Domingo 19 de marzo de 2023
La fotografía me la regaló D. Manuel de Irujo de los tiempos cuando él y Agirre vivieron en Barcelona, en plena guerra. Lo hizo para destacarme los calcetines del Lehendakari. ”Mire usted mocete, como el Lehendakari se adelantó en todo a su tiempo”. Y sonreía de forma traviesa.
El próximo miércoles 22 se cumplirán 63 años del fallecimiento en Paris del Lehendakari Agirre. El primero en la historia. En 1978 le organizamos en Bilbao un homenaje y le invitamos a D. Manuel de Irujo a ser el orador principal. Había sido su colaborador y amigo y fue de los primeros en ser llamados para atender a la familia, con el cuerpo del presidente aún caliente, experiencia muy dura que explicó en un artículo publicado en la revista ALDERDI del EAJ-PNV. Su sucesor, el Lehendakari Leizaola escribió otra desgarradora impresión de aquellos tristes momentos, junto a Javier Landaburu. Era su círculo más inmediato junto al canónigo D. Alberto Onaindia.
El caso es que Irujo, quien en ese momento vivía en Iruña en la calle Aoiz 18 me mandó una de sus muchas cartas donde resumía en dos trazos lo que para él fue el Lehendakari. Decía así, aquel mensaje:
“Sigo con mi garganta averiada. Aun no sé si será precisa la intervención. Por eso, siento no hallarme presente el día que han organizado ustedes en recuerdo de José Antonio. José Antonio era hombre fuera de serie. El sentido humano, cordial, que sabía dar a sus palabras o a sus abrazos, era de esos que no se aprenden en los libros, ni se reciben en la taquilla de una institución de crédito. He conocido a quienes han realizado un largo viaje por el solo placer de escucharle, de oir de sus labios la proyección del futuro, de recibir un abrazo o un apretón de manos suyo. José Antonio era un inestimable capital. Las circunstancias en las que le tocó vivir no le permitieron aplicarlo a la vida en Euzkadi en la medida en la que pudo desarrollarse en una situación normal. El robusto trazo de su paso por la Presidencia de Euzkadi, hubiera sido más marcado y trascendental en una vida civil, de paz y de trabajo, sin desmerecer en nada su liderazgo en la guerra y en el exilio. Hacen ustedes bien en recordarle como se merece y no se olviden del Lehendakari Leizaola, que sigue en Paris manteniendo la legitimidad de la Institución”.
Recuerdo el larguísimo aplauso, atronador y emocionante, de todos los presentes puestos en pie. Y es que aquella fue una gran generación de personalidades fuera de serie, al servicio del país. Uno de ellos, asimismo, D. Manuel de Irujo, del que deseo unirlo a esta efemérides, recordando otro aplauso-record, digno del Guinness cuando, tras la dictadura franquista en la Casilla, el PNV dio su primer mitin, habiendo gente hasta en el tejado. El caso es que en el escenario estaban asimismo, en homenaje hacia aquella generación Dña. Concha Azaola, presidenta de Emakume Abertzale Batza, Manu Robles Arangiz, Presidente de ELA-STV, Pedro Basaldua, secretario de Aguirre y Delegado en Argentina amén de otros oradores siendo Irujo el de más edad y quien con su gesticulación de consumado orador político, sus imágenes, su contundencia se llevó la audiencia al aplauso. Sobre todo cuando recordó que su padre, Daniel de Irujo que fue el abogado defensor de Sabino Arana, tras la denuncia que le hicieron por enviar un telegrama al presidente Roosevelt tras la independencia de Cuba y de cómo una vez le llevó a él, que era un mozalbete, a la cárcel de Larrinaga y Sabino le dio un abrazo, el mismo que él devolvía a aquella audiencia entregada de 1977. La Casilla quedó electrizada en uno de esos momentos mágicos de lo que es una buena oratoria para trasmitir un sentimiento de cohesión familiar. También recordó que en la parte de atrás de Sabin Etxea convivían dos perros y un jabalí, y con eso nos explicó la importancia en política de la diferenciación y el de saber convivir.
Pasado el tiempo, una vez que fui al ministerio de Justicia, siendo Juan Alberto Belloch el titular y Margarita Robles y María Teresa Fernández de la Vega sus Secretarias de Estado, le dije que quería ver el cuadro de Irujo, ya que habíamos pasado por una galería con pinturas de los distintos ministros que lo habían sido en aquella casa. No me lo podían enseñar porque no existía un cuadro del ministro Irujo y en ese momento les encargó a las Secretarias de Estado que buscaran un artista navarro, para, tras pintarlo, exponerlo. Y así fue. En la develación estuvieron Xabier Arzalluz, Ramón Rubial, Txiki Benegas, el Grupo Vasco, Ea y el PSE. Irujo había sido ministro de justicia de la República y tenía derecho a estar allí y así fue, aunque cuando llegó el PP, creo lo llevaron al sótano. Hoy no sé dónde está, ni si está.
Lo mismo ocurrió cuando en el Senado se encargó a un pintor la plasmación en cuadros de un grupo de personalidades de la transición. Irujo había sido senador de 1977 a 1979, y merecía estar expuesto en esa pared frente al hemiciclo. Lo curioso es que lo colocaron al lado de Aznar. Seguramente le hubiera dicho a gusto lo que me contestó cuando le pregunté por el nivel de aquella primera legislatura. ”Mire usted -me contestó- son todos muy buena gente pero en política no han aprobado el bachillerato”. ¡Que diría ahora!.
