridad profunda, sólo velada por un haz de luz azul proyectada sobre la imagen del Crucificado, que es en tamaño natural, colocada muy baja, como para abrazar a todos los pecadores que se acerquen arrepentidos y para que éstos puedan besar sus rodillas y regar sus pies con lágrimas de dolor.
Allí fué Gorgonio. Y con el patetismo encantador de su palabra sugestiva exponía al Redentor su propia situación: Fortuna perdida, crisis de negocios, familia numerosa, falta de pan en su casa, amargura de su alma... Y le pedía ayuda y consuelo.
Pero, de pronto, detiene su oración y dándose cuenta de que Jesús era Dios y estaba clavado en la Cruz, exclama:
¡Desdichado de mí!, ¿qué estoy haciendo? Tú eres Dios y estás clavado en una Cruz, mientras yo estoy libre.Tú estás muriendo, mientras yo estoy sano y fuerte. Tú desnudo, y yo vestido. Tú desamparado y solo, y yo con hijos y con amigos. Soy un miserable!
Y se levantó resuelto a buscar trabajo. Y lo encontró.
Digamos con él : «Otoi bat eta gero arte”. Una oración y.... hasta luego!.
Por: Martín de Iturbizki
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