El 26 de enero de 1865 nacía en Abando-Bilbao, Sabino Arana Goiri. Al hilo de ésta efemérides, que hoy recordarán muchos nacionalistas, el articulista plantea un tema ampliamente debatido entre sus seguidores, en distintos momentos de la historia, en torno a la necesidad de formar un Frente Nacional Vasco (en cada momento con un nombre distinto), tema que, aquí y ahora, tiene una gran actualidad en el mapa político vasco.
Hace ya algunos años, José Antonio Etxebarrieta escribió un artículo, que, hoy, en muchos aspectos, mantiene toda su frescura. Se titulaba «Sabino Arana y nuestra historia». Entre otras cosas decía: «Arana Goiri, en diez años de su vida, crea un pueblo, puesto que recrea y re-forma su pensamiento. Es él quien da contorno y busca patria a los vascos, pues él es el primero en saber de Euzkadi y quien perfila su lema y que la reacción provocada en la sociedad vasca por este último estertor o el primer vagido de un más nuestro futuro, es cosa aún por ver.
Etxebarrieta fue dirigente de EGI y abogado de ETA. Murió quizá demasiado pronto. Un cáncer de huesos quebró la vida de quien se prometía como un brillante intelectual. El horizonte político estaba oscurecido por la dictadura militar. Pero, nos había dejado planteado el dilema: si la reacción provocada por Sabino era EL ÚLTIMO ESTERTOR o EL PRIMER VAGIDO.
Pienso que, ahora, estamos en una situación intermedia. Entre el estertor y el vagido. En parte porque, siguiendo a Etxebarrieta, España sigue ofreciendo «el brillo fastuoso de la guerra, el opulento tacto de la púrpura. Luz o sombra recortadas a cuchillo, desmondadas como tira de piel morena. Y si no hay semitonos dulzones, sí peliculonas de oro. Por eso son muchos los años en que los impetuosos —incapaces de atarse al lugar pobre o al vivir tranquilo— huyen al mar o buscan asentarse en las Españas. Todo ello concurre a que la vieja Euskalherria se sienta gravitada hacia el gran cuerpo que aprieta en haz el imperialismo castellano. Son dos sociedades distintas, mirando una al suelo, buscando la otra el mar; pero esa gravitación determina que de espaldas al mar diluya el vasco su salobre humedad en resecos terrones extraños».
En parte porque quienes sienten aquella patria que había buscado Sabino se preocupan más en localizar lo que separa —por insignificante que esto sea desde una perspectiva histórica— que hacer bandera de las coincidencias frente a los soportes de quienes aún prefieren EL OPULENTO TACTO DE LA PÚRPURA que, además, frente a la hegemonía de que gozaban en tiempos de sabino y de Etxebarrieta, hoy, están al borde del último estertor. Probablemente por ello, en estos momentos, no logren atraer o convencer a los sectores mayoritarios de la población impregnados del principio sabiniano, al margen de los niveles, criterios o ideas que éstos últimos sustenten.
Pero, además, y ya que nos referimos a Sabino Arana y nuestra historia, existe una constante que marca a ambos: LOS PACTOS. Sabino tuvo que pactar en vida para que su naciente movimiento no se viese estrangulado antes de asentarse. Primero, en cuanto fue posible con fuerzas afines. Y así llegó a sólidos acuerdos con los «euskalerriakos» de Ramón de la Sota. Y quizá por ello los sabinianos tuvieron que soportar la cohabitación con el SOTISMO POLITICO durante más de treinta años. Luego, vino el «contrato electoral» con el católico-fuerista Urkijo, siguiendo los principios antes citados.
En los años que siguen a la muerte de Arana Goiri, los partidos patriotas -en una primera fase, PNV (GNV y PNV) o ANV—, acudieron en múltiples ocasiones a este tipo de acuerdos. El PNV pactó con las derechas en 1.931 y ANV con el frente popular. luego, ambos lo hicieron con las izquierdas, firmando numerosos pactos desde 1.936 hasta nuestros días. Sería prolijo enumerar y describir cada uno de ellos. Pero, en todos estos, hay un denominador común: en la totalidad de los casos fueron rotos, unilateralmente, por las organizaciones españolistas, singularmente por el PSOE. Pero, en el ánimo de los nacionalistas existía un sentimiento de asistir a estos acuerdos. pesaba como una losa su no presencia en el pacto de San Sebastián que, entre otras causas, supuso el retraso en alcanzar el estatuto de autonomía durante el período republicano.
Pero, hay más, a lo largo del último medio siglo, se han multiplicado los intentos de formar un FRENTE NACIONAL VASCO que, claro, en tantos años ha tenido múltiples denominaciones: la ya citada de «frente nacional», «pacto de obediencia vasca», «bloque nacional vasco», «Bat»... sin embargo, éste jamás ha llegado a concretarse. Probablemente, por esa dificultad endémica que padecen los «nietos» de Sabino Arana para ponerse de acuerdo y, por ello, no tenemos experiencia alguna que avalen sus presuntos resultados. Así que, no es de extrañar que aún nos encontremos entre «el estertor y el vagido».
Por Koldo San Sebastián
(DEIA, 26 Enero de 1987)
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