Martes 21 de diciembre de 2021
María Eugenia Arrizabalaga, burukide del EBB, ha escrito un artículo en Noticias de Gipuzkoa que conviene conocer y divulgar por su claridad. Lo hago ahora en su primera parte y mañana en la segunda. Es una lástima que este artículo del Grupo Noticias no se reproduzca en los cuatro periódicos del Grupo. Conviene que la ciudadanía que lee tenga argumentos.
Lo titulaba “Del Libro Blanco a Bergara pasando por los PIPS” y dice lo siguiente:
”Aquí siempre se ha hablado mucho de tácticas y estrategias. Especialmente, durante décadas, de la estrategia de "luchas combinadas" por la que apostó la izquierda abertzale. Frente a esa estrategia político-militar, la otra: la basada en la defensa de la libertad personal y de la colectiva, y en la acción política a favor del Pueblo Vasco y del progreso social de su ciudadanía desplegada desde todas las instituciones vascas.
Esa confrontación estratégica se ha desarrollado, también, en prácticamente todas las cuestiones sectoriales que se han venido desarrollando desde hace cuarenta y tantos años. Resulta sorprendente la sistemática imposibilidad de coincidir en infinidad de cuestiones. Daba igual de qué se hablara: si se pretendía un polígono industrial, no. Si la cuestión era un puerto deportivo, ni pensar. Autovías, trenes, incineradoras etc., a todo, "no". Por supuesto, la oposición a todo, siempre, "en nombre del pueblo", porque "el pueblo" siempre han sido ellos y nadie más.
Esa dinámica se mantiene: si se hace algo a lo que no se pueden oponer, siempre es insuficiente. Si se hace algo porque es necesario, entonces, retuercen el sentido común y nos acusan, invariablemente, de "elitismo", de "defensa de la oligarquía", de "macroproyecto" o de "negocio". El caso es recluirse en el "no" a todo, sea lo que sea. Y así, hasta hoy.
A pesar de lo sistemático del fenómeno y de la cantidad de energía política que obliga a malgastar, Euskadi ha avanzado, y mucho, desde cualquiera de los puntos de vista que se quieran analizar: bienestar social, desarrollo urbanístico, competitividad económica y tecnológica, expresión cultural o mejora medioambiental.
Pero hemos llegado a finales de 2021 y el planeta no está para tonterías ni juegos de suma cero. El cambio climático nos amenaza y la situación exige respuestas efectivas e inmediatas. Hasta ahora, también ante la emergencia climática, se viene planteando el esquema habitual: el Gobierno Vasco avanza siguiendo lo establecido en Europa y en las Cumbres Climáticas, con el objetivo de cumplir el compromiso de reducir las emisiones de CO2 en un 45% para 2030 –y 2030 es mañana–. Se impulsan planes y leyes ambientales, proyectos de eficiencia energética, cooperativas de generación energética o proyectos de instalación de renovables.
Mientras tanto, EH Bildu hace discurso. Un discurso que pivota sobre dos bases: por una parte, esa arrogancia que les lleva a acusar de inacción, de insuficiencia, etc. a las instituciones que gobierna el PNV –porque ellos sí que lo harían fenómeno, y no nosotros–; y, por otra, un continuo poner palos en la rueda de cada iniciativa, porque se trata de un "megaproyecto", o porque se acomete desde la colaboración público-privada –para algunos siempre sospechosa de connivencia con oscuros intereses capitalistas–, o porque interfieren el paisaje, como ocurre con los parques eólicos, que, efectivamente, a quienes apreciamos nuestros montes y nuestro paisaje, no nos salen gratis.
La izquierda abertzale sigue teniendo alergia a la concreción de los proyectos. Mientras los objetivos se mantienen en el plano de "lo difuso", no parece haber mayor problema. Así que están a favor de las renovables, pero no de los parques eólicos. Están a favor de la economía circular, pero no de las plantas de tratamiento de residuos. Están a favor de los trenes, pero no del que se está haciendo. De hecho, en cuanto se concreta la necesidad de ejecutar determinado proyecto están, sin excepción, en contra.
Son buenos en esta clase de estrategia, también "combinada", de criticar –según ellos, no se hace lo suficiente– y, al mismo tiempo, no dejar hacer. Eso sí, sin aportar nunca soluciones. Porque para definir soluciones, hay que mojarse. Y "mojarse" no equivale a decir que "hay que apostar por las renovables". Limitarse a decir eso es refugiarse en lugares comunes”.
Comentarios