Estoy desayunando en una cafetería mientras leo DEIA y me entero de vuestra reunión del pasado domingo 21 de agosto en el monte SAIBIGAIN y en la BASILICA DE URKIOLA donde concelebrasteis una Misa: "ciento cincuenta supervivientes del batallón Arana-Goiri se reunían en URKIOLA para conmemorar la batalla y rendir homenaje a sus compañeros fallecidos". Y yo añado un dato a vuestra información: "...ignorando que la nueva vidriera frontal que estaba en medio de vuestra asamblea es un memorial dedicado a vosotros!". A vosotros y a todos los que fueron rotos por esos montes que G. entregó al Estado Mayor de Burgos.
Allá por los años 1971-72, todos los lunes mientras duraron las obras de reconstrucción de la basílica, yo iba de SAN SEBASTIAN a VITORIA en el Talgo y de allí a URKIOLA en el autobús, pasando, naturalmente, por VILLAREAL junto al monumento erigido a los muertos del lado atacante. Familiares y amigos mios allí lucharon en ambas partes y algunos murieron. Lunes tras lunes una idea germinaba en mi: los defensores de aquellas tierras también merecían un monumento.
Por aquel entonces, mi dentista, aprovechando mi silencio cuando me trabajaba en la boca, me contaba la historia de SAIBIGAIN donde luchó como capitán en un batallón guipuzcoano, fue intérprete ocasional de aviadores alemanes prisioneros, testigo de la carnicería que hacían los 8-8 alemanes que en este frente tuvieron su riguroso primer estreno-mundial y que a punto estuvieron de hacer fracasar el terrible y feroz asalto anglo-canadiense a FALAISE dirigido por Montgomery, del 6 al 20 de agosto de 1944 y muchas cosas más. En vacaciones de 1972, mi primo Ladis, que luchó en el Regimiento de Flandes, me contó los horrores de ese frente infernal sometido a la ley pendular del cielo despejado —"día trimotor", adelante— o nublado —fusiles y bombas de mano, atrás—. Precisamente pasó el 14 y el 15 de abril del 37, herido, medio muerto y en silencio, en el fondo del barro de una trinchera de SAIBIGAIN. En su unidad le dieron ya por desaparecido en la matanza. Y me contó muchas cosas más.
El plano topográfico del parque de URKIOLA, levantado para el estudio del proyecto, presenta una plaga de cráteres de bombas. Y de gordas. Las cuatro fachadas del templo conservan los impactos de los nutridos tiroteos.
Detuve los trabajos de movimientos de tierras frente al santuario hasta que los técnicos del Parque de Artillería de SAN SEBASTIÁN detectaran, desenterraran y se llevaran para inutilizarlas varias bombas con espoleta intacta.
Un viejecillo del lugar me contaba cómo en las ofensivas se utilizó el santuario —ique sólo tenía una puerta!— como hospital de sangre en plena línea de fuego. Si las puertas hablaran, ¡qué nos contarían!
Por motivos totalmente ajenos a cuanto precede, en el proyecto de reconstrucción de la basílica me interesó suprimir su acceso axial y sustituirlo —exterior e interiormente— por una circulación periférica. Consecuencia: Abrí bajo los arcos laterales de fachada y prescindí de la citada puerta central, testigo mudo que. desde su altura, gritaba en silencio toda la tragedia que ocurrió enfrente, alrededor y entró y salió por ella: arco de piedra para el Cielo y para el Infierno de Dante.
Para epílogo de incidencias en este proceso de incubación, recordé — como todos lo recordáis— que en la parroquia de San Juan de Luz una puerta, testimonio de un singular acontecimiento, fue tapiada y convertida en recuerdo de la Victoria del Cardenal Mazarino: el matrimonio de Luis XIV de Borbón con María Teresa de Austria, origen de las desgracias españolas y de las miserias de los pueblos vascos. ¡Perdón por la digresión!
Tras las premisas expuestas, la conclusión brota sola. Tan seguro estoy de ello, que nada arriesgo al afirmar que a todos los lectores se les ha ocurrido lo que a mí se me ocurrió. Mi idea, pues, nada tiene de original.
Cuando al final de la, obra los sacerdotes de la comunidad de Urkiola me permitieron —¡al fin!— colocar bajo el arco una vidriera sustituyendo la puerta, único objeto decorativo nuevo pues todos los demás eran materiales de recuperación, salté sobre el catálogo de unas fundiciones del RUHR que guardaba archivado en mi estudio: la portada, sobre fondo negro, es un festival del fuego, que siempre ha sido, para mí, la imagen más bella del Creador. Sin pedir más permisos a nadie y con la colaboración de una empresa bilbaína de artistas del vidrio, de mi largo y obsesivo sueño hice una realidad.
El eje longitudinal de la basílica atraviesa el arco y pasa por la cima de SAIBIGAIN. Es un eje Este-Oeste: Sol por las tardes. Contraluz vivo al pie de un enorme y aplastante muro de piedra que a esas horas se viste de negro. Rouault me hubiera envidiado para que tras sacar del fuego vidrio, el Sol sacara del vidrio fuego.
Batallones de muertos en SAIBIGAIN: ahí tenéis la monumental argizaiola de vuestros pueblos, junto al altar: TREMENDO TOMATAZO DE SANGRE Y FUEGO QUE REVIENTA CON VIOLENCIA DE GRANADA Y DESTELLO BLANCO DEL FULMINANTE.
Por las noches, y gracias a una potente instalación de focos interiores, la refracción de este poema en microfuegos con morfología de estriadas alas protectoras, brilla frente a SAIBI-GAIN y las estrellas. Al pie de este desintegrado y casi abstracto San Miguel de espadas —léase, anacrónicamente, de metrallas— y en el primer plano del jardín claustral, la PAZ: símbolos naturales y figurativos de los pueblos vascos: sus montes, sus industrias y su mar. Puebles —los únicos— que viven en sus tierras desde antes de la noche de la Prehistoria. Pueblos —los únicos— que jamás sacaron sus hierros para cantar epopeyas, gestas y odiseas de cruzadas y de conquistas. Pero pueblos-—siempre con S. muy en plural— guerreros que acuden al alto de sus montes cuando por sus valles resuena el irrintzi que anuncia el peligro para su libertad: ancla, rueda y layas.
Las obras se inauguraron el día de San Antonio. 13 de junio de 1973. Dos días antes, un equipo técnico de la emisora de radio de LOYOLA registró "¡n situ" para su difusión, estas declaraciones mías. Hablé apoyado sobre el negro pedrusco marmóreo del altar, rodeado de mis principales colaboradores, a quienes públicamente agradecí por su trabajo, midiendo mis palabras, asumiendo mis responsabilidades, sin comprometer lo que debo no comprometer: LOS MÁRTIRES DE LOS DOS LADOS MERECEN RESPETO. UN RECUERDO HUMANO Y UNA ORACION.
NOTA: Desde estas líneas sugiero a las autoridades militares que consideren la conveniencia o necesidad de pasar el peine de sus detectores por los que fueron puntos calientes de la contienda. Quizás sería prudente aislar algunas zonas eventualmente peligrosas con letreros y alambradas cómo lo han hecho en POINTE DU HOC y creo probable que también aquí, como allí, existan actualmente cadáveres de combatientes mal enterrados por las explosiones, por los adversarios, o por los propios compañeros. Si no se hubiera tomado esta iniciativa al abrir la nueva alameda frente a la basílica, probablemente hubiéramos lamentado graves desgracias.
Antonio Perez de San Román (arquitecto)
(Deia, 2 de Setiembre, 1977)
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