El articulista hace una serie de consideraciones sobre los distintos aspectos positivos que ha tenido el acuerdo de Ajuria-Enea sobre la violencia para lamentarse al final de la estrecha referencia a la autodeterminación cuando «la autodeterminación es la entraña de la democracia”.
En política, unas veces se gana y otras se pierde. Y si bien es más deseable lo primero que lo segundo, no siempre las cosas suceden como a uno le gustaría. Lo más importante es no perder nunca la razón: que la victoria no se convierta en estupidez o prepotencia y la derrota mal asimilada en resentimiento.
Viene esto a cuento como reflexión en tomo al significado del reciente acuerdo sobre la violencia en Euskadi. Si alguna virtud ha tenido ha sido la ele delimitar el campo de juego en el que se puede hacer política en este país sin abandonar ni las propias convicciones ni la racionalidad. Ciertamente, la letra impresa no puede convencer al fanático; sólo sirve a quien no lo es. Pero ya es suficiente haber vuelto a comprobar que en Euskadi es posible discrepar de la opinión dominante o sumarse a ella, decir que sí o que no, dejarse convencer o tratar de convencer a otros, sin necesidad de pegar un solo tiro y sin más insultos que los que pueda permitir la ironía parlamentaria.
Hay dos cosas, según Pío Baroja, que salvan a un pueblo: viajar y discutir. Parece que eh este país mejora sustancialmente la segunda. El libro de la historia ha pasado ya la página del carlismo y —con un cierto retraso, sin duda— se acaba para los vascos el siglo XIX. Comienza a poderse discutir sin dramatismo y virulencia. El lenguaje de la traición y del delirio pierde su ancestral prestigio. Y poco a poco se convierte, en costumbre aquello que es señal de una comunicación racional: el respeto hacia las opiniones contrarias.
Sólo el círculo de la violencia desprecia estos «formalismos». No es extraño que así ocurra: la seducción de la violencia consiste en instalarse en la esfera de la irrealidad. Cuando los que están atrapados por ella dicen que aquí no ha cambiado nada, no dicen la verdad: ha cambiado, sobre todo, su ideal originario, cada vez más sordo a las recriminaciones de la realidad. Ha cambiado también su-conexión con el pueblo, cuyo hartazgo no son capaces de interpretar. Esta incapacidad responde a la propia dinámica de la violencia, a su clandestinidad, a su desconfianza en aumento y a la dialéctica del convencimiento recíproco: un cenáculo progresivamente reducido habla en nombre de un pueblo que, de hecho, les es cada vez más indiferente.
Se ha venido hablando últimamente de autodeterminación. Muchos lamentamos que el texto del acuerdo sea a este respecto tan estrecho. Aunque también es cierto que ni un documento contra la violencia es un lugar adecuado para plantear reivindicaciones, ni éstas dependen de los textos escritos. Pero con tanto identificar el autogobierno con el ejercicio de unas competencias (cuestión importante, sin duda), se nos ha pasado por alto su sentido más genuino.
La verdadera autodeterminación consiste en que a uno le dejen en paz. Siempre habrá iluminados que pretendan hacer las cosas por nosotros, como si fuéramos menores de edad. Pero la autodeterminación es la entraña de la democracia. El escritor inglés Chesterton lo señalaba irónicamente: la política es una de las cosas que uno tiene derecho a hacer por sí mismo, aunque las haga mal. Hay cosas que preferimos que no las haga nadie a menos que las haga bien: arreglarnos el coche, construir un edificio, empapelar una habitación... Para estas cosas, unos son más competentes que otros. En cambio, no dejaríamos en manos de los expertos determinadas cosas —como escribir una carta de amor, sonarse las propias narices o decidir en política— aunque nosotros las hagamos peor.
Dejar que el pueblo se equivoque por sí mismo sería para algunos una verdadera temeridad. Pero quien crea verdaderamente en la democracia no le debería tener miedo a la autodeterminación. Un principio que parece haber perdido validez en los conciliábulos de aquellos dos ministerios del interior —el uno en Madrid y el otro no se sabe donde— que se disputan la tutoría sobre un pueblo al que consideran un jardín de infancia, mientras se ponen de acuerdo en trasladar su capital de Gasteiz a Argel. ¿Sería mucho pedir que unos y otros nos dejaran en paz?
Por: Daniel Innerarity
En España existe una "especie" de OMERTÁ (el tipo de silencio que utiliza la mafia...), hacia lo que fue el franquismo y sus derivados actuales, se mira para otro lado, no se comentan y de forma bronca se niegan.
Publicado por: Sony | 12/01/2020 en 05:24 p.m.
Hablando de viajar, la palabra "español" dentro de España equivale a una democracia avanzada, cuando sales fuera (Europa incluida), equivale a una "monarquía de pandereta", si alguien no lo cree, que viaje....
Publicado por: Sony | 12/01/2020 en 05:28 p.m.
El tema, no es solo que la autodeterminación es la entraña de la democracia (preguntar en Gran Bretaña), sino que ¿es España una democracia?, y si lo es ¿lo es de buen nivel?, si las respuestas son que no... (que todo lo indica, preguntar en Cataluña), buenos motivos para autodeterminarse y marcharse.
Publicado por: Sony | 12/01/2020 en 05:31 p.m.
73 mandos retirados del Ejército firman una carta al Rey que asume el discurso de Vox | España | EL PAÍS
https://elpais.com/espana/2020-11-28/73-mandos-retirados-del-ejercito-firman-una-carta-al-rey-que-asume-el-discurso-de-vox.html
Publicado por: Sony | 12/01/2020 en 08:06 p.m.