PACTAR CON LA CORONA
Tolosarra, 48 años, de familia bien conocida en los medios abertzales guipuzcoanos, químico de formación, especializado en historia vasca por afición, Ramón LABAIEN, que acaba de regresar de un breve viaje a Irlanda, nos introduce rápidamente en materia:
LABAIEN—Lo que se ve en Irlanda es tristísimo: el gaélico se extingue en las últimas Gaeltacht; es decir, en los últimos reductos no anglófonos del Oete: en Arran, en Galway, en Donegal…
GARAIA—¿Qué impresión produce al visitante euskaltzale esa Irlanda libre pero anglófona de 1976?
L.- Oso tristia motel! No hay que olvidar que hoy el Gobierno de Dublín, que ha proclamado el gaélico lengua oficial, ayuda con primas suplementarias a las familias de la costa occidental que practican la lengua nacional. Pero el complejo social de los gaelizantes es enorme: sólo las regiones más aisladas de Irlanda hablan hoy gaélico. Y el fenómeno no es de hoy.
G.—¿Cómo lo explicas?
L—Irlanda es una isla. Tal vez se explique así, en parte, porque la insularidad geográfica de Eire da a los irlandeses, aun cuando hablan inglés, una sensación de identidad nacional. Pero, indudablemente, el fenómeno viene de muy atrás, y tiene raíces profundas: los patriotas irlandeses han hablado siempre en inglés.
G.—¿Hay diferencias profundas a tu juicio entre vascos e irlandeses?
L—Es evidente. Nuestro país es un país dinámico, sometido a la inmigración, consciente de sus valores.
En Irlanda se saca la impresión de que la explotación de la isla fue despiadada. De que al acceder a la independencia el País se encontraba esquilmado y descapitalizado. Quizá el gran cambio empieza hoy con su entrada en el M. C. E. y su desvinculación progresiva de la dependencia económica de Inglaterra en la que ha seguido viviendo desde los años veinte.
G.—¿Eres optimista respecto a nuestro futuro?
L.—¡Cuidado! Por supuesto que hay razones para suponer que no sucederá aquí lo que ha sucedido en Irlanda. Pero... "herri latza gaituk, latza!" (somos un pueblo áspero, difícil).
G.-Un pueblo con dinámica, pero difícil, "latza"; un pueblo atomizado por ese exceso de vitalidad…
L—Algo de eso. Tras 40 años de castidad política, ahora existe una verdadera fiebre. Y dada nuestra intransigencia proverbial, no va a ser fácil pasar a una fase constructiva.
G.-"Euskaldun fededun"...
L— Exacto. Ya Palmerston decía, hace más de un siglo, hablando de carlismo vasco y de la España decimonónica en general: que, en política, el inglés tiene opiniones, en tanto que el español tiene dogmas.
G.—¿No crees tú que los vascos acabaremos mejorando?
L—Yo siento un optimismo enorme. Mira, el nuestro es un pueblo que ha conseguido el milagro de sobrevivir hasta el siglo XX, contra viento y marea, contra toda probabilidad, casi contra toda ley histórica. Quizá superado en su propio aislamiento, en parte también porque lo vasco ha sido en cierto modo un hecho biológico... No se... Hasta fines del XVIII la gente cultivada y crítica de entre nosotros ha dado siempre la espalda a la problemática propiamente vasca. Eran vascos de hecho, que supieron crear una sociedad política de notable originalidad, pero a los que quizá faltó una creatividad específicamente vasca en el campo de la propia cultura.
Sea como fuere, lo cierto, casi lo exaltante, es que nuestro pueblo ha respondido al reto que supone nuestra entrada en el mundo moderno, iniciando un período de auténtico Renacimiento, de toma de conciencia en todo lo que es el campo de ese espíritu vasco adormilado durante tantos siglos. Resurgir del euskera, explosión de una creatividad artística plenamente nuestra... y las ikastolas con la escolarización de miles de niños vascófonos y vascos conscientes desde su infancia. Quizá sea este el acontecimiento más importante de nuestro tiempo, el que desde luego exige y merece el apoyo prioritario de nuestro pueblo. Porque no hay futuro vasco sin un humanismo vasco que moldee a nuestras futuras generaciones. Y esto requiere la Universidad Vasca, con mayúsculas, y el primer peldaño lo constituyen las ikastolas, que en este sentido encierran en sus aulas nuestro porvenir... Puede que tengamos que esperar hasta el siglo XXI, para que la primera generación de universitarios íntegramente vascos tome en sus manos los destinos de nuestro pueblo, y cuando esto ocurra el resto —y pienso en las estructuras políticas— vendrá por añadidura...
