Una navarra en Ajuria-Enea
La tercera planta del palacio de Ajuria-Enea está ocupada por las habitaciones particulares de la familia del lehendakari Garaikoetxea. Hemos traspasado las rejas del jardín y los miñones nos colocan unos distintivos para que nos podamos mover sin problemas por el interior de la residencia oficial. Uno de los policías de seguridad que se encuentran en el interior de la casa nos conduce a través de unas escaleras de madera labrada hasta el último piso, donde, tras tocar un timbre, es la propia esposa del lehendakari la que abre la puerta de cristal que separa el domicilio particular de la sede gubernamental.
Sagrario Mina es una mujer de 34 años, alta, rubia, con los ojos muy claros y una sonrisa entre tímida y afable. Y está nerviosa. Lo primero que le ha saltado a la vista es la máquina fotográfica. "No me habíais avisado que ibais a sacar fotos. Podría haberme arreglado, o pintado un poquito. Voy a salir horrible". Es la primera entrevista que concede y, al principio, se nota que está tensa. Sin embargo, el ambiente es muy cordial. Enciende un cigarrillo negro y comenta: "No creáis que fumo continuamente. En realidad, si estoy sola, no lo hago nunca. Pero hay momentos en que parece que lo necesitas, aunque sólo sea por acompañar a las manos."
Empezamos la entrevista y tratamos de conseguir un acercamiento que quiebre ese recelo que se palpa todavía en el ambiente. Hablamos de temas personales, cosas que son fáciles de expresar, porque se viven cotidianamente y no suponen ningún posicionamiento. Comenta lo que ha supuesto su traslado a Vitoria.
—SAGRARIO MINA: Llegar aquí te corta. Hay que tener en cuenta que no hemos venido a vivir a un medio normal. Hay mucha diferencia entre un traslado de residencia, sin más, y la vida en una sede oficial, con todo lo que ello conlleva. En principio, ya te supone un distanciamiento del círculo habitual de amistades, de familia cercana. Indudablemente, aunque Pamplona no se diferencia mucho de Vitoria, en cuanto a ciudad se refiere, el cambio lo hemos acusado todos.
Queremos una vida normal para nuestros hijos
—CARMEN T. GARCIA: Este cambio de medio y, fundamentalmente, de actividad, ¿ha repercutido negativamente en sus hijos?
—S. M.: Esa es una de nuestras grandes preocupaciones: procurar aislarles de lo que todo este ambiente representa. Tenemos verdadero interés en que lleven a cabo una vida normal. Pero, claro, es imposible que se en todos los niveles. Por como cualquier otro niño. Sin embargo, alguien debe acompañarles hasta él y, aunque ahora se han acostumbrado, al principio les resultó un poco duro.
A lo largo de toda la conversación. Sagrario Mina ha mostrado una gran inquietud por conseguir mantener una vida familiar, por no perder el contacto con sus hijos. "Los fines de semana han sido siempre sagrados para nosotros —comenta—. Los chicos son muy aficionados al sky y procuramos fomentarles esa afición. Sin embargo, cada vez es más difícil que Carlos nos acompañe, porque las ocupaciones crecen —hace una parada y luego continúa rápidamente—. Yo he mantenido esa afición, aunque tenga que llevarlos sola, porque es muy importante que no pierdan lo que hasta ahora ha sido su vida normal."
—C. T.: ¿Qué tipo de obligaciones conlleva su posición?
—S. M.: Bueno, toda una serie de compromisos oficiales. En cuanto a mujer del lehendakari tengo que asistir muchas veces a inauguraciones y actos en una línea similar. Pero no son excesivos. Tened en cuenta que esto no son los EE. UU. Allí la mujer tiene un protagonismo mucho mayor. Ese protagonismo, en nuestro país, queda como más desdibujado.
Apuntamos la idea que se suele tener de las mujeres de los cargos oficiales, a nivel popular. Le dibujamos a una mujer muy arreglada, muy sonriente, con vestidos de grandes firmas y una agenda social supercargada. Sagrario sonríe abiertamente y con un sarcasmo bastante evidente afirma "yo no practico".
Pérdida de libertad
—C. T.: ¿Qué tiene de positivo y de negativo ser la mujer del lehendakari?
—S. M.: Tiene un factor positivo que yo encuentro muy importante: los contactos. Te da posibilidad de conocer a un tipo de personas que, normalmente, no tienes oportunidad de tratar. La verdad es que todo esto resulta agradable, porque, por una parte, la gente que conoces es interesante y, por otra, los actos sociales a los que tienes que asistir, no resultan tan pesados como puede parecer.
Lo más negativo para mí es la restricción de libertad. Antes iba y venía sola por todos sitios, y ahora mis movimientos no dependen sólo de mí.
Conforme avanza la conversación, "Txupi", como se la llama en sus círculos más allegados, introduce pequeñas anécdotas que dan gran amenidad a todos los temas. Nos relata cómo fue de compras hacía unos días a unos grandes almacenes de Vitoria y tuvo que desistir de seguir "revolviendo en todos los mostradores", porque le daba pena llevar todo el tiempo tras ella a uno de los hombres de seguridad, que se aburría visiblemente.
No he notado un cambio radical en Ajuria-Enea
—C. T.: ¿Ha perdido contacto con Carlos, en un nivel personal, desde que fue elegido lehendakari?
