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Han cambiado muchísimas cosas desde el año 89, y en mi discutible opinión la más importante, a la que aún no se percibe que se le vaya a meter mano, es que en el PNV se lleva muchos años promocionando personajillos tóxicos y sociopáticos a los que se premia con puestos y puestitos sobre todo en los alrededores de las administraciones públicas.
Ojo: no me refiero a todas aquellas personas que han sido promocionadas, sino a los muchos que ni son abertzales, ni son nacionalistas, ni les importa una mierda servir al pueblo. Algunos ni tienen carnet, y para otros es solo un salvoconducto. Se dedican a conspirar para conseguir un puestito mejor, para joder al que les deja en evidencia y, por encima de todo, para que nada cambie. Cobrar sin pegar ni golpe a costa del dinero público. Se trata de un problema que tiene la democracia: el poder atrae como moscas a ciertos perfiles negativos.
Aparte del fuerte tufo a mamoneo, y no sigo porque este no es el lugar, el resultado es una brutal falta de profesionalidad, rigor y responsabilidad. Se instala una percepción, real, de que hay personas promovidas por el PNV a las que se les deja hacer, que tiene bula para saltarse las normas de convivencia: leyes, subvenciones, promociones, toma de decisiones, ventajas, falta de castigo, impunidad, fiscales amigos, dinero despilfarrado con justificaciones absurdas, creación de puestos ad hoc, etc. En muchos casos estos personajes actúan por libre gracias a la desorganización, tareas mal definidas, su capacidad de vender humo, y a la falta de nivel de quienes deberían ser sus responsables políticos, que no saben cómo gestionar.
La gente normal se da cuenta y, claro, no nos vota, porque nada nos distingue de otros que, en general, son igual de irresponsables. Menos mal que otros partidos tienen tal sectarismo y mediocridad que siguen con absurdos análisis de izquierdas, derechas, o neoliberales, para explicarse los cambios electorales.
Cuando, preocupado, comentas estos temas internamente, te miran, en el mejor de los casos, como si fueses un bicho raro; en el peor, como si te hubieses convertido en un peligro. Tanto sufrimiento, tanto dolor, tanto trabajo, tantos años y generaciones de compromiso para que ahora nadie se sienta con necesidad de hacer algo; para, como mucho, pedir actos de fe. Otro más.
La gente del partido se desanima, y aunque siempre ha ido entrando gente nueva (¿a la que exprimir?), muchos también acaban viendo el lado feo. Con el tiempo, las evidencias son tan abrumadoras que los parientes, cuadrillas, conocidos, compañeros, vecinos…, de estos militantes quemados, aquellos que en otros tiempos constituían un entorno amplio y plural que nos votaban masivamente, no por ilusión (concepto volátil) sino por confianza (concepto algo menos volátil y más firme y duradero), se espantan con razón y con evidencias, y huyen.
Los filtros no funcionan desde hace años. Y nadie hace nada. Hay quien prefiere seguir viendo el mundo con sus gafas rosas.
Casi prefiero que no publiques este comentario para no dar munición a otros, aunque es muy probable que a ellos también les pasará algo parecido. Como ya se ha dicho, es mi discutible opinión, basada en evidencias de las que he sido testigo sin quererlo ni buscarlo: estaban ahí, solo había que abrir los ojos y percibir el entorno y las personas cercanas, los castigos que han recibido, las injusticias que se les han hecho. De todas maneras, seguro que hay más razones para la actual situación, y seguro que son más importantes.
Publicado por: -- | 09/01/2023 en 01:44 p.m.