Martes 2 de agosto de 2022
Parto de la base de que cada cual pueda ir vestido como quiera. Dicho esto me pareció algo extraordinariamente fuera de lugar que el presidente Pedro Sánchez en Moncloa se quitara la corbata y obligara a sus ministros a estar sin ella, como parvulitos, a cuenta de que así se ahorra energía. Pura y boba demagogia. Pura maniobra de crear debates innecesarios. Y lo digo porque acto seguido cogió el helicóptero y se fue a la base aérea de Torrejón para coger el avión y viajar a los Balcanes. Lo podía haber hecho en coche y ahorrado esa energía que nos dice ahorremos.
No sé si tiene un estudio técnico sobre el ahorro energético que supone el no usar corbata. Usarla en la playa es un despropósito, en un funeral lo adecuado, por respeto y porque el vestido es un lenguaje y una convención.
Es verdad que la Izquierda Caviar considera usar corbata algo burgués. Tienen una gran empanada mental y a veces están reñidos con la estética pero Otegi se la puso en Aiete, Idígoras en la Zarzuela, Putin a todas horas, salvo Maduro que usa ese horrible chándal, pero también si quiere estar presentable y le respeten, usa corbata roja y de otros colores. Quien no usa corbata es el Papa y Zelenski por razones obvias.
Traigo aquí esta foto de 1942 del Lehendakari Agirre. Había logrado escaparse vía Berlín y saliendo de Noruega llegar a Brasil y en ese momento viajaba por todo América ilustrando sobre lo que eran los fascismos. Había estado en Santiago de Chile iba a Montevideo y tuvo una escala en el aeropuerto Morón de Buenos Aires. Y ahí está con su sombrero, su traje, su libro bajo el brazo, su corbata y su pañuelo en el bolsillo de la chaqueta. Está hecho un pincel. Podía haber ido con una franela, chancletas, pantalones rotos y un aro en la nariz. Seguiría siendo el Lehendakari pero, ¡mira por donde!, yo lo prefiero con el atuendo de la fotografía.
El hábito no hace al monje pero ayuda a su respetabilidad.
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