—S. M.: Sí, siempre se pierde un poco. Las preocupaciones, los horarios apretados, las obligaciones continuas, todo, hace que nuestra vida familiar sea más restringida que la que hemos llevado hasta ahora. Sin embargo, tampoco he notado un cambio radical. He compartido mi vida con él desde los 19 años y siempre ha tenido una gran cantidad de compromisos. Lo cierto es que no veo una gran diferencia con el ritmo de vida que hemos mantenido hasta el momento.
—C. T.: Parece casi forzoso que una persona cambie al ostentar un cargo de tanta responsabilidad. ¿Cree que Carlos ha acusado este cambio?
—S. M.: Mirad, estos cargos políticos de importancia, y sobre todo cuando los tienes que llevar en unos momentos tan tremendos como los que vivimos, indudablemente, te afectan. Y yo lo he notado en mi marido. El ritmo de vida se nota, se siente incluso en las relaciones familiares, no sólo porque tenga en la cabeza las mil preocupaciones que son lógicas, dado el tiempo que nos ha tocado vivir, sino porque habitamos en la misma sede presidencial y ello hace que no se produzca un corte entre el trabajo y la vida normal. La tensión llega a todos los ámbitos y los problemas flotan en el ambiente. El ritmo de trabajo se mantiene dentro de la propia casa. Es normal que, en estas circunstancias, las personas modifiquen su forma de actuar.
Habla de todos estos temas con gran serenidad. No da la sensación de que se encuentre agobiada o sobrepasada por ellos. Son hechos que ve y que analiza sin sacarlos de su contexto, sin aumentarlos, ni desfasarlos. "Encuentras compensaciones — añade—. El calor y el entusiasmo que te demuestra la gente te resarce de todo. Y no es que tengan que compensarte por nada, porque es tu obligación y lo que haces no tiene que ser premiado. Pero te ayuda, te mantiene. Necesitas ver a tu gente. Es lo que hace que en algunos momentos no te derrumbes".
Una solución para los matrimonios rotos
Hemos empezado a tocar una serie de cuestiones que, aunque a veces suenen a tópico, están en la calle. Y no sólo a nivel de comentario, sino de gran problema que se vive. Ahora que la ley de divorcio acapara grandes espacios en todos los rotativos, nos ha parecido interesante saber su opinión sobre este controvertido tema.
—S. M.: Creo que es necesario. Tiene que existir una legislación que sea capaz de aportar la solución a los matrimonios que están rotos. Porque el que existan unas leyes que contemplen la posibilidad de divorciarse no quiere decir que nos vaya a entrar repentinamente el arrebato, y nos vayamos a divorciar todos. Pero sí existe una situación ante la cual no queda posibilidad de mantener la vida matrimonial, lo cual en sí mismo es ya bastante triste, por lo que supone de frustración, tiene que propiciarse la salida. De todas formas, la base de la discusión se encuentra en la existencia de una sociedad plural, dentro de la cual conviven gentes ligadas a la religión católica y gentes que no lo están.
Soy contraria al aborto
—C. T.: ¿Cuál es su postura ante el aborto?
—S. M.: Yo soy contraria al aborto, de entrada. Pero hay que mentalizarse con que nos encontramos ante una realidad, y una realidad que arroja cifras muy elevadas de abortos practicados. Estimo la posibilidad de conseguir una legislación restrictiva, que no fomentara las prácticas abortivas, pero que aportase soluciones a la realidad de un problema.
—C. T.: ¿Cómo cree que se podría llevar a cabo una despenalización, o una legislación restrictiva?
—S M Bajo un punto de vista legal, no sé qué sistema habría que utilizar. Hay una cosa evidente: algunas personas tenemos problemas de conciencia a la hora de plantearnos el aborto. Sin embargo, hay otro sector que no tiene esta limitación, y no podemos supeditarlos a nuestra propia concepción, en una sociedad plural.
La mujer del lehendakari se queda pensativa, como si quisiera añadir algo más. Poco a poco, empieza a cobrar viveza en la voz y se incorpora en su asiento. "Lo tremendo de esto —opina con gran fuerza— es que todo aquel que quiere abortar, y dispone de medios económicos para ello, lo hace. En el caso contrario, es casi imposible. Y eso es una injusticia y una hipocresía social evidente". Nos habla de la importancia que tiene, y que no se le da, a la planificación de un sistema informativo para evitar, no el aborto, sino precisamente el tener que llegar a él. Afirma rotundamente que todos estos problemas podría^ evitarse con una educación que, hasta ahora, no hemos tenido y que, actualmente, sigue sin conseguirse.
Enseñar e informar a la vez
—S. M.: A nivel de enseñanza, quedan por hacer muchas cosas en el plano informativo. No solamente en lo que a educación sexual se refiere, sino también respecto a ese mundo de la droga. Este es otro punto que me parece crucial y sobre el que tampoco se informa demasiado. Algunos chicos no saben los riesgos que corren cuando empiezan a tomarla a los 13 años, inconscientemente. Este es uno de los temas que habrían de plantearse muy en serio por todos. Yo veo necesaria la creación de un organismo que se encamine a la preparación y a la información de la juventud, y que lo haga bien.
Sagrario Mina cursó sus estudios en un colegio de religiosas de Pamplona, y, posteriormente, los amplió en Bélgica. Sus hijos estudian en una ikastola. Sobre el tipo de educación más conveniente, laica o religiosa, nos manifiesta que "la religión más que en lo que enseñan en la ikastola, o en un colegio religioso, estriba en las relaciones familiares. Es en la familia donde mejor aprenden los niños estas cuestiones, porque las viven. Sin embargo —puntualiza—, me parece bien que en los colegios se imparta la
(INCOMPLETO)
Por: Carmen T. García
(Diea, 24 de Mayo de 1981)
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