En España varias generaciones vivas tuvimos la experiencia, en mayor o menor medida, de nacer y vivir dentro del franquismo. Es decir, muchos ciudadanos españoles sabemos bien lo que es vivir en un Estado y un régimen nacionalista. El franquismo no fue una dictadura sin más, fue una sociedad totalitaria y muy concretamente una utopía nacionalista, la que forjaron aquellos generales que se llamaban a sí mismos "nacionalistas". Y no eran nacionalistas vascos o catalanes, precisamente.
Fue la versión más rancia del nacionalismo español, pero realizó el sueño de una España castellana homogénea y centralizada. Y esa idea sigue muy viva y actuando en la política española, el nacionalismo españolista se realiza cada día en el Parlamento, en los parlamentos, y de forma abrumadora en los medios de comunicación. Y M.V.Ll. es un militante de partido y, como vemos estos días en los medios de comunicación, un instrumento de esa ideología integrista que pretende un Estado nación homogéneo esa corriente social con gran ansiedad identitaria y que ven que se cuestiona su identidad nacional, la España una. Una identidad nacional que todavía construye con restos de la España imperial y que se expresa en los medios de comunicación, cuando por las corridas de toros, cuando por la defensa de la “gran lengua”, supuestamente perseguida por algunos malos españoles en unas “provincias traidoras”.
Que M.V.Ll., un nacionalista, nos diga que el nacionalismo es perverso refiriéndose a “los otros”, a quienes quieren existir con otra identidad nacional, realmente es un poco irritante. Un escritor debería interrogarse sobre por qué no hay presencia de la lengua catalana, gallega o vasca en los medios de comunicación de ámbito estatal, ya no digamos de la literatura. Por qué no podemos ni siquiera oír en ellos cantar en catalán, por ejemplo. La ideología de "gran lengua", de la que es fervoroso militante, es antidemocrática y refleja la pulsión de someter al distinto. Si existe un totalitarismo lingüístico e ideológico en España no será desde luego el de los ciudadanos bilingües, sino el de los monolingües que creen que su condición es un absoluto. En cualquier caso, entendemos que sus manifestaciones son las de un militante ideológico.
Suso de Toro
(La Vanguardia, 19.12.2010)
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