TELLAGORRI (Nº 137)
El Partido Comunista Checoslovaco ha dispuesto depurar sus filas, para lo cual ha comenzado por expulsar de su seno a todos los militantes que tengan profesiones de “corbata", como son los intelectuales, los oficinistas, los médicos, los ingenieros, los arquitectos, etc.. etc., no dejando dentro más que a los obreros entendiéndose por tales a los trabajadores manuales, calificación a todas luces arbitraria, pues no hay trabajadores que no sean intelectuales.
Elijamos el animal más ilustre, el mono, y pongámosle a realizar la labor de los trabajadores que se llaman manuales, la de un labrador, por ejemplo, por servirnos del trabajo más sencillo aparentemente, el que menos esfuerzo intelectual requiere, aunque nadie se atreverá a negar que para labrar bien una huerta se requiere un mayor esfuerzo mental que el que necesita un médico para curar un catarro, como nadie negará que un carpintero necesita de su cerebro, para construir un armario, bastante más que un cirujano para extirpar un apéndice. Pero volvamos al mono. Pongámosle en una huerta y démosle una azada. Conocida es la aptitud de los monos para imitar lo que ven hacer a los hombres. Y bien, ¿qué hará el mono en el supuesto, bastante audaz, de que se ponga a trabajar? Pues hará un hoyo, y nada más, ¿Por qué? Porque no tiene inteligencia, porque no es un intelectual, como es el labrador.
Y aún sirviéndonos de hombres solamente, elijamos dos que tendrán las mismas ganas de abrazos nervudos, las mismas manos duras y las mismas ganas de trabajar. ¿Creen ustedes que el trabajo de ambos, por sencillo que sea, será de la misma calidad? No; el más inteligente de todos hará un trabajo mejor. Y es que el hombre no hace nada sin que en ello intervenga el cerebro; luego todo trabajo es intelectual. Claro está que si interviene demasiado el cerebro, el hombre no trabajará; se dedicará a pasear y a buscar una buena sombra para fumar un cigarrillo a gusto; pero ésta es otra cuestión.
Por lo demás, la decisión del Partido Comunista Checoslovaco me parece de perlas. En un principio, cuando el comunismo estaba dirigido por comunistas auténticos, se dijo por éstos que su revolución tenía por objeto establecer la “dictadura del proletariado", entendiéndose por proletarios a los obreros manuales, aunque se daba la circunstancia de que los más destacados dirigentes de la Revolución rusa, como el mismo Marx, no eran obreros: Lenin, Trotsky, Lumatcharsky y otros, eran intelectuales puros y usaban corbata. Por lo que hace a la palabra ''proletario" con la cual se designa hoy al obrero, se trata de un neologismo bastante absurdo. Proletario es el que tiene prole, descendencia, y para eso lo mismo sirve un millonario. En la antigua Roma se llamaba proletario al hombre pobre e inútil que sólo era estimable en cuanto podía tener hijos, prole. Pero si algún hombre es útil en el mundo, ese es el trabajador: de modo que no lo llamemos proletario.
Hétenos aquí, entre Pinto y Valdemoro. No nos quieren ni los de un lado, ni los del otro. Los ricos nos desprecian por pobres; los comunistas nos desprecian por ricos. En el Club Náutico no nos admiten porque no tenemos dinero para comprar un balandro, ni siquiera el timón del balandro, en el Partido Comunista, que es el partido de los pobres auténticos, tampoco nos quieren porque, al llevar corbata, suponen que somos unos pequeños burgueses bastante despreciables. ¿Qué habremos de hacer para salir de nuestra soledad, para dejar de pertenecer a la casta de los leprosos intocables, para que nos tomen de una vez por ricos o por pobres?.
Desde luego, si queremos que nos tomen por ricos, parece que la solución está en hacernos ricos, pero ricos de verdad. Ahora bien, ¿cómo se logra eso? Confieso que yo no sé ni por dónde empezar. Claro está que podría heredar, pero ¿de quién, si ninguno de mis ascendientes nada en la abundancia precisamente? Podría también tocarme la lotería, pero ¿cómo, si no juego nunca? Y de otra manera, ¿cómo hacer dinero, santo Dios?
