Jueves 18 de agosto de 2022
Estuve en el Museo de Gernika que se llama Museo de la Paz. Fue inaugurado en enero de 2003 por el Lehendakari Ibarretxe, Josu Bergara como Diputado General y Miguel Ángel Aranaz como alcalde de la Villa. Tras verlo, una conclusión: le hace falta un buen repaso. Se le nota muy usado, muy de trámite, muy pequeño, ante aquella tragedia mundial que hasta Zelenski acaba de recordar en sus intervenciones. Los audios han perdido calidad y las películas tienen ya las imágenes poco nítidas. Será quizás por su continua exposición. No critico a sus trabajadores, que fueron muy amables, sino al Museo en sí y a la política que se sigue con él. El ayuntamiento, la Diputación y el Gobierno deberían tomar cartas en el asunto. Gernika es no solo un punto en el mapa sino un grito que para mí está acatarrado.
Pero hay algo más. Que se llame de la Paz a un Museo dedicado a recordar un bombardeo está muy bien y que se le dediquen espacios es bueno pero a la gente le defrauda lo poco trabajado que está aquel 26 de abril de 1937. Entiendo que en 2003, con ETA atentando, se imponía hacer continuos alegatos a la paz y, que menos hacerlo al recordar tan infame prueba de fuego, pero dentro de seis meses se cumplen veinte años de la inauguración de este indispensable lugar de cita a todo el que vaya a Gernika, tras la Casa de Juntas y el mural de Picasso y, desgraciadamente, el Museo no está a la altura.
En los vente años transcurridos se han encontrado nuevos datos, nuevas piezas, formas museísticas que no se ven reflejadas en el actual Museo que se quedó congelado en 2003 mostrando algo que se queda muy corto y decepciona. Hoy en día cien formas de ilustrar, recordar, interactuar más modernas que lo que se ve actualmente en sus dependencias.
Y saco la fotografía de uno de los aviones que bombardearon la Villa expuestos en un cuadro. Es un Juncker 52, trimotor de bombardeo alemán, copia de los que bombardearon la Villa. Con la llegada de los Heinkel fue relegado a transporte. Bueno pues en tiempos del alcalde Vallejo encontramos en la base de Cuatro Vientos un Juncker 52 que podía haber acabado en el Museo de Gernika. Creo tener la carta donde lo ofrecían y su precio. No hubo el menor interés en adquirirlo. Una pena, pues no es lo mismo ver este cuadro colgado con otros muchos en una pared con variados objetos e información que una sala con un Juncker presente para que se comprobara lo que fue aquello. La gente quiere ver y tocar. Pero para eso la mentalidad tiene que ser hablar del Bombardeo y dejar las recomendaciones para la paz en una sala porque lo que los visitantes quiere ver son recuerdos de lo que fue aquella terrible experiencia que sigue viva, a pesar de las recomendaciones pacifistas, y siguiendo resonando el ruido de la metralla y de las bombas en la guerra en Ucrania y en todas las guerras.
Ya sé que como decía Ghandi “no hay camino para la paz, la paz es el camino”, que es una gran frase pero el historiador, el curioso, el turista, el visitante quiere conocer cómo fue aquella barbaridad y el actual museo no se la muestra pues es muy de andar por casa. Como la de un pequeño pueblo sin recursos, ni ambición. Gernika requiere un gran museo que sea como la alarma que suena cada 26 de abril. Que se oiga y nos anuncie algo.
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