El día 1 de octubre me sorprendió ingratamente la noticia de que la inexorable Parca se había llevado al cielo de Monserrat bajo el amparo de la Mare de Deu, La Moreneta, al monje benedictino, historiador y amigo, P. Hilari Raguer. Hablé con el bibliotecario, el P, Damià Robles, para transmitirle mis condolencias, extensibles a toda la comunidad, que tan bien me trató y alojó durante mis varias estancias en el monestir de Montserrat para realizar investigaciones históricas sobre el Galeuzca.
Hilari Raguer había nacido en Madrid en 1928, por motivos laborales de su padre. Al año su familia regresó a Barcelona, ocultando durante la Guerra Civil su condición de católicos por miedo a los anarquistas. Obtuvo la licenciatura de Derecho en la Universidad de Barcelona en 1950. donde participó en el grupo de oposición antifranquista Torres i Bages, de orientación democristiana y catalanista, coincidiendo con otros antifranquistas como como Jordi Pujol o Joan Raventós. Durante la famosa huelga de tranvías de 1951 fue detenido, encarcelado siete meses en el castillo de Montjuich y sometido a Consejo de Guerra por “ultraje a la nación española y al sentimiento de su unidad”, porque en ese momento cumplía el servicio militar como oficial de milicias.. En la cárcel descubrió su vocación sacerdotal, en 1954 ingresó en el monestir de Montserrat y fue ordenado sacerdote en 1960. Estudió Sociología en el Instituto Católico de París y la memoria para la facultad de Derecho de la Sorbona sobre UDC sería la base para su tesis doctoral, publicada en 1976 La Unió Democràtica de Catalunya i el seu temps (1931-39). Posteriormente se doctoró en Teología en Roma.
Destacó en los estudios sobre la historia política de Cataluña en el siglo XX, el papel de la la Iglesia Católica en la Guerra Civil, su actuación durante el franquismo y las biografías de personajes ilustres, especialmente católicos represaliados pro el franquismo como Manuel Carrasco i Formiguera, el general Batet o el capellán vasco de gudaris, Aitá Patxi. En 1999 evaluó el archivo de la Generalitat depositado en el Archivo del Nacionalismo Vasco, que visitaba con frecuencia. Estos fondos serían devueltos al Arxiu Nacional de Catalunya.
Fue coloborador habitual de La Vanguardia, miembro en 2008 de la junta de gobierno del Memorial Democrátic de Catalunya y en 2011 de la Comisión de expertos sobre el futuro del Valle de los Caídos. Fue condecorado en 2014 con la Creu de Sant Jordi y en 2016 recibió la medalla de oro de la Universidad de Barcelona. Ejerció una gran influencia sobre muchos y eximios historiadores como Paul Preston, Josep Fontana, Josep Termes o Solé i Sabaté, a quién, dadas sus limitaciones físicas para acudir a los actos, dictó conferencias en los últimos años para que las pronunciase en su nombre.
Fue un historiador, que dominó muchos campos, como lo demuestran sus numerosos y variados artículos, y un referente esencial en los estudios sobre la República, la Guerra Civil y la postguerra. Una parte de su producción son biografías, pero siempre las escribía analizando el período y contextualizando el personaje.
Sus planteamientos políticos, ideológicos y sociales en numerosas ocasiones han nadado contracorriente, no eran políticamente correctos y ello le granjeó amargos sinsabores. Se definió a si mismo como antifranquista, demócrata e independentista catalán. Formó parte de una saga de monjes monserratinos catalanistas junto a los conocidos Abades Escarré o Cassià Just. Su visión no concordaba con la posición predominante de la Iglesia católica oficial española, sobre todo en relación a su actitud durante la Guerra Civil y su decantación filofranquista y su complicidad y silencio frente a la represión de la Dictadura, acusando al episcapado por manter una ideología franquista. Por todo ello, la Iglesia debería pedir perdón. Negó reciamente el carácter de cruzada de la Guerra Civil y la condición de mártires a los católicos asesinados en la retaguardia republicana. Sus magistrales trabajos sobre esta temática, “entre la cruz y la espada” o “entre la pólvora y el incienso” son modélicos e inapelables. Concuerdo con la opinión del historiador catalán Solé i Sabaté, quién ha afirmado:"És el millor historiador, amb diferència, de l'església i el paper que va tenir durant la Guerra Civil. Ha marcat un camí i ha fet rectificar a molta gent."
Conocí personalmente a Hilari Raguer en la década de los 80 del siglo pasado, cuando me desplacé al monestir de Montserrat, durante el abadengo de Cassià Just, con motivo de investigar para la realización de mi tesis doctoral sobre el Galeuzca. Conviví algunas semanas en diferentes etapas con los monjes, que me trataron como un miembro más de su comunidad, a la hora del llantar, de la tertulia, de la liturgia y del labor archivístico. Tuve la inmensa suerte de entablar amistad con algunos de ellos: el P. Gregori, encargado de la escolanía, el portero, hermano Esteve, Marc Taxonera, antiguo residente en Paris y amigo de D. Manuel de Irujo y de varios miembros del gobierno vasco en el exilio, el bibliotecario, P. Valentí, y, por supuesto, el P. Hilari Raguer, amigo y admirador de Irujo por su actuación durante la Guerra Civil. Desde entonces el P. Raguer y un servidor mantuvimos una continuada relación, pues solicitaba con frecuencia sus servicios, via postal, telefónica y electrónica, como consultor y suministrador de información y documentación, procedentes del rico acervo que contiene la bien surtida biblioteca y arxiu del monestir de Montserrat. No pudo participar como miembro del tribunal juzgador de mi tesis debido a una cuestión burocrática: no estaba adscrito a una facultad o instituto universitario. Mantuvimos la última conversación personal en 2017 en su habitación de la enfermería del monestir, residencia habitual tras someterse a una operación de corazón muy delicada. Me acompañó al fichero de la biblioteca para procurar una información precisa e incluso nos sacamos unas fotos, que guardo como oro en paño. Desde la ventana de su celda, en uno de los últimos pisos del monestir, se divisaba un panorama excepcionalmente hermoso, del que seguirá disfrutando desde la montaña sagrada celestial.
En la distancia corta sobresalía su inteligencia fuera de lo común, la sonrisa amable, el trato cordial, la conversación amena, salpicada de anécdotas, la ironía fina, un gran sentido del humor, la mirada afable, clara y limpia y una paciencia infinita. Nunca rehuyó la polémica y siempre se rigió por el amor a la verdad, la honestiadad, la valentía, la independencia de criterio, la metodología impecable, el rigor preciso y el trabajo minucioso, persistente e infatigable como correspondía a un fiel seguidor de la regla benedictina, ora et labora. Jamás perdió la curiosidad por saber, buscar y rebuscar en documentos y archivos para aportar luz sobre el pasado más reciente, siendo uno de los primeros en reivindicar la memoría histórica y demandar al país que asumiera su pasado.
Desde la atalaya de Montserrat seguirá difundiendo aromas la flor de su lema: no mentir ni tener miedo a la verdad. Uno de sus últimos libros, que le supuso un serio enfrentamiento con la jerarquía eclesiástica y yo leí con fruición tras comprarlo en una libreria de la parte vieja de Girona, se titulaba Ser independentista no és cap pecat. Por eso precisamente tu amada Tierra catalana te será leve, como corresponde a los “bos e xenerosos”, así decimos los gallegos. Querido amigo, monje sabio y bueno e historiador competente, “Agur eta ohore. Resquiescat in pace. Goian Bego”.
Xosé Estévez
Historiador.
Comentarios