TELLAGORRI (Nº 151)
Esto es lo que hay que preguntar, a la vista de tantas amnistías como nos vienen concediendo los caballeros del franquismo. ¿Por qué tienen tanto empeño en que vayamos allí nosotros, que sin duda somos para ellos unos indeseables? ¿Para qué nos quieren?
En primer lugar para marcarse un éxito político que les serviría muy bien para la propaganda; para proclamar a los treinta y dos picos de la rosa que, al fin, nos hemos convencido de que vivíamos un error y de que su régimen es el mejor que vieron los siglos. En segundo término para darse el gusto de medirnos las costillas con las más recias varas de fresno.
Estas son, al menos, las dos cosas que han venido ocurriendo a muchos de los que fiados en la palabra de quienes están donde están por haber faltado a ella, decidieron volver a España. La primera cosa, eso de que hemos dado vuelta al cerebro como se da vuelta a un pulpo la suelen proclamar ellos "urbi et orbi”. La segunda, la de la medicina forestal que aplican a tantos de los que vuelven, la ocultan muy cuidadosamente, pero nosotros la conocemos en todo su detalle. Por no citar más que un caso muy reciente, todavía está detenido un hombre que pasó de Francia a Bilbao fiado en que nada le podía ocurrir puesto que nada malo había hecho en el destierro, como no fuera arrancar pinos en las Landas. Pues la policía, empeñada en que declare que se dedicó a las más demoníacas maquinaciones para derribar el régimen de Franco, lo tortura diariamente, y allí perderá la salud y la razón si es que no pierde la vida.
Por otra parte, ¿a qué vamos a ir? ¿A vivir rematadamente mal, viviendo como vivimos aquí, rematadamente bien? Eso sería de una estupidez rayana en lo estólido.
Pese a todo, supongamos que un día se me nubla el cerebro, agarro un "Monte” cualquiera y me vuelvo a Bilbao. Nada más llegar, la policía me invitaría muy amablemente a hacerle una pequeña visita de cumplido. Y la cosa sería así, poco más o menos:
—¿Qué hacia usted en Buenos Aires?
—Me dedicaba a escribir artículos contra ustedes y en los ratos libres me paseaba por las calles de la ciudad para ver pasar a los tranvías, espectáculo que siempre me ha resultado muy placentero.
—Bueno, eso de los artículos ya lo sabemos y no tiene la menor importancia. Lo que queremos saber es con quienes se reunía usted y qué tramaban.
—Durante el día no me reunía con nadie. No es que uno sea un misántropo, pero si un poco anacoreta. Solamente al anochecer solía caer por el “Laurak Bat”.
—Un centro separatista, desde luego...
-Algunos separatistas habla allí naturalmente, pero también había monárquicos, socialistas, republicanos, de todo. Menos franquistas, claro está. Había también argentinos a quienes les importaba un bledo un rábano o un comino de ustedes y del régimen ustedes.
—Bien bien: pero usted ¿con quiénes se reunía y de qué hablaban?
-Pues me reunía con Dugen, con Dámaso, con Altuna, con el Algorteño, con Zugadi, con Segurola, con Kerman, con Timo, con Eguía, con Orueta y “tutti quanti”; excelentes muchachos todos ellos y bastante inclinados al humorismo.
-¿Y de qué hablaban?
(No sé por qué me pareció que aquellos policías tenían caras de no nutrirse adecuadamente, caras de hambre. No obstante ser entusiastas servidores del régimen, quizás por la modestia de su función, les llegaban a ellos las cazuelas cuando ya no había nada que rebañar. En vista de eso me propuse hacerles un poco de agua la boca, revolverles los jugos gástricos.
—De cosas muy importantes siempre —les dije—. Por ejemplo, últimamente nos contó uno de los tertulianos cómo fué el desafío entre Narbaiza y Chúcula. Este Chúcula era un hombre corpulento de dos metros de alto y otros tantos de ancho, que tenía una salud rotunda y un apetito en relación con su volumen. En cambio, Narbaiza, un pelotari de pala era de dimensiones normales, pero con una particularidad: que desde la boca hasta la contraboca, todo era estómago. El desafío fué a quién comer más y se concertó con la condición de que cada uno, por tumo, elegiría el plato que habían de comer los dos. El primero que entregase la cuchara, perdía. Le tocó salir a Chúcula, que eligió pollo asado. Se comió cada uno su pollito, y luego eligió Narbaiza: alubias rojas con chorizo y tocino entreverado...
—¿Entreverado? —preguntaron los policías que ya empezaban a sufrir.
—Entreverado, caballeros. Se echaron al coleto las alubias, y luego Chúcula pidió merluza en salsa verde, con puntas de espárragos, algunos guisantes y rodajas muy finas de patata. Después Narbaiza volvió a pedir alubias rojas; luego Chúcula pidió jibiones...