Creo que la misión de nuestra generación consiste en asegurar las condiciones necesarias, en todos los órdenes, para que ese supremo florecimiento, que se ve al alcance de la mano, no se malogre. Eso exige una enérgica paciencia y una dosis ilimitada de pragmatismo... Y saber aprender del pasado. En el siglo XIX nuestros padres respondieron a la agresión contra sus instituciones políticas, a tiro limpio. Sus motivaciones reales quedaron como difuminadas en un contexto dinástico que era secundario, probablemente porque carecían del apoyo indispensable de una auténtica cultura vasca consciente... Hoy los tiempos han cambiado y nosotros también. No caben antigüedades. No se trata de negociar con el poder central. "Paz y Fueros", el lema de Muñagorri, sobre el que mi padre ha escrito precisamente un libro que sale al público la semana que viene, vuelve a recuperar cien años más tarde una actualidad... que no debió perder jamás.
G.- ¿Cómo definirías tú la clave del momento vasco?
L—Creo firmemente que el pueblo vasco quiere sobrevivir; y que pide unas estructuras mínimas para que su identidad quede a salvo. Para eso es precisa una reorganización del Estado. Y todos los pueblos tienen interés en esa reorganización; no sólo el pueblo vasco.
Tenemos la tendencia a considerarnos como un caso único en el contexto del Estado Español. Esto es probablemente cierto en el sentido de que hemos sido los que con mayor vigor y continuidad histórica hemos defendido nuestra propia personalidad y las instituciones políticas que son las nuestras. Pero el proceso uniformizador a ultranza que al cabo de cinco siglos ha desembocado finalmente en el Estado Español tal y como es hoy, ha afectado con igual virulencia a los demás pueblos que componen el conjunto peninsular. Castilla y los castellanos murieron en cierto modo en Villalar a manos por cierto de un Habsburgo más flamenco que español. Lo único que parece quedar hoy de la Castilla Comunera y democrática es su lengua y una reputación a todas luces injustificada, de agresividad hacia los demás.
Cataluña que en la guerra de Sucesión optó por un candidato a la Corona al que no faltaban títulos de legitimidad pero que resultó vencido en el terreno militar, sufrió más represalias inspiradas en el mismo espíritu del "decreto de provincias traidoras" que nos va a afectar dos siglos más tarde.
G.—¿Crees que sería un paso fundamental una reorganización del Estado Español?
L—Yo creo que desde las Cortes de Cádiz (1812) se ha producido en el Estado Español una verdadera "ruptura de contrato"; y que la pretensión de imponer el modelo de Estado jacobino y unitario a la francesa ha deshecho la convivencia de los pueblos que constituyen el Estado. Los vascos no nos enfrentamos contra el gobierno central en tanto que la relación fue de soberanía pactada. Hay que volver a pactar. Y hoy, con la reinstauración de la Monarquía, se nos presenta una oportunidad verdaderamente histórica de "redefinir la Corona".
En todas partes se habla mucho de cuál ha de ser su carácter, etc., sobre este punto los vascos tenemos ideas muy claras. Somos veteranos en el tema. Hemos tratado con la Corona durante muchos siglos y durante todo el anterior la hemos defendido a ultranza frente a los que terminaron reduciéndola a una mera sombra ...Para nosotros la Corona es el interlocutor válido necesario para el Pacto Foral, el que le da intangibilidad y continuidad por encima de toda contingencia política. Creo que el binomio foralidad - lealtad a la Corona sigue siendo válido, y que marca entre nosotros el principio y el fin de todo período constituyente. No recuerdo por cuantos hemos pasado en este País en los últimos 1 50 años, pero en todos ellos hemos salido malparados.
La vuelta al régimen foral, que es vuelta al Estado Español no conflictivo, es la voluntad neta del pueblo vasco. Nosotros "hemos mamado los Fueros con la leche de nuestras madres", según la célebre frase. Foralidad es soberanía pactada.
G.—Al oírte parece que Régimen Foral y Soberanía Vasca son equivalentes; y que, en este sentido, el nacionalismo i del siglo XX no es sino una expresión modernizada del fuerismo vasco del siglo XIX
L—Exacto. Incluso en el 36, y en el fondo, los vascos de los dos bandos creían luchar por un régimen que garantizara la Soberanía vasca pactada.
