LO OCURRIDO en Guatemala. .. bueno, mejor será no hablar de ello. No soy de las que creen que siempre el tiempo pasado fué mejor; pero a veces hay que refugiarse en el pasado para seguir soportando un presente tan penumbroso. El pasado. . .
Una carta de Isaac López Mendizabal me lleva hoy, como de la mano, a otros tiempos en que las esperanzas estaban en flor, y teníamos derecho a esperar una buena cosecha. Malos vientos tiraron el fruto verde y se malogró sobre el suelo dolido de la patria.
Este tolosano ilustre acaba de cumplir 75 años. Puede sentirse orgulloso de la labor realizada. Su pasado es ancho y hondo y su raíz rindió ya muchas cosechas. Se acomodó en tierra fraterna y sigue rindiendo. De su ejemplo podemos seguir viviendo los que aún, por milagro, guardamos un poco de fe en nuestra alcancía sentimental.
Recuerdo… fué por los viejos tiempos de mi infancia, que alguien comentó en mi presencia, aunque no para mí, esta alta labor vasquista de Don Isaac López Mendizabal. Su "Cantabria, la guerra cantábrica y el País Vasco en tiempos de Augusto", nació mucho antes que yo, en 1899. Ya latía, dolorosa, su inquietud por el declinar de euzkera en 1908 y nos ofreció entonces el ''Manual de conversación castellano-euzkera" poco después de su "Aita Santa amargarren Pio'ren dotriña laburra", que es de 1907.
Nuestra generación, esta generación que habría de ser brutalmente desgajada del tronco patrio aun antes de que pudiera tomar camino, apenas abría los ojos, y ya estaba él tratando de vivificar esta espina dorsal de la racialidad que es el idioma. "Zenkiztiya" aparece en 1913 como un sueño en busca de la Escuela Vasca. Tenaz en su labor, en 1915 edita su conferencia "El Euzkera", y en 1916 el "Diccionario castellano-euzkera y euzkera-castellano" en colaboración con el Padre Román M. de Bera. El problema se hace apremiante y las voces se unen mientras la sombra del fundado temor se alarga sobre la tierra que está renunciando a su joya más preciada. ¡Hay que enseñar euzkera a los hijos de la vieja tierra. Se piensa y se siente en vasco; pero al expresar sentimientos e ideas en lengua extraña, la personalidad empieza a difuminarse. Cobran sus primeros dividendos los que faltos de fe o sobrados de malicia habían pronosticado este desastre. Las aldeanas que bajaban de sus caseríos los domingos, para bailar en la Plaza Nueva el txuntxun, se expresaban ya en un horrendo castellano, orgullosas sin embargo de sentirse por ello más "civilizadas". Pero López Mendizabal no había de ceder. No cedería nunca. Alguien oiría las voces que clamaban en el desierto.
En 1920 aparece su "Umearen laguna" y en 1925 su "Xabiertxo". El niño y la escuela son siempre su preocupación y su esperanza. El "Xabiertxo" y el "Martin Txilibitu" se muestran incitantes en el amplio aparador de su tienda de la calle Idiakez. Es por este tiempo cuando yo llego a saber lo que es y lo que representa. Lo que representa para la cultura vasca me importa poco por entonces. Lo que es, un escritor, el primer escritor de carne y hueso que me es dado contemplar, me apasiona.
Hoy, que han pasado tantos años, tantas y tan dolorosas cosas, Isaac López Mendizabal comenta mis modestos trabajos literarios en sus cartas y ¡ríanse ustedes de los peces de colores! le hace cosquillas a mi vanidad de pueblerina pidiéndome una fotografía original de la que Euzko Deya publica. ¡No sabe él lo que ésto representa para mí!
Allá por los años del veinte avanzado, Isaac López Mendizabal me costó más de un kaskarreko. Nunca se explicó mi padre por qué, mandándome a comprar la carne en la carnicería de Larramendi, tenía yo que ir hasta los Escolapios y dar la vuelta por la calle de Idiakez. Creo que esta absurda desviación llegó a infundirle serios temores, y hasta puede que tuviera la intención de hablar de ello con el médico de casa. Como pasaba el tiempo y, con él, la oportunidad de que la carne estuviera lista para la cena, mandaba en mi busca a mi hermano. Si yo le veía aparecer por la fuente de piedras anunciándome a gritos una "panadera", echaba a correr, y por la plaza del Ayuntamiento me metía en la calle Lechuga, (nunca llegué a saber por qué le dieron éste nombre a una calle que con más razón, podía haberse llamado de la Zanahoria) y por ésta salía a la calle Correo, donde estaba la carnicería.