—¿Jibiones? —dijo un "poli” con cara de angustia.
—Jibiones, señor. A continuación Narbaiza alubias rojas... Protestó Chúcula por tanta alubia, pero el jurado decidió que cada cual podía pedir lo que quisiera, con tal que fuera de comer, pues así se había convenido. Se resignó Chúcula y siguieron comiendo. Cuando ya habían comido quince platos variados y quince platos de alubias cada uno, Chúcula entregó la cuchara, Narbaiza comió otro plato de alubias y ganó el desafío.
(Los policías ya no podían más; en sus caras se reflejaban todas sus ansias y, quisieron cambiar de conversación).
—¿Y de alta política, no hablaban ustedes?
—También, también. Vean ustedes: otro tertuliano está que echa las muelas. Anda a la busca de cosas buenas para la salud, que quiere conservar a toda costa, cosa muy natural. Alguien le dijo que las cosas mejores para la salud están en las farmacias, y nuestro amigo ha recorrido todas las de Buenos Aires, pero en ninguna ha encontrado más que píldoras, pastillas, jarabes, ungüentos, cataplasmas, menjunjes y todo el resto; pero lo que él necesita para entrar en calor y encontrarse conforme consigo mismo, eso no lo halla...
—¿Pues qué quiere?
—Quiere setas de Orduña, anguilas de la Isla, sordas de Barazar, merluza de Bermeo...
—Bueno, bueno; no siga.
—... vino de la Rioja alavesa, a poder ser Riscal, pan de Gordejuela, queso de Idiazábal, corderitos del Gorbea, chorizos de Munguía, alubias de Tolosa...
—¡No siga, o no respondemos!
—... chirlas de Canala, jibiones de Txita, sardinas de Santurce, pavías del Regato...
Al llegar a éste punto de mi declaración los policías se pusieron en pie y mientras uno de ellos me daba una linda patada en las tripas, otro descargaba su porra de goma sobre mis costillas, otro me saltaba de un puñetazo estos hermosos dientes que compré en Buenos Aires y otro me gritaba colérico:
-¡Ya sabíamos que usted tramaba algo contra nosotros. ¡Tome, tome, miserable!.
Y me tundieron a palos.
No corazones no, yo no voy. Me encuentro muy bien aquí con estos queridos amigos, reunidos todos a la sombra de un nieto del árbol de Guernica en el patio del “Laurak Bat”. Aparte de que no me da la gana, que ya es razón bastante ¿saben ustedes lo bochornoso que tiene que resultar para uno ser esclavo por su propia voluntad. Serlo a la fuerza ya es una terrible desgracia, pero ser esclavo por propia decisión es la más fea de las vergüenzas. No caballero, no; no voy hasta que se marchen ustedes todos ustedes que son los que verdaderamente necesitan amnistías; no yo, que no he hecho nunca mal a nadie.
Euzko Deya de Buenos Aires (24 de Diciembre de 1949)
Bueno, una matización, Borges, no escribió nada, ni bueno, ni malo, contra los vascos, solo lo dijo puntualmente....
Publicado por: Sony | 12/01/2021 en 06:29 p.m.
Volviendo a lo de Borges, otra cosa..., los vascos cómo pueblo, también hemos sobrevivido a tragedias colectivas cómo las guerras napoleónicas, innumerables guerras civiles locales, diversos terrorismos, la guerra civil española, dos guerras mundiales, el fascismo y diversas dictaduras de corte militar, la invasión nazi, el exilio, y aquí seguimos..., pese a no haber sido sencillo.
Así que bien podemos aguantar a uno o cuatro intelectuales o pseudointelectuales, calumniadores, ya sean locales, del país de al lado o del otro lado del mar, de nuestro pueblo o descendientes o totalmente ajenos.
Publicado por: Sony | 12/01/2021 en 08:36 p.m.
LEÍDO EN INTERNET:
Hace unos 75 años Herman Herring dio un testimonio en el tribunal de Nuremberg, se le preguntó:
"¿Cómo forzaste al pueblo alemán a aceptar todo esto? "
Él respondió: "Fué fácil, no tiene nada que ver con el nazismo,
está relacionado con la naturaleza HUMANA.
Esto se puede hacer en un régimen nazis, socialista, comunista, monarquía e incluso en términos de DEMOCRACIA.
Lo único que necesitas hacer para esclavizar a la gente es asustarlos.
Si puedes encontrar una manera de asustar a la gente, puedes hacer que hagan lo que quieras. "
Publicado por: Sony | 12/02/2021 en 03:35 a.m.
"El miedo es el camino hacia el Lado Oscuro. El miedo lleva a la ira, la ira lleva al odio, el odio lleva al sufrimiento."
STAR WARS (Guerra de las Galaxias).
Publicado por: Sony | 12/02/2021 en 10:33 a.m.