G.—¿Y en este momento?
L—En este momento cunde el desánimo en los medios vascos; y a éste podrían suceder reacciones de desesperación. Es un escándalo (un "escándalo" repite Labaien marcando bien las sílabas) que después de un año aún no hayamos logrado un programa mínimo común. Da la impresión de que el último líder indiscutido vasco fue Zumalakarregi; y que desde entonces nos debatimos en la anarquía. Ahora bien: esto constituye un auténtico desastre colectivo.
G.—¿Te parece que los partidos vascos son incapaces?
L.—En absoluto. Todo lo contrario. Son capaces y necesarios dentro de nuestro contexto. Que en este momento sean operativos es ya otra cosa... Yo creo que empiezan a serlo y antes de permitirse la menor crítica, hay que pensar en la enorme dificultad que supone el relanzar unas organizaciones que en unos casos han pasado por 40 años de calvario y en otros parten de cero. Claro que para que los partidos vascos lleguen entre sí a un acuerdo mínimo, sería necesario como base de negociación tener una idea de sus respectivas representatividades; y esto no se sabrá hasta después de unas elecciones. De todas formas se podrían hacer unas estimas con una aproximación razonable, pero no parece que en algunos casos la humildad política esté a la orden del día.
G.—¿Y el Estatuto del 36? ¿Y nuestra lealtad republicana?
L.—En octubre de 1936 el frente era una línea complejísima; y había una "bolsa aislada" de resistencia en la zona vasca. El Gobierno republicano, al conceder el Estatuto, no hizo sino inclinarse ante ese hecho militar. Hay que situar nuestra lealtad y obligaciones en ese contexto. Hay que olvidar el pasado, yendo al "nuevo pacto con la Corona". Y en caso de acuerdo hay que ser leal a la Corona.
G.—¿Y quién va a pactar?
L.—Ahí está el problema. Quién va a pactar y cuando. Los dos aspectos son fundamentales. Quizá el ideal fueran unas elecciones municipales anticipadas, que permitieran a los ayuntamientos elegidos democráticamente constituirse en Juntas Generales... A falta de todo esto sólo cabe intensificar la presión ciudadana para que todo lo que auténticamente es algo en el País, organizaciones políticas, culturales, sindicales, profesionales, designen los hombres capaces de asumir ante el rey la representatividad del pueblo vasco. El tema no es fácil pero no se puede eludir por más tiempo.
G.-Y, para terminar, ¿qué nos dices de GARAIA?
L—Que creo que está haciendo ya un excelente trabajo, aunque probablemente no haya tomado aún su aspecto definitivo. Si me permites una crítica, vaya ésta: que da como un poco de vergüenza una revista tan netamente vasca y con una proporción tan baja de textos en euskera... aunque haya razones desgraciadamente evidentes para que así sea…
(GARAIA – Noviembre, 1976)
SE PODRÍA PACTAR CON UNA CORONA SERIA Y DEMOCRÁTICA, CÓMO LA HAY EN OTROS PAÍSES DE EUROPA, PERO CON LA MONARQUÍA DE PANDERETA ESPAÑOLA BORBONA..., ES BASTANTE IMPOSIBLE (HEREDEROS DE FRANCO..., VETE A PACTAR TU CON ESTOS "IRRESPONSABLES ANTE LA LEY", QUE GOZANDO DE SUS PRIVILEGIOS, AMENAZAN A LOS CATALANES..., VETE A PACTAR TÚ, CON LOS FEUDALES/IMPERIALES ESTOS..., ¡PERO SI NO TIENEN SOLUCIÓN!), NO HAY OTRA OPCIÓN, QUE LA DE SER REPUBLICANOS, PERO DE VERDAD, NO CÓMO EL PSOE..., ESTO LOS IRLANDESES SIEMPRE LO TUVIERON CLARO... (AHORA POR AQUÍ CADA VEZ ES MÁS CLARO...), SI LOS IRLANDESES NO ADMITEN UNA MONARQUÍA CÓMO LA BRITÁNICA, ¡IMAGÍNATE LO QUE HARÍAN FRENTE A UNA CÓMO LA BORBÓNICA DE ESPAÑA!, NO CABE MÁS QUE UNA REPÚBLICA VASCA Y HASTA QUE LLEGUE, UNA REPÚBLICA ESPAÑOLA.
Publicado por: Sony | 10/30/2020 en 08:04 p.m.