Por todo eso cuando me comentó Patxi Agirre que había terminado su tesis dedicada a D. Manuel y que le costaba encontrar una editorial, le sugerí si estaba dispuesto a que la publicara el ministerio de Justicia y que se podía hacer la gestión. .A falta de una Editora Nacional Vasca, como quería D. Manuel para todas estas obras que nunca encuentran hueco ni presupuesto para ser publicadas, aunque si para cualquier fiesta patronal, ¿por qué no tocar la puerta del ministerio como hicimos con el cuadro?. Y así ha sido.
La tesis de Patxi
Por fin, y tras muchas idas y venidas, el pasado dos de marzo, en la Fundación Sabino Arana tuvo lugar, a sala llena, la presentación del libro de D. Manuel escrito por el historiador de Villabona y actual concejal jelkide, Patxi Agirre. Es un muy buen trabajo que ha sido su tesis de grado con mención Cum Laude. La ha titulado “Cristiano, Demócrata y Vasco”.
Así se definía el propio Don Manuel en aquella batidora que fue la guerra, una contienda bendecida por la Jerarquía Eclesiástica española, apoyada por el Vaticano, con 43 Obispos y 5 Vicarios firmando la Carta Colectiva. Curiosamente esa aberrante carta fue hecha pública, una vez ocupada Euzkadi en agosto de 1937 y con solo dos Obispos que no la firmaron. El vasco Mateo Múgica y el catalán Vidal i Barraquer.
Este hecho fue fundamental y seguramente no hubiera habido una bendición como Cruzada de aquella tragedia si, llegada la II República, los grupos extremos no hubieran comenzado a quemar iglesias, expulsar a los jesuitas y perseguir a religiosos lo que polarizó como nada aquel ambiente de tanta pugnacidad. Eso originó una reacción de la derecha y extrema derecha antidemocráticas y antirrepublicanas, que apoyadas internacionalmente por Italia, Alemania y un Comité de no intervención, ocasionó una guerra que todavía coletea en las mil consecuencias que tuvo. No fue el único elemento, de aquella coctelera, pero Patxi Agirre lo estudia con precisión y le da su correcto análisis.
El libro pues trata de esta faceta de Irujo como ministro del PNV en los gobiernos de Largo Caballero y Negrín y enfocado a la labor humanitaria hecho por el político de Lizarra que se volcó en salvar vidas.
Como he comentado, está editado por el Ministerio de Justicia, y se puede leer en su página del Ministerio. Patxi Aguirre, en su presentación, logró mantener la expectación del auditorio en todo momento ya que el relato cautiva. Su descripción de la influencia del catolicismo progresista de Maritain y Mounier en lo que hoy en día sigue siendo el PNV, es de gran interés. Se presentará en Donostia el 21 de abril en el Museo San Telmo. Habrá que buscar fecha para presentarlo en el Senado.
El trabajo, ha sido considerado por algunos historiadores como una de las partes de la biografía de Manuel Irujo, uno de los máximos exponentes de la modernización del nacionalismo vasco de la primera mitad del siglo XX, con la religión como hilo conductor. En él se abordan aspectos tales como los debates religiosos en torno al Estatuto de Autonomía en la II República; el papel destacado de Irujo en la contención del golpe militar de julio de 1936 en Donostia y en el mantenimiento del orden público y el rechazo a las ejecuciones en aquellas primeras horas; su extensa labor humanitaria como ministro republicano; sus conflictos con el vicario general de Barcelona, Josep Maria Torrent, para la restauración del culto en la zona republicana durante la Guerra Civil; los problemas con Josep Maria Trías y la Unió Democrática de Catalunya en relación con el restablecimiento de relaciones diplomáticas entre la República y el Vaticano; la asistencia a refugiados y exiliados; su papel en la búsqueda del líder del POUM Andreu Nin; la Democracia Cristiana Europea; la influencia en el nacionalismo vasco de intelectuales de la talla de Jacques Maritain y Emmanuel Mounier; su rechazo a la violencia de ETA y a los crímenes de Estado en el tardofranquismo y la Transición; la Asamblea Nacional de EAJ-PNV en el año 1977, etc.
Le recuerdo a Irujo resumiendo aquellos años de plomo diciendo. ”El que iba a misa en zona republicana, ocho tiros. El que no iba a misa en zona franquista, ocho tiros. En Euzkadi iba a misa quien quería. Eso, dicho en bruto y en pocas palabras es el resumen de aquel festín de odio y violencia”. Y hablando de calcetines, recuerdo que Mitxel Garteiz, el concejal que sustituyó a José Antonio como alcalde de Getxo, cuando éste tuvo que centrarse más en su trabajo de diputado, recordaba como en un pleno, metió la mano en el bolsillo para sacar unas notas y sacó un calcetín, habida cuenta de su agitada vida yendo de un lado a otro.
En Lizarra, Koldo Viñuales, convoca cada año con acierto el premio Irujo pero en cuarenta años no han podido ni dedicarle en Estella una calle o una estatua al hombre más preclaro, al navarro más ilustre y más completo del siglo XX. La cadena se rompe, aunque gracias al trabajo de Patxi Agirre el ex burukide del GBB y concejal de Villabona, se sigue manteniendo la llama del recuerdo de otro de los hombres fuera de serie del EAJ-PNV, Don Manuel de Irujo.
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