Como vivimos un bipartidismo imperfecto, el mercadillo de los pactos se hace necesario para que los grandes sumen votos y los pequeños pinten bastos. Es una manera de zurcir España ya que no parece fácil recomponerla. Y el país poselectoral es en estos momentos una compraventa de filatélicos del poder o numismáticos de la pasta.
Después de que se ha pronunciado el pueblo, que lo hace de una manera directa e ingenua, se pronuncian los políticos, que lo hacen de una manera transversal y barroca, mediante los pactos. Está bien gritar en los mítines que al enemigo ni agua, porque la gente sabe lo que es el agua y sabe quién es el enemigo. Pero, ya que no al agua, hay que recurrir, antes o después, al vino de sellar los pactos.
Francisco Umbral
(El Mundo, 22.06.1999)
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