Preside Llopis. Asisten: Socialistas Llopis y López; republicanos Maldonado y Ortega; Catalanes Sauret, Rovira y Gironella vascos Leizaola e Irujo. La reunión en la Delegación vasca, como de costumbre.
Gironella, Secretario General, da cuenta del curso de los asuntos.
Le ha visitado Azaola. Hablaron de muchas cosas. Las posiciones de ambos están reflejadas en las cartas cruzadas, cuya copia se acompaña. Sobre la conveniencia de la de Gironella se abre amplia deliberación.
Llopis cree que es preferible esperar a que la treintena de estudiantes universitarios que se reúne en Colies dentro de unos días conoce el problema y manifiesta su opinión.
Leizaola entiende que, debemos aspirar a ser la media naranja que decía Madariaga, para dejando a los del interior que sean la otra mitad, y para ello, que no debemos aspirar a imponer nuestro criterio sobre el interior, sino a ser trasunto del criterio del interior. Debemos tener en cuenta el distinto clima en que vivimos y la forzosa separación que el ambiente, el tiempo, la edad y otras circunstancias, han impuesto entre el interior y el exterior. Andar por nuestra cuenta, sin tener en cuenta el parecer del interior, nos pondría en riesgo de establecer una real separación, que traería aparejado nuestro aislamiento.
López lee una carta de un socialista, miembro del Seminario de Azaola que funciona en el Ateneo de Madrid. Según este socialista, Azaola es europeísta real, convencido y de buena fe. Actúa dentro del régimen. Si no actuara dentro del régimen no podría moverse. Ocupa un cargo oficial, se mueve con la autorización de las autoridades, y de tal manera sirva al régimen. Pero, si no fuera así, no habría actuación europeísta del estilo de la que lleva a cabo Azaola. Debemos mirar si nos conviene impedir esta acción o controlarla. El autor de la carta entiende que, toda la organización de Azaola en Madrid, de manera concreta su Seminario, está en nuestras manos -en las del corresponsal y sus amigos-. Pero, si el Consejo entiende que debe darse la puntilla a Azaola por el daño que puede hacernos en el exterior al alegar representaciones del interior; él y sus amigos están a la entera disposición del Consejo, pues que, antes que europeístas, son antifranquistas.
Irujo dice que, de alguna manera, puede afirmarse que el criterio reflejado en esa carta del socialista madrileño, es el que dan a entender los miembros del grupo vasco es federalista de San Sebastián, que antes formaron parte del de Azaola. Azaola es un bilbaíno nacido en 1917 que fundó y dirigió el Semanario de Estudios Europeos del Ateneo de Madrid.
Sauret hace alguna observación, que se parece a la de Leizaola.
Gironella interviene largamente. Explica que Azaola se fue desde París a Blois al congreso federalista francés, y que allí interviene, encontrándose con Landaburu, al que saludó y leyó la carta que dirigió a Gironella y que éste ha leído antes. Se entabla un diálogo dominado por Gironella, cuyos términos fundamentales son:
En Azaola hay que distinguir dos personalidades: el europeísta y el personal. En el primer concepto, es de recibo. Es tal vez el mejor preparado de la España franquista. Pero, en el segundo concepto, no es de recibo, sin muchas precauciones. Azaola se mueve de acuerdo con Martín Artajo, Ministro del Exterior de España. Solo de España, se mueve dentro de España y actúa mediante el presupuesto que le facilita el Gobierno franquista. Lleva conferenciantes a España y puede pagarles, porque dispone de aquel presupuesto. Tiene por misión, objetivamente considerada su actividad política, la de presentar ante Europa occidental, un régimen franquista compatible con una propaganda europea lealmente concebida y desarrollada. Intenta separar la representación federalista de España. No lo logra porque no puede. Pero hace cuanto está en sus manos para alcanzarlo. Va movido por su ambición personal, la cual, al fin de cuentas importa menos, si sus fines europeístas y sus modos políticos son aceptables. Pero, así como en lo europeísta es difícil rechazarlo, en lo político es difícil aceptarlo.
