Si es entre el diálogo y la guerra. Prefiero el diálogo. Si me ponen a decidir entre un diálogo con el que se logre 70% de aspiraciones que comparto, frente a una guerra en la que podría obtener 100%. Prefiero el diálogo. Si me ponen a escoger entre un diálogo que demore un tiempo pero que prometa resultados, frente a una guerra que me ofrezca gelatinosos desenlaces inmediatos. Prefiero el diálogo. Si mis opciones son resultados sólidos con el diálogo a los disputados en una guerra. Prefiero el diálogo. Si el diálogo ahorra la sangre de un ser primero y la guerra promete su derramamiento. Prefiero el diálogo.
El asunto es que el diálogo tiene condiciones. No es solo conversar. Tampoco es debatir. El diálogo, aun entre los más enconados enemigos, tiene una lógica: ambos deben saber que, de no sostenerlo, el costo sería mayor al beneficio.
Por: Carlos Blanco
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