—Muy sencillo —me dijo hace pocos días un amigo. Dinero hace todo el que quiere, pero a condición de querer de verdad, sin más pensamiento, en las veinticuatro horas del día, que el de hacer dinero; sin más acción que la encaminada a hacer dinero; y, claro, nada de escrúpulos, ¿eh?, nada de escrúpulos. No todos lograrán la misma fortuna, pero más de un millón, cualquiera.
Ahora, si pierdes el tiempo en amores románticos, o si te sientas en una butaca a oír a Bach o si te dedicas a leer a Veriaine, o a contemplar lienzos del Creco, o a de San Martín y te pones a pensar tumbas en un banco de la Plaza a ver cómo navegan las nubes, o te miran las flores y los pajaritos, o en Babia o a echar a volar tu fantasía, entonces no harás ni un centavo. Pero si no piensas más que en hacer dinero, harás dinero sin duda alguna. Más de un millón, desde luego.
Pensando en ello, caí en la cuenta de que no es cierto eso de que sólo los tontos hacen dinero, ni eso otro de que hay que ser muy listo para redondear una fortuna. Lo cierto es lo que me decía mi amigo: hacen dinero, sean más listos que Berrospe o más tontos que Puchúa, todos los que lo desean de verdad, sin desear ninguna otra cosa, ni pensar en nada más, sin mover una mano como no sea para meter un peso en el bolsillo. Pero ¿cómo se consigue no desear otra cosa que hacer dinero? ¿Cómo se forma esa voluntad? De ninguna manera: se tiene o no se tiene, y eso es todo. Y como yo no la tengo, pasemos a otra cosa.
Otra solución consiste en parecer pobres, ya que lo somos. Para ello, no hay que hacer más que una cosa, bien sencilla, por cierto: quitarnos la corbata. Pero... no tan sencillo, no tan sencillo, se puede salir a la calle sin corbata, pero no se puede entrar sin corbata al trabajo en una oficina, en un comercio, en un despacho. Sin corbata, sin cuello limpio, sin un peinado correcto, sin las uñas hechas, sin reloj de pulsera, sin estilográfica y sin un traje pulcro y bien planchado; en fin sin pinta de rico, no le quieren a uno ni para vender cosas en un mostrador. Que haga alguien la prueba y verá.
¿Qué hacer, entonces, ante tal dilema? Yo creo que lo mejor es no hacer nada, seguir como hasta ahora, porque da la casualidad de que se puede vivir bastante agradablemente sin necesidad de ser socio del Club Náutico de Bilbao, ni pedir el alta en el Partido Comunista de Euzkadi, si algún día se funda. San Francisco de Asís, uno de los hombres más felices que ha pasado por la tierra, no fué una cosa ni otra, ni comunista ni balandrista. Era feliz porque era bueno, y nada más. Tan bueno, que cuando al lobo le llamaba "hermano lobo” éste se echaba a sus plantas, agradecido. En cambio, si uno de nosotros llamamos “hermano" a un lobo, nos muerde y con razón.
Euzko Deya de Buenos Aires (20 de Agosto, 1949)
En España en cambio el actual régimen del 78 vigente, lo que hace es..., "crea" unos mediocres intelectuales mediáticos (los de siempre, ya sabemos...), a los ceba bien con premios, cargos, propaganda, dineros, bienes, etc., estos se dejan querer y les dicen "SI", a todo al poder o simplemente viven anestesiados, sin hacer y decir nada, luego si hay algún intelectual joven y crítico, la maquinaria de los medios de comunicación que pertenece a ese régimen, no permite que crezca..., además a los viejos intelectuales oficiales, todo esto les importa un pimiento, y así el ciudadano español es acrítico con lo que ocurre, que buena falta le hace cambiar a España y que le está ocurriendo lo que le está ocurriendo solo por propia culpa, la responsabilidad de los supuestos intelectuales en todo lo que está pasando es grandísima..., pero claro, "ellos están al jamón de jabugo y el champán".
Publicado por: Sony | 10/28/2021 en 08:20 p.m.