Lee la Gironella dos largas cartas del Presidente del grupo de Zaragoza –que es el más numeroso, mejor organizado y más solvente de España-. El Presidente, catedrático de la Universidad, se opone resueltamente a que se entable diálogo de reconocimiento con Azaola. Dice que está en el Ateneo de Madrid al servicio de su Presidente, que es el Ministro de Información. Envía espías de cartas de Azaola, en las cuales, traduce la posición de aquel, dispuesto a acaparar la representación federalista de España, relacionándose con la intelectualidad extranjera, federalista o no federalista, universitario o extraña a los claustros. Azaola se presenta ante sus amigos como un antifranquista, que se ve obligado a actuar dentro del régimen, porque ésta es la única manera de actuar; y como está mejor preparado que los que le oyen ordinariamente, produce impresión ante ellas. Pero, la verdad es que, Azaola tiene por misión, la de cubrir, a nombre del franquismo el sector europeísta, echando a los demás. Si Azaola hubiera querido esperar lealmente al europeísmo, no trataría como trata, de desplazar y desconocer al Consejo Federal Español, sino que, como hacen todos los demás, trataría de relacionarse con él, con las debidas precauciones, precauciones que también los demás adoptan. De tal manera podríamos cubrir cada uno un puesto en el movimiento federal, sin oponernos, antes bien implementando nuestra acción respectiva. Pero la actitud de Azaola es exactamente todo lo contrario. Y si viene a París a vernos es porque no tiene otro remedio, porque se encuentra desconocido y sin maneras de actuar. Nosotros no podemos reconocer a Azaola mientras él no nos reconozca a nosotros. Nosotros no le hemos de pedir actividades antifranquistas siquiera, pero sí una posición de lealtad, demócrata sincera y de leal relación.
Pero, una cosa es nuestra actitud definitiva con Azaola, y otra distinta la que ahora convenga adoptar. De acuerdo todos en que, antes de adoptar una actitud definitiva, el Consejo debe escuchar a los que salen del Interior. Eso es indudable, y las sugestiones de Llopis, Leizaola y Sauret se aceptan por unanimidad. Pero, nos queda el problema de cómo vamos a plantear el problema a los nuestros. La fórmula que Gironella propone y que es aceptada es la de que, él escribe una carta contestando a Azaola, carta que no será del Consejo, sino suya, y que, antes de que el Consejo resuelva será conocida por los que del interior vengan a Calice. De esta manera se salvan todos los pareceres. Se contesta la carta. Gironella mantiene la misma posición que adoptó en la entrevista con Azaola, reservando al Consejo la adopción de una posición definitiva. Y el Consejo no admite la suya hasta después de que las gentes del interior den su parecer.
Un tema que debe ser afrontado sin una propuesta positiva de solución, que sirve de ponencia y guión para las deliberaciones. Si nosotros planteamos a los del interior el problema creado por Azaola sin orientar un camino para el diálogo a la actitud que hayamos de adoptar, nos presentamos como un organismo sin autoridad, y nos exponemos a que las deliberaciones deriven en confusión. Si presentamos una fórmula, como inicial, sujeta a las rectificaciones que proceden dispuestos a esas rectificaciones con arreglo al criterio del interior, salvamos los respetos debidos a este, mantenemos nuestro prestigio y sentamos un texto para las deliberaciones, evitando que deriven en la confusión.
Leizaola subrayó que debe ser tenido en cuenta, muy principalmente, el parecer de los grupos de Zaragoza, Sevilla y Oviedo que son los que, a su parecer, reúnen mayores garantías de acierto en sus juicios y actitudes.
Del campamento de vacaciones de Calice, Gironella dio cuenta de las respuestas afirmativas de 27 concurrentes, entre ellos, dos de Donostia, 2 de Iruña y otros 2 socialistas vascos (sic).
La ausencia de Landaburu, que ha llevado personalmente este asunto, nos aconsejó silenciar todo comentario a este respecto. Porque, nuestra tesis vasca es la del Consejo Federal Vasco por el Movimiento europeo, integrado por todos los sectores democráticos, entre ellos los socialistas, en cuya representación, es directivo del Consejo Vasco, el Dr. Lasa, médico vasco de la Delegación de París. Por lo tanto, no podemos aceptar el que, fuera del Consejo Vasco, actúen “socialistas vascos”. Pero, esto no se trató. Será problema que acometa Landaburu por sus medios y a su modo, cuando y como lo tenga por conveniente, y sin darles carta hiriente, incompatible con los términos cordiales de relación de todos los sectores que integran al C.F.E.
También se trató de las Jornadas Federales, a las cuales, todos los reunidos dijeron enviar representantes. Habrá un acto público además de las deliberaciones de las Jornadas. Estas versarán de manera principal, alrededor del tema de la ayuda a España como país poco desarrollado, y de los problemas y situaciones que tal ayuda trae o puede traer aparejados.
(2/07/1955)
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