Una vez que visitamos a Tarradellas, cuando todavía era inquilino del Palau de la Generalitat, nos dijo: "Yo también he sido de la ETA. Pero de la ETA catalana. Ni un muerto ni una peseta". Nos decía también que había habido vascos amigos de Catalunya y otros que no lo eran. Tal vez el viejo President confundía a Cataluña con su persona y establecía simpatías y antipatías en función de sus relaciones personales.
Mi experiencia personal con los catalanes comenzó con las relaciones con Unió Democrática, por un lado, y con el Consell de Cataluña en los últimos años del franquismo. Habrá que escribir lo que vivimos en toda aquella apasionante fase de coordinación política de la decadencia franquista, de la que uno de los ejes era precisamente el de Euzkadi-Cataluña, únicos grupos organizados de fuerte pretensión autonómica antes de que se institucionalizara el "café para todos", aun para aquellos a quienes nunca les habla gustado el café.
Ya en la fase de la transición política nuestras relaciones de partido se dirigían a Convergencia i Unió. Llegamos a formar juntos un único grupo parlamentario obligados por el Reglamento Provisional del Congreso. Luego, ellos formaron parte de un gremio tan importante como la ponencia constitucional en la que a nosotros se nos impidió participar por razones que no vienen al caso. Roca pretendía representarnos en la ponencia, aunque ni siquiera se introdujo en ella nuestra exigencia fundamental que se plasmó luego en la famosa enmienda adicional referida a los derechos históricos.
Pero en toda aquella fase tuvimos una intima convivencia. No tuvimos roces. Y apoyábamos siempre los planteamientos mutuos, aunque no fueran coincidentes, respetando en cada caso las especificidades de cada cual en la común pretensión autonómica.
Siempre pensamos en que debíamos caminar fuertemente unidos, sin dejarnos del brazo por muchos cantos de sirena que nos llegaran desde el poder para desunirnos.
Y siempre hubo entre ellos y nosotros una mutua admiración. Velan en nosotros con cierta envidia la rotundidad y firmeza de nuestra afirmación nacionalista. Y nosotros admirábamos en ellos su adaptabilidad a las circunstancias y lo que se calificaba como su "capacidad negociadora".
Pero esta diferencia, en parte de carácter, en parte impuesta por las circunstancias en las que se desenvolvía cada uno de nuestros respectivos países, ha sido la causa de nuestra desunión. La situación vasca, radicalizada, crispada muchas veces, y hasta chirriante en los goznes políticos del Estado, provocaba un retraimiento en nuestros homólogos catalanes, dando como resultado el que cada cual siguiera su propio camino.
Se establecía así una pugna por "quién sacaba más", cuál era el mejor Estatuto.
Recuerdo que cuando luchábamos por nuestra famosa "disposición adicional", un dirigente catalán me decía: "¿No ves que si tú dices a tu gente que esta fórmula es buena, es buena?". Le respondí que mi dificultad estribaba en que si creía que algo no era bueno, no podía decir a mi gente que era bueno.
En la batalla por el Concierto Económico, la misma persona intentó persuadirme de que lo debíamos pensar mejor; que "era un sistema discutible y peligroso por el riesgo que importaba". Nunca supe si me lo decía porque pensaba así o porque ellos no lo podían conseguir. Porque hoy es el dia en que desde Cataluña se exige un Concierto equivalente al nuestro.
En la pasada semana, la desunión ha llegado al enfrentamiento. A cuenta de la Ley de Bases de Régimen Local. Ellos la negociaron por su cuenta con la mayoría socialista sin que tuviéramos vela en aquel entierro. Nosotros teníamos nuestra tradición y nuestra concepción municipalista. Hablamos llegado hasta el procesamiento de los alcaldes. Hasta encararnos con una situación al parecer sin salida, enfrentándonos claramente con la legalidad establecida en una seria postura de enfrentamiento civil. Pero cuando parecía perdida toda esperanza, y en el marco de una nueva época negociadora con el Gobierno socialista, se ha producido el "deus ex machina" de un acuerdo satisfactorio. A partir de la vía constitucional de los derechos históricos. Quienes tantas veces hemos criticado al Gobierno socialista, hemos de agradecer el esfuerzo que ha supuesto para ellos el aceptar una buena parte de nuestras tesis. Y el aceptarlas por la vía por la que se han resuelto. Aunque sé de un ministro socialista que no ha ocultado su asombro al descubrir que nuestro derecho histórico contiene muchos elementos nada arcaicos y que más de un socialista se romperla los dientes por poderlos aplicar en la sociedad actual.
