TELLAGORRI (Nº 115)
La información para este artículo que también podría haber titulado “Quinqués y conspiradores” o "Comediantes a la luz del carburo'' o “Los Cuentos del loro verde”, me ha llegado de dos fuentes distintas; una fuente es un inglés llamado William Stettard, franquista por cierto, la otra es un loro verde antifranquista rabioso y mal hablado que acompaña siempre en sus viajes marinos a mi buen amigo Cleto, fogonero por la gracia de Dios.
El inglés, de oficio más modesto que el de Cleto, pues no es más que periodista, ha escrito un largo artículo en el semanario conservador londinense “Sunday Times", y no obstante la gran simpatía que siente por Franco, anuncia que España está a punto de hacer “crac" por la situación caótica en que se encuentra su economía.
El loro verde de Cleto, que no entiende gran cosa de asuntos económicos, me ha proporcionado, en cambio, detalles precisos que sirven mejor que el articulo del inglés para saber lo que pasa en España. Yo quise interrogar a Cleto pero éste me dijo que por ahora no quería líos. Comprendí muy bien la actitud reservada de Cleto, pues el año 1937 fue condenado a cadena perpetua por no haber matado al maestro de su pueblo, a otra cadena perpetua- por no haberse rebelado, y a una tercera por haber sido patriota. A los diez años de cárcel fue puesto en libertad y ahora se dedica a la navegación, en espera de días mejores El caso es que tuve que interviuvar al loro.
—¿Qué tal van las cosas en España, lorito precioso?
—¡Grrr! Y a continuación, algo que no puedo reproducir.
—Bueno, bueno, no se ponga usted así: cuénteme cosas.
-Las bombillas no alumbran ya. Desde que muere el día hasta que sale el sol no veo ni los barrotes de mi jaula La gente usa en sus casas velas: en los cafés hay quinqués de petróleo; en los cines, cacharros de carburo. ¡Grrr!
-Entonces ¿andan ustedes mal por allí, ñato?
—Andamos a vela, viejo.
—¿Y qué dice el régimen?
—¿El régimen? Todavía dice que no hay razón alguna para llamarlo oscurantista. ¡Gora Euzkadi! ¡Viva la Confederación!
—¿Ha visto usted por allí a Esteban Bilbao?
—¿Esteban Bilbao? ¿Ese que me hace la competencia? ¡Grrr! ¡Grrr! ¡Grrr!. Lo que ha dicho el loro es algo totalmente inconveniente para menores de 80 años. Se ha puesto furioso y lo he dejado con sus garbanzos cocidos. Estoy seguro de que todas esas cosas se las ha enseñado Cleto.
Y bien: si no ocurriese allí más que eso de las velas, los quinqués y el carburo, no habría mucho que lamentar. Para mí al menos, siempre ha tenido mayor encanto soplar a una vela después de haberme metido en la cama y fumado el cigarrillo que dar media vuelta a la llave de la luz eléctrica. Me figuro desde aquí lo bien que me encontraría en el Café Suizo de la Plaza Nueva de Bilbao, en tertulia con varios amigos alrededor de aquellas mesas de mármol blanco, todos de bombín con bigote y con bastón alumbrados por un quinqué de petróleo que llevaría a nuestras caras de fines del siglo pasado una luz muy a propósito para conspirar o cuando menos para hablar mal del gobierno. Y no digo nada de lo que me gustaría volver a ver en la plaza de mi pueblo a aquellos comediantes de la legua, a aquellos titiriteros, con sus perros y burros amaestrados, iluminada la escena con cacharros de carburo.
Pero el caso es que ocurren otras cosas realmente graves, tan graves que cuando el régimen caiga, nos encontraremos con una ruina tal que en el camino de la recuperación, tendremos que arrancar de cero. Esa es la “gracia" que tienen los regímenes providenciales y quienes de una u otra forma los apoyan.
Ahora, menos los que siguen beneficiándose del régimen, todos están asustados de lo que pasa; antes, como los que pagaban todas las consecuencias eran los trabajadores y las gentes modestas, los demás se frotaban las manos de gusto: pero ahora, los ricos industriales ven que sus dineros se les van a chorros: los banqueros están que trinan: la Iglesia —según dice William Stuttard en el "Sunday Times"—, que se ha identificado estrechamente con el régimen, empieza a temer las consecuencias de un posible colapso repentino".
¡Ahora! Pero antes, cuando eran solamente las gentes modestas y honestas las que sufrían mientras todos los demás vivían en la abundancia, nadie temía nada.
Y lo malo no es que las clases y estamentos que han sido los pivotes del régimen porque se beneficiaban de él, no por otra cosa, van a llevar en el pecado la penitencia; eso será lo bueno. Lo malo es que todos los demás sufrirán también, porque, a poco más que dure, será total la ruina causada por el régimen, y, como digo, habrá que arrancar de cero, o poco menos.
¡Y pensar que todavía hace unas semanas, un tal Ruíz Jiménez le decía al Papa que España, gracias a la benignidad de Dios y a las extraordinarias luces del “Caudillo", navegaba viento en popa hacia el progreso.
¡Claro que navega viento en popa, pero con rumbo contrario al que llevan los demás países! Tan viento en popa hacia atrás, que ya está en la vela, en el quinqué y en el carburo, y dentro de poco estará en la narria, en la bola de mijo y en el capusay.
Euzko Deya de Buenos Aires (30 de Enero de 1949)
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