El P. Lhande acabó sus días en el lugar de la alta Zuberoa a! que quiso ir al dejar este mundo, después de haber llenado con múltiples realizaciones cincuenta de los ochenta años de su vida.
Para mí fué en los de mi adolescencia el vasco cuyas actividades me servían de indicaciones en los caminos que por mi parte iba yo recorriendo. Esos años fueron desde el 1910 hasta el 1923, y aún después y hasta hace muy poco tiempo.
El P. Lhande era originario de Zuberoa, y la causa de que yo le conociera fué la expatriación de dos jesuitas con motivo de las leyes dictadas por la República francesa, a principios de siglo, sobre las Congregaciones religiosas.
En la librería que mis padres establecieron en San Sebastián, al terminar el pasado siglo, desde mi infancia a una larga serie de exiliados. El más lejano fué Paul Derouliéde. Tras él, religiosos y religiosas de todas las Congregaciones.
El P. Lhande, que con los jesuitas venidos de Francia residió primero en Hernani y luego en Fuenterrabía, era, por su juventud de entonces el que hacía las comisiones de la Casa, y mi primer recuerdo de él es el de un "muxu-gorri" de gran dinamismo, no alto ni grueso, que llevaba en bandolera la gran cartera de cuero negro que era característica de los; "facteurs" (a otros religiosos de otras órdenes —un P. Capuchino de la provincia de Toulouse, por ejemplo— los veía igualmente con carteras semejantes).
La proximidad de las residencias del P. Lhande hizo que yo le visitara también en ellas por aquellos años. Le distinguía entonces, además de su laboriosidad, una gran mesura y bondad en el expresarse. Nunca le conocí largo o prolijo, ni entrometido.
El hecho es que hacia 1919, en una revistiila de jóvenes, dejé yo escrito que el P. Lhande era el sociólogo vasco. De esta temprana apreciación mía no creo que deba rectificar nada, puesto que más tarde gran innovador en la sociología práctica en otros planos también.
Mi artículo llegó a sus manos, y ello dio lugar a que me enviara dedicada, una de sus obras sobre sociología vasca. Dos son los libros que le califican en este terreno: "Autour d'un foyer basque" (París, N.LN.) y "L'émigration basque" (París, 1910). Pero en otros de tipo novelesco, como "Mirentxu" y "Bilbilis", hay referencias al sistema social vasco, posiciones precisas en las que sus concepciones y sus inquietudes se manifiestan plenamente. En una de ellas, por ejemplo, en tiempos ya muy lejanos en que se hablaba poco de tales cosas, muestra las ventajas de la descentralización industrial, de la asociación de la industria así repartida con la preservación y elevación rural, citando el caso de Guipuzkoa.
En aquellos años, viviendo en nuestro País, su participación en cuanto se hacía en el terreno de la cultura vasca fué muy grande. Mi propio hermano Ricardo editó en nuestra casa la novela corta, en euskera, titulada "Yolanda" relato situado en el siglo XVI o XVII y en el que se refleja la vida industrial y marítima de entonces entre Oyarzun y Fuenterrabia,
Y la Academia de la Lengua Vasca, fundada en 1918-1919, le contó desde el principio, no sólo como miembro de número sino como primer director de su revista, "Euskera".
De esta época debo yo en máxima parte al P. Lhande la fijación de mis preocupaciones en el terreno social vasco y la apreciación de la literatura y en particular de la poesía vasca. Muy pronto, en efecto, llegué a conocer la que había publicado él en estas materias, incluso el primer estudio sobre "Etchaun", aparecido en la primera época de "Gure Herrla".
Para terminar con lo relativo a sus actividades en el terreno vasco, he de cerrar esta parte recordando que el P. Lhande es el autor de "Dictionaire basque-français" impreso por entregas en París, desde 1926 hasta 1938, y que consta de 1.118 páginas. Cuando este diccionario iba saliendo a la luz ya el P. Lhande se hallaba residiendo en París, en la casa de su Congregación, y sus trabajos trascendían a las columnas de la prensa de la Capital.