Pero no siempre terminaban así mis aventuras en el escaparate de la tienda de Mendizabal. Me sentaba en un borde saliente que el escaparate tenía y paseaba la vista, como si chupara un pirulí, sobre el "Xabiertxo" y el "Martin Txilibitu". Para postre miraba a Don Isaac con la misma reverencia que a una tarta de pisos. El, indiferente, se afanaba en la tienda y cuanto hacía me parecía a mí trascendental. Pero verle escribir era lo más impresionante. Es posible que estuviera haciendo el resumen de la* ventas del día; pero yo no se lo hubiera creído aunque el mismo me lo jurase. Si levantaba la vista y haciéndola saltar el obstáculo del Tinglado la ponía en el río, yo imaginaba las maravillas que él podía decir de nuestro hermoso Oria, de sus sauces desmayados y lamidos por las aguas que las Papeleras de sus orillas pintaban de todos los colores que un río puede soñar.
Cuando más lejos andaba yo en éstas divagaciones, el mismo Don Isaac aparecía en la puerta. Al principio me solía decir alguna palabra amable en euskera o en castellano, a las que nunca contesté porque la lengua se me quemaba paralizada. Luego, debió cansarse de ver siempre mi cara pegada al vidrio y si llegaba a salir me decía simplemente:
—Vete, vete a tu casa...
Yo me iba; pero volvía volvía siempre, hasta que terminé por enfadarlo.
Y ahora, Don Isaac quiere mi fotografía. Aquel mismo Don Isaac. Ahora ya no le importaría verme pegada, empañando con mi aliento de los días de frío el limpio vidrio del escaparate Hasta es muy posible que él saliera para decirme:
—Pasa, pasa... charlaremos un rato.
- hablaríamos de su "Nekazaritza", un libro sobre agricultura que fué premiado por el "Euzkalerriaren alde" en 1929 y sobre el "Erleak, beren bizitza eta oiturak", que trata sobre la vida y costumbres de las abejas, un tema apasionante para los espíritus finamente observadores. Hablaríamos de nuestra guerra, claro, y de nuestro prolongado exilio... Del "¿Voulez-vous parler le vasque? que escribió ya lejos de su tienda, en San Juan de Luz en colaboración con Mendisko. De su "Breve Historia del País Vasco, de "La Lengua Vasca" y "El País Vaso. Descripción General" editados ya en la Argentina. Mientras vendría la noche por Uzturre y caería sobre el río. Las campanas de Santa María darían una hora y probablemente estaría lloviendo. Entonces comentaríamos que en nuestra cultura vasca, como a un campo de batalla, han entrado con ímpetu nuevos valores, bien armados, y que acaso el euzkera sea salvado: pero que será necesario hacer más, mucho más, si no queremos que con el idioma se pierda lo sustancial de la raza.
Me hablaría de dos nuevas obras que están a punto de entrar en las prensas de la Ekin: una pequeña Gramática vasca de bolsillo y un paciente estudio sobre la etimología de 24.000 apellidos vascos. Y yo, que ya dejé muy atrás los años en que ver a un escritor de carne y hueso me parecía el colmo de la maravilla, volvería a maravillarme al darme cabal cuenta de la gran labor vasquista que este tolosano ilustre ha llevado a cabo, en una carrera de obstáculos siempre superados por su fe erguida La que se ve y esa otra que no deja constancia, de la palabra que se siembra a voleo...
Pero yo no puedo ir a su escaparate de la calle Idiakez ni él me invitará a charlar un rato... Irá en un vuelo mi fotografía, y para que le lleve una verdad más verdadera, le mando una de hoy mismo. La de Euzko-Deya es ya tiempo pasado. Tiene seis años, aunque "Ogoñope insinúe su maliciosa sospecha de que tiene lo menos quince. Pero se la mando con todo mi corazón, con mi vieja admiración por el hombre y por su obra.
Por: Cecilia G. de Guilarte
(Euzko Deya de México – Agosto de 1954)
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