Pero por primera vez se ha producido un grave enfrentamiento en las relaciones parlamentarias vasco-catalanas. El grupo catalán en el Senado se ha negado a autorizar con su firma la presentación de la enmienda adicional, cuya aprobación iba a plasmar el acuerdo. Una firma que, por pura cortesía parlamentaria, es corriente otorgarla. Y hasta se ha hecho lo posible para impedir que los otros dos grupos del Senado lo hicieran. Se ha salvado la situación gracias a Coalición Popular.
Ha sucedido pues algo grave y difícil de olvidar. Nuestros homólogos catalanes han pretendido impedir la plasmacion en la Ley de nuestro acuerdo con los socialistas, calificándolo de privilegio. ¿Por qué la fórmula que negociaron fue inferior? Sería triste el que también los catalanes entraran ahora por la vía de las autonomías de la envidia o del agravio comparativo.
No puedo aceptar como cierta la información de que un diputado de CiU se acercara a otro del PSC-PSOE habiéndole del "gol que les intentaba meter el PNV". Seria caer en el "tarradellismo", es decir, en el principio de que algo es bueno para Euzkadi en tanto en cuanto viene a través de una determinada persona o grupo.
En cualquier grupo humano, sea de abogados, militares, obreros o periodistas, hay quienes saben cumplir la palabra dada o romperla. Recientemente un periodista de "ABC" me dio su palabra y la cumplió. Otro de "La Vanguardia" me la dio también y la rompió. En esta tierra nuestra hay una palabra que es ley: cualquiera que rompe su palabra una vez, no vuelve a tener ocasión de hacerlo por segunda vez. Simplemente porque ya no se volverá a tener fe en él.
Por: Xabier Arzalluz
(DEIA, 24-II-85)
Crisis en CIUDADANOS, al parecer en Cataluña (Lorena Roldán), donde se creó el partido... (zona del país que han "olvidado" rápidamente por Madrid..., como siempre..., Rivera, Arrimadas, etc.), el PP empieza a absorber CIUDADANOS, cómo antes CIUDADANOS absorbió a UPyD..., CIUDADANOS vuelve a la derecha de la que surgió..., a pesar de todo, les quedaría otra posibilidad..., que CIUDADANOS sea absorbido por VOX..., pero por uno o por otro, no parece tener mucho futuro, si es que alguna vez lo tuvo..., en el fondo es una "muerte anunciada", también es posible que alguien pase al PSOE..., quizás más a título personal cómo hizo Irene Lozano... (ya veremos lo que haga Cantó...).
Publicado por: Sony | 12/30/2020 en 12:23 p.m.
Tras la guerra civil (salvo alguna excepción), no hay auténticos intelectuales en España, no hay más que ver cómo en otras épocas se criticaba la corrupción, cuando en esta época no sólo casi ni se hace, sino que a veces hay duda de que no se participe de alguna forma de la misma por esta "intelectualidad", aunque sea cooperando con un poder que muchas veces sí es corrupto.
Publicado por: Sony | 12/30/2020 en 03:50 p.m.
El centrismo es insignificante politicamente en España.
De ahi surgio lo efimero y debil de la II Republica con fuerzas republicanas de centro minoritarias y sin apoyo popular (Azaña, Alcala Zamora, etc...), lo insignificante de la Democracia Española, lo efimero de la operación Roca y el radicalismo nacionalista de Ciudadanos.
De aquellos polvos, estos lodos.
Publicado por: BAT | 12/30/2020 en 10:49 p.m.