Entre 1920 y 1925 pasó a residir en París, donde permaneció hasta la última guerra mundial. Escritor francés señalado, autor de varias novelas, rompió las barreras de lo tradicional como orador religioso a través de la radio (en Radio-París, una emisora privada) siendo el primero que empleó este medio de difusión a fines sagrados. Innovador en este terreno, podemos decir que ponía en práctica una idea que acaso no declaró nunca, pero que no cabe duda realizó en su vida entera: "lo social ha de llevarse socialmente" o "a la muchedumbre por 'los métodos multitudinarios". Su predicación radiada la publicó bajo el título "L’ Evangile par dessus les toits", aparecido en 1927.
Mucho más importante fué otra de sus actividades, que adquirió estado literario en "Le Christ dans la banlieue", al que siguieron otros libros sobre la misma materia. Estos libros son la exposición de su "encuesta sobre la vida religiosa en los suburbios obreros de París", y de ella nació, en la archidiócesis de París, la obra mundialmente conocida de "las construcciones del Cardenal" (les chantiers du Cardinal).
Cuando hace años, al acudir ya a la misa dominical en mi parroquia del V Distrito, el de la gloriosa Universidad, subió al púlpito uno de los canónigos directores de esa empresa a solicitar la ayuda de los fieles para ella, oí con la satisfacción íntima imaginable, dada mi bien antigua admiración por nuestro compatriota, que el orador eclesiástico no sólo afirmaba que el vasco que acababa de morir era el iniciador de ella y de las construcciones de templos y capillas diocesanos desde entonces levantados (en número de más de cien), sino que el P. Lhande fue el fundador de la sociología religiosa.
Naturalmente, no se puede hablar de esta actividad del jesuita vasco sin hablar a la vez del "Cardinal", el cardenal Verdier, a quien podríamos llamar para el caso "el gran patrón".
Pero aquí entra en juego otra de las características del ideario social del vasco jesuita: que es por la elevación de las instituciones sociales por donde ha de ser fecunda la obra en lo social, por ser aquellas necesarias. La diócesis parisiense tenía que ser el utensilio de la acción evangélica, como el hogar vasco el de la acción vasca.
En mi admiración y en mi agradecimiento se hallan unidos los dos nombres, y por ello no seré yo quien escudriñe la parte de cada uno de ambos en la ingente obra a que estoy aludiendo. De hecho, la casa de "Etudes" y el Arzobispado me vienen juntos también a la memoria al recordar la acogida como exilado en París, en 1937. En la primera de ellas residía entonces el P. Lhande.
Considerando, la trascendencia de esa obra, sin embargo, me parece debo señalar que el P. Lhande es, sin duda, uno de los hombres del último medio siglo de quien quedará (en penumbra acaso, pero bien real) más profunda y sólida huella en París. Entre otras cosas, yo recuerdo cómo —en tiempos en que tampoco se pensaba mucho en ello —el P. Lhande citaba las repercusiones "urbanísticas" de la obra que había promovido. Es que su espíritu era sensible a la real complejidad de este mundo y capaz de amplias previsiones.
Personalmente, y sumado a cuanto llevo dicho, no puedo menos de asociar su antiguo exilio ideológico en la fidelidad al Instituto al que perteneció —ocasión de que nos conociéramos— con mi exilio ideológico en la fidelidad a una Institución, que fué la ocasión de que nos volviéramos a encontrar aquí en París.
Es cierto que el P. Lhande no ocultó inicialmente su extrañeza al vernos envueltos en la guerra de 1936 en el campo en que la hicimos. Lo cual no fué obstáculo para que ayudara por todos los medios a los refugiados vascos. Los niños del grupo "Elai-Elai" de Guemica, fueron objeto de sus visitas y de sus simpatías. Hasta que sus achaques le retiraron a la residencia de Pau, estuvo el P. Lhande en relación con el Gobierno de Euzkadi.
La desaparición del ilustre compatriota, lleno de bondad y de afecto, llenó a los vascos de aflicción.
Por: Jesús Mª de